Oréades

Según la mitología griega, las Oréades son las ninfas que custodian y protegen las grutas y las montañas. A veces también eran conocidas por nombres derivados de las montañas concretas que habitaban, como Citerónides (Κιθαιρωνίδες), Pelíades (Πηλιάδες), Coricias (Κορύκιαι), etc. Una de las oréades más famosas fue Eco que, privada por la diosa Hera de la facultad de hablar, sólo podía repetir las últimas palabras de lo que se le decía.

John William Waterhouse - Eco y Narciso 
Eco (en griego antiguo, Ἠχώ: Êkhố) era una oréade del monte Helicón que gozaba de una hermosa voz y del don de la elocuencia. En La metamorfosis de Ovidio, la celosa Hera estaba en constante vigilancia para evitar que Zeus, su marido, le fuese infiel con alguno de sus numerosos amoríos. Aunque siempre estaba atenta, Eco, enviada por Zeus, se encargaba de distraerla con largas conversaciones mientras el dios del rayo mantenía aventuras amorosas. Cuando Hera descubrió el engaño, castigó a Eco quitándole la voz y obligándola a repetir la última palabra que decía la persona con la que mantuviera una conversación. Incapaz de tomar la iniciativa, limitada a sólo a repetir las palabras ajenas, Eco se apartó del trato humano.

Retirada en el campo, Eco se enamoró del hermoso pastor Narciso, hijo de la ninfa Leiriope y del dios fluvial Céfiso, mientras cazaba ciervos con unos compañeros. A pesar de que deseaba con todo su corazón llamar a Narciso, la maldición de Hera se lo impedía.

Durante la cacería, Narciso se separó de sus compañeros, y al oír los pasos de Eco, gritó: «¿Hay alguien aquí?», y Eco sólo pudo responder: «¡Aquí, aquí!». Sorprendido, Narciso le dijo: "Ven aquí", pero volvió a obtener como respuesta sus últimas palabras. Cuando Narciso vio que nadie salía de entre los árboles, pensó que el dueño de la voz estaba lejos de él y gritó de nuevo: «¡Ven!». Eco tomó esto como una muestra de amor, y saliendo de entre los árboles con los brazos abiertos le respondió: «¡Ven!». Narciso la repudió cuando se abalanzó sobre él para abrazarlo, por lo que Eco huyó avergonzada y se recluyó en una cueva donde se consumió y se convirtió en roca. Para castigar a Narciso por su engreimiento, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso.

William Bouguereau - Las oreadas

1 comentario :