Basilisco chilote

El basilisco ha sido una de las criaturas fantásticas que más arraigo ha tenido en Europa desde la época clásica. Tal fue su popularidad que alcanzó el continente americano con la colonización española. En este caso, el basilisco se asentó en las islas Chiloé, donde pasó a formar parte de las creencias locales y se mezcló con otros seres como el colo-colo y el piuchén.

En estas tierras el basilisco recibió nuevos nombres, como fasilisco, culebrón, athrathrao o atratrao, aunque su génesis sigue siendo similar a la de su contraparte europea. Nacen de un huevo lloy lloy, que es pequeño, redondo y carece de yema. Estos huevos son puestos por un gallo colorado cuando alcanza los siete años, aunque también se dice que provienen de una gallina vieja que al ponerlo canta como un gallo. Pasados seis meses nace el basilisco como un pequeño gusano, el cual busca de inmediato cobijo en una cueva o en los rincones más oscuros de una casa, como debajo de los establos.

Cuando alcanza su plenitud, el basilisco presenta el aspecto de una culebra con cresta de gallo, a veces con alas de murciélago, y que no alcanza más de cincuenta centímetros de largo, pero en algunas regiones se dice que tiene forma de lagartija o incluso que no se sabe cómo es a ciencia cierta. Independientemente de su aspecto, este reptil se dedica a asomar la cabeza desde su guarida para matar con la mirada a todos los que contempla, aunque se cree que esta alimaña muere si alguien lo ve antes o si se coloca un espejo ante él. Además, si el animal sólo logra atisbar una parte del cuerpo de su víctima, como un brazo o una pierna, ésta no muere, pero tendrá paralizado de por vida el miembro afectado.

Huevo puesto por un gallo - Historia serpenta et draconi, de Ulisse Aldrovandi
También se le atribuyen cualidades características del colo-colo, pues es creencia popular que se cuela de noche en las habitaciones, cacareando suavemente como un gallo, para alimentarse de la saliva de los humanos. Así va drenándoles poco a poco la energía vital, enfermándolos y consumiéndolos hasta que les provoca la muerte. Por si no le bastara con la saliva, también le gusta chupar la sangre de sus víctimas, como hace el piuchén, o beber de los pechos de las mujeres lactantes sustituyendo a sus bebés cuando caen dormidas al darles de mamar, acto común entre las serpientes según diferentes leyendas.

El basilisco no abandona un hogar hasta que no ha acabado con todos los miembros de la familia que viven en él. Para deshacerse de esta vil criatura habría que hacerlo antes de su nacimiento o al poco de este, arrojando al fuego el huevo lloy lloy o a la recién nacida culebrilla, además de matar al gallo o gallina que puso dicho huevo.

Una vez adulto ya es más difícil acabar con él, siendo el único remedio efectivo el incendiar toda la casa. A pesar de esto, algunos brujos experimentados pueden realizar un ritual cuando hay indicios de que un basilisco está infestando un hogar, como un enfermo de tos seca: para empezar, colocan dos varillas de mechay en forma de cruz en las cuatro esquinas de la casa y luego riegan el suelo con agua bendita hirviendo. Este remedio no curaría al enfermo, pero haría que el basilisco muriese cuando lo haga su víctima, librando así al resto de la familia de tan fatídico destino.

Grabado del Historia serpenta et draconi, obra de Ulisse Aldrovandi

Fuentes

Anónimo: Chiloé: historia, mitología, artilugios y costumbres. Ediciones Victor Naguil Ancud.
Cárdenas Alvarez, Renato: El libro de la mitología. ATELÍ, Isla Grande de Chiloé (1998).
Keller Rueff, Carlos: Mitos y leyendas de Chile. Editorial Jerónimo de Vivar, Santiago de Chile (1972).
Plath, Oreste: Geografía del mito y la leyenda chilenos. Nascimento, Santiago de Chile (1983).
Vicuñas Cifuentes, Julio: Del origen del los mitos de Chile. LOM Ediciones, Santiago de Chile (2018).

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