Inguma

Inguma es un genio nocturno de la mitología vasca. Este ser de carácter maléfico se aparece de noche en las casas cuando sus moradores se hallan dormidos, dedicándose a apretarle la garganta a éstos y angustiarlos durante el sueño.

En Ithorrotz y Guipuzcua se invocaba a otro genio nocturno llamado Guargi o Gauargi para protegerse de la visita del Inguma y de las pesadillas. Otro remedio para evitarlo consistía en dejarle arena o granos de alguna legumbre para así se entretendrán contándolos una y otra vez, dado que como sólo sabe contar hasta cien, deberá empezar de nuevo cuando lleguen a este número. En Ezpeleta, según recoge José M. Barandiarán, se le conjura con la siguiente oración:

Inguma, henauk hire bildur,
Jinkoa eta Andre Maria
Artzentiat lagun;
Zeruan izar, lurrean belar, kostan hare,
Hek guztiak kondatu arte
Echaidela nereganat ager.
¡Inguma, no te temo!
A Dios y a Madre María tomo por protectores.
En el cielo las estrellas,
en la tierra las yerbas,
en la costa arenas.
Hasta no haberlas contado todas
no te me presentes.

Barandiarán da otra versión de estos versos usada en Sara, donde dicen esta otra formula:

Ingumes erromes,
ez niok hire beldurrez.
Jesus diat aita,
Ama berjina Ama,
Zeruko aingeru eta
saindu guztiak guarda
Inguma pedigüeña,
no te temo.
Tengo por padre a Jesús,
por madre a la Virgen Maria,
por guardas a todos los Santos
y ángeles del cielo.

Raquel Alzate

Hedley Kow

El Hedley Kow es un travieso espíritu feérico de los cuentos de hadas ingleses, relativo al pueblo de Hedley on the Hill, en Northumbria. Fue recogido en la obra de Joseph Jacobs, More English Fairy Tales, de 1894.

En el cuento, una mujer pobre se encontró una olla en un camino. Pensó que debería estar rota o agujereada para que la hubiesen dejado allí tirada, pero decidió llevársela para usarla como florero. Cuando miró en su interior descubrió maravillada que estaba llena de piezas de oro, por lo que la metió en su chal y se la llevó a casa. Cuando ya llevaba un rato con ella a cuestas decidió mirar de nuevo, pero la olla se había convertido en un lingote de plata. Pensó que así era mucho mejor que el oro, ya que así sería menos tentador para que se lo roben, y prosiguió su camino. Pasado un tiempo, volvió a mirar, pero esta vez la plata se había convertido en un trozo de hierro, y pensó que así era mucho mejor, porque sería más fácil venderlo y el dinero que le diesen en monedas estaría más a salvo que el oro o la plata. Volvió a seguir con su marcha y la tercera vez que echó un vistazo se encontró con que el hierro se había convertido en una roca, y exclamó contenta que así le serviría como tope para la puerta. Cuando por fin llegó a casa, su carga volvió a transformarse, y esta vez la roca adoptó su verdadera forma, el Hedley Kow, una criatura cambiaformas muy traviesa, que salió corriendo al trote entre risas dejando sola a la mujer. Ésta se dijo que había sido muy afortunada por ver al Hedley Kow con sus propios ojos, y entró en casa pensando en su buena suerte.

Ilustración de John D. Batten para More English Fairy Tales 

Tenjoname

El tenjōname (japonés: 天井嘗; lame techos) es un extraño yōkai de la mitología japonesa. Tal y como indica su nombre, este yōkai se dedica a lamer techos, limpiando la escarcha del invierno y la suciedad que allí se acumula. Esto es todo lo que hace este espíritu, pero si lo descubres in fraganti podrías enloquecer y morir. Al parecer fue invención de Toriyama Sekien, quien lo incluyó en su Gazu Hyakki Tsurezure Bukuro (japonés: 画図百器徒然袋; Suplemento de los cien demonios del presente y el pasado) con la siguiente descripción:
«En los cuartos con techos altos, la luz de las lámparas es oscura y se dice que en invierno hace frío, pero eso no es culpa de la persona que construyó la casa, todo es culpa del monstruo llamado tenjōname. Uno de sus lametones hace sentir escalofríos a cualquiera. Esto pensé en mi sueño».
Según Kenji Murakami, es muy probable que Sekien hubiese creado este monstruo basándose en un poema del libro Tsurezure gusa en el que se lee: «En el frío del invierno, los techos se tragan la luz de las lámparas».

Ilustración de Shigeru Mizuki

Each uisge

El each-uisge (gaélico escocés: [ɛxˈɯʃkʲə], caballo de agua), también conocido como each-uisce (anglizado como aughisky) o Ech-Ushkya en Irlanda, es un espíritu acuático del folclore escocés similar al kelpie.

El each-uisge, al igual que el kelpie, es un espíritu acuático que puede aparecer bajo el aspecto de un caballo o con forma humana, pero mientras que los kelpie moran en ríos y corrientes de agua dulce en movimiento, los each-uisge se mantienen cerca del mar y de lochs de agua dulce y marina. A parte de estas formas también podían transformarse en pony o en un enorme pájaro, similar a otro espíritu conocido como boobrie. Cualquiera que lo montase cuando aparecía como un caballo estaba a salvo siempre y cuando estuviera adentrado en tierra, lejos de la costa. Sin embargo, el más leve aroma a agua indicaba la muerte del jinete, pues la piel del each-uisge se volvería pegajosa y adhesiva, evitando que éste pudiera bajarse de él, y se precipitaría salvajemente a las profundidades del agua con su víctima. Una vez que muere ahogado el incauto jinete, el each-uisge lo despedaza y lo devora por completo, salvo el hígado, que emerge a la superficie como muestra del horrible suceso.

Por lo general se les describe como bellos caballos parados a la orilla del agua esperando a que alguien los monte. Estos caballos siempre son magníficos, elegantes y de aspecto salvaje, y sus relinchos pueden despertar a la gente de alrededor de las montañas. A parte de esto, a estas criaturas también se les dota de otras características horribles, como un ganchudo pico de 40cm de largo, enormes garras o huellas más grandes que las de un elefante. En la isla de Arran se avistó un each-uisge de color gris claro, con pico de loro y un cuerpo más grande que el de un elefante.

Cuando adoptan forma humana se aparecen como hombres encantadores y apuestos, aunque siempre hay algún detalle que los delata, como que tengan cascos de caballo, algas y arena en el pelo o cierta tendencia a quejarse de dolor. Por esto, las gentes de las Tierras Altas se muestran desconfiadas con los extraños y los animales solitarios que rondan cerca del agua, donde habitan los each-uisge. Bajo este aspecto intentan seducir a jóvenes para devorarlas, pero en algunas historias son descubiertos por los padres o hermanos de la chica y son asesinados antes de que puedan hacerle algún mal. Independientemente de la forma que tuvieran, cuando un each-uisge muere, su cuerpo se transforma en un fango gelatinoso.

Los each-uisge no sólo se alimentaban de humanos, también eran atraídos por el ganado y las ovejas, y se les podía hacer salir del agua con el olor de la carne asada. Una historia de McKay titulada Más cuentos de las Tierras Altas del este relata lo siguiente:
Un herrero de Raasay perdió a su hija por culpa de un each-uisge. Como venganza, el herrero y su hijo fabricaron unos grandes garfios en una forja que habían levantado a la orilla del loch. Entonces asaron una oveja y calentaron los ganchos hasta que estuvieron al rojo vivo. Al poco tiempo, una gran neblina salió del agua, el each-uisge surgió de las profundidades y agarró a la oveja. El herrero y su hijo lanzaron los ganchos sobre el each-uisge y tras una breve lucha mataron a la criatura. Por la mañana lo único que quedó del animal fue una masa gelatinosa.
El each-uisge podía ser fácilmente domesticado si se le colocaba unos grilletes de vaca en el cuello, haciéndolo totalmente inofensivo, pero si alguna vez se cayeran, huiría al galope hasta la seguridad de su loch, arrastrando con él, posiblemente, al que fue su amo. También se pueden domesticar si se robaba su brida mágica. Estos espíritus la usaban para ver hadas y demonios, y son vulnerables cuando no la tienen. Al igual que otras muchas criaturas, los each-uisge intentan evitar las cruces u otros símbolos religiosos.

Cada loch en Escocia tiene su propio each-uisge. El de Loch Treig era el más fiero de todos. Loch Eigheach significa «Loch del caballo», y es el hogar de un temido each-uisge que estaba dotado con un encanto mortal y un sedoso pelo gris. Cada vez que arrastraba a una víctima al agua, lanzaba un grito de triunfo.

Los encuentros con los each-uisge son muy similares a los de los kelpies. Una historia cuenta como siete niñas y un niño se encontraron a uno de estos espíritus un domingo por la tarde cerca de Aberfeldy. La criatura se les apareció bajo la forma de un pony que no dejaba de pastar hasta que la primera chica se subió a su grupa. Una por una, las otras chicas siguieron a su amiga y se subieron al pony, pero el chico notó que la espalda del animal se hacía cada vez más larga para poder abarcar a las chiquillas. Al final, el pony trató hacerse también con el chico gritándole: «¡Súbete a mi espalda!», pero el chico huyó y se resguardó tras unas rocas. Las chicas aterrorizadas se dieron cuenta de que tenían las manos pegadas al animal, y lo único que pudieron hacer fue gritar mientras se hundían en el loch.

Del mismo modo murieron los amigos del hijo del terrateniente de Kincardine en el Loch Pityoulish. El joven y sus amigos se encontraron con un caballo negro equipado con bridas, riendas y una silla de montar de plata. Los chicos se montaron en él y de repente se dieron cuenta de que se dirigían rápidamente al agua y no podían bajarse porque estaban pegados a las riendas. Por suerte, el heredero de Kincardine sólo había tocado las riendas con un dedo, y se liberó de su fatal destino cortándoselo, aunque poco pudo hacer por sus amigos, a los que vio morir a manos del caballo acuático.

Ilustración de Martin McKenna para el libro Misterstourworm and the Kelpie's Gift

Kikimora

La kikimora (ruso: кики́мора) es un espíritu femenino del folclore eslavo ligado al hogar. Es la contraparte malvada de su esposo, el domovoi. Cuando habita en una casa se establece tras el hornillo o en el sótano. Las kikimory (plural) están relacionadas con la parálisis del sueño y las pesadillas, y son la encarnación de las almas de los niños y bebés no bautizados, deformes o malditos por sus padres.

Este espíritu tiene el aspecto de una mujer delgada con una afilada cabeza animalesca dotada de cuernos, brazos largos y peludos y patas de gallo, pero por lo general solía actuar como una presencia invisible de la que sólo se podía oír su actividad. Aunque es considerada como un espíritu maligno puede ser benévola y ayudar con las tareas domésticas, el hilado y el cuidado de niños y animales, sobretodo de gallinas, si las amas de casa eran trabajadoras o si se le dejaban ofrendas. Muestran su lado más temible cuando se descuidan las tareas de la casa, por lo que empezarían a dedicarse a molestar a la familia por la noche, impidiendo que descansen al asustarlos con ruidos, provocándoles pesadillas, tirando objetos, cortándoles el pelo cuando están en la cama o castigando a los niños malos aplastándolos mientras duermen (parálisis del sueño). Que se apareciera la kikimora físicamente era presagio de mala suerte.

Kikimora - Iván Bilibin

Domovoi

El domovoi (ucraniano: домовик, domovík; ruso: домовoй, domovoy; el del hogar) es un espíritu protector del hogar del folclore eslavo. Su plural en ruso es domoviye o domovye y, en algunas versiones, se dice que tiene una esposa conocida como kikimora, la cual vive en los sótanos. Se les considera la encarnación del alma de los ancestros y por esto se les llama abuelos o maestros.

Los domovye son seres masculinos, normalmente pequeños, barbudos o cubiertos de pelo por todas partes y, a veces, tienen cola o pequeños cuernos. Según algunas tradiciones, los domovye toman la apariencia de los actuales o antiguos propietarios de la casa. En algunas historias los vecinos afirmaban haber visto al dueño de la casa en el patio mientras que, en realidad, el verdadero estaba durmiendo en la cama. También se dice que pueden adoptar la forma de gatos o perros. Por lo general no se dejan ver, pero se sabe de su presencia por los sonidos que emiten. Se dice que su voz es profunda y áspera.

Tradicionalmente se cree que cada casa tiene su domovoi, el cual vive tras el hornillo, bajo el umbral de la puerta o en los establos además de tener bajo su dominio el centro de la casa. En un hogar no puede haber más de uno de estos espíritus y, si uno nuevo intenta establecerse en un hogar, la familia intentaba espantarlo dando escobazos en las paredes y le pedían al antiguo que les ayudara para echarlo. Tener la protección de un domovoi era muy importante en el folclore eslavo y en caso de que una familia tuviera que mudarse, le pedían a su espíritu familiar que se mudara con ellos.

Este espíritu es el guardián de la casa y, si se le mantiene contento, traerá paz y orden ayudando con las tareas domésticas o el trabajo del campo. En el caso de que ocurriera algún infortunio durante la noche, como un incendio o la intrusión de ladrones, se encargaba de despertar a la familia tocándoles las caras. Para compensarle por su trabajo hay que dejarle regalos u ofrendas como leche, avena, tabaco, pan, sal o los restos de la cena, pero si la familia gandulea, abusa de su buena fe o lo desprecian, se enfurecerá y comenzará a actuar como un poltergeist, molestando con ruidos, desordenando la casa o tirando objetos. La palabra barabashka (ruso: бараба́шка; golpeador) es un término peyorativo utilizado para referirse a estos domovye furiosos. Si se le llega a enfadar de una manera incorregible, abandonará la casa, lo cual era visto como una gran catástrofe, ya que su benevolencia era esencial para la subsistencia y bienestar de la familia. En el folclore letón, el espíritu del hogar (análogo al domovoi) pinchaba ocasionalmente a los miembros de la familia mientras dormían. Si estas heridas no dolían, no había que buscarles más significado, pero si eran dolorosas quería decir que el espíritu quería echar a esa familia de la casa.

El domovoi también tenía dones proféticas y se podía predecir el futuro observando su comportamiento. Un domovoi que reía, cantaba, hacía bromas o danzaba quería decir que se avecinaban buenos tiempos, si rasgaba un peine era indicio de que habría una boda en el futuro, pero si se le oía lamentarse por las noches, apagaba velas o se presentaba visiblemente indicaba que un miembro de la casa moriría, por lo general el cabeza de familia. El contacto con el domovoi también servía para interpretar el futuro, ya que si te tocaba con su peluda mano y estaba caliente era indicio que buena fortuna, pero si estaba helada habría que prepararse para malos tiempos.

A los domovye les gustan los animales y suelen cuidar de los caballos, pero sólo de aquellos cuyo color les agrade. Si al espíritu le gusta el color del caballo, lo cuidará con sumo mimo, peinando sus crines y alimentándolo bien, llegando a robar el grano del vecino si su amo no tuviera comida para el animal. Por el contrario, si le desagrada un caballo no dejará de acosarlo, intentado que se extravíe, privándolo de comida y agua o montándolo toda la noche para que no descanse. Por esto los dueños de la casa deben averiguar qué colores prefiere el domovoi antes de adquirir un nuevo caballo.

Domovoi, un espíritu del hogar - Iván Bilibin