Orabou

El naturalista André Thevet habló en su Cosmografía universal sobre una gran montaña que le llamó la atención cuando se encontraba navegando el mar Rojo. Este promontorio era conocido como Marzouan, aunque antiguamente se llamaba Orabou por la gran cantidad de peces de esta especie que se criaban en las aguas de sus alrededores.

Los árabes que habitaban esta montaña sufrían de cálculos renales más que cualquier otro pueblo del mundo ya que se alimentaban del orabou, cuyo sabor era tan horrendo que el propio Thevet llegó a afirmar que era preferible comer carne de camello viejo o de mastín libanés antes que la del pez. Por suerte, la grasa derretida del propio animal, mezclada con ciclamen y polvo de mineral, servía como remedio contra los cálculos renales que producía su consumo.

Thevet apenas describió al animal y sólo dijo de él que medía unos nueve pies de largo (2,70 m) y que estaba cubierto de escamas muy resistentes, aunque no tan fuertes como las de los cocodrilos. Ambroise Paré, que lo llamó erróneamente orobon, sólo añadió a su descripción que era muy violento contra otros peces. La imagen con la que acompañaron sus obras nos muestra un animal que dista bastante de un pez ordinario, ya que plasmaron al orabou como una bestia con orejas y un feroz rostro barbado similar al de un gato; además tenía cuatro patas terminadas en garras palmípedas y su espalda estaba jorobada y cubierta de espinas.

Grabado de La cosmografía universal de André Thevet

Fuentes

A Book of Creatures: Orabou.
Paré, Ambroise: Les oeuvres d'Ambroise Paré. Nicolas Buon, Paris (1579).
Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).
Thevet, André: La cosmographie universelle d'André Thevet (vol. I). Guillaume Chaudiere, Paris (1575).

Shokera

Toriyama Sekien plasmó en su Gazu hyakki yakō (japonés: 画図百鬼夜行; Desfile nocturno de los cien demonios ilustrado) a un extraño diablo de piel oscura espiando por el tragaluz de una casa. Este es el yokai conocido como Shōkera (japonés: しょうけら; Espíritu grillo topo), pero como el autor no añadió ninguna descripción ni carácteres chinos para escribir su nombre, poco más se sabe de él.

Según el kōshin, una creencia japonesa de origen taoísta, cada sesenta días siguiendo el ciclo sexagesimal chino se producía una noche conocida como kōshin machi. Es en estas noches cuando los sanshi, tres insectos que viven dentro de los humanos, salen del cuerpo mientras la gente duerme y van a informar al Emperador de los Cielos de todas las buenas y malas acciones que hemos cometido. Con la información recabada por estos insectos, el Emperador del Cielo estimaba cuánto tiempo de vida acortará o alargará a cada persona. Por eso, aquellos que tenían mala conciencia por sus actos pasaban estas noches en vela para evitar que los sanshi salieran de su cuerpo.

El folklorista Shigeru Mizuki afirmó que existe un conjuro que dice «Shōkera, atraviesa mis tripas, que son tu morada, si no duermo o si duermo, si duermo o si no duermo». Si alguien lo decía en voz alta evitaba que los sanshi le perjudicasen, por lo que interpretó que el shōkera era uno de estos insectos sobrenaturales que, una vez ha salido del cuerpo, espía nuestras acciones desde las ventanas y tragaluces de nuestros hogares antes de ascender al Cielo. Por su parte, Matthew Meyer cree que los Shōkera se encargan de vigilar durante el kōshin machi que nadie se quede despierto para entorpecer el trabajo de los sanshi, acechando a aquellos que se atrevan a violar las leyes celestiales.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.
Misarin.net: Shokera.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 2. Satori, Gijón, 2018.
Sekien, Toriyama: Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón. Quaterni, Madrid, 2014.

Lobo marino

Pierre Belon, médico y naturalista del siglo XVI, describió en su obra De aquatilibus al lobo marino (latín: lupus marinus), un extraño animal avistado en las costas del océano británico y del que no se había escrito nada hasta aquel momento. Fue llamado así porque en apariencia es bastante similar a un lobo común y corriente, aunque su dieta se basa principalmente en pescado y puede vivir tanto en el agua como en tierra.

La cabeza de estos animales es grande y peligrosa, con el hocico y los dientes como los de los perros. Tienen la boca poblada por una barba robusta y los ojos ensombrecidos por el pelo que les crece alrededor. Su pelaje, adornado por distintivas manchas negras, es erizado y áspero, sobretodo por la espalda. Lo que más destacaba de su anatomía era la cola, gruesa, oblonga y de espeso pelaje. Al parecer pueden vivir muchos años domesticados y en cautividad.

Grabado del libro The history of four-footed beasts, de Edward Topsell

Fuentes

Belon, Pierre: De aquatilibus II. Parisiis, Apud Carolum Stephanum (1553).
Gesner, Conrad: Historiae animalium I. Francofurti, Bibliopolio Cambieriano (1602).
Topsell, Edward: The history of four-footed beasts and serpents. E. Cotes, Londres (1658).

Ohaguro bettari

En Japón, entre los períodos Heian y Edo, era popular entre las mujeres de alta alcurnia o que estaban a punto de casarse el teñirse los dientes de negro mediante una técnica conocida como ohaguro. Con esta siniestra sonrisa se aparece de noche en las afueras de los pueblos, cerca de templos poco transitados, el yokai conocido como Ohaguro bettari (japonés: お歯黒べったり; Dientes ennegreidos).

Este espíritu tiene el aspecto de una hermosa mujer vestida con un lujoso kimono, pero siempre procura ocultar su cara. Cuando alguien entabla conversación con ella, ya sea por lujuria o por simple amabilidad, se gira hacia su interlocutor y le muestra un rostro blanquecino totalmente plano y sin facciones. A diferencia de otros yokai, como el nopperabo, la Ohaguro bettari tiene una horripilante sonrisa llena de dientes ennegrecidos. Tal vez se trate de un yokai nacido de la frustración de una mujer que tenía los dientes teñidos de negro, aunque muchos piensan que simplemente son animales capaces de cambiar de aspecto, como los tanuki, mujina o kitsune, que adoptan esta forma para divertirse y asustar a los humanos.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.
Misarin.net: Ohaguro bettari.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 2. Satori, Gijón, 2018. Sekien, Toriyama: Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón. Quaterni, Madrid, 2014.

Huspalim

El explorador André Thevet mencionó en su Cosmografía universal a unas bestias conocidas como Huspalim o Hulpalim que habitaban en la isla de Socotra. Al parecer sólo se alimentaban de viento y físicamente eran tan grandes como una marmota etíope, tenían la piel roja y moteada, la cabeza esférica como una bola y los pies redondos y planos, sin uñas para atacar. La imagen con la que ilustra a este animal en su obra se basa en una piel que el propio Thevet poseía y lo representó con una cara parecida a la de un mono con orejas redondas. Los nativos del lugar sabían aprovechar su grasa para hacer remedios contra los picores y rozaduras y, según Ambroise Paré, también comían su dura carne después de ablandarla a bastonazos.

Grabado de La cosmografía universal, obra de André Thevet

Fuentes

Paré, Ambroise: Les oeuvres d'Ambroise Paré. Nicolas Buon, Paris (1579).
Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).
Thevet, André: La cosmographie universelle d'André Thevet (vol. I). Guillaume Chaudiere, Paris (1575).

Saka onna

Una saka onna (japonés: 逆女; mujer cabeza abajo), también conocida como sakasama yūrei (japonés: さかさまの幽霊; fantasma cabeza abajo), es el espectro de una mujer que murió asesinada siendo arrojada al mar o a un pozo, de ahí que se manifiesten como si estuvieran cayendo cabeza abajo. Se cree que siguen en este mundo porque están atadas por algún rencor pendiente o porque no pueden alcanzar la paz budista y ahora van de cabeza al infierno.

Suelen aparecer de noche en lugares solitarios, pero también lo pueden hacer en el interior de las casas o en los jardines de alrededor. Shigeru Mizuki recogió la leyenda de una saka onna que apareció en los retretes de una casa y le dio un susto terrible a la sirvienta del hogar y, del mismo modo, a un padre y su hijo que se encontraban en el repecho de su casa al anochecer. Tras el susto inicial, se esfuman tan rápido como vinieron y no hacen ningún daño a quienes fueron testigos de su presencia.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 2. Satori, Gijón, 2018.

Aloés

André Thevet, cosmógrafo francés del siglo XVI, afirmó haber visto en sus expediciones a La Española a un extraño pez al que los habitantes del lugar llamaban Aloés. Según su descripción, este animal carecía de escamas y era prácticamente idéntico a una oca tanto en aspecto como en tamaño salvo por las cuatro aletas que tenía bajo el vientre y un bulto en forma de pera que le remataba la cabeza. El autor no mencionó nada más sobre estos animales salvo que los veía nadando cerca de sus barcos junto a otros bancos de peces.

Ilustración de la Cosmografía universal, obra de André Thevet

Fuentes

A Book of Creatures: Aloes.
Paré, Ambroise: Les oeuvres d'Ambroise Paré. Nicolas Buon, Paris (1579).
Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).
Thevet, André: La cosmographie universelle d'André Thevet (vol. II). Guillaume Chaudiere, Paris (1575).

Taka onna

La taka onna (japonés: 高女; mujer alta) es un yokai femenino que aprovecha su estatura sobrenatural para espiar por la ventana a las parejas que mantienen relaciones en las casas de citas. En un principio parecen mujeres normales y corrientes que deambulan por los yūkaku, barrios dedicados a la prostitución, pero cuando nadie se lo espera, estiran sus piernas y cuerpo hasta llegar a las ventanas de los pisos superiores de los burdeles.

Es posible que originariamente fuesen mujeres demasiado feas que en vida no pudieron casarse o dedicarse a la prostitución, por lo que una vez muertas, espían a otras parejas contemplando los placeres que nunca pudieron gozar. Por su modo de actuar y la zona donde aparecen, son bastante similares al byobu nozoki y a la kerakera onna.

En un principio no son peligrosas ni atacan a los humanos, aunque Shigeru Mizuki recogió una leyenda de la prefectura de Wakayama sobre un espíritu similar al que llamó taka nyōbō (japonés: 高女房; esposa alta). Este yokai parecía por completo una mujer normal, hasta se casó con un comerciante de madera al que ayudaba con sus tareas. Con el tiempo, la mujer fue devorando uno a uno a los treinta trabajadores de su esposo y éste no descubrió su secreto hasta que una noche en la que fingía estar dormido la descubrió adoptando su verdadera forma: la de una mujer demoníaca de dos metros de alto. Aquella noche vio cómo se sumergía en un pozo y salía de él nuavemente con el aspecto de una hermosa mujer, aunque sus piernas se habían alargado tanto que llegaban hasta el fondo del pozo. El marido entonces entró en pánico y logró escapar de ella.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.
Misarin.net: Taka onna.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 2. Satori, Gijón, 2018.

Hoga

André Thevet, explorador francés del siglo XVI, describió en el tomo II de su Cosmografía universal a una criatura acuática que habitaba en el lago de Texcoco, masa de agua sobre la que se erigía la ciudad de Tenochtitlan. Este pez, que era tan grande como una foca, era conocido por los nativos del lugar y los españoles invasores como Hoga, ya que le gustaba pasar la mayor parte del tiempo en la orilla del lago alimentándose de las hojas que caían de un árbol del mismo nombre. Por su parte, los indígenas del sur lo conocían como andura, palabra que también utilizaban para referirse al murciélago vampiro.

Pese a que Thevet clasificó a este animal como un pez, también aseguraba que paría a sus crías vivas y que tenía la cabeza y las orejas muy parecidas a las de un cerdo. Además tenía cinco bigotes de medio palmo de largo similares a los de los barbos y su carne era muy rica, con un gusto semejante al del atún blanco. La piel de esta criatura tenía la capacidad de cambiar de color y aquellos que lo contemplaban nadando podían ver cómo adoptaba tonos verdes, amarillos y rojos. El propio Thevet tuvo la piel de un Hoga en su oficina, pero como no la conservó debidamente, fue estropeada por las alimañas.

Pese a que le gustaba alimentarse de las hojas de los árboles, como se ha dicho anteriormente, el hoga era de caracter violento y devoraba a cualquier otro pez que se cruzaba en su camino, incluso a los que le superaban en tamaño. Por esto los nativos del lugar tenían en mayor consideración a los que más ejemplares mataban, pues si este animal llegaba a colarse en algún vivero causaría estragos.

Ilustración de Discours d’Ambroise Paré

Fuentes

A Book of Creatures: Hoga.
Paré, Ambroise: Discours d’Ambroise Paré. Gabriel Buon, Paris (1582).
Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).
Thevet, André: La cosmographie universelle d'André Thevet (vol. II). Guillaume Chaudiere, Paris (1575).

Nobiagari

En Japón conocen como nobiagari (japonés: 伸上り; el que se estira) a los yokai que crecen de tamaño conforme se les mira. La tradición oral de las prefecturas de Yamaguchi y Shimane ha mantenido con vida otros nombres para estos espectros, como shidai-daka o shidai-zaka (japonés: 次第高; el que se agranda).

Por lo general aparecen como oscuras figuras borrosas o columnas de humo a un lado del camino, pero también pueden adoptar la forma de un monje o sacerdote humano. En este último caso son conocidos por diferentes nombres, como taka nyūdō, ōnyūdō, mikoshi nyūdō, etc. Basta con no seguirles el juego y mantener la mirada baja o mirarles de la cabeza a los pies para que desaparezcan y te dejen en paz.

En la prefectura de Ehime se cree que son jugarretas causadas por las nutrias y, cuando su víctima queda desprotegida de tanto mirar hacia arriba, se lanzan a morderle el cuello. Para deshacerse de esta aparición basta con darle una patada al falso gigante a unos 30 cm de altura del suelo, donde estaría el verdadero animal. En la prefectura de Tokushima es bastante común la actividad de los tanuki, por los que se les atribuye a estos animales la aparición de misteriosas figuras que se agrandan al mirarlas.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Meyer, Matthew: Nobiagari.
Misarin.net: Nobiagari.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 2. Satori, Gijón, 2018.

Thanacth

El Thanacth es una de las muchas criaturas monstruosas que describió André Thevet en su Cosmografía universal. Según lo que afirmaba en su obra, el autor francés vio en persona a este animal siendo transportado por unos indios de Calicut cuando se encontraba en uno de sus viajes por el mar Rojo.

La bestia en cuestión, cuyo pelaje era de un color tostado, tenía el tamaño y proporciones de un tigre, aunque carecía de cola y sus patas delanteras terminaban en manos humanas. Sin embargo, lo más sorprendente de su fisionomía era su cabeza, semejante a la de un hombre bien formado salvo por la nariz, que era chata, y que tenía el pelo negro y encrespado como el de los africanos. Los indios de su tierra natal cazaban a estos animales con arcos y flechas para comerse su carne.

Grabado de La Cosmografía universal de André Thevet

Fuentes

Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).
Thevet, André: La cosmographie universelle d'André Thevet (vol. I). Guillaume Chaudiere, Paris (1575).

Isonade

Isonade (japonés: 磯なで o 磯撫で; el que acaricia la costa) es un yokai marino que se aparece en las aguas de la costa oeste de Japón. Su aspecto es similar al de un gran tiburón, pero su cola es muy ancha y está recubierta de unas espinas con las que engancha a sus presas, ya sean peces, pescadores desprevenidos o barcas enteras.

Pese a su gran tamaño, puede nadar tan sutilmente que no perturba el agua a su paso, de ahí su nombre y que sea casi imposible avistarlo antes de que ataque. Lo último que ven los marineros que se convierten en sus víctimas es cómo se oscurece el agua y aparece de la nada una gran aleta caudal que se les engancha en la ropa y los arrastra al fondo del mar. Se cree que los isonade sólo aparecen cuando el viento sopla del norte y cambian las corrientes oceánicas, pero cuando uno se da cuenta de ello ya es demasiado tarde para ponerse a salvo.

Ilustración del Ehon hyaku monogatari

Fuentes

Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.
Misarin.net: Isonade.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 1. Satori, Gijón, 2017.