El Squonk es una criatura mítica del folclore norteamericano, uno de los Fearsome Critters (criaturas terribles) de las leyendas de los leñadores estadounidenses. Se dice que habita en los bosques de abetos del norte de Pensilvania. Las leyendas de los squonks podrían haber tenido su origen a finales del siglo XIX, cuando la industria maderera alcanzó gran importancia en Pensilvania. Esta criatura destaca por su carácter lúgubre y los extraños métodos que usa para evitar que lo capturen.
Los primeros escritos conocidos que hacen referencia de los squonks provienen de un libro de metaficción de William T. Cox, llamado Fearsome Creatures of the Lumberwoods, With a Few Desert and Mountain Beasts (1910). Los apuntes de Cox fueron reescritos por Jorge Luis Borges en su Libro de los seres imaginarios (1969).
Según la leyenda, la piel de esta criatura está llena de pliegues, verrugas y manchas. Los squonks son conscientes de su fealdad, y sienten tanta vergüenza por su aspecto que procuran no dejarse ver, pasando la mayor parte del tiempo escondidos y llorando. Si un cazador logra atrapar uno verá cómo el squonk llorará tanto que literalmente se disolverá en lágrimas. Un tal J. P. Wentling llegó a engañar a uno imitando el sonido de una hembra de su especie, lo metió en un saco y se lo llevó a casa. Cuando abrió el saco para ver cómo estaba la criatura tan sólo encontró el charco luminoso en el que se había convertido el pobre animal.
Los primeros escritos conocidos que hacen referencia de los squonks provienen de un libro de metaficción de William T. Cox, llamado Fearsome Creatures of the Lumberwoods, With a Few Desert and Mountain Beasts (1910). Los apuntes de Cox fueron reescritos por Jorge Luis Borges en su Libro de los seres imaginarios (1969).
Según la leyenda, la piel de esta criatura está llena de pliegues, verrugas y manchas. Los squonks son conscientes de su fealdad, y sienten tanta vergüenza por su aspecto que procuran no dejarse ver, pasando la mayor parte del tiempo escondidos y llorando. Si un cazador logra atrapar uno verá cómo el squonk llorará tanto que literalmente se disolverá en lágrimas. Un tal J. P. Wentling llegó a engañar a uno imitando el sonido de una hembra de su especie, lo metió en un saco y se lo llevó a casa. Cuando abrió el saco para ver cómo estaba la criatura tan sólo encontró el charco luminoso en el que se había convertido el pobre animal.
Loneanimator |
No hay comentarios:
Publicar un comentario