Los leprechaun, también llamados lepracaun o leprecaun, son unos de los seres feéricos más famosos de Irlanda. Pese a la imagen popular que se tiene de ellos actualmente, los leprechaun no visten de verde, color reservado generalmente para la aristocracia de las hadas irlandesas, sino que van ataviados con un delantal, un sombrero de tres picos y un abrigo rojo, el color de las hadas solitarias. Son considerados los zapateros del mundo feérico, aunque lo curioso de ellos es que siempre se les ve arreglando un solo zapato, nunca pares. Por esta razón, Douglas Hyde cree que la palabra leprechaun deriva de leith bhrogan (irlandés: «zapatero de un zapato»). Gracias a sus trabajos han reunido una enorme fortuna que guardan con gran celo, pero podían ser obligados a revelar dónde la escondían si se les llegaba a atrapar. Por desgracia, la gran dificultad de esta tarea residía en que si se les perdía de vista por un instante, se escurrían de su captor como una gota de agua y ya no se les volvería a ver. William Allingham relató en su poema The Lepracaun lo escurridizo que era este personaje:
Algunos autores, como Crofton Croker, afirman que los leprechaun, los cluricaun y fear dearg son la misma criatura cuyo nombre varía según a la actividad a la que se dedicaban. Así lo mencionan también Alan Lee y Brian Froud en su obra Hadas, donde dicen que los leprechaun, cuando dejan de trabajar por la noche, se cuelan en las bodegas y se emborrachan con el alcohol que allí encuentran, recibiendo de esta manera el nombre de cluricaun. Luego, el fear dearg, sería su aspecto travieso que se dedicaba a gastar bromas de pésimo gusto. Otras teorías afirman que simplemente se tratan de tres seres feéricos solitarios diferentes.
Un famoso cuento popular irlandés titulado Tom el Listo y el Leprechaun, recogido en The fairy mythology, de Thomas Keightley, nos cuenta cómo el joven protagonista, Tom Fitzpathrick, atrapó a un leprechaun y le obligó a enseñarle dónde guardaba su tesoro. Cuando se encontraron, Tom le preguntó qué hacía trabajando cuando era día festivo, a lo que el duendecillo le contestó que eso era asunto suyo, que mejor fuera a mirar los campos de su padre, pues las vacas se habían escapado y se estaban comiendo los cultivos. Tom, dubitativo y alarmado, estuvo a punto de desviar la mirada, pero no se dejó engañar y atrapó entre sus manos al leprechaun, al que amenazó con no dejarle ir hasta que le diera su tesoro. Al final, el leprechaun llevó a Tom hasta un campo de ambrosías por los caminos más enrevesados y duros mientras éste no le quitaba la mirada de encima. Su tesoro estaba enterrado debajo de una de estas flores, pero Tom no llevaba una pala encima y todas las plantas eran idénticas, por lo que ató un lazo rojo al tallo de la indicada y dejó libre al leprechaun tras hacerle prometer que no quitaría el lazo mientras él iba a buscar una pala. Así lo prometió el leprechaun, pero cuando Tom volvió, se encontró con que todas las flores del campo tenían ahora atadas un lazo rojo.
I caught him at work one day, myself in the castle-ditch, where foxglove grows, A wrinkled, wizen'd, and beareded elf, Spectacles stuck on his pointed nose, Silver buckles to his hose, Leather apron - shoe in his lap - "Rip-rap, tip-tap, Tack-tack-too! (A grasshopper on my cap! Away the moth flew!) Buskins for a fairy prince, brogues for his son, pay me well, pay me well, Whe the job is done!" The rogue was mine, beyond a doubt, I stared at him; he stared at me; "Servant, Sir!" "Humph!" says he, And pull'd a snuff-box out. He took a long pinch, look'd better pleased, The queer little Lepracaun; Offer'd the box with a whimsical grace, Puf! he flung the dust in my face, and, while I sneezed, was gone! |
Un día, yo mismo, lo pillé trabajando, en el foso del castillo, donde las dedaleras crecen. Un elfo barbado, seco y arrugado, con nariz puntiaguda y gafas clavadas. Calzas apretadas con plateadas hebillas, delantal de cuero - un zapato sobre sus rodillas. «¡Rip-rap, tip-tap! ¡Rip-rap, tip-tap! (¡Un saltamontes en mi gorro! ¡Una polilla salió volando!) Botines para un príncipe encantado, calzado para su hijo. ¡Págame bien, págame al contado, cuando el trabajo esté terminado!» El pillo era mío, qué duda cabía. Lo miré a los ojos y él miró a los míos. «¡Criado, Señor!» «¡Veremos!», me dijo. El extraño y pequeño lepracaun con gracioso gesto, una tabaquera puso ante mi rostro. ¡Pluf!, me sopló el polvo, y yo estorundé. ¡Ya se había marchado, solo me quedé! |
Algunos autores, como Crofton Croker, afirman que los leprechaun, los cluricaun y fear dearg son la misma criatura cuyo nombre varía según a la actividad a la que se dedicaban. Así lo mencionan también Alan Lee y Brian Froud en su obra Hadas, donde dicen que los leprechaun, cuando dejan de trabajar por la noche, se cuelan en las bodegas y se emborrachan con el alcohol que allí encuentran, recibiendo de esta manera el nombre de cluricaun. Luego, el fear dearg, sería su aspecto travieso que se dedicaba a gastar bromas de pésimo gusto. Otras teorías afirman que simplemente se tratan de tres seres feéricos solitarios diferentes.
Un famoso cuento popular irlandés titulado Tom el Listo y el Leprechaun, recogido en The fairy mythology, de Thomas Keightley, nos cuenta cómo el joven protagonista, Tom Fitzpathrick, atrapó a un leprechaun y le obligó a enseñarle dónde guardaba su tesoro. Cuando se encontraron, Tom le preguntó qué hacía trabajando cuando era día festivo, a lo que el duendecillo le contestó que eso era asunto suyo, que mejor fuera a mirar los campos de su padre, pues las vacas se habían escapado y se estaban comiendo los cultivos. Tom, dubitativo y alarmado, estuvo a punto de desviar la mirada, pero no se dejó engañar y atrapó entre sus manos al leprechaun, al que amenazó con no dejarle ir hasta que le diera su tesoro. Al final, el leprechaun llevó a Tom hasta un campo de ambrosías por los caminos más enrevesados y duros mientras éste no le quitaba la mirada de encima. Su tesoro estaba enterrado debajo de una de estas flores, pero Tom no llevaba una pala encima y todas las plantas eran idénticas, por lo que ató un lazo rojo al tallo de la indicada y dejó libre al leprechaun tras hacerle prometer que no quitaría el lazo mientras él iba a buscar una pala. Así lo prometió el leprechaun, pero cuando Tom volvió, se encontró con que todas las flores del campo tenían ahora atadas un lazo rojo.
Ilustración del libro Hadas, de Alan Lee y Brian Froud |
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