Tardo

Los tardos son una clase de duendes maléficos de la mitología gallega. Jesús Callejo decía de ellos en su Guía de los seres mágicos de España: Duendes que son pequeños, peludos y de color verdoso, tienen unos enormes dientes y los ojos redondos y negros, además de que visten con extraños ropajes y gorros con cascabeles. Al igual que muchos otros espíritus y demonios, estos duendes o trasgos se dedicaban a subirse encima de los que estaban dormidos para alimentarse de su aliento vital, debilitándolos tras cada visita y causándoles pesadillas, pesadez y falta de aliento, síntomas de una parálisis del sueño.

Escena de Los ojos del gato, basada en tres cuentos de Stephen KingLewis Teague
Los tardos también van armados con espadas, tan pequeñas como alfileres, lo que les diferenciaba del resto de duendes y hadas que se espantaban ante la presencia del hierro. Jesús Callejo especulaba que tal vez hacían uso de estas armas para defenderse de los perros y gatos domésticos que protegían a sus amos mientras dormían. A parte de esto, lo más eficaz para librarse del ataque de los tardos consistía en dejar junto a la cama un puñado de centeno, mijo, maíz o alpiste. Este ser, al igual que les ocurre a los trasgos, se veía obligado a contar las semillas, pero como sólo sabe contar hasta cien, tenía que empezar de nuevo una y otra vez hasta que salía el sol y debía marcharse.

Trasgo ilustrado en Guía de los seres mágicos de España: Duendes de Jesús Callejo - Ricardo Sánchez

Tentirujo

El tentirujo es un pequeño duende lascivo de la mitología cántabra al que se podía ver en las cuencas del Saja y del Besaya. Tiene el aspecto de un hombre diminuto, de unos sesenta centímetros de alto, con la piel verdosa o amarillenta, ojos verdes y pequeños y su cara es como la de un anciano enfadado, toda surcada de arrugas. También tiene un par de cuernecillos, lleva botas de punta retorcida y a veces viste con una capa encarnada. El etnólogo Adriano García-Lomas le añadía una boina y decía que iba vestido de rojo.

El cometido de este ser era el de excitar a las mujeres que se encontraban solas. No se conocen los medios con los que conseguía sus propósitos, aunque García-Lomas intuyó que para ello se ayudaba de la raíz de la mandrágora, una planta mágica con forma humana que solía usarse en brujería para realizar pócimas afrodisíacas. En los pueblos de Cantabria, cuando una joven tímida cambiaba y se volvía desvergonzada, se decía que era porque se había tropezado con el tentirujo.

Tentirujo cargando con una mandrágora - Ilustración de Manuel Díez Pernía
para Guía de los seres mágicos de España: Gnomos, de Jesús Callejo