Una silky (inglés: sedosa) es un hada o aparición fantasmal del folklore de Reino Unido. Se presenta como una mujer vestida de seda que, al igual que los brownie y otros espíritus domésticos, se encargaba de terminar por la noche las tareas que se hubieran quedado a medias. Eso sí, si se encontraba con la casa perfectamente ordenada y limpia, sobretodo un sábado por la tarde, lo pondría todo patas arriba cuando todo el mundo se hubiera ido a la cama.
William Henderson añade en su Notes on the folk-lore of the northern counties of England que el pequeño pueblo de Black Heddon sufrió las apariciones de una silky. Era destacable su capacidad de aparecer de repente con un deslumbrante resplandor ante cualquiera que se adentrara de noche en los caminos más solitarios y oscuros. Si algún viajero iba a caballo, se sentaba trás de él, dejándole oír el crujir de la seda de su vestido durante un tiempo para luego desaparecer.
Esta silky tenía su lugar favorito en Belsay, donde hay un romántico risco lleno de árboles bajo cuya sombra le gustaba pasear por la noche. Al fondo de este risco se encuentra un pequeño lago que desemboca en una cascada y, sobre ella, un viejo árbol extiende sus finas ramas hasta que caen en la otra orilla, formando así una especie de puente similar a una silla en la que le gustaba sentarse a la silky. Por esto se conocía a ese árbol como Silky's chair (inglés: silla de la silky). Otro lugar de la localidad recibe su nombre debido a este espectro, Silky's bridge (inglés: puente de la silky), pues se dice que la silky retuvo en este lugar a los caballos que cargaban unas carretas llenas de carbón hasta que un vecino la espantó con una cruz hecha de madera de serbal, árbol protector contra las hadas.
La silky de Black Heddon desapareció de repente un día que cedió el techo de una casa y la familia se encontró con un saco lleno de oro, por lo que se creía que esta aparición era el fantasma de una mujer que murió sin contarle a nadie donde tenía guardado su tesoro.
Hubo también otra silky que vivía en la casa Denton, cerca de Newcastle. Allí vivían dos ancianas que le confiaron a sus amigos más cercanos que no habrían sido capaces ellas solas de mantener una casa tan grande como la suya si no fuera por una silky que les ayudaba limpiando, barriendo, encendiendo la chimenea o dejando ramitos de flores en las repisas. Años más tarde, las dos mujeres murieron y le cedieron su casa con la silky a un amigo suyo, pero éste no se llevaba bien con el espíritu y acabó abandonando el lugar por las trastadas constantes que le hacía.
William Henderson añade en su Notes on the folk-lore of the northern counties of England que el pequeño pueblo de Black Heddon sufrió las apariciones de una silky. Era destacable su capacidad de aparecer de repente con un deslumbrante resplandor ante cualquiera que se adentrara de noche en los caminos más solitarios y oscuros. Si algún viajero iba a caballo, se sentaba trás de él, dejándole oír el crujir de la seda de su vestido durante un tiempo para luego desaparecer.
Esta silky tenía su lugar favorito en Belsay, donde hay un romántico risco lleno de árboles bajo cuya sombra le gustaba pasear por la noche. Al fondo de este risco se encuentra un pequeño lago que desemboca en una cascada y, sobre ella, un viejo árbol extiende sus finas ramas hasta que caen en la otra orilla, formando así una especie de puente similar a una silla en la que le gustaba sentarse a la silky. Por esto se conocía a ese árbol como Silky's chair (inglés: silla de la silky). Otro lugar de la localidad recibe su nombre debido a este espectro, Silky's bridge (inglés: puente de la silky), pues se dice que la silky retuvo en este lugar a los caballos que cargaban unas carretas llenas de carbón hasta que un vecino la espantó con una cruz hecha de madera de serbal, árbol protector contra las hadas.
La silky de Black Heddon desapareció de repente un día que cedió el techo de una casa y la familia se encontró con un saco lleno de oro, por lo que se creía que esta aparición era el fantasma de una mujer que murió sin contarle a nadie donde tenía guardado su tesoro.
Hubo también otra silky que vivía en la casa Denton, cerca de Newcastle. Allí vivían dos ancianas que le confiaron a sus amigos más cercanos que no habrían sido capaces ellas solas de mantener una casa tan grande como la suya si no fuera por una silky que les ayudaba limpiando, barriendo, encendiendo la chimenea o dejando ramitos de flores en las repisas. Años más tarde, las dos mujeres murieron y le cedieron su casa con la silky a un amigo suyo, pero éste no se llevaba bien con el espíritu y acabó abandonando el lugar por las trastadas constantes que le hacía.
Grabado de una silky en Quién es quién en el mundo mágico, de Katherine Briggs |
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