Demonio

Originalmente, la palabra demonio (griego: δαίμων; daimon/demon) se empleaba para designar a cualquier espíritu o deidad indiferentemente de si era una entidad benévola o maligna. Con las primeras traducciones al koiné de los textos bíblicos, el término daimon pasó a ser daimonion (koiné: δαιμόνιον), donde ya pasó a usarse solamente para los espíritus malévolos. A partir del cristianismo, numerosos teólogos, filósofos y demonólogos han tratado sobre la naturaleza y orígenes de estos seres, considerados como ángeles que pecaron contra Dios y fueron enviados al infierno como castigo. Desde entonces se dedican a causar males en la tierra y a tentar a los humanos para que caigan también en el pecado. En la actualidad, y fuera del cristianismo, también se utiliza la palabra «demonio» para referirse a cualquier espíritu maligno o dañino.

Índice


Lucifer y la Biblia

Siguiendo los textos canónicos que conforman las sagradas escrituras, se puede llegar a interpretar que el primer ángel que pecó y se convirtió en demonio fue Lucifer. Siendo consciente de su perfección y belleza, se llenó de orgullo e intentó asemejarse a Dios. Las palabras dichas en Isaías 14:12-14 van referidas a un rey de Babilonia, donde, al predecir su caída, se le llama «lucero, hijo de la mañana», en referencia al planeta Venus. En algunas traducciones se ha interptretado «lucero» como un nombre propio, Lucifer, y se han tomado estos versículos como una metáfora de la caída del ángel enemigo de Dios.
¡Cómo caiste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas las gentes. Tú que decías en tu corazón: «Subiré al cielo, en lo alto junto a las estrellas de Dios ensalzaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del aquilón. Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo».
Lucifer reunió consigo a un tercio de los ángeles y libraron una lucha contra el Cielo, pero fueron derrotados y expulsados por el arcángel Miguel y su ejercito. Este hecho se puede ver en Revelaciones 12:7-9. Aquí es llamado gran dragón, serpiente antigua, diablo y Satanás, por lo que también se entiende que fue él la serpiente que tentó en el Paraíso a Adan y Eva, los primeros humanos, para que comiesen el fruto del árbol del conocimiento y desobedecieran así a Dios.

En el Viejo Testamento aparece la palabra shedim (hebreo: שֵׁדִים) dos veces: en Salmos 106:37 y Deuteronomio 32:17. Originalmente se refería a los dioses paganos con la connotación negativa de que no eran el verdadero Dios. Cuando se tuvo que adaptar estos textos a otros idiomas, se tradujo shedim como demonio, por lo que cualquier falso dios fue demonizado, tal y como ocurrió con deidades como Moloch, Belial, Baal, Belfegor o Belcebú.

Por su parte, los se'irim (hebreo: שע‬י‬רי‬‬ם‬; machos cabríos) que se mencionan en Isaías 13:21 o Levítico 17:7 también fueron traducidos como sátiros o demonios en versiones como la Peshitta y la Vulgata. Algunos eruditos como Samuel Bochart los identifican con deidades caprinas de Egipto o Asiria. En el volumen V de The mythology of all races se considera a Azazel uno de los se'irim, aunque su nombre también aparece entre los Vigilantes como Azael.

Satán despertando a sus legiones - Estella Canziani

Los Vigilantes

En el primero de los libros de Enoch, unos textos apócrifos que sólo son tomados como canónicos por la Iglesia ortodoxa de Etiopía y de Eritrea, se menciona un grupo de ángeles enviados a la tierra para observar a los humanos. Estos son los Vigilantes (griego: ἐγρήγοροι; egregori), que pronto se vieron tentados por la belleza de las mujeres humanas. Acordaron que todos tomarían a una mujer como esposa, pero el líder de estos, Semjaza, temiendo que los demás se echaran atrás en el último momento, les obligó a jurar que no le dejarían solo. En total eran doscientos ángeles, pero en el Libro de Enoch sólo se mencionan a sus líderes: Semjaza, Urakibarameel, Akibeel, Tamiel, Ramuel, Danel, Ezequeel, Saraqujal, Azael, Armers, Batraal, Anani, Zaquebe, Samsaveel, Sartael, Turel, Jomjael y Arazjal.

Estos Vigilantes enseñaron a la humanidad artes como la metalurgia, la astrología, la cosmética y hechizos. De su unión con las mujeres mortales tuvieron a una raza de gigantes que acabaron volviéndose contra la humanidad y arrasaron la tierra. Debido a la corrupción de los hombres y la matanza de los gigantes, Dios envió un diluvio para limpiar la tierra y le encargó a Miguel encadenar a Semjaza y sus seguidores en las profundidades de la tierra, al abismo de fuego.

La naturaleza de los demonios

Partiendo de que originalmente eran ángeles, Santo Tomás estipuló en su Summa Theologiae que los demonios, por provenir de un principio bueno (Dios), no serían malos por naturaleza, sino por voluntad propia. Así pues, todavía gozan de la naturaleza de los ángeles: son seres espirituales, inmutables e inmortales. No son omniscientes, pero tienen conocimientos ocultos. Algunos revelan el presente, el pasado y el futuro, las propiedades de piedras y hierbas o se especializan en ciertas artes, como la astronomía, la astrología, la dialéctica, etc. No son omnipotentes, sus poderes están limitados por Dios y las huestes de las Potestades se encargan de luchar contra ellos para que su mal no se extienda. Tampoco son omnipresentes, pero pueden desplazarse muy rapidamente de un lugar del mundo a otro, pudiendo transportar consigo lo que quieran. Así se cuenta que las brujas acudían al Sabbath montadas en demonios con aspecto de macho cabrío.

Por su naturaleza espiritual y etérea pueden adoptar cualquier aspecto, pero desde que cayeron del Cielo sus semblantes se volvieron sombríos y deformes. Popularmente se les representa con cuernos y patas de cabra, rabo y alas de murciélago. En 2 Corintios 11:13-15 se dice que el mismo Satanás se difraza de ángel de luz; los demonios listados en el Pseudomonarchia Daemonum y en el Ars Goetia aparecen como bestias o monstruos, pero pueden adoptar forma humana si el mago que los ha invocado se lo ordena. Muchos santos fueron torturados y tentados por todo un desfile de demonios que se les aparecieron de diversas formas, ya fuera como bestias o incluso como bellas mujeres, aunque siempre mostrando alguna deformidad.

Las tentaciones de San Antonio - Félicien Rops San Miguel derrotando a los ángeles rebeldes - Luca Giordano

Estructura del infierno

Para empezar, Lucifer y el resto de ángeles que se rebelaron contra Dios fueron enviados como castigo al infierno, un lugar de fuego eterno según lo dicho en Marcos 9:43 o en Mateo 25:41. Sin embargo, no están atados a este lugar, ya que muchos demonólogos dicen que también habitan en el aire. En Job 1:7, Satanás se presentó ante Dios y éste le preguntó de dónde venía: «De rodear la tierra y de andar por ella», respondió Satanás. Tomás de Aquino explica en su Summa Theologiae que la Providencia divina procura buscar el bien de los seres inferiores (los hombres) por medio de los seres superiores (ángeles y demonios). Esto ocurre de dos maneras: mediante los ángeles que atraen a los hombres al bien o los alejan del mal o cuando alguien logra rechazar los ataques y tentaciones de los demonios. Por esto los demonios ocupan dos lugares de tormento: uno es el infierno, debido a su culpa, y el otro es el aire, donde pueden someter a prueba a los hombres como parte del plan divino. Pero no por estar en la tierra disminuye su pena y tormento, de igual modo que el Cielo es el lugar de gloria de los ángeles, pero su dicha no disminuye en ellos cuando descienden hasta nosotros.

Aunque Lucifer fue el primero en rebelarse y en liderar a los suyos, en el Diccionario infernal de Collin de Plancy se dice que Belcebú se proclamó emperador del infierno tras derrocarle. Pese a que no hay una jerarquía oficial entre los demonios, muchos demonólogos han elaborado la suya propia con diferentes emperadores, reyes, condes, duques y demás. En el Liber Officiorum Spirituum, por ejemplo, aparecen cuatro reyes que gobiernan sobre cada punto cardinal: Orience en el este, Paymon en el oeste, Amaymon en el norte y Egine en el sur. Por su parte, en el Grand Grimoire, Lucifer es emperador; Belcebú, príncipe y Astaroth, duque. Debajo de ellos había seis demonios superiores que tenían bajo su comando a otros dieciocho espíritus.

LUCIFAGO
(Primer ministro)
SATANACHIA
(Gran general)
AGLIAREPT
(General)
FLEURETY
(Lugarteniente general)
SARGATANAS
(Brigadier)
NEBIROS
(Mariscal de campo)

Johann Weyer estipuló que los demonios se dividen en 6.666 legiones compuesta cada una por 6.666 espíritus malignos, dando así un total de 44.435.556 de ángeles caídos. Su Pseudomonarchia Daemonum establece 69 demonios superiores con títulos nobiliarios encargados de comandar estas legiones. El Ars Goetia, obra que se basa principalmente en los textos de Weyer, añade más demonios con sus tantas legiones, por lo que daría un número mayor de espíritus que la calculada por Weyer. Obviamente, otros tantos demonólogos niegan de estos números y consideran que deberían ser más, teniendo en cuenta la creencia de que cada persona tiene destinado un demonio para tentarlo. Lo que está claro es que el número de demonios es inferior al de ángeles, ya que Lucifer sólo se llevó consigo a un tercio de estos durante su rebelión tal y como se lee en Revelaciones 12:3-4.

A partir del siglo IX se originó en el arte anglosajón la idea de que la entrada al infierno era la boca de un monstruo gigantesco. Una vez entraban por ahí, los condenados se veían a merced de las torturas de los demonios. Muchos religiosos sufrieron visiones de este horrible lugar en sus éxtasis: Sor Mariana Francisca de los Ángeles dijo que le metían pedruscos al rojo vivo por la boca y le obligaban a respirar humo de azufre; la monja Ana de San Agustín cuenta que los demonios aullaban mientras horribles rayos destrozaban a los condenados sobre los que caían. Para finalizar, a Michaela de Aguirre la hostigaban dándole manotadas pesadas y crueles difíciles de describir, le obligaban a tragar brasas en llamas y la sumergían en pozos hasta la garganta durante noches enteras.

Entrada del infierno - Hours of Catherine of Cleves Detalle de El Juicio Final - Jan van Eyck

Capacidad reproductiva

Los demonios son seres espirituales y carecen de cuerpo físico, por lo que su número es inmutable al no poder reproducirse. No obstante, en mitos como el de Lilith y el de los Vigilantes se dan relaciones sexuales entre demonios y humanos que resultan fructiferas. Lilith fue la primera mujer de Adán, pero huyó de su lado en el Paraíso porque se negaba a ser sumisa ante él. En los escritos de Isaac ben Jacob ha-Cohen se dice que, durante su exilio, Lilith se convirtió en la concubina del arcángel Samael, identificado con Azazel, y junto a él fue madre de demonios.

En Los mitos hebreos de Robert Graves también se considera que fue la madre de Asmodeo con Adán. Siguiendo lo dicho en esta obra, tres ángeles, Senoy, Sansenoy y Semangelof, fueron a buscar a Lilith para que volviera junto a su pareja después de que lo abandonara. Éstos la encontraron cerca del Mar Rojo, lugar infestado de demonios lascivos con los que daba a luz cien de ellos cada día. Lilith se negó a volver junto a ellos y declaró que Dios le había dado poder sobre los niños recién nacidos hasta su octavo día y sobre las niñas hasta su vigésimo día, pero si estaban protegidos con un amuleto donde estuvieran grabados los nombres de esos tres ángeles, perdonaría a los niños. Lilith fue dejada en paz por los ángeles, pero Dios la castigo haciendo que cada día muriesen cien de sus hijos.

Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger trataron sobre este tema en El martillo de las brujas, donde teorizan cómo los demonios, transformados en súcubos, fornican con hombres para obtener su semen y luego lo implantan en una mujer convertidos en íncubos. Este acto no lo realizarían por deleite sexual propio, sino para corromper a los humanos. Los demonios también podían robar la semilla de los recién fallecidos; debido a esto, o al tiempo en el que tardan en fecundar a una mujer, el semen que emplean suele estar frío. El mago Merlín del ciclo artúrico sería ejemplo de estas uniones, siendo el hijo de un íncubo y una princesa de nombre desconocido.

Los pecados capitales

Pese a que no son nombrados en la Biblia, los pecados capitales son siete vicios a evitar dentro de las enseñanzas cristianas. Estos pecados son abusos o excesos de las facultades o pasiones naturales, por ejemplo: la gula es un exceso del hambre o apetito natural que nos sustenta. Los demonios se encargan de llevar por el mal camino a los humanos haciendo que caigan en el pecado, así que entre 1409 y 1410 apareció The lanterne of light, un tratado anónimo atribuido a John Wycliffe, donde se relacionaba cada pecado capital con un demonio: Lucifer, orgullo; Belcebú, envidia; Satanás, ira; Abadón, pereza; Mammón, avaricia; Belfegor, gula y Asmodeo, lujuria. Peter Binsfeld escribió en 1589 Treatise on confessions by evildoers and witches, donde asignó otros demonios a cada pecado capital: Lucifer, orgullo; Leviatán, envidia; Satán, ira; Belfegor, pereza; Mammón, avaricia; Belcebú, gula y Asmodeo, lujuria.

Las tentaciones de San Antonio - Bernardo Parentino

Posesiones demoníacas

Entre los métodos que emplean los demonios para hostigar a los humanos se encuentra el de la posesión. Los exorcistas católicos diferencian entre la influencia demoníaca ordinaria, o sea, las tentaciones mundanas del día a día, y la actividad extraordinaria que cuenta con varias fases o formas.
  • Sometimiento o subordinación: la persona se ofrece voluntariamente a Satán o a los demonios.
  • Infestación: afecta a las casas, animales y objetos.
  • Daño físico externo causado por los demonios.
  • Opresión: el afectado sufre todo tipo de desgracias, como las que pasó Job cuando Satán quiso poner a prueba su fe. Su relato bíblico se puede leer en el libro de Job, donde se cuenta cómo este santo perdió todo su ganado y riquezas, asesinaron a sus criados y murieron sus hijos en un accidente. Como Job seguía fiel a Dios, Satán le afectó la piel de una horrible sarna, pero ni aún así maldijo contra Dios. Demostrada su fe, fue recompensado con salud, el doble de riquezas que tenía antes y nuevos hijos.
  • Obsesión: la víctima sufre pensamientos obsesivos que suelen acabar con la idealización del suicidio.
  • Posesión: los demonios toman por completo el control del cuerpo de una persona.
Una persona podía ser poseída por más de un demonio a la vez, así se ve en los evangelios de Lucas y Marcos cuando Jesús se topó con un poseído en Gadara. Este hombre sufría de un comportamiento errático y autolesivo, pues se dice que andaba día y noche por cerros golpeándose con piedras; también mostraba una fuerza sobrehumana, nadie podía contenerlo y siempre rompía cualquier tipo de cadena que le pusieran. Vivía entre las tumbas, pero cuando se vio en presencia de Jesús se hincó de rodillas y le suplicó que le dejara en paz. Cuando Jesús le preguntó por su nombre, respondió que se llamaba Legión, porque dentro de él habían muchos. Finalmente, Jesús expulsó a los demonios que había dentro del hombre y les dio permiso para meterse en una piara compuesta por dos mil cerdos, los cuales salieron corriendo y se ahogaron en un lago cercano. Además en Lucas 11:24-26 se dice que cuando un espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos buscando reposo; al no hallarlo, decide volver al hombre del que salió y se lleva con él otros siete espíritus peores.

Según el Ritual Romano, un poseído, a parte de poseer fuerza sobrehumana, también es capaz de hablar en lenguas que le son desconocidas, conoce secretos ocultos y sufre de una rabia blasfema, soltando obscenidades profanas y monstrando aversión por símbolos sagrados.

A parte de personas vivas, los demonios también podían entrar en el cuerpo de los muertos y animarlos como marionetas. En el Diccionario infernal aparece la leyenda de un pastor llamado Pierron que se enamoró locamente de un demonio llamado Abrahel. Este espíritu se le aparecía como una hermosísima doncella y le prometió que se entregaría a él si éste le obedecía en todo; cuando accedió, le pidió que sacrificase a su propio hijo como prenda de su amor. Tras llorarle desconsoladamente, Abrahel se le apareció de nuevo y le prometió que le devolvería la vida al pequeño si le rendía culto y adoración como sólo se debe hacer a Dios. Al poco de arrodillarse ante él y rezarle, el niño abrió los ojos y volió a hablar y a caminar, pero estaba más delgado, descolorido, sus movimientos eran lentos y torpes y sus ojos carecían de vida. Al cabo de un año, el demonio que le animaba abandonó su cuerpo que ya desprendía un hedor insoportable.

Jesús exorcizando a los demonios - Julius Schnorr von Carolsfeld

Pactos con el diablo y brujería

Los demonios, ocupados siempre en hacer el mal y desviar del buen camino a los humanos, hacían tratos con los mortales. A cambio de su adoración y de hacer el mal, éstos recibían poderes y dones que les permitían conjurar tormentas, volar, convertirse en animales, etc. Según Bodino, las brujas y brujos eran culpables de quince crímenes horribles: reniegan de Dios; blasfeman; adoran al Diablo; le dedican a sus hijos, los matan antes de bautizarlos y los consagran a Satanás mientras están en el vientre de su madre; prometen atraer a cuantos puedan al servicio del Diablo; juran en su nombre y lo honran; cometen incesto; practican el canibalismo; desentierran cadáveres para devorarlos; asesinan con venenos y sortilegios; matan al ganado; marchitan los campos y producen esterilidad y mantienen relaciones sexuales con los demonios.

A estos adoradores del Diablo, que por lo general eran mujeres, pues caían más fácilmente en el pecado, se les daba un demonio familiar que les ayudaba con sus maldades y al que tenían que alimentar dándoles de mamar de tetas sobrenaturales que solían tener escondidas en las ingles. Éstas tenían la obligación de acudir a unas reuniones nocturnas conocidas como aquellares o sabbath transportadas por demonios, ya fueran invisibles o como machos cabríos, o montando sobre escobas impregnadas de ungüentos mágicos. En el Diccionario infernal de Collin de Plancy se dice que el encargado de presidir estas reuniones era un demonio que tenía el aspecto de un macho cabrío de tres cuernos llamado Leonardo al que rindaban pleitesía besándole en el ano. En estas reuniones blasfemaban cometían todos los actos obscenos descritos antes por Bodino.

Sin necesidad de ser un brujo, cualquier persona podía realizar un pacto con un demonio intercambiando su alma o un infante a cambio de poder, riquezas, juventud... A lo largo de toda Europa se pueden encontrar puentes cuya leyenda cuenta que fueron construidos por demonios en una sola noche por un pacto, pero fueron engañados en el último momento y no pudieron hacerse con el alma del que les llamó. A algunos personajes famosos se les atribuye el haber hecho este tipo de acuerdo: de Johann Georg Faust surgió la leyenda de Fausto; el Codex Gigax es un enorme manuscrito del que se dice que fue escrito en una sola noche por un monje ayudado por el Diablo; incluso se acusó al papa Silvestre II de conseguir fama y alcanzar el papado por realizar tratos con demonios.

El aquelarre - Francisco de Goya

Mandrágora

La mandrágora es una planta cuyas raíces crecen con forma humana, hombre o mujer, y cuando es arrancada de la tierra grita. Es de gran utilidad en la medicina, y se debe recoger cuando alcanza los treinta años, pero cualquier persona que oye el llanto de esta planta muere o se vuelve loco, por lo que se ataba un perro hambriento a la planta y se lanzaba un pedazo de carne fuera de su alcance. Cuando el perro corría tras la comida tiraba de la cuerda y arrancaba la planta del suelo, mientras que su amo se mantenía a salvo fuera del alcance de sus gritos.

En los bestiarios medievales los elefantes machos son reacios a aparearse, por lo que cuando la hembra quiere tener hijos, se dirige con el macho al este, cerca del Paraíso, donde la mandrágora crece. La hembra de elefante come un poco de mandrágora, y luego le da un poco al macho; se aparean y la hembra concibe inmediatamente.

La forma de la raíz de la mandrágora, similar a un humano, ayudó a originar la extraña leyenda que dice que esta planta brota de los fluidos de los ahorcados. De ahí que en Alemania se le conozca popularmente como "pequeño ahorcado". Se solía creer que cuando se ahorcaba a un hijo de ladrones, o a un hombre cuya madre robó mientras estaba encinta de él, su semen u orina caía al suelo y allí brotaba la mandrágora en el acto. Otras leyendas dicen que el "progenitor" de la mandrágora no debía ser un ladrón de nacimiento, sino un joven inocente y casto que se declaró culpable de un delito bajo tortura y que fue condenado a morir en la horca.


La mandrágora también se describe en herbarios medievales, como en el Harley MS 4986 (siglo XII): «Si quieres recoger la mandrágora debido a su grandes cualidades que dan salud, la cogerás con conocimiento. Brilla de noche como una lámpara, y cuando la veas marca un círculo a su alrededor rápidamente con hierro para que no se te escape. Esta planta alberga tanto poder, que si ve un hombre inmundo acercarse a ella, se escapa. Así, por esta razón se marca un círculo con hierro a su alrededor, teniendo cuidado de no tocarla con el hierro; hay que quitarle la tierra con el máximo cuidado con una estaca de marfil, y cuando veas los pies y manos de la planta deberás atarla con una cuerda nueva y atarás el otro extremo de la cuerda al cuello de un perro hambriento, colocando frente a él un trozo de carne, por lo que en su afán de conseguir la comida sacará la planta del suelo. También podría utilizar un aparato como una mangana, que funcione como una especie de ratonera, arrancando la planta por su inercia. Cuando la tengas en tus manos, guarda el jugo de sus hojas en un frasco de vidrio, así conservará sus propiedades medicinales para los humanos».

Tiene seis usos diferentes. El primero es para el dolor de cabeza que impide el sueño. Para esto se crea un bálsamo con el jugo de la planta y se aplica en la frente como un yeso. El segundo es para el dolor de oídos. El jugo debe mezclarse con aceite de nardo y la mezcla se vierte en los oídos. El tercero se emplea para casos graves de gota. Se debe cortar la mano y el pie derecho de la mandrágora y molerlos hasta reducirlos a un polvo que se le debe suministrar al enfermo con vino durante siete días. El cuarto uso es para los epilépticos. Un trozo del cuerpo de la planta se tritura y se le da al paciente en un vaso a rebosar de agua caliente. El quinto es para calambres y contracciones musculares. Para esto se reduce a un polvo muy fino el cuerpo de esta planta y se mezcla con aceite dulce. Este ungüento debe untarse en los pacientes de este mal. Su sexto uso es interesante, pues es un remedio para un frío en la cabeza, de carácter virulento, que aparece repentinamente en casa. Con tener tan sólo un poco de mandrágora en casa se ahuyentaría cualquier infección.

Plinio decía que hay dos variedades, la mandrágora blanca, identificada normalmente como el macho, y la negra, que se considera que es la hembra. Tiene una hoja más estrecha que la de la lechuga, un tallo velloso, y una raíz doble o triple, negra en el exterior y blanca en el interior, suave y carnosa, aproximadamente de un codo de largo. Ambos tipos tienen una fruta del tamaño de una avellana. Las hojas de la planta hembra son más amplios que las del macho. Dioscórides, en su De materia medica, también afirmaba que había dos tipos de mandrágoras, la hembra, de color negro, llamada thridacias, y el macho, de color blanco y conocido como norion, y que de esta planta se podían elaborar pociones de amor.

Balam

Balam, también conocido como Balan en el Diccionario Infernal, es un demonio mencionado en diversos grimorios y textos de ocultismo. Es el quincuagésimo primer espíritu listado en el Ars Goetia, donde se dice que es un rey poderoso y terrible del infierno. Aparece con tres cabezas: una de toro, otra de hombre y la última de carnero. Tiene cola de serpiente y ojos llameantes, monta sobre un furioso oso y lleva un azor posado en su brazo. Habla con voz ronca y responde con la verdad  sobre el presente, el pasado y el futuro. Según el Pseudomonarchia Daemonum y el Diccionario infernal, antiguamente pertenecía al coro de las Dominaciones, y se encarga de conceder la invisibilidad y de volver a los hombres ingeniosos. Gobierna sobre cuarenta legiones de demonios y se debe usar su sello durante su invocación.

Representación de Balam para el Diccionario infernal de Collin de Plancy - Louis le Breton

Grigori

Los Grigori (del griego ἐγρήγοροι; egrḗgoroi, Observadores o vigilantes), también conocidos como hijos de Elohim (en hebreo בני האלהים, bnei ha'elohim); son un grupo de ángeles caídos de la mitología judeocristiana mencionados en algunos textos apócrifos bíblicos y en el Libro del Génesis.

En el libro de Daniel 4:13, 17 y 23 aparecen tres referencias a los seres que vio el rey Nabucodonosor en un sueño, a los que llama «vigilantes» o «santos». En su sueño vio un gran árbol, y una de estas criaturas descendió del cielo y le dijo que ese árbol debía ser talado, que acabaría desterrado y alimentado con hierbas, como las bestias, afirmando que ese castigo es «por decreto de los Vigilantes, y la orden es por decisión de los santos, con el fin de que sepan los vivientes que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres». Daniel, tras escuchar el sueño del rey meditó por una hora y contestó: 
«Y en cuanto al vigilante, al santo que el rey vio, que descendía del cielo y decía: "Derribad el árbol y destruidlo, pero dejad el tocón con sus raíces en la tierra, con ataduras de hierro y bronce en la hierba del campo, y que se empape con el rocío del cielo, y que comparta con las bestias del campo, hasta que pasen sobre él siete tiempos" [...] Serás echado de entre los hombres, y tu morada estará con las bestias del campo, y te darán hierba para comer como al ganado, y serás empapado con el rocío del cielo; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres y que lo da a quien le place».
El primer libro de Enoc dedicó gran parte de su atención a la caída de los Vigilantes. El Segundo libro trata sobre los Vigilantes que están en el quinto cielo, donde tuvo lugar su caída, y en el Tercer Libro de Enoc se habla de los Vigilantes no caídos.

En el libro de Enoc, los Vigilantes, son ángeles enviados a la Tierra para vigilar a los seres humanos, pero pronto sucumbieron a la lujuria por las mujeres humanas y por la insistencia de su líder Semyazza, que instigó a los demás para no ser el único que pecase con las humanas. Como resultado de esta unión surgieron los Nefilim, gigantes salvajes que saqueaban la tierra y pusieron en peligro a la humanidad. Semyazza y sus ángeles les enseñaron artes y tecnologías tales como armamento, cosméticos, la fabricación de espejos, la hechicería y otras técnicas que de otro modo la humanidad habría descubierto gradualmente con el tiempo. Eventualmente, Dios envió un diluvio para librar a la Tierra de estos gigantes, pero primero envió al ángel Uriel a advertir a Noé para que prevaleciese la raza humana. Los Vigilantes están confinados «en los valles de la Tierra» hasta el Día del Juicio. En Judas 1:6 se dice que los ángeles caídos están en "prisiones eternas, bajo tinieblas, hasta el Día del Juicio.

Según el Libro de Enoc, los Grigori suman un número de 200 pero sólo sus líderes son mencionados:
Estos son los nombres de sus jefes: Samyaza, que era su líder, Arâkîba, Râmêêl, Kôkabîêl, Tâmîêl, Râmîêl, Dânêl, Êzêqêêl, Barâqîjâl, Asâêl, Armârôs, Batârêl, Anânêl, Zaqîêl, Samsâpêêl, Satarêl, Tûrêl, Jômjâêl, Sariêl. Estos eran los prefectos de los doscientos ángeles, y el resto eran todo con ellos.
En el capítulo 18 del segundo Libro de Enoc los Grigori aparecen como un incontable ejercito de soldados de apariencia humana, y «más altos que el más grande de los gigantes». Están ubicados en el quinto cielo y se identifican como «los Grigori, que con su príncipe Satanail rechazaron al Señor de la luz» (Libro II Enoc 18:1-7). Una versión añade que «algunos descendieron a la tierra desde el trono del Señor» y que su número era de tres, doscientos o doscientos miríadas. En la tierra se casaron con mujeres humanas y «ensuciaron la tierra con sus obras», siendo encerrados bajo tierra como castigo.

Ángeles caídos en El paraíso perdido - Gustave Doré

Behemot

Behemot (/ bɨhiːməθ / o /biː.əməθ/, también /beɪ.əmɔːθ/; hebreo: בהמות, behemot) es una bestia mencionada en Job 40: 15-24. Se cree que esta criatura mitológica fue inspirada por grandes animales que por aquel entonces eran desconocidos, como los elefantes, los hipopótamos, los rinocerontes o los cocodrilos. Algunos creacionistas atribuyen su descripción a la de un saurópodo, debido a su cola, que se describe como el tronco de un cedro. Metafóricamente, su nombre ha llegado a ser usado para connotar algo extremadamente grande o poderoso.

En El diccionario infernal, Behemot aparece como un elefante humanoide con una gran barriga. Según este texto, Behemot es un gran soldado de Satán y vigilante del infierno. También preside los banquetes y festines de los glotones. Tiene cierto renombre por su voz, por lo que es considerado el cantante oficial del infierno.


En Job 40:15-24 se describe al Behemot y al Leviatán para demostrarle a Job la futilidad de cuestionar a Dios, el único que ha creado a estos seres y el único que puede doblegarlos. Estas dos criaturas aparecen como fuerzas colosales de la naturaleza que los seres humanos jamás podrían controlar, pero ambos son reducidos a la condición de animales domésticos ante Dios, con la nariz anillada o con correa:
«He aquí ahora behemot, el cual hice como a ti; Hierba come como buey. He aquí ahora que su fuerza está en sus lomos, Y su vigor en los músculos de su vientre. Su cola mueve como un cedro, Y los nervios de sus muslos están entretejidos. Sus huesos son fuertes como bronce, Y sus miembros como barras de hierro. El es el principio de los caminos de Dios; El que lo hizo, puede hacer que su espada a él se acerque. Ciertamente los montes producen hierba para él; Y toda bestia del campo retoza allá. Se echará debajo de las sombras, En lo oculto de las cañas y de los lugares húmedos. Los árboles sombríos lo cubren con su sombra; Los sauces del arroyo lo rodean. He aquí, sale de madre el río, pero él no se inmuta; Tranquilo está, aunque todo un Jordán se estrelle contra su boca. ¿Lo tomará alguno cuando está vigilante y horadará su nariz?».
En textos apócrifos judíos y pseudoepígrafos, como el Libro de Enoc (siglo II), Behemot es el monstruo primordial de la tierra, al igual que el Leviatán y el Ziz son las criaturas primigenias del mar y el aire. Según este texto, el Leviatán vive en "el abismo", mientras que Behemot vive en un desierto al este del Jardín del Edén (Enoc 60: 7-8). Las dos bestias son monstruos caóticos que fueron destruidos por la deidad en el momento de la creación, aunque estos hechos no aparezcan en el relato de la creación del Génesis. En una leyenda rabínica se describe que el final de estas bestias llegará tras una gran batalla entre ellos al final de los tiempos, en la que morirán a manos de Dios:
«Se entrelazarán entre sí y entablarán combate, con sus cuernos el Behemot cornea con fuerza, el pez [Leviatán] emergerá a su encuentro con sus aletas, con poder. Su creador se acercará a ellos con su poderosa espada y matará a ambos. De la hermosa piel del Leviatán, Dios construirá toldos para albergar a los justos, que se comerán la carne del Behemot y del Leviatán en medio de gran alegría y regocijo».
Sidur, p. 719.

Tiangou

El tiangou (chino: 天狗; pinyin: tiāngǒu; perro celestial) es una criatura legendaria de la mitología china. Los tengu reciben su nombre de esta deidad, a pesar de ser criaturas con aspecto de ave. El Tiangou se asemeja a un perro o meteorito negro que devora el sol durante los eclipses, y para protegerse de él habría que golpear perros hasta alejarlos. Así, el dios perro escupe la luna y huye de vuelta a los cielos.

Zhang Xian (chino: 張 仙, pinyin: Xian Zhang) es el enemigo del Tiangou. Se dice que protege a sus hijos de ésta deidad canina con su arco y flechas. Lo representan a menudo apuntando al cielo, esperando a que aparezca la bestia. Es el dios de nacimiento y el protector de los niños varones, al que los hombres rezan cuando buscan descendencia masculina y protección para sus hijos.

Toros de bronce

Los toros de bronce (griego: Ταυροι Χαλκεοι; Tauroi Khalkeoi) eran un par de toros cuyas pezuñas estaban hechas de bronce y respiraban fuego. Fueron forjados por el dios Hefesto para Eetes, rey de la Cólquida.

Estos peligrosos animales pertenecen al mito de Jasón y su viaje en busca del vellocino de oro. En la Biblioteca mitológica de Apolodoro se cuenta que un oráculo le profetizó al rey Pelias que tuviera cuidado con un hombre de una sola sandalia cuando le consultó sobre el futuro de su reino. Al principio no entendió la profecía, pero cuando procedió a ofrecer un sacrificio a Poseidón junto al mar, Jasón llegó apresurado al acontecimiento y en el trayecto perdió una de sus sandalias. Pelias entonces decidió deshacerse de Jasón y lo envió en busca del vellocino de oro. La preciada piel estaba colgada en una encina, y a su alrededor se encontraba enroscado un dragón que nunca descansaba.

Cuando Jasón se presentó ante Eetes, le comunicó el encargo de Pelias y le pidió el vellocino. Eetes prometió entregárselo si era capaz de uncir él solo los toros que le regaló Hefesto y sembrar los dientes del dragón que mató Cadmo, obsequio de Atenea y de los cuales nacerían unos hombres armados conocidos como Espartos. Estos toros eran salvajes y de enorme tamaño, estaban provistos de pezuñas de bronce y arrojaban fuego por la boca. Mientras Jasón cavilaba cómo uncir los toros, Medea, hechicera e hija de Eetes, se enamoró de él y le propuso su ayuda si el héroe prometía casarse con ella. Jasón accedió y Medea le entregó una droga que le volvería inmune al fuego y al hierro durante todo un día.

En las Argonáuticas de Apolonio de Rodas se especifica que Eetes presumía de realizar estas hazañas él mismo, y si Jasón no lograba realizarlas, no era digno de conseguir el vellocino. Según este rey, sus toros pacían en la llanura de Ares y, tras uncirlos, los guiaba por una dura campiña que medía cuatro fanegas. En lugar de sembrar la tierra con trigo, lo hacía con los dientes del dragón al que dio muerte Cadmo, allí mismo vencía con su lanza a los terribles hombres que nacían de ellos. Todo este proceso le llevaba a Eetes desde la mañana hasta la hora del crepúsculo. Cuando Jasón aró todo el campo, al finalizar el día, soltó a los toros de su yugo y los espantó antes de que brotaran del suelo los Espartos.

Jasón y los toros de bronce ilustrados en Stories of the Ancient Greeks de Charles D. Shaw - George A. Harker

Wulver

Un wulver es una especie de espíritu del folclore de las islas Shetland, en la costa de Escocia, similar a un hombre lobo. Esta criatura cuida de sí misma y no es agresiva si se le deja en paz. A pesar de su aspecto de licántropo no es un cambiaformas, y tampoco fue alguna vez un humano. Parece ser una especie de espíritu inmortal. La leyenda dice:
«El Wulver era una criatura con cuerpo de hombre y cabeza de lobo. Un corto pelaje castaño cubre todo su cuerpo. Su hogar estaba en una cueva excavada en la ladera de una empinada colina. No molesta a la gente si la gente no la molesta. Este espíritu es aficionado a la pesca, y tenía una pequeña roca en las aguas profundas en la que se sentaba durante horas para pescar sillaks y piltaks (peces ficticios). Esa roca se conoce como "Wulvers Stane" (roca de Wulver). Guiaba a los viajeros extraviados hasta un pueblo cercano e incluso dejaba peces frescos en el alféizar de las familias pobres».
El Faoladh, una criatura del folclore irlandés, es otra especie de hombre lobo amigo del hombre, similar al wulver, del que se dice que protege a los niños y vela a los hombres heridos.

Amanozako

Amanozako (天逆毎: "opositor de los cielos", o 天狗神: "deidad tengu"), es una monstruosa deidad femenina mencionada en el Kujiki, un antiguo texto japonés, en el que se dice que su origen data de cuando el Dios de las tormentas, Susanoo, acumuló su furioso espíritu dentro de él hasta que la vomitó. En este texto también se la considera la antecesora de los tengus y del amanojaku. En el Wakan Sansai Zue se describe a esta deidad con un furioso temperamento, además de tener una cabeza bestial, una gran nariz, grandes orejas y grandes garras, capaces de atravesar el acero como si fuese tela. Además puede volar por una distancias de mil ri. Come con gran apetito y voracidad.

Amanozako también fue ilustrada por Toriyama Seiken en el tercer volumen de su Konjaku Gazu Zoku Hyakki.

NickTheBarbarian

Magüi

La Madre de aguas, también llamada Madre de agua o Magüi es una mítica criatura del folclore de Cuba.

Las leyendas en Cuba dicen que la Madre de aguas es una gigantesca serpiente majá o boa del grosor exacto de una palmera, pero además poseería dos protuberancias en la región frontal de su cabeza, como cuernos, y escamas tan gruesas y distribuidas de tal manera que le hacían invulnerable a las balas. Se dice que habitaban en ríos y lagunas, y que éstas nunca se secarían mientras una de estas serpientes viviese allí. Además vivían centenares de años y todo aquel que tratase de matarlas o capturarlas moriría. Las leyendas también cuentan que esta temible serpiente era capaz de engullir un ternero entero cuando se encontraba hambrienta.

Taraxippos

En la mitología griega, el Taraxippus (plural: taraxippoi; latín: equorum conturbator;  "perturbador de caballos") era una presencia, identificado normalmente como un fantasma o un sitio peligroso, al que se le culpaba de aterrar a los caballos de los hipódromos de toda Grecia. Algunos taraxippoi eran asociados con Poseidón como dios de los caballos (Poseidón Hippios), que envió un monstruo marino para asustar al caballo de Hipólito, provocando su muerte. Pausanias, la fuente más antigua que ofrece el mayor número de explicaciones, lo considera como un epíteto en lugar de una sola entidad.

El más notorio de los taraxippoi fue el Olympios Taraxippos de Olimpia. Pausanias describe el sitio:
La pista de carreras [de Olimpia] tiene un lado más largo que el otro, y en el lado más largo, que es un banco, allí está, en el paso a través del banco, el Taraxippos, el terror de los caballos. Tiene la forma de un altar redondo y allí los caballos son presa de un fuerte y repentino pavor sin motivo aparente, y ese temor conlleva a la perturbación. Los carros generalmente descarrilan y los aurigas se lesionan. Por lo tanto los conductores ofrecen sacrificios y rezan al Taraxippos para que sea propicio con ellos.
En los Juegos ístmicos, el Taraxippos Isthmios era el fantasma de Glauco, hijo de Sisifo, que fue destrozado por sus propios caballos. 

El Taraxippos Nemeios causó el pánico entre los caballos que participaron en los Juegos Nemeos:
En la Nemea de los argivos no había héroe que dañase a los caballos, pero por encima del punto de inflexión de los carros se alzó una roca, de color rojo, y el destello de ésta aterrorizó a los caballos, como si de un incendio se tratase.
Según Estacio, poeta romano del siglo primero D.C., losTaraxippoi poseían un «terrible rostro para contemplar... dotado de innumerables terrores». Incluso son capaces de aterrar al mismísimo caballo de Ares: «Cuando el dorado Arion lo vio, sus crines se erizaron en el acto y se detuvo con las ancas en el aire, arrastrando a los corceles que le acompañaban en el yugo».

Peter Paul Rubens - La muerte de Hipólito

Dobhar chú

El dobhar-chú (pronunciación irlandesa: [ˈd̪ˠaɾˠxuː]) es una criatura del folclore irlandés y la criptozoología. Su nombre se traduce aproximadamente como "perro de agua" debido a su aspecto similar al de un can o una nutria, aunque a veces se le describe como un ser mitad perro, mitad pez. Es un animal acuático y su pelaje tiene propiedades protectoras.

Se han documentado muchos avistamientos a lo largo de los años. Recientemente, en 2003, el artista irlandés Sean Corcoran y su esposa afirmaron ver un dobhar-chu en la Isla Omey en Connemara, en el Condado de Galway. En su descripción, una gran criatura oscura lanzó un espantoso chillido, nadaba a gran velocidad y tenía aletas naranjas en lugar de pies.

El dobhar-chu está relacionado con una lápida del cementerio Cornwall de Glenade, de la que se dice que fue el causante de la muerte de una mujer de la localidad en el siglo XVII. Su nombre era supuestamente Gráinne. Según la historia, su marido escuchó sus gritos mientras ella estaba lavando la ropa en el Lago Glenade. Cuando llegó para socorrerla sólo encontró su cadáver con el dobhar-chu sobre su cuerpo ensangrentado y mutilado. El hombre mató al dobhar-chu apuñalándole en el corazón. Mientras agonizaba emitió un silbido que avisó a su compañero y lo hizo salir de las profundidades del lago. El nuevo dobhar-chu persiguió al hombre, y tras una larga y sangrienta lucha, murió como su compañero a manos del viudo.

Golem

Un golem  (/ˈɡoʊləm/ goh-ləm; Hebreo: גולם‎) es, en el folclore medieval y la mitología judía, un ser animado fabricado a partir de materia inanimada (normalmente barro, arcilla o un material similar). En hebreo moderno, el nombre proviene de la palabra guélem (גלם), "materia"; por otra parte, en dicho idioma, la expresión jómer guélem (חומר גלם) a su vez significa "materia prima".

La palabra golem se da en la Biblia (Salmos 139:16) y en la literatura talmúdica para referirse a una sustancia embrionaria o incompleta. Como motivo, la figura del golem forma parte del imaginario hebraico del centro europeo y pertenece por consiguiente al arte asquenazí

El golem habría sido creado en varias ocasiones y por diversos rabinos ilustres a lo largo de toda la Edad Media. Es más, la primera existencia del golem se remontaría a los orígenes mismos de la humanidad, donde un golem habría sido creado por una persona creyente y cercana a Dios. Como Adán, el golem habría sido creado a partir del barro, insuflándole después una chispa divina que le habría dado la vida. Así, la creación de Adán es en principio inspiradora y referente de la creación de todo golem. Desde este punto de vista, mediante el mencionado acto, toda persona con un cierto grado de santidad y acercamiento a Dios podría adquirir algo de la sabiduría y el poder divinos e insuflarle vida a la materia inerte. Crear un golem es entonces expresión patente de sabiduría y santidad, pero el ser creado nunca sería más que una sombra de aquél creado por Dios, ya que, significativamente y por definición, todo golem carece de alma.


Según sostiene una leyenda, la incapacidad principal del golem era que no podía hablar. Además, para hacerlo funcionar había que meterle un papel con una orden por la boca u otro orificio. Otra manera de hacerlo funcionar era inscribiendo alguno de los Nombres de Dios (shem) o bien escribiendo la palabra Emet (אמת—"verdad" en hebreo) en su frente, en un papel o en un amuleto que debería llevar el golem. Al borrar la primera letra de Emet (alef) de su frente y quedar en ella solo met (מת—"muerte" en hebreo), el golem podía ser desactivado y volvía a ser una masa de barro inerte.

La descripción más antigua de la creación de un golem se le atribuye al rabino Eliyahu de Chełm (1550-1583). Un cabalista polaco informó entre 1630 y 1650 de este hecho: «Y he oído, de manera explícita de varias personas respetables, que un hombre de nuestro tiempo, cuyo nombre es R. Eliyahu, creó una criatura a partir de la materia (hebreo: Golem) y la forma (hebreo: tzurah) y durante mucho tiempo realizó las tareas más arduas para él, y el nombre de emet fue colgado en su cuello, hasta que finalmente el nombre de su cuello se cayó por cierta razón  y se convirtió en polvo».

El rabino Jacob Emden (fallecido en 1776) publicó una historia en 1748: «En un aparte, voy a mencionar aquí lo que escuché de la santa boca de mi padre con respecto al Golem creado por su antecesor, el Sabio R. Eliyahu Baal Shem, de bendita memoria. Cuando el Sabio vio que el Golem crecía más y más, comenzó a temer que su obra destruyese el universo, por lo que retiró el Santo Nombre que tenia incrustado en la frente, lo que provocó que se desintegrarse y volviera a ser polvo. Desafortunadamente, mientras él borraba el Santo Nombre de su creación, el Golem le hirió, dejándole cicatrices en la cara».

El relato folclórico más famoso relativo al golem involucra al ilustre Rabino Judah Loew, conocido como el Maharal de Praga, un famoso rabino del siglo XVI. Se le atribuye la creación de un golem para defender el gueto de Praga de ataques antisemitas, así como para atender también el mantenimiento de la Sinagoga Vieja-Nueva (Altneuschul). Dependiendo de la leyenda, los judíos en Praga iban a ser expulsados o asesinados por el gobierno de Rodolfo II del Sacro Imperio Romano Germánico. Para proteger a la comunidad judía, el rabino construyó el Golem con el barro de las orillas del río Moldava, y lo trajo a la vida a través de rituales y conjuros hebreos. El Golem se llamó Josef, también conocido como Yossele. Se decía que podía hacerse invisible y convocar a los espíritus de los muertos. El único cuidado que requería el Golem era que no podía permanecer con vida en el día de reposo (Sabbath). El rabino Loew lo desactivaba los viernes por la noche quitándole el shem de su boca antes de que comenzara el día de reposo, con el fin de dejarlo descansar en sábado. Un viernes por la noche el rabino Loew se olvidó de borrar el shem, y temió que el Golem profanase el Sabbath. Tras perseguirlo, el rabino logró sacar el shem de su boca, inmovilizándose y cayéndose a pedazos delante de la sinagoga. El cuerpo del Golem se almacena en el geniza de la Sinagoga Vieja-Nueva, donde sería devuelto a la vida de nuevo si fuese necesario.

Hay que advertir que un golem es un arma de doble filo. El golem es fuerte, pero no inteligente, y si se le ordena llevar a cabo una tarea la llevará a cabo al pie de la letra, sin cuestionamiento ninguno. Famosa es la anécdota en la que la esposa del rabino le pidió al golem que fuera "al río a sacar agua", a lo que el golem accedió literalmente: fue al río, y comenzó a sacar agua del mismo sin parar, hasta que terminó por inundar la ciudad.
Philippe Semeria