Diañu Burlón

El diablo burlón (asturiano: diañu burlón) es un espíritu o duende del folclore español capaz de transformarse en diversos animales e incluso en humanos. Tal y como indica su nombre, no es dañino ni peligroso, ya que se limita solamente a gastarle bromas pesadas a los incautos con los que se topa, los cuales suelen ser mozos que vuelven de fiesta o que van a cortejar a alguna muchacha por la noche. Su mito se extiende por Galicia, Asturias y Castilla y León, sobre todo por las comarcas leonesas de Los Argüellos y Arbas, pero no es infrecuente que ocasionalmente surjan en cualquier otro lugar.

Es similar al trasgo, aunque a diferencia de éste, que limita sus travesuras al ámbito doméstico, el Diañu Burlón puede actuar en las cuadras o en el bosque. Su modus operandi es similar al del phooka celta, pues su jugarreta favorita consiste en aparecerse por las noches transformado en caballo o burro y ofrecerse para que los viajeros lo monten. Lo malo viene cuando una vez en su grupa, echa a correr salvajemente hasta que lanza a su jinete contra un charco para reírse de él. Este espíritu asturiano añade a su broma que varía de tamaño y forma, estirándose, hinchándose o dando grandes saltos durante su carrera para castigar la entrepierna del pobre que lo monta.

El folclorista Jesús Callejo recoge en su libro Guía de los seres mágicos de España: Gnomos que es frecuente que los protagonistas de sus bromas se llamen Juan, o derivados de este nombre. En Salienza, concejo asturiano de Somiedo, se recuerda la aventura de un vecino llamado Juan García, a quien se le apareció un diablo burlón cuando se dirigía a regar por la noche un campo que tenía en Turria, al final de la Veiga Valbarán. En su camino iba tan cansado que imploró un caballo a Dios o incluso al Diablo, y dicho y hecho apareció un joven caballo sobre el que se montó. En ese mismo instante el caballo empezó a correr y a ponerse gordo, redondo, resbaladizo, como si fuera un balón o un globo, pero él, en lugar de caerse, al suelo, que era lo más lógico, le golpeaba con una vara en las orejas, empezando el caballo a enflaquecer y quedarse casi en los huesos, hasta que su espinazo se le clavaba en la entrepierna. Pero aun así seguía arreándole en las orejas para que se detuviese. Al final, Juan García exclamó en voz alta: «¡La Virxen! ¿Qué clase de caballón ye ésti?». Al oír el nombre de la Virgen, el diablo burlón dio un brinco y lo arrojó al suelo. Éste se levantó y echó a correr, pero a lo lejos oyó que el diablo le gritaba: «¡Tiru, tiru, rulo!... ¿Cómo va tu culo?». A lo cual el aldeano se llenó de coraje, se volvió y le replicó: «¡Tiru, tiru, beichas!... ¿Cómo van las tus orechas?».

También se cuenta que un mozo de Pría, cuando volvía de cortejar a una muchacha, se encontró con un burro que al montarlo le llevó muy lejos mientras se reía. A otro de Purón, el burro le enflaqueció y a un tercero, le tiró al suelo y dijo: «ahora tócate llevarme tú a mí».

Como acabamos de ver, para librarse de un diablo burlón habría que invocar o mencionar a alguna potencia celestial, por lo general «¡Xesús, Xosé y María!». Una de las fórmulas para espantarle, recogida en el concejo asturiano de Allande, es recitarle esta oración en bable, aunque en el oriente asturiano el canto varía ligeramente:

Versión de Allande
Versión del Oriente asturiano
Jesús, María y Xoxé
si yes el Diañu
de ti arreniego
mal añu pa ti
doite mierda de gatu negru
la cruz te lago
veite a las Peñas de Fontoira.
Jesús, María y José
Si eres el Diablo,
de ti reniego
Mierda de gatu p'al diablu
Vete pa' la Peña

A parte de en burro y en caballo, el diablo burlón también puede transformarse en gallo, carnero, vaca, puercoespín, sapo, lobo (como en la localidad leonesa de Almuzara) o en un perro negro (en Millaró, también de León). Otras veces en un niño o un hombre normal y corriente que habla, se ríe y se burla de todos hasta que desaparece de repente, soltando una risa estruendosa o canturreando alguna cancioncilla burlesca.

En San Miguel del Río, aldea situada en el antiguo camino real de León a Asturias, existe el mito del diablo burlón tanto en forma de gallo como de cabrito. En la de gallo, la moza que lo encuentra lo lleva a la cueva del Saborín para hacer lumbre y calentarlo, saliendo al final volando y canturreando una canción que diría: «Ijujú, que te comí la merienda; ijujú, que te la comí; ijujú, que te vi las tetas; ijujú, que te las vi».

Una variante de este tipo de broma se recuerda en las localidades de Teverga (Asturias) y en la de San Miguel del Río (León), donde una anciana recogió un cabrito pequeño que tenía una pata rota y estaba casi muerto de frío, llevándolo a casa envuelto en un mandil. Al verlo tan famélico le hizo comer sopas de boroña (pan de maíz), lo acunó y luego lo acostó en su propia habitación. La mujer se desvistió para irse a la cama y, como tenía por costumbre, antes de acostarse se santiguó, por lo que el fingido cabrito, al ver esto, se puso en pie, dando un estornudo y gritando: «Ayayay, que comí sopeso
Ayayay, que les comí. Ayayay, que vi el culo. Ayayay, que te lo vi». Y al decir la última estrofa salió por la chimenea.

Otras veces, este mismo cabrito es cogido por algún mozo fornido y lo lleva al hombro en dirección a su casa, pero, según va caminando, el animalito va pesando más y más, hasta que el muchacho agotado lo deja caer al suelo. Entonces el cabrito se transforma súbitamente en diañu dando una pirueta. Para colmo de todos los males, le orina encima y luego, por si hay represalias, pone los pies en polvorosa.

De manera similar a los relatos anteriores, el diablo burlón engatusa a las mozas convirtiéndose en bebé. En una historia, tres jóvenes del concejo de Allande se quedaron dormidas mientras molían maíz por la noche. Al alba, cuando despertaron, oyeron el llanto de un bebé recién nacido y empezaron a discutir sobre cuál de ellas era la madre del niño. Al final, una de ellas se compadeció del bebé y se lo llevó para cuidarlo hasta que apareciese su madre. Cuando la moza llegó a su casa, encendió un buen fuego, calentó agua y con ella lavó al rapaz. Después lo secó cuidadosamente y, llenándolo de caricias, le puso pañales limpios y lo envolvió en una manta diciéndole: «¡Probín! Calla, que te vaya preparar lechecita caliente, y mientras tanto vaya ponerte aquí, junto al fuego». Cuando la moza estaba cogiendo un cazo para calentar leche, el supuesto niño dio un brinco espectacular y dijo socarronamente: «¡Cucurucú! ¡Amantásteme, calestásteme y secásteme el cú!».

Diañu burlón transformado en gallo - Ilustración de Manuel Díez
para la Guía de los seres mágicos de España: Gnomos de Jesús Callejo

Gorgon

Gorgon Aix (griego: Γοργω Αιξ; cabra/tormenta terrible) era posiblemente la antigua y primigenia gorgona que mató Zeus y cuya cabeza colocó en su égida al inicio de la Titanomaquia. Durante la Ilíada, Zeus le entregó la temible égida a su hija Atenea:
«Por su parte, Atenea, hija de Zeus, portador de la égida, dejó resbalar sobre el umbral de su padre el delicado vestido bordado, fabricado con la labor de sus propias manos, y vistiéndose con la túnica de Zeus, que las nubes acumula, se fue equipando con las armas para el lacrimógeno combate. A ambos lados de los hombros se echó la floqueada égida terrible, cuyo contorno entero está aureolado por la Huida; en ella está la Disputa; el Coraje; el gélido Ataque, en ella está la cabeza de Gorgona, terrible monstruo, espantosa y pavorosa, prodigio de Zeus, portador de la égida».
Ilíada, Canto V. 733; Homero.
Esta criatura de sexo ambiguo, pues se representaba como una mujer con barbas o un hombre con atributos femeninos, era hija de Tifón y Equidna según lo escrito en las Fábulas de Higino, donde también se dice que fue, junto a Ceto, el padre de las Gorgonas Euriale, Esteno y Medusa. A pesar de esto, en la Astronomía poética del mismo autor, se decía que era hija de Helios y se mezclaba su mito con el de la cabra nodriza de Zeus, Amaltea:
«Sobre el hombro izquierdo de la constelación del Auriga está la estrella Capra [...]. Algunos han llamado a Aix la hija de Helios. Ésta sobrepasaba a todos con la belleza de su cuerpo pero, en contraste con su hermosura, tenía la más horrible de las caras. Aterrados por ella, los titanes le suplicaron a Gea que la ocultara y se dice que la escondió en una cueva en la isla de Creta. Después se convirtió en la nodriza de Jove, tal y como se había dicho antes (refiriéndose al mito de la cabra Amaltea). Pero cuando Júpiter, seguro en su juventud, estaba preparándose para la guerra contra los titanes, una predicción del oráculo le dijo que si deseaba ganar debía llevar en batalla para protegerse la piel de una cabra y la cabeza de la Gorgona. Los griegos llaman a esta piel la égida. Así, Júpiter, superando a los titanes, ganó posesión del reino. Cubriendo los huesos restantes de la cabra con una piel, les devolvió la vida y les inmortalizó entre las estrellas. Tras esto, le dio a Minerva la égida que le había protegido en su victoria».
Astronómicas, Libro II; Higino.
Gorgoneion, símbolo protector con una cabeza de Gorgona - Tondo de un kílix ático de cerámica de figuras negras.