Simiot

En la frontera entre Francia y Cataluña, en la zona pirenáica oriental, se encuentran leyendas sobre los simiots, unos seres malignos del folklore catalán mitad hombre y mitad bestia. Según su nombre, su aspecto puede ser similar al de un simio y, por lo general, se les describe como criaturas peludas con cuernos, una larga cola y garras en lugar de manos. Habitan en los árboles del Valle del Tec y tienen la capacidad de invocar con sus gritos tempestades, vientos y granizos que destrozan los cultivos. Por las noches descienden de las montañas y se cuelan por las chimeneas en las casas de los poblados vecinos para aterrorizar a los lugareños y secuestrar niños. Algunos folkloristas, como Joan Amades, los comparan con antiguas divinidades silvestres como los faunos, los sátiros o el dios Pan, por lo que también se les suele atribuir patas de cabra. El mismo autor recogió en su Costumari Catalá la creencia en que los simiots tenían un rey que se distinguía de sus súbditos por su pelaje, ya fuera porque era siete veces más largo de lo normal o porque estaba cubierto de hierba.

Una plaga de estas criaturas asoló la región de Arles del Tec, haciendo que se perdieran cosechas, muriera el ganado, se secaran las fuentes y que no cayera una gota de cielo. El abad del monasterio de Arles, en Vallespir, llamado Arnús o Arnulf, supo por inspiración divina que aquella terrible plaga podría conjurarse con los cuerpos de unos santos. Emprendió un viaje a Roma y oró ante los sepulcros de san Pablo y san Pedro. El Papa de la época pasó cerca de él mientras rezaba y lo vio orar con tal fervor y devoción que entendió que un gran mal y necesidad le había llevado hasta allí. Cuando acabó de rezar, el Papa le preguntó el motivo de su viaje y, al escuchar su historia, le dijo que siguiera rezando con la misma pasión, tarde o temprano recibiría una respuesta divina de qué santos le servirían de ayuda. Arnús siguió con sus rezos y esa misma noche surgió un resplandor y un dulce olor de los sepulcros de san Abdón y san Senén. Éstos fueron, según las leyendas, reyes persas que abrazaron el cristianismo y por esto fueron martirizados. A pesar de no tener nada que ver con Cataluña, sus cuerpos fueron trasladados a Arles, cuya presencia espantó mágicamente a los simiots y devolvió la tranquilidad a la zona. Por este logro, son conocidos en la región con los apelativos cariñosos de sant Nin y sant Non, patrones de la agricultura.

Joan Amades sigue diciendo en su Costumari Catalá que la noche del 31 de diciembre los simiots volvían a las andadas y era peligroso salir de los pueblos o adentrarse en los bosques cuando empezaba a oscurecer. En El gran libre de les criatures fantàstiques de Catalunya se cuenta que que un campesino de Montboló, localidad vecina de Arles, sorprendió a dos brujas intentando convocar a los simiots para provocar tempestades, pero la protección de los santos sobre el lugar se lo impidió. Por esto se celebra cada 30 de julio la procesión de la Rodella. Aunque los santos protegían a Arles, los simiots volvieron a aparecer a principios del siglo XV en Batet, Begudà y Santa Pau, en la Garrotxa, ya que aquellas tierras fueron invadidas por unos extraños animales muy peludos y de gran fuerza. Por esta razón fue levantada una capilla en honor a san Abdón y san Senén en la cima del Puigsacreu y se compusieron unos cantos para contar con su proteccion:

Des del cim de Puigsacreu us cantarem amb gaubança: Abdó i Senen, sants de Déu, és Crist nostra esperança.
[...]
Vostres cossos venerats per Arnulf i l'abadia, els simiots, desterrats per salvar la pagestia.
Desde la cima de Puigsacreu os cantaremos con regocijo: Abdón y Senen, santos de Dios, es Cristo nuestra esperanza.
[...]
Vuestros cuerpos venerados por Arnulf y la abadía, los simiots desterrados para salvar la agricultura.

Comisión encargada a _723______