Belial (hebreo: בְּלִיַעַל) es un poderoso rey del infierno que era adorado, según el
Diccionario infernal, en
Sidón,
Babilonia y
Sodoma entre otras regiones. En el
Tratado de brujería vasca,
Pierre de Lancre decía que su nombre significaba «sin yugo/rebelde/desobediente» y era el jefe de los
demonios de la tercera jerarquía llamados «vasos de ira», que se encargaban de inventar todos los males y las malas artes. A veces se utiliza su nombre como sinónimo para referirse al
Diablo.
Se dice que fue creado inmediatamente después de
Lucifer y que fue el primero en caer entre los
ángeles más dignos y sabios antes de la creación de
Miguel y otros seres celestiales. Además, fue él quien arrastró a otros muchos
ángeles consigo al instigarles para que se revelaran. Es el sexagésimo octavo
demonio mencionado en el
Ars Goetia, donde se dice que el mago que lo invoque podrá hacerle sacrificios, ofrendas u
holocaustos para que responda con la verdad a sus preguntas, pero pasada una hora comenzará a mentir a no ser que se le conjure por el nombre de Dios. Se aparece como un hermoso
ángel sentado en un carro de fuego, habla con voz agradable y se encarga de proporcionar excelentes espíritus familiares, de conseguir el favor de amigos y enemigos y el de distribuir senados. Gobierna sobre ochenta legiones de
demonios y debe usarse su
sello cuando se le invoque.
El
Pseudomonarchia Daemonum especifica que una parte de sus legiones pertenecía al coro de las
Virtudes y la otra a la de los
ángeles. Hará lo que sea para asistir a sus súbditos y a los que se le someten; y si no lo hiciera es muy fácil castigarle, como hizo
Salomón que le encerró en una botella con todas sus legiones, que, según el
Diccionario infernal, estaban formadas por un ejército de quinientos veinte y dos mil doscientos ochenta
diablos. Junto a él también fueron encerrados setenta y dos reyes, de los cuales primero estaba
Bileth, luego Belial y por tercero
Asmodeo. Al parecer,
Salomón los encerró por el orgullo de Belial, al que llegó a adorar influenciado por el amor que profesaba por una de sus concubinas.
Salomón arrojó la botella con los
demonios al fondo de un lago, pero los babilonios, sabiendo de lo ocurrido y creyendo que estaba llena de tesoros, rompieron el sello que la mantenía cerrada y liberaron a los espíritus. Todos volvieron a su lugar de origen salvo Belial, que temiendo ser atrapado de nuevo se ocultó dentro de la estatua de un ídolo y comenzó a dar oráculos desde ella a los que le adoraban y hacían sacrificios.