Kallikantzaros (del griego: Καλλικάντζαρος; pl. Kallikantzaroi) son genios malvados del sureste de Europa (Grecia, Bulgaria, Serbia) y del folclore de Anatolia (Turquía). Moran bajo tierra pero salen a la superficie durante los doce días de Navidad, del 25 de diciembre al 6 de enero, durante el solsticio de invierno, cuando el sol deja de moverse. Su nombre podría venir de "kalos-kentauros, osea "bello centauro".
En el folclore griego se cree que los kallikantzaroi permanecen bajo tierra serrando el Árbol del Mundo para derribarlo junto a la Tierra. Sin embargo, cuando están a punto de serrarlo, llega la Navidad y tienen la oportunidad de salir a la superficie, olvidándose del árbol para salir a hacer travesuras y traer problemas a los humanos.
En la Epifanía (6 de enero), el sol vuelve a moverse de nuevo y deben volver al inframundo para continuar serrando, pero al volver se topan con que en su ausencia el árbol del Mundo se ha curado, así que tienen que volver a empezar de nuevo. Esto ocurre todos los años.
No hay una descripción fija de estos seres ya que son descritos de diferente manera según la región. Algunos griegos los describen con algunas partes del cuerpo de animal, como cuerpos peludos, patas de caballo o colmillos de jabalí que varían de tamaño según la historio. En otras versiones son como humanos pero de pequeño tamaño y con un olor horrible. Principalmente son seres masculinos, con caracteres sexuales exagerados. También se les imagina como seres altos, de tez negra, peludos, con ardientes ojos rojos, orejas de cabra o burro, brazos de mono, con la lengua fuera y cabezas enormes.
Sin embargo, la descripción más extendida es la de pequeños seres humanoides negros con largas colas negras, recordando así a pequeños diablillos. Suelen ser ciegos, cecean al hablar y les encanta comer ranas, gusanos y otras pequeñas criaturas.
Para protegerse de los kallikantzaroi los días que andaban sueltos la gente dejaba un colador en las puertas de sus casas, ya que estos diablillos se verían obligados a contar los agujeros del colador, con el inconveniente de que sólo pueden contar hasta dos, ya que el número tres es sagrado y si lo pronunciaran morirían. Así pasarían la noche contando «1, 2... 1, 2...» hasta que saliera el sol y tengan que buscar refugio.
Otros métodos para protegerse de estos seres consistían en dejar la chimenea encendida para evitar que entrasen en las casas por ellas, quemando el tronco de Navidad (un largo tronco que ardería los doce días de fiesta) o quemando zapatos viejos y sucios para que el mal olor los espantara. Marcar la puerta de casa con una cruz negra y quemar incienso en la víspera de Navidad también mantendría alejados a estos genios malignos.
La leyenda cuenta que cualquier niño nacido en los doce días de Navidad corría el riesgo de transformarse en un Kallikantzaros cuando alcanzase la edad adulta. Para prevenir esto se envolvía al bebé en trenzas de ajo o paja, o chamuscadole las uñas de los pies. En otras leyendas, cualquier persona nacida en sábado puede ver y hablar con los Kallikantzaroi.
En las tradiciones navideñas de Serbia se dice que las fuerzas demoníacas de todo tipo eran más activas en los doce días de Navidad (días sin bautizar). Durante estos días la gente se muestra recelosa de salir tarde o por la noche para no llamar la atención de unos diablos llamados karakondžula, ya que si se toparan con estos les saltarían a la espalda y los obligarían a llevarlos a donde quisieran hasta que los gallos anuncien el alba, liberando a sus víctimas al salir el sol.
Para protegerse de los kallikantzaroi los días que andaban sueltos la gente dejaba un colador en las puertas de sus casas, ya que estos diablillos se verían obligados a contar los agujeros del colador, con el inconveniente de que sólo pueden contar hasta dos, ya que el número tres es sagrado y si lo pronunciaran morirían. Así pasarían la noche contando «1, 2... 1, 2...» hasta que saliera el sol y tengan que buscar refugio.
Otros métodos para protegerse de estos seres consistían en dejar la chimenea encendida para evitar que entrasen en las casas por ellas, quemando el tronco de Navidad (un largo tronco que ardería los doce días de fiesta) o quemando zapatos viejos y sucios para que el mal olor los espantara. Marcar la puerta de casa con una cruz negra y quemar incienso en la víspera de Navidad también mantendría alejados a estos genios malignos.
La leyenda cuenta que cualquier niño nacido en los doce días de Navidad corría el riesgo de transformarse en un Kallikantzaros cuando alcanzase la edad adulta. Para prevenir esto se envolvía al bebé en trenzas de ajo o paja, o chamuscadole las uñas de los pies. En otras leyendas, cualquier persona nacida en sábado puede ver y hablar con los Kallikantzaroi.
En las tradiciones navideñas de Serbia se dice que las fuerzas demoníacas de todo tipo eran más activas en los doce días de Navidad (días sin bautizar). Durante estos días la gente se muestra recelosa de salir tarde o por la noche para no llamar la atención de unos diablos llamados karakondžula, ya que si se toparan con estos les saltarían a la espalda y los obligarían a llevarlos a donde quisieran hasta que los gallos anuncien el alba, liberando a sus víctimas al salir el sol.
En el norte de Anatolia, Turquía, se les conoce como Karankoncolos y aparecen durante los diez días del Zemheri (frío terrible), hacen la función de Coco y se dedican a ocultarse en las esquinas oscuras para hacer preguntas a los transeúntes. Para librarse de estos seres habría que responderles a todo con «kara» (negro) o sino hallarías la muerte en sus manos. Estos demonios también podrían llamar a la gente con la voz de sus seres queridos durante las frías noches del Zemheri, para perder a sus víctimas y que mueran congeladas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario