El chagrin, también conocido como harginn, cagrino, buecubu o guecubu, es un espíritu maligno que el pueblo gitano del este europeo trajo consigo desde la India. Se trata de una especie de pequeño diablo que toma el aspecto de un erizo o puercoespín de color amarillo. Según la fuente, este espíritu podía medir 20 cm de ancho y largo o 45 cm de largo y 20 de ancho; a pesar de esto, en lo que sí coinciden todas las versiones es que el chagrin se dedicaba a enredar las crines de los caballos y a cabalgarlos por la noche hasta extenuarlos, dejándolos enfermizos, cansados y sudados al día siguiente.
Los gitanos, para mantener a raya a estos espíritus, realizaban un ritual en el que ataban a los caballos a una estaca untada con jugo de ajo y luego colocaban un hilo de lana rojo en forma de cruz en el suelo a cierta distancia del animal para que no deshiciera la figura con sus patas. Mientras se colocaba el hilo, debía cantarse lo siguiente:
Otro ritual consistía en tomar algo del pelo del animal, un poco de sal y sangre de murciélago; se mezclaba todo con harina y se elaboraba un pan con el que debían frotarse los cascos del caballo. Entonces se guardaba el recipiente en el que se mezclaron los ingredientes en el tronco de un gran árbol mientras se recitan estas palabras: Ac tu cin kathe, cin ádá tçutes ávlá! (romaní: «Quédate aquí hasta que se llene por completo»). Tampoco se podían deshacer ni cortar los enredos que hacían los chagrin en las crines de los caballos sin recitar antes el correspondiente encantamiento en el que se le deseaba el mal al espíritu: Cin tu jid, cin ádá bálá jiden (romaní: «Vivirás tanto como lo que van a durar estos cabellos»).
Que los chagrin cansasen a los caballos no era el único problema de los gitanos, pues su orina también provocaba hinchazones y llagas en los animales que montaban por la noche. Para curarles se debía guardar por la noche un trozo de tela roja en el agujero de un árbol y taparlo con un corcho mientras se dice: Ac tu káthe, cin áulá táv pedá, cin pedá yek ruk, cin ruk yek mánush, ko mudarel tut (romaní: «Quédate aquí hasta que el trapo se convierta en animal; el animal en árbol y el árbol en el hombre que te destruirá»). Luego, por el día, se cubrían las heridas con el trapo bendecido.
Las que más corrían el riesgo de sufrir ataques de los chagrin eran las yeguas que acababan de dar a luz, por eso, como método de protección, se les daba de beber agua en la que se han metido unas brasas encendidas sacadas tres veces del fuego y objetos de hierro tales como clavos o cuchillos. Tras esto, se pronunciaba solemnemente esta frase: Piyá tu te á ac sovnibnastár! (romaní: «Bebe y no te adormezcas»).
Los gitanos, para mantener a raya a estos espíritus, realizaban un ritual en el que ataban a los caballos a una estaca untada con jugo de ajo y luego colocaban un hilo de lana rojo en forma de cruz en el suelo a cierta distancia del animal para que no deshiciera la figura con sus patas. Mientras se colocaba el hilo, debía cantarse lo siguiente:
Sáve miseç káthe, Ác ándre lunge táve, Andre leg páshader páñi. De tu tire páñi Andre çuca Cháriñeyá, Andre tu sik mudárá! |
Todo mal se queda aquí, se queda en el hilo largo, en el próximo arroyo. ¡Dame agua! ¡Salta, chagrin! ¡Muérete allí cuanto antes! |
Otro ritual consistía en tomar algo del pelo del animal, un poco de sal y sangre de murciélago; se mezclaba todo con harina y se elaboraba un pan con el que debían frotarse los cascos del caballo. Entonces se guardaba el recipiente en el que se mezclaron los ingredientes en el tronco de un gran árbol mientras se recitan estas palabras: Ac tu cin kathe, cin ádá tçutes ávlá! (romaní: «Quédate aquí hasta que se llene por completo»). Tampoco se podían deshacer ni cortar los enredos que hacían los chagrin en las crines de los caballos sin recitar antes el correspondiente encantamiento en el que se le deseaba el mal al espíritu: Cin tu jid, cin ádá bálá jiden (romaní: «Vivirás tanto como lo que van a durar estos cabellos»).
Que los chagrin cansasen a los caballos no era el único problema de los gitanos, pues su orina también provocaba hinchazones y llagas en los animales que montaban por la noche. Para curarles se debía guardar por la noche un trozo de tela roja en el agujero de un árbol y taparlo con un corcho mientras se dice: Ac tu káthe, cin áulá táv pedá, cin pedá yek ruk, cin ruk yek mánush, ko mudarel tut (romaní: «Quédate aquí hasta que el trapo se convierta en animal; el animal en árbol y el árbol en el hombre que te destruirá»). Luego, por el día, se cubrían las heridas con el trapo bendecido.
Las que más corrían el riesgo de sufrir ataques de los chagrin eran las yeguas que acababan de dar a luz, por eso, como método de protección, se les daba de beber agua en la que se han metido unas brasas encendidas sacadas tres veces del fuego y objetos de hierro tales como clavos o cuchillos. Tras esto, se pronunciaba solemnemente esta frase: Piyá tu te á ac sovnibnastár! (romaní: «Bebe y no te adormezcas»).
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Ilustración del libro Hadas, de Alan Lee y Brian Froud |
Fuentes
Bane, Theresa: Encyclipedia of demons in world religions and culture. McFarland and Company, Inc., North Carolina (2012).Godfrey Leland, Charles: Gypsy sorcery and fortune telling. University books, USA (1962).
Lecouteux, Claude: Dictionary of gypsy mythology. Charms, rites, and magical traditions of the roma. Inner Traditions, Rochester, Vermont (2018).
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