Filóstrato de Atenas escribió La vida de Apolonio de Tiana. Este libro describe extensamente los supuestos viajes que realizó Apolonio a Italia, Hispania, Nubia, Mesopotamia y la India; en esta última región narró como los indígenas cazaban dragones y los diferentes tipos de estas bestias que vivían en sus tierras.
Libro III
La cacería de dragones
Al descender del monte dicen que asistieron a una cacería de dragones, acerca de la que es obligado hablar. Pues muy necio seria que acerca de la liebre y de como se captura y debe capturarse hayan dicho muchas cosas los que se preocupan por estos temas, y que pasáramos por alto la narración de una caza noble y prodigiosa, ni siquiera omitida por el sabio en cuyo honor escribí estos relatos.Toda la región de la India esta, efectivamente, cubierta por dragones de enormes proporciones; llenos sus pantanos, llenos sus montes, ni una colina libre de ellos. Los palustres son perezosos y de treinta codos de largo. No les crece cresta, sino que son semejantes a las dragonas, bastante negros por la espalda y menos escamosos que los demás. Se ha ocupado de su descripción, de modo mas sabio que los demás poetas, Homero, que dejó dicho que el dragón de Áulide, que vivía cerca de la fuente, era leonado de lomo (Ilíada II 308); pero los demás poetas afirman que su congénere del bosque de Nemea tenia una cresta, cosa que no podríamos encontrar en los palustres.
Los que se hallan al abrigo de los cerros y las cumbres se lanzan a los llanos para la caza y superan a los palustres en todo, pues alcanzan más tamaño, se mueven más deprisa que los ríos más veloces y nada puede huir de ellos. Les sale asimismo una cresta que, de jóvenes, se eleva hasta una altura moderada, pero, de adultos, crece con ellos y alcanza gran tamaño. Es cuando ellos se vuelven rojos y con el lomo aserrado. Estos tienen una barba incipiente y llevan el cuello levantado hacia arriba; brillan sus escamas como plata; las niñas de sus ojos son una piedra ígnea y afirman que su poder es irresistible para muchos propósitos secretos. Resulta para los cazadores un hallazgo el del llano cuando hace presa en un elefante, pues ello representa la muerte de ambos animales. La presa para los que cazan dragones son los ojos, la piel y los dientes. Estos, en muchos aspectos, son semejantes a los de los jabalíes de mayor tamaño, pero más finos, torcidos y de punta no desgastable por el uso, como los de los grandes peces.
Los dragones de la montaña presentan escamas doradas. De tamaño mayor que los de la llanura, su barba es ensortijada, también dorada. Tienen sus cejas más prominentes que los de la llanura, y su ojo se hunde bajo la ceja, terrible y de mirada descarada. Emiten un sonido casi de bronce cuando reptan por tierra. De sus crestas, que son rojas como el fuego, brota una llama mayor que la de una antorcha. Estos hacen también presa de los elefantes, y ellos son presa de los indios del modo siguiente: tras bordar unas letras de oro en un manto tejido de escarlata, lo ponen delante de la guarida. Una vez que provocan con ensalmos en las letras el sueño por el cual siente vencidos sus ojos el dragón, aun cuando son inamovibles, pronuncian asimismo sobre él muchos ensalmos de la sabiduría secreta, por los que se ve inducido, así que, sacando su cuello de la guarida, se queda dormido sobre las letras. Por consiguiente, los indios, cayendo sobre él mientras yace, lo despachan a hachazos y, tras cortarle la cabeza, le arrebatan las piedras que hay en ella. Dicen que hay acumuladas en las cabezas de los dragones del monte unas piedras; en cuanto a su aspecto, brillantes y con destellos de todos los colores, y en cuanto a su poder, mágicas como el anillo que dicen que llegó a poseer Giges. Muchas veces, sin embargo, haciendo presa del indio con hacha y todo, pese a su destreza, se marcha llevandoselo a su guarida, bamboleando casi el monte. Dicen que éstos habitan también los montes alrededor del Mar Rojo y afirman que se oye su terrible silbido y que, bajando al mar, se adentran mucho en las aguas. En cuanto a los años que alcanza este animal, es cosa imposible de saber e inverosímil de decir. Esto es todo lo que sé acerca de los dragones. La ciudad que hay al pie del monte, que es muy grande, dicen que se llama Paraca y que en su centro hay consagradas muchísimas cabezas de dragones, pues los indios de alli se ejercitan en esta caza desde jóvenes. Dicen también que comprenden cuanto dicen y piensan los animales si se alimentan, sea con el corazón, sea con el hígado del dragón.
Caza de dragones - Giovanni Stradano |