El dragón de Ismenio fue una enorme serpiente de la mitología griega que guardaba una fuente consagrada a Ares cerca de la actual Tebas. Pausanias localizaba esta fuente en la colina de Ismenio en el tomo 9 de su Descripción de Grecia; de ahí su nombre. Este dragón era hijo de Ares según las Fábulas de Higino o la Biblioteca Mitológica de Apolodoro. Sus dientes, una vez sembrados en la tierra, daban origen a una raza de hombres armados.
Este dragón aparece en el mito de Cadmo, hermano de Europa, que fue raptada por Zeus transformado en toro. Siguiendo lo dicho en la Biblioteca mitológica, un oráculo le dijo a Cadmo que cejara en la búsqueda de su hermana y, con una vaca como guía, fundase una ciudad allí donde el animal cayera agotado. Oída esta profecía, se topó con una vaca en los rebaños de Pelagonte, a la que siguió hasta que se tendió en el actual emplazamiento de Tebas. Con el deseo de sacrificar la vaca a Atenea envió a varios de sus compañeros a sacar agua de la fuente de Ares, pero este dragón la custodiaba y aniquiló a la mayoría de los enviados. Cadmo mató al dragón en venganza y por consejo de Atenea sembró sus dientes. Hecho esto, surgieron de la tierra hombres armados a los que llamaron espartos. Éstos se mataron entre sí, unos en pelea involuntaria y otros por desconocimiento. Ferecides dice que Cadmo, al ver brotar de la tierra hombres armados, les arrojó piedras, y ellos, creyendo cada uno que habían sido arrojadas por el otro, comenzaron a pelear.
Atenea guardó algunos de estos dientes y se los entregó como regalo al rey Eetes. El héroe Jasón tuvo que sembrar dichos dientes si quería conseguir el vellocino de oro que tenía este rey, pero antes debía arar la tierra con unos temibles toros de bronce que respiraban fuego. La hechicera Medea, hija de Eetes, se enamoró de Jasón y decidió ayudarle en sus pruebas, dándole un ungüento que le hacía inmune al fuego y al hierro para domar a los toros y explicándole de qué manera podía vencer a los hombres que brotasen de los dientes del dragón una vez sembrados.
Ovidio describe en sus Metarmofosis a este dragón, del que dice que lucía una cresta de oro y ojos relucientes como el fuego. Además tenía el cuerpo azulado y henchido de veneno, una lengua trífida y tres hileras de dientes. Ovidio también narra cómo acabó con los compañeros de Cadmo, matándolos a mordiscos, estrangulándolos con su cuerpo de serpiente o con el veneno mortal de su aliento. Cadmo se enfrentó a la bestia cubierto con una piel de león; primero le lanzó una enorme piedra, pero sus escamas eran tan duras que ni se inmutó, pero no pudieron resistir la embestida de su lanza, con la que consiguió atravesarlo y clavarlo a una encina.
Este dragón aparece en el mito de Cadmo, hermano de Europa, que fue raptada por Zeus transformado en toro. Siguiendo lo dicho en la Biblioteca mitológica, un oráculo le dijo a Cadmo que cejara en la búsqueda de su hermana y, con una vaca como guía, fundase una ciudad allí donde el animal cayera agotado. Oída esta profecía, se topó con una vaca en los rebaños de Pelagonte, a la que siguió hasta que se tendió en el actual emplazamiento de Tebas. Con el deseo de sacrificar la vaca a Atenea envió a varios de sus compañeros a sacar agua de la fuente de Ares, pero este dragón la custodiaba y aniquiló a la mayoría de los enviados. Cadmo mató al dragón en venganza y por consejo de Atenea sembró sus dientes. Hecho esto, surgieron de la tierra hombres armados a los que llamaron espartos. Éstos se mataron entre sí, unos en pelea involuntaria y otros por desconocimiento. Ferecides dice que Cadmo, al ver brotar de la tierra hombres armados, les arrojó piedras, y ellos, creyendo cada uno que habían sido arrojadas por el otro, comenzaron a pelear.
Atenea ordenando a Cadmo que siembre los dientes del dragón - Hendrick Goltzius |
Ovidio describe en sus Metarmofosis a este dragón, del que dice que lucía una cresta de oro y ojos relucientes como el fuego. Además tenía el cuerpo azulado y henchido de veneno, una lengua trífida y tres hileras de dientes. Ovidio también narra cómo acabó con los compañeros de Cadmo, matándolos a mordiscos, estrangulándolos con su cuerpo de serpiente o con el veneno mortal de su aliento. Cadmo se enfrentó a la bestia cubierto con una piel de león; primero le lanzó una enorme piedra, pero sus escamas eran tan duras que ni se inmutó, pero no pudieron resistir la embestida de su lanza, con la que consiguió atravesarlo y clavarlo a una encina.
Peter Dennis |
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