Urco

El perro de Urco (gallego: can do Urco), también conocido como perro del mar (gallego: can do Mar) o simplemente Urco, es un animal fantástico de la mitología gallega. Este ser aparece bajo el aspecto de un gran perro negro o blanco con cuernos y orejas largas que sale del mar arrastrando cadenas. En Asturias es conocido como Güercu, castellanizado como Huerco, donde también adopta la forma de un familiar fallecido.

En Galicia es un símbolo de mal agüero, y sale del mar por la noche emitiendo horribles aullidos, siendo considerado un presagio de muerte. Según el mito, los Urcos emergían en las orillas del río Lérez, procedentes de un ficticio lugar tenebroso conocido como Borrón, un lugar del Otro Mundo que estaba debajo del mar. También adoptaba la forma de otros animales, como la de una becerra seguida por una jauría de perros que ladran y aúllan sin cesar, saliendo a la medianoche y paseándose por las encrucijadas de caminos.

En Pontevedra, la leyenda del Urco se incluyó entre las celebraciones del Entroido. Según Antón Fraguas, a partir de 1876 se anunció a este monstruo en los carnavales bajo la forma de un enorme y feroz perro «capaz de tragarse de un solo mordisco veinte sacos de calderilla con la misma facilidad con que un burro se traga dos granos de cebada».

Gunnerkrigg

Adramelec

Adramelec, también conocido como Adrammelech, Adramelek o Adar-malik, (hebreo: אַדְרַמֶּלֶךְ, El glorioso es el rey) era una especie de dios solar relacionado con Moloch. El centro de su culto era la ciudad de Sippar (Sefarvaim) y, según la Biblia (2 Reyes 17:31), sacrificaban niños en su honor.

Como otros muchos dioses paganos, Adramelec se convirtió en un demonio en la tradición judeo-cristiana, y así lo recoge Collin de Plancy en su Diccionario Infernal: «Gran canciller del infierno, encargado del guardarropa de los demonios soberanos (Satán) y presidente del Consejo Superior de los demonios. Era adorado en Sépharavaim, ciudad de los asirios, que quemaban niños en sus altares. Los rabinos dicen que se mostraba con el rostro de una mula, y en ocasiones con la de un pavo real».

Adramelec también aparece en la obra de John Milton, El paraíso perdido, donde es descrito como un antiguo Trono que se rebeló y fue derrotado por los arcángeles Uriel y Rafael: «Otro tanto acaecía en los dos extremos de la batalla, donde Uriel y Rafael triunfaban de sus orgullosos enemigos, Adramalec y Asmodeo a pesar de sus gigantescas fuerzas y sus diamantinas armaduras, viéndose ambos tronos castigados cuando más prepotentes se creían, y caídos de su altivez, sin que sus armas y defensas los preservaran de huir cubiertos de horribles heridas».

Ilustración de Adramalec en el Diccionario Infernal - Collin de Plancy

Tritón

Los tritones (griego: Τριτων) eran un grupo de deidades marinas que participaban en el séquito de Poseidón. Eran hombres con cola de pez, originados posiblemente por la pluralización del dios Tritón. A veces también son representados con dos colas de pez en lugar de piernas. También están los tritones llamados ictiocentauros (centauros pez), Afros y Bitos, los cuales tenían cuerpo humano, cola de pez y patas delanteras de caballo, además de estar coronados con pinzas de crustáceo a modo de cuernos. Este par de ictiocentauros eran hijos de Cronos y Filira según la Suda, hermanos de Quirón, y son representados acompañando a Afrodita tras su nacimiento.

Por lo general, los dioses marinos o fluviales de la mitología griega tenían características de tritón: torso humano y cola de pez, como Glauco o Aqueloo. Fuera de la mitología clásica existen tritones, también conocidos como sirenos, por toda clase de folclores y culturas. Son los machos de las sirenas y, a diferencia de estas, suelen ser descritos como feos y poco atractivos.

Ictiocentauros en un mosaico encontrado en Zeugma
Ictiocentauros en El nacimiento de VenusBouguereau

El Tritón original era hijo del dios Poseidón y la nereida Anfítrite, así lo dice Hesíodo en su Teogonía: «De Anfitrite y del resonante Ennosigeo (el que agita la tierra, Poseidón) nació el fornido y enorme Tritón, que en las profundidades del mar, junto a su madre y soberano padre, habita palacios de oro, terrible dios». Aparece como asistente de su padre en el mito de Deucalión y Pirra (el diluvio universal) dado en Las metamorfosis de Ovidio, donde es descrito de color azul (cerúleo), con barba, los hombros cubiertos de conchas y con una caracola que al soplarla podía gobernar las aguas: «Tampoco permanece la cólera del mar; dejando a un lado su arma de tres puntas, el señor del piélago calma las aguas, llama al cerúleo Tritón, que aparece en la superficie del abismo con los hombros cubiertos de colonias de púrpuras, y le ordena soplar su resonante caracola y hacer retroceder a una señal a las aguas del mar y a los ríos [...] Entonces también, cuando la bocina, al rozar los labios del dios, húmedos entre la barba empapada, se llenó de aire e hizo sonar la señal de retirada, fue oída por todas las aguas de la tierra y del mar, y a todas las aguas que la oyeron las hizo retroceder».

La caracola de Tritón toma cierta relevancia en la lucha contra los gigantes según lo contado en la Astronómica atribuida a Higinio, donde, asustados por el extraño sonido que emitía, huyeron:
«De acuerdo con Eratóstenes, se cuenta otra historia sobre los asnos. Después de que Júpiter declarase la guerra a los gigantes, convocó en combate a todos los dioses, y Liber Pater (Dioniso), Vulcano, los sátiros y los silenos llegaron montados sobre asnos. Cuando apenas distaban del enemigo, los asnos entraron en pánico y rebuznaron con un estrépito que los Gigantes no habían escuchado antes. Por este ruido el enemigo huyó y por esto fue vencido.
Hay una historia similar a ésta sobre la caracola de Tritón. Él, también, después de haber vaciado la trompeta que había inventado, se la llevó contra los gigantes, y sopló extraños sonidos a través de la caracola. Los gigantes, temiendo alguna bestia salvaje traída por sus enemigos, se dieron a la fuga y por esto fueron superados».
Pausanias cuenta en el libro IX de su Descripción de Grecia la leyenda de un tritón que merodeaba por Tanagra, donde actuaba de manera similar a un sátiro por su afición al vino y las mujeres. Tras esta historia describe a un tritón que vio en Roma:
«En el templo de Dioniso es digna de ver la imagen, que es de mármol pario y obra de Cálamis, y la del Tritón es todavía más admirable. La leyenda más venerable respecto a él dice que las mujeres de Tanagra bajaron al mar antes de las orgías de Dioniso para purificarse, y que cuando estaban nadando, el Tritón las atacó. Las mujeres rogaron a Dioniso que fuese en su ayuda, y el dios las escuchó y venció en la batalla al Tritón. La otra leyenda tiene menos prestigio que la anterior, pero es más creíble. En efecto, ésta dice que todos los ganados que eran llevados al mar los acechaba el Tritón y los robaba; y que atacaba también barcos pequeños, hasta que los de Tanagra le pusieron delante una crátera de vino. Dicen que él al punto fue atraído en seguida por el olor, y después de beber se dejó caer dormido en la playa, y uno de Tanagra lo golpeó con el hacha y le cortó el cuello. Por esto no tiene cabeza. Y como lo cogieron ebrio, consideran que murió a manos de Dioniso.
He visto también otro Tritón entre las maravillas de Roma, que es de tamaño inferior al de los de Tanagra. Los Tritones presentan este aspecto: tienen en la cabeza pelo como las ranas de las lagunas y no sólo en cuanto al color, sino también en que no se puede separar un pelo de los otros. El resto de su cuerpo está erizado con finas escamas como el pez lija. Tienen branquias bajo las orejas y nariz de hombre, pero una boca más ancha y dientes de animal. Sus ojos, según creo, son claros, y tienen manos, dedos y uñas parecidas a las conchas marinas. Debajo del pecho y del vientre tienen una cola como la de los delfines en lugar de pies».
Esta afición al vino también aparece en las Descripciones de cuadros de Filóstrato: «Vayamos, sin embargo, a lo que se ve en el cuadro: el río yace en un lecho de racimos, su fuente brota a borbotones, sin mezcla alguna, en derredor crecen los tirsos como las cañas junto al agua, transformando la tierra y lo que en ella hay en estos banquetes para tritones que ya desde el nacimiento del río se juntan y sacan vino de él con la ayuda de unas conchas. Los unos beben, otros soplan hacia fuera, pero los hay también que, completamente bebidos, bailan».

Claudio Eliano también habló del tritón de Tanagra en su Historias de los animales, pero el ejemplar que vio estaba muerto y no cita nada de su enfrentamiento con Dioniso. En sus textos cita que aun estando muerto maldijo a un hombre que profanó su cuerpo para corroborar la naturaleza del espécimen:
«Sobre los tritones, los pescadores aseguran que no tienen una idea clara ni prueba evidente de su existencia, pero corre la leyenda muy difundida de que en el mar existen, ciertamente, algunos monstruos antropomorfos desde la cabeza a la cintura. Dice Demóstrato, en su tratado sobre la pesca, que vio en Tanagra un tritón en conserva. Y añade que era semejante, en muchos aspectos, a los representados en estatuas y en pinturas, pero su cabeza estaba tan estropeada por el tiempo y era tan borrosa, que no era fácil distinguirla y reconocerla. "Y al tocarla yo cayeron escamas ásperas, duras y resistentes. Uno del Consejo, de los elegidos por votación para gobernar a Grecia y a quienes se les confía el mando por un solo año, tratando de verificar la naturaleza de lo que veía, arrancó un poco de piel, lo arrojó al fuego y, al quemarse el trozo arrojado, un acre olor llegó a las narices de los presentes. Pero —dijo— no pudimos saber si el monstruo era de naturaleza terrestre o marina. Mas el experimento no le reportó ningún beneficio, porque poco después perdió la vida al atravesar un estrecho pequeño y angosto en una corta embarcación de seis remos. Y —decían los habitantes de Tanagra, según refiere él— esto le sucedió porque había profanado al Tritón y —declaraban— fue sacado sin vida del mar y, al sacarlo, soltaba un liquido semejante en el olor al de la piel del tritón cuando la echó al fuego y la quemó". 
De dónde vino errante este tritón y cómo vino a quedar varado en tierra son circunstancias que deben explicar los de Tanagra y Demóstrato. En vista de esto, yo reverencio al dios, y es justo prestar crédito a un testigo de tal autoridad. Sea Apolo de Dídima suficiente garantía para toda persona de corazón sano e inteligencia vigorosa. En efecto, él dice que Tritón es una criatura marítima. He aquí sus palabras: "El hijo de Poseidón, monstruo del mar, sonoro Tritón se encontró cuando nadaba con la acometida de un cóncavo navío". Así pues, si el dios que todo lo sabe dice que existen los tritones, nosotros no debemos ponerlo en duda».
Tritón - Jacques de Gheyn III

Duendes de Hopkinsville

Se conoce como duendes de Hopkinsville a los seres alienígenas que aparecieron el 21 de agosto de 1955 en Kelly, Kentucky, siendo uno de los encuentros cercanos mejor documentados según los ufólogos, mientras que los escépticos aseguran que este caso sólo se trataba de una confusión debida a la histeria de los testigos sobre fenómenos naturales, como la caída de un meteoritos y la confusión del de búhos con el de alienígenas.

En plena noche del 21 de agosto de 1955, cinco adultos y siete niños llegaron a la comisaría de Hopkinsille asegurando que unas pequeñas criaturas alienígenas salidas de una nave espacial estaban atacando su granja y que los mantuvieron a raya durante casi cuatro horas usando escopetas. Dos de los adultos, Elmer Sutton y Billy Ray Taylor, aseguraron que llegaron a disparar entre doce y quince figuras pequeñas y oscuras que se abalanzaban repetidamente contra la puerta o se asomaban por las ventanas.

Alrededor de las 19:00 y debido al calor, Billy Ray Taylor, un amigo de la familia Sutton que estaba de visita, se dirigió a sacar agua utilizando una bomba de agua que había fuera de la casa, ya que esta no tenía agua corriente. Es entonces cuando Taylor observó por primera vez una serie de luces iridiscentes. Al llegar a casa contó lo sucedido pero nadie le creyó. Sobre las 20:00, ambas familias comienzan a escuchar una serie de ruidos extraños en el exterior de la casa. El mismo perro de la familia Sutton se mostró tremendamente nervioso, ladrando con intensidad, por lo que Billy Ray Taylor y Elmer Lucky Sutton (el cabeza de familia) decidieron salir fuera con sus armas, los cuales afirmaron ver en ese momento una especie de criatura extraña que surgía de entre los árboles cercanos. La describieron como un ser de poco más de metro y medio de altura, cabeza grande, orejas largas y puntiagudas, ojos grandes y brillantes, una boca larga y delgada, piernas cortas y largos brazos acabados en manos con garras, además de ir vestido con una especie de mono plateado y estar rodeado por un resplandor verdoso.


Asustados por la criatura, ambos hombres le dispararon con una escopeta y un rifle del 22. Por la distancia en la que estaban juraron que fue imposible que fallaran, pero el pequeño ser se levantó y corrió hasta el bosque. No pasó mucho tiempo desde que los hombres volvieron a entrar en la casa cuando otra criatura se asomó por una de las ventanas. Inmediatamente le pegaron un tiro a través del cristal, pero al salir para ver los restos de este ser no encontraron nada. Perplejos ante la entrada de la casa se aterrorizaron al notar como una garra que baja desde el techo agarró a uno de ellos por el pelo.

Volvieron a disparar a la criatura y los dos hombres buscaron refugio dentro de la casa. Durante las horas posteriores, la familia describió como los supuestos extraterrestres se acercaban una y otra vez a la granja, asomándose a las ventanas, puertas y oyéndose perfectamente como rascaban el tejado y caminaban sobre él. A las 23:00 los Taylor y Sutton decidieron huir de la casa en sus respectivos coches, llegando 30 minutos después a la comisaría de Hopkinsville, donde consiguieron convencer al jefe de policía, Russell Greenwell, para que fuera a la granja. Una vez allí sólo encontraron varios agujeros de bala, pero ni rastro de los extraterrestres, además, los vecinos de granjas cercanas sólo pudieron afirmar que escucharon disparos y que vieron extrañas luces en el cielo.

La policía abandonó el lugar alrededor de las 2:15 de la mañana pero los testigos afirmaron que las criaturas volvieron después. Billy Ray disparó a una de ellas de nuevo, la última fue vista hacia las 4:45 del 22 de Agosto, justo antes del amanecer y desapareciendo alrededor de media hora antes del alba.

Empusa

Empusa (griego: Εμπουσα; La que se mueve con una pierna) eran un espíritu o deidad femenina vinculada con la diosa Hécate. Con el tiempo se pluralizó, convirtiéndose en espíritus o demonios asustaniños al igual que las lamias y las mormolicias.

En Los mitos griegos de Robert Graves son descritas como hijas de Hécate, tienen ancas de asno y calzan cascos o sandalias de latón, aunque algunos declaran que tienen una pata de asno y la otra de latón. Aterrorizan a los viajeros, pero pueden ser espantadas mediante insultos, tal y como se ve en La vida de Apolonio de Tiana, de Filostrato: «Caminaban efectivamente bajo una luna brillante y se les presentó la aparición de una empusa que se vuelve ya una cosa, ya otra, y que desaparece. Apolonio advirtió lo que era, así que se puso a insultar a la empusa él mismo y encargo a los que iban con él que hicieran lo mismo, pues este es el remedio contra tal irrupción. La aparición se dio a la fuga chillando como los fantasmas». Más adelante, Filostrato vuelve a usar el término «empusa» cuando Apolonio se topó con otro espíritu que rondaba al filósofo Menipo, pero esta vez lo empleaba como sinónimo de lamia: «Y para que sepáis lo que quiero decir, la buena novia es una de las empusas, a las que la gente considera lamias o mormolicias. Esas pueden amar, y aman los placeres sexuales, pero sobre todo la carne humana, y seducen con los placeres sexuales a quienes desean devorar».

Las empusas tienen el pelo flamígero y la capacidad de cambiar de forma, pudiendo aparecerse como buey, asno, perro o una hermosa doncella, y en esta última forma yacen con hombres por la noche o a la hora de la siesta, succionando sus fuerzas vitales hasta dejarlos sin vida. Esta habilidad de transformación es descrita en la comedia de Aristófanes, Las Ranas. En dicha obra, Dioniso, en su viaje al inframundo, se encuentra con una de estas, a la que muestra bastante miedo. Quizás, en tono humorístico, Aristófanes añade que una de sus patas es de «boñiga»:
Jantias: —Y, por Zeus, que veo una bestia enorme.
Dioniso: —¿Cómo es?
Jantias: —Horrible. Y toma toda clase de formas. Antes era un buey, hace un momento, un mulo, y ahora es una mujer guapísima.
Dioniso: —¿Dónde está? Voy hacia ella.
Jantias: —Ya no es una mujer, ahora es un perro.
Dioniso: —Evidentemente es Empusa.
Jantias: —Por lo menos, todo su rostro resplandece de fuego.
Dioniso: —¿Y tiene una pata de bronce?
Jantias: —Sí, por Posidón, y la otra de boñiga de vaca, entérate.
La Suda, una gran enciclopedia bizantina, nos da la siguiente descripción de las empusas:
«Un espectro demoníaco enviado por Hécate y que se aparece a los enfermos terminales. Al parecer puede cambiar en muchas formas, tal y como indica Aristófanes en Las ranas. Es llamada empusa por el hecho de que sólo mueve una pierna, pues la otra es de bronce. O porque suele aparecerse en lugares oscuros a los iniciados. También es llamada Oinopole, pero otros dicen que es porque cambia de forma. También aparece a la luz del día, cuando ofrecen sacrificios a los muertos. Algunos dicen que es la misma Hécate. Otro nombre que se le da es Onokole, porque tiene una pata de asno, la cual llaman boñiga, porque está hecha de boñigas de asno».
Fuera de los textos clásicos, en la obra de Goethe, Fausto, encontramos a una empusa junto a un grupo de lamias intentado seducir mediante ilusiones y con cómicos resultados al demonio Mefistófeles cuando éste y Fausto visitaban un aquelarre en la antigua Grecia. En la obra, las lamias detienen a Mefistófeles con intención de enamorarlo, presentándose ante él en penumbras, por lo que las considera bellas y decide hablar con ellas. La empusa se presenta ante él presumiendo de que tiene una pata de asno, al igual que Mefistófeles, por ser demonio, tiene una de caballo, pero es expulsada por las lamias, acusándola de ser bella tan solo por embrujos, pero al acercarse desaparece su belleza y amabilidad.

YukiRyuXIII 

Elfo

Un elfo es un tipo de ser sobrenatural de la mitología y folclore germano. Tenían aspecto similar al humano y la reconstrucción de los primeros conceptos que se tenían de estos seres depende enteramente de antiguos textos en anglosajón y de la mitología nórdica. Con el tiempo, los elfos aparecieron en diversas fuentes como textos médicos, baladas y cuentos, mezclándose con el folclore de las hadas y otros seres feéricos. Los elfos se han convertido en una de las razas más populares en la literatura fantástica moderna, siendo representados como humanos de extrema belleza, muy longevos y de orejas puntiagudas.

En la mitología nórdica los elfos estaban relacionados con los dioses o se consideraban deidades paganas, pero con el tiempo, durante la época isabelina, su mito se confundió con el de las hadas y obtuvieron tintes más traviesos y perjudiciales para los hombres.

Galadriel - El señor de los anillos
El reino o mundo de los elfos era conocido en la mitología nórdica como Alfheim (nórdico antiguo: Álfheimr),  también conocido como Ljosalfheim (nórdico antiguo: Ljósálf[a]heimr, reino de los elfos de luz). Este mundo es citado en la primera sección de la Edda Menor, conocida como La visión de Gylfi (Gylfaginning). En este texto, el rey Gylfi decide poner a prueba los poderes de los aesir y se propone viajar hasta Asgard para encontrarlos. Los dioses, ya que eran videntes, supieron del viaje y de la visita de Gylfi y le provocaron una visión en forma de espejismo. Ante Gylfi apareció una fortaleza reinada por tres personajes que estaban sentados en tres tronos: Alto, Igual de Alto y Tercero. Gylfi se presentó como Gangleri (el cansado de caminar) y el resto del episodio se desarrolla con preguntas sobre el origen del mundo y los dioses. Es aquí cuando los tres personajes mencionan a los elfos y su reino en el cielo:
«Entonces dijo Gangleri: —Grandes maravillas sabes contar sobre el cielo. ¿Qué otros lugares notables hay allí además de la fuente de Urd? El Alto respondió: —Son muchos los lugares excelentes que hay allá. Está el lugar que llaman Alfheim, donde habitan los llamados elfos de luz, pero los elfos negros (enanos) viven bajo tierra, y son distintos en su aspecto y mucho más distintos en su manera; los elfos de luz (Ljósálfar) son más claros que el sol, pero los elfos negros (Dökkálfar) son más negros que el betún [...] En el extremo sur del cielo se halla la sala más hermosa de todas; es más brillante que el sol, y se llama Gimlé. Ésta seguirá en pie cuando hayan sido destruidos tanto el cielo como la tierra, y allá vivirán por siempre los hombres buenos y justos. He aquí lo que dice la visión de la adivina
Veo una sala más bella que el sol
con oro techada, allá en Gimlé;
irán a habitarla las gentes de bien
y allá gozarán hasta el fin de los días 
Entonces preguntó Gangleri: —¿Cómo es que se quedará a salvo aquel lugar cuando las llamas de Surt arrasen el cielo y la tierra? El Alto respondió: —Se dice que hay otro cielo al sur por encima de éste y que se llama Andlang, y que luego hay un tercer cielo encima de ése y que se llama Vidbláin; es en aquel lejano cielo donde creemos que está aquel lugar, pero creemos que por ahora sólo viven elfos de luz en aquel lugar».
En Los dichos de Alvis de la Edda Mayor, Thor describe a un enano o elfo oscuro/negro que intentaba casarse con su hija, diciendo que éste era tan pálido como un muerto, por lo que se podría deducir que la diferencia entre los elfos oscuros y los elfos de luz podría radicar en el color de sus cabellos y no en el de su piel, o en que los enanos están tiznados de negro por sus trabajos con la forja.

Al dios Frey, uno de los vanir, se le considera estrechamente relacionado con los elfos, y en la Edda Mayor, en Los dichos de Grímnir o GrímnismálOdín menciona que a Frey se le entregó el reino de los elfos como regalo por la caída de su primer diente cuando era niño:

Ydálir se llama allá donde Ull
alzada su sala tiene.
El Alfheim se lo dieron  los dioses a Frey
cuando antaño cayósele un diente

Es escaso el material que podemos encontrar en las Edda nórdicas sobre los elfos, el único personaje identificado como tal es Völundr, protagonista de El cantar de Vólund, de la Edda Mayor. En este poema es llamado «señor de los elfos», y tan célebre era como herrero, que Nídud, rey de los niaras (pueblo de Suecia), lo tulló y retuvo como esclavo para que trabajase para él, teniéndolo prisionero en la isla Sevarstad. Vólund, como venganza, decapitó a los hijos de Nídud que un día lo visitaron a escondidas, labró sus cráneos como si fueran copas, talló sus ojos como si fueran joyas y labró sus dientes como si fueran broches. Tras esto, violó y dejó en cinta a la hija de Nídud, Bódvild, y escapó volando de la isla con un artilugio que creó, posiblemente unas alas.

Marcha de los elfos - El Señor de los anillos
A parte de este relato, a los elfos se les solía nombrar en aliteración con los aesir: Æsir ok Álfar (Aesir y elfos) y otras variantes, como cuando Loki viajó a Jotunheim en busca del martillo de Thor en El canto de Trym y le comunica a Trym, rey de los gigantes, lo siguiente: «Les va mal a los ases, mal a los elfos. ¿Escondiste tú el martillo de Hlorridi?». Que fueran nombrados en conjunto denotaba una estrecha relación entre elfos y dioses, pudiendo ser incluso que se usara el término «elfo» como sinónimo o sustituto de los dioses vanir. Hasta en el propio Lokasenna se hace un listado de los asistentes que acudieron al banquete del gigante Aegir, mencionando a los siguientes: «Estuvieron en aquel convite Odín y su esposa Frigg. Thor no fue porque andaba por el este. Estuvieron allí Sif, la esposa de Thor, Bragi y su esposa Idun. Estuvo allí Tyr, que estaba manco; el lobo Fenrir se le llevó una mano cuando lo encadenaron. Estuvieron allí Njord y su esposa Skadi, Frey y Freya y Vidar, hijo de Odín. Estuvieron allí Loki y también los siervos de Frey, Býggvir y Beyla. Muchos estuvieron allí de lo aesir y los elfos». Posiblemente los vanir principales Njord, Frey y Freya, y los siervos de Frey, Býggvir y Beyla, fuesen considerados elfos. De ser así, estas criaturas serían deidades de la fertilidad, la sabiduría, la naturaleza y la antigua magia conocida como seid, aunque esta teoría no ha sido aceptada uniformemente ya que vanir y elfos también han sido mencionados por separado en otros textos.

Las Sagas de los tiempos antiguos se centraba en mostrar a los elfos como ancestros o amantes de héroes, los cuales mantenían relaciones sexuales con elfas. En la saga de Thorstein, hijo de Viking se hace un recuento de reyes locales que gobernaron en Alfheim, de los que se decía que al tener sangre élfica eran mas bellos que la mayoría de hombres. La unión entre humanos y elfos también aparece en la saga de Hrólfr Kraki, donde la hermanastra de Hrólfr Kraki, Skuld, era la hija mestiza, fruto de una violación, del Rey Helgi y una mujer elfo (álfkona), y fue adiestrada en la brujería seiðr.

Se conoce la existencia de un ritual conocido como álfablót (sacrificio de los elfos), en el que se realizaban sacrificios u ofrendas a los elfos, gracias al poema Austrfaravísur del escaldo Sigvatr Þórðarson. En el poema, escrito en el 1020, se menciona la existencia de este ritual en Edskogen, lo que corresponde al actual sur de Suecia. Poco se conoce sobre el álfabót, ya que se trataba de una celebración privada y pagana que se llevaba a cabo en casa, por lo que los nativos se mostraban recelosos de los extranjeros.

En los más antiguos textos anglosajones, como en el Wið færstice (Contra dolores punzantes), los elfos aparecen como pequeños diablillos invisibles que causaban enfermedades tanto en hombres como en el ganado. Se achacaba el origen de dolencias tales como los reumatismos, las artritis, el flato y los espasmos musculares a flechas y dardos disparados por los elfos a sus víctimas. A este fenómeno se le conoce como elfshot (disparo de elfo) y se creía que las antiguas herramientas de sílex de los hombres primitivos pertenecían a estos seres sobrenaturales. A los elfos también se los ha asociado con la parálisis del sueño, como una especie de íncubos, y como ejemplo están el Alp y la Mara, de la que procede la palabra inglesa nightmare (pesadilla).

Elfshot - Alan Lee
Fue en la Baja Edad Media cuando en Inglaterra se comenzó a usar el término elfo como sinónimo de hadas, por lo que se comenzó a ver a estos seres como humanos diminutos, hasta del tamaño de insectos tal y como muestra Shakespeare en Sueño de una noche de verano. La obra de Shakespeare fue tan notoria que influyó en autores y cuentos posteriores.

Los elfos de la mitología nórdica sobrevivieron en el folclore escandinavo principalmente como figuras femeninas que habitaban en colinas y monolitos. Las älvor (singular: älva) suecas eran hermosas chicas que vivían en el bosque con un rey elfo. En el arte y la literatura romántica, los elfos suelen ser representados rubios, vestidos con prendas blancas y, como la mayoría de las criaturas en el folclore escandinavo, temibles cuando son ofendidos, pudiendo provocar enfermedades sobrenaturales. Goethe podría haberse inspirado en estas historias para escribir su poema Der Erlkönig (El Rey Elfo). En dicho poema, un padre cabalga de noche junto a su hijo, que padece una extraña dolencia, y éste no deja de ver en alucinaciones al Rey Elfo invitándole a marcharse con él:
¿Quién cabalga tan tarde a través del viento y la noche?
Es un padre con su hijo.
Tiene al pequeño en su brazo
Lo lleva seguro en su tibio regazo. 
«Hijo mío, ¿por qué escondes tu rostro asustado?»
«¿No ves, padre, al Rey Elfo?
¿El Rey de los Elfos con corona y manto?»
«Hijo mío es el rastro de la neblina». 
«¡Dulce niño ven conmigo!
Jugaré maravillosos juegos contigo;
Muchas encantadoras flores están en la orilla,
Mi madre tiene muchas prendas doradas». 
«Padre mío, padre mío ¿no oyes
lo que el Rey de los Elfos me promete?»
«Calma, mantén la calma hijo mío;
El viento mueve las hojas secas». 
«¿No vienes conmigo buen niño?
Mis hijas te atenderán bien;
Mis hijas hacen su danza nocturna,
Y ellas te arrullarán y bailarán para que duermas». 
«Padre mío, padre mío ¿no ves acaso ahí,
A las hijas del Rey de los Elfos en ese lugar oscuro?»
«Hijo mío, hijo mío, claro que lo veo:
Son los árboles de sauce grises». 
«Te amo; me encanta tu hermosa figura;
Y si no haces caso usaré la fuerza».
«¡Padre mío, padre mío, ahora me toca!
¡El Rey de los Elfos me ha herido!» 
El padre tiembla y cabalga más aprisa,
Lleva al niño que gime en sus brazos,
Llega a la alquería con dificultad y urgencia;
En sus brazos el niño estaba muerto.
Der Erlkönig - Julius Sergius von Klever

Lamia (folclore clásico)

Las lamias (griego: Λαμια; Gran tiburón; o, según Aristófanes, del griego: λαιμός; laimos; esófago/garganta) eran unos espíritus o demonios femeninos que, junto a las empusas y las mormolicias, servían como asustaniños en la mitología griega y romana. Según el antiguo folclore, se aparecían como hermosas y seductoras mujeres que atacaban a niños y jóvenes chupándoles la sangre o comiéndose su carne. Isidoro de Sevilla les dedica una frase en el libro VIII de sus Etimologías: «Las lamias, de quienes las fábulas narran que raptan a los niños y los cortan en pedazos». Posiblemente reciban su nombre por el mito de Lamia, reina de Libia amante de Zeus, que castigada por Hera se convirtió en un monstruo devora-niños.

En el libro I de la Geografía de Estrabón, el autor menciona a las lamias entre otros asustaniños a la hora de hablar de la utilidad y necesidad de los mitos: «Y ya que lo extraordinario es no sólo agradable sino también temible, hay en ello utilidad tanto para los niños como para los adultos en ambos aspectos. Pues, en efecto, a los niños les presentamos los mitos agradables como incentivo y los temibles como motivo de rechazo (mitos son la Lamia, la Gorgó, Efialtes y Mormólice)».

Horacio, al hablar de los objetivos de un poeta en su Arte poética, menciona muy brevemente a las lamias y su horrible dieta a base de infantes: «Los poetas pretenden o ser de provecho o brindar diversión; o bien hablar de cosas a un tiempo gratas y buenas para la vida [...] Lo que se inventa para deleitar debe ser verosímil: no pretenda la fábula que se crea cuanto ella quiera, y no le saque a una lamia recién comida un niño vivo del vientre».

Filostrato nos cuenta en su Vida de Apolonio de Tiana como Apolonio espantó a una lamia que acechaba a uno de sus seguidores en Corintio. Aquí el autor usa empusa como sinónimo de lamia y mormolicia, y ésta se le presentó al joven Menipo como una muchacha adinerada, creando sus riquezas con ilusiones:
«En Corintio practicaba precisamente por aquella época la filosofía Demetrio, hombre que había abarcado de Corinto toda la vitalidad de la doctrina cínica. De él hace luego mención Favorino en muchos de sus discursos, y no sin generosidad. Le ocurrió respecto a Apolonio lo que dicen que le ocurrió a Antistenes respecto a la sabiduría de Socrates; lo seguía, deseoso de ser su discípulo y pendiente de sus discursos, e incluso a los mas estimados de sus seguidores los dirigió en pos de Apolonio.
Uno de ellos era Menipo de Licia, de veinticinco años de edad, bastante dotado de inteligencia y bien proporcionado de cuerpo, pues parecía un atleta hermoso y de noble estirpe en su porte. La gente pensaba que a Menipo lo amaba una mujer extranjera. La mujer parecía hermosa y bastante elegante. Afirmaba que era rica, pero al parecer no era sencillamente nada de eso, sino solo lo parecía. Pues una vez que caminaba él solo por el camino de Cencreas, se le presentó una aparición y se convirtió en mujer. Lo tomó de la mano, asegurándole que lo amaba hacía tiempo; que era fenicia y vivía en un arrabal de Corinto. Dándole el nombre del arrabal, añadió:
—Si vas a la tarde, habrá para ti una canción, pues yo te cantaré, y vino como nunca lo bebiste. Ademas, no te molestará ningún competidor; sino que yo, hermosa, viviré con un hombre hermoso. Seducido por esto, el joven, que para la filosofia en general poseía gran vigor, pero de lo amoroso era un esclavo, la visitó por la tarde, y la frecuentó en adelante como a su amiga, sin reconocer al fantasma. Pero Apolonio, mirando a Menipo al modo de un escultor, delineó al joven y lo escrutó, así que, llegando a una conclusión negativa, dijo:
—Tú, hermoso sin duda, y objeto de acecho de las mujeres hermosas, acaricias una serpiente, y una serpiente, a ti— Y, ante la sorpresa de Menipo, añadió— Porque tu mujer no es una esposa. ¿Qué? ¿Piensas que eres amado por ella?
—Sí, por Zeus —contestó—, puesto que se comporta conmigo como quien ama.
—¿Y te casarías con ella?—añadió.
—Efectivamente, seria grato casarse con la que nos ama.
Así pues, preguntó:
—¿Y las bodas, cuando?
—Prontas —contestó—, quizá mañana.
Así que Apolonio, acechando el momento del banquete y presentándose a los comensales recién llegados, les dijo: —¿Dónde está esa elegante dama por la que habéis venido?
—Allí —dijo Menipo—, y al tiempo se levanto, ruborizado.
—¿Y la plata, el oro y lo demás con lo que está adornada la sala de banquetes, de quién de vosotros es?
—De mi mujer, pues esto es todo lo mio —contestó, señalando su manto de filosofo.
Apolonio dijo: —¿Conocéis los jardines de Tántalo, que son, pero no son?
—Sólo por Homero —contestaron—, ya que no hemos bajado al Hades.
—Pensad eso de esta ornamentación. Pues no es materia, sino apariencia de materia. Y para que sepáis lo que quiero decir, la buena novia es una de las empusas, a las que la gente considera lamias o mormolicias. Esas pueden amar, y aman los placeres sexuales, pero sobre todo la carne humana, y seducen con los placeres sexuales a quienes desean devorar.
Y ella dijo:
—¡Deja de decir cosas de mal agüero y márchate! —-y daba la impresión de estar irritada por lo que oía. De algún modo se burlaba de los filósofos, de que charlataneaban continuamente.
No obstante, cuando las copas de oro y lo que parecía plata demostraron ser cosas vanas y volaron todas de sus ojos, y los escanciadores, cocineros y toda la servidumbre de este jaez se esfumaron al ser refutados por Apolonio, la aparición pareció echarse a llorar y pedía que no se la torturara ni se la forzara a reconocer lo que era. Al insistir Apolonio y no dejarla escapar, reconoció que era una empusa y que cebaba de placeres a Menipo con vistas a devorar su cuerpo, pues acostumbraba a comer cuerpos hermosos y jóvenes porque la sangre de éstos era pura».
En un libro posterior de esta misma obra de Filostrato, Apolonio vuelve a referirse a la lamia que espantó en Corintio al defenderse de acusaciones de brujería: «¿Y te parece que alguien, si fuera un brujo, se encomendaría a Heracles? Pues esos desgraciados atribuyen tales prodigios a las fosas y a los dioses subterraneos, grupo del que hemos de separar a Heracles, pues es puro y benévolo para los hombres. También me encomendé a él una vez en el Peloponeso, pues el fantasma de una lamia andaba por allí devorando a jóvenes hermosos. Y él me ayudó en la lucha sin requerir espléndidos obsequios, sino sólo una torta de miel e incienso...».

Lamia según la descripción de Edward TopsellHistoria de las bestias cuadrúpedas y las serpientes
Esta anécdota sobre Apolonio inspiró La novia de Corinto, una historia que aparece en la Anatomía de la melancolía de Robert Burton, que a su vez sirvió de inspiración a John Keats para su poema Lamia. Puede que la imagen popular de que las lamias son mitad mujer y mitad serpiente se deba a este poema, en el que se cuenta cómo el dios Hermes escucha hablar sobre una ninfa que es la más hermosa de todas. Hermes busca a la ninfa, pero termina encontrándose con una lamia atrapada en la forma de una serpiente. Ella le ofrece revelarle a la hermosa ninfa, que era invisible, a cambio de que le devuelva su forma humana. El dios acepta el trato y se marcha con la ninfa, y una vez en forma humana la lamia va en busca de Licio, un joven de Corinto. Sin embargo, la relación entre Licio y la lamia es destruida cuando el sabio Apolonio de Tiana revela la verdadera identidad de ésta en su banquete de bodas, momento en que regresa a su forma de serpiente y Licio muere de dolor y pena.

Borges también las menciona con atributos de serpiente en El libro de los seres imaginarios, en el que dice que vivían en África atrayendo a los viajeros con sus encantos: «Las lamias habitaban en África, de la cintura para arriba su forma era la de una hermosa mujer; más abajo la de una sierpe. Algunos las definieron como hechiceras; otros como monstruos malignos. La facultad de hablar les faltaba, pero su silbido era melodioso. En los desiertos atraían a los viajeros, para devorarlos después».

Aristófanes se expresa a través del coro de su comedia La Paz para criticar directamente a Cleón de Atenas, donde lo describe ridículamente afirmando que sus «cojones» estaban tan sucios como los de una lamia, por lo que el autor les atribuye testículos, a pesar de ser espíritus femeninos, y una pésima higiene: «Ante todo, he luchado con el propio Cleón, el de los dientes de acero, desde cuyos ojos brillaban las espantosas pupilas de Cinna; cien cabezas de odiosos pelotilleros puestas en círculo lamían el contorno de su cabeza; su voz era mortífera, como de torrente devastador; su olor, de foca; sus cojones estaban sucios como los de una Lamia y su culo era como el de un camello».

En Las avispas, Aristófanes vuelve a usar a las lamias como recurso humorístico de mala higiene y escatología, donde uno de los personajes comenta las ventosidades de una lamia:
Tiracleón: —Bien. ¿Vas a saber pronunciar discursos serios en presencia de hombres bien instruidos y capaces?
Filocleón: —Yo sí.
Tiracleón: —¿Qué dirás?
Filocleón: —Muchas cosas. Contaría primero cómo una Lamia a la que iban a echar mano se tiró un pedo; luego, cómo Cardopión a su madre...
Fuera de los textos clásicos podemos encontrarnos a las lamias en la obra de Goethe, Fausto, donde un grupo de estos espíritus y una empusa intentan seducir mediante ilusiones y con cómicos resultados al demonio Mefistófeles cuando éste y Fausto visitaban un aquelarre en la antigua Grecia. En la obra, las lamias detienen a Mefistófeles con intención de enamorarlo, presentándose ante él en penumbras, por lo que las considera bellas y decide hablar con ellas. La empusa se presenta ante él presumiendo de que tiene una pata de asno, al igual que Mefistófeles, por ser demonio, tiene una de caballo, pero es expulsada por las lamias, acusándola de ser bella tan solo por embrujos, pero al acercarse desaparece su belleza y amabilidad. Mefistófeles sospecha y les comunica que bajo ellas también podría haber un hechizo que cambie su apariencia, pero éstas le incitan a coquetear con ellas para salir de dudas. Una a una las va abrazando y descubre sus verdaderas formas: una delgada como una escoba, otra de rostro horrible, etc... por lo que las va insultando y las lamias intentan atacarlo.

Más alejada de estos mitos está la lamia representada por Edward Topsell en su Historia de las bestias cuadrúpedas y las serpientes, donde aparece como una bestia cuadrúpeda con escamas de dragón, cabeza de mujer y pechos femeninos, las patas traseras de cabra y las delanteras de oso, además de contar con genitales masculinos. Topsell añadió en la descripción de esta bestia lo siguiente: «Cuando ven a un hombre, se tumban exponiendo sus pechos y, por la belleza de estos, los tientan a acercarse para apreciarlos y, cuando los tienen a su alcance, los devoran y los matan».

Lamia (con piel de serpiente en la cintura) - Herbert James Draper

Lamia

Lamia (griego: Λαμια; Gran tiburón) era un monstruo asustaniños de la mitología griega. Hija de Poseidón y madre, según algunos autores, de los monstruos marinos Escila y Aquelo/Aquiles. En la Suda se menciona que es hija de Belo y una reina libia en lugar de Poseidón. Es comparada con Gelos, el espíritu de una joven mujer que regresó de la muerte para raptar niños en Lesbos. Posteriormente, su nombre se pluralizó y las lamias se convirtieron en espíritus asustaniños como las empusas, las mormolicias o Efialtes (espíritu de las pesadillas).

Diodoro Sículo, en el libro XX de su Biblioteca Histórica, nos narra el avance de Ofelas y su ejercito, cuando éste, en su travesía, se topó con la cueva en la que se dice que nació Lamia, a partir de la cual narra el mito de esta reina:
«Cuando hubieron marchado durante dieciocho días y recorrido tres mil estadios, acamparon en Automala [...] En la base de esta roca había una gran cueva densamente cubierta con hiedras y trepadoras, en la que, según los mitos, había nacido Lamia, una reina de rebosante belleza. Pero dicen que, por la fiereza de su corazón, al transcurrir el tiempo su cara tomó un bestial aspecto. Al morir todos los hijos que había tenido (como venganza de Hera por haber sido amante de Zeus), recapacitó en su desgracia y envidiando la felicidad que siente el resto de mujeres por sus hijos, ordenó que los recién nacidos fuesen arrancados de los brazos de sus madres para entonces matarlos. Por esto, entre nosotros y hasta la presente generación, la historia de esta mujer permanece entre los niños, y su nombre es lo que más les aterra. Pero cada vez que bebía sin reservas, les daba a todos la oportunidad de hacer lo que quisieran sin ser observados. Por lo tanto, puesto que no se molestaba por lo que ocurría en dichos momentos, el pueblo de esa tierra asumió que no podía ver. Por esta razón, algunos cuentan en este mito que arrojó sus ojos a una vasija, o que metafóricamente convirtió la despreocupación, llegando a su exceso entre vinos, en la dosis anteriormente mencionada. Ya que fue una dosis de vino la que le quitó la vista. También se podría presentar a Eurípides como testigo de que ésta nació en Libia, porque dice: "¿Quién no conoce el nombre de Lamia, de raza libia, un nombre de gran reproche entre los mortales?"».
Se dice que Zeus fue el que le otorgó el don de sacarse los ojos como regalo por sus favores, ya sea como algo relacionado con poderes proféticos o para aliviar la pena de Lamia, que tenía grabada la imagen de sus hijos muertos y que, incapaz de cerrar los ojos, sólo al quitárselos podía descansar. Plutarco reafirma esta creencia al mencionarla en una alegoría para una de sus enseñanzas en el libro De curiositae (Sobre el entrometimiento) de su Moralia:
«Pero en realidad, como se dice que la Lamia del cuento dormía, ciega, en su casa, con los ojos depositados en un cuenco, pero que, al salir afuera, se los ponía y miraba, así cada uno de nosotros se pone fuera y para otros, como un ojo, la indiscreción en su malevolencia, pero nos golpeamos contra nuestros errores y males propios frecuentemente por ignorancia, al no buscar para ellos vista y luz».
Aunque en el mito de Lamia se indica que Hera mató a sus hijos como venganza por haber mantenido relaciones con su esposo ZeusPlutarco y Pausanias mencionaron que la primera Sibilaprofetisa de Delfos, llamada Herófile, era hija de Lamia y Zeus, aunque en la Suda el padre mencionado es Apolo:
«Cuando nos detuvimos al llegar junto a la roca que está junto a la sede del Consejo, en la cual dicen que se sentaba la primera Sibila, que había llegado aquí del Helicón y había sido criada por las Musas (aunque algunos afirman que vino de Malia y era hija de Lamia, la hija de Posidón), Sarapión recordó los versos en que se cantó a sí misma diciendo que ni aún muerta cesaría en su actividad mántica...».
Plutarco, Diálogos Píticos
«Hay una roca que se eleva por encima de la tierra. Sobre ella dicen los delfios que cantaba los oráculos en pie una mujer llamada Herófile y de sobrenombre Sibila. La anterior Sibila he descubierto que era tan antigua como la que más, la que los griegos dicen que es hija de Zeus y de Lamia, hija de Posidón, y que fue la primera mujer que cantó oráculos y fue llamada Sibila por los libios».
Pausanias, Descripción de Grecia, libro X.
Algunos escolios citan a Lamia como madre del monstruo marino Escila, y Ptolemeo Hefestion, en su Nueva Historia, la menciona también como progenitora de Aquilos o Aquiles (griego: Αχειλος; Aqueilos; Sin labios), que al desafiar a Afrodita en un concurso de belleza fue deformado, posiblemente, con aspecto o atributos de tiburón:
«Se dice que también nació un hijo de Zeus y Lamia llamado Aquiles; era de una irresistible belleza y, como otros, fue objeto de competición. Pero al desafiar a Afrodita en un concurso de belleza, ésta, irritada, lo volvió tan feo y horrible como bello había sido antes».
Antonino Liberal, en su Metamorfosis, también la llama Síbaris, un monstruo que vivía en la montaña Cirfis, en Crisa. Según su versión, murió a manos de Euríbato, que sustituyó a Alcioneo como sacrificio y la lanzó desde lo alto de la montaña. En honor a la muerte del monstruo se fundó la ciudad Síbaris, cuyos habitantes eran tan pomposos y entregados a los cuidados que de ellos surgió el término «sibarita»:
«Junto al pie del Parnaso, mirando hacia el sur, hay una montaña que se llama Cirfis, cerca de Crisa. En esta montaña existe todavía hoy una inmensa gruta, en la cual habitaba una fiera enorme y prodigiosa, a quien unos llamaban Lamia, y otros Síbaris. Este animal recorría diariamente los campos, de donde apresaba animales y hombres. Ya estaban pensando los habitantes de Delfos en abandonar el país, y preguntaban incluso al oráculo a qué región debían emigrar, cuando el dios les reveló la manera de librarse de la desgracia, y era la siguiente, tenían que permanecer allí y estar dispuestos a colocar junto a la gruta a un joven elegido de entre los ciudadanos, presto a morir. Ellos lo hicieron como el dios les dijo. Celebraron un sorteo, y le correspondió desempeñar este cometido a Alcioneo, hijo de Diomo y de Meganira: era hijo único, y bello, tanto por su aspecto como por el talante de su espíritu. Los sacerdotes coronaron a Alcioneo y le condujeron hasta la gruta de Síbaris. Un tal Euríbato, hijo de Eufemo, que era joven y valeroso y del linaje del río Axio, había slaido del país de los Curetes por voluntad divina y se topó casualmente con la comitiva que conducía al joven. Pero un súbito amor por Alcioneo le sacudió, y preguntó entonces el por qué de aquella procesión, considerando terrible el hecho de no poder defender al joven en la medida de sus fuerzas y contemplar impasiblemente cómo el muchacho iba camino de una muerte lamentable. Arrancó, a la sazón, las coronas de la cabeza de Alcioneo y, poniéndoselas sobre su propia cabeza, ordenó que le condujeran a él en sustitución del joven. Una vez que los sacerdotes le hubieron llevado hasta la gruta, entró en ella corriendo y arrancó a Síbaris de su guarida, la sacó a la luz y la precipitó desde lo alto de las rocas. Síbaris, al rodar hacia abajo, se golpeó la cabeza contra los contrafuerte de Crisa. Y la fiera, a consecuencia de esta herida, desapareció. De la roca aqueñña surgió una fuente, que las gentes de la región llaman Síbaris. Y, en recuerdo de esta fuente, los locrios fundaron una ciudad en Italia llamada Síbaris».