Íncubo (latín: Incubus; yacer sobre) es un demonio masculino en la creencia y mitología popular europea de la Edad Media que se supone se posa encima de la víctima femenina durmiente para tener relaciones sexuales con ella, de acuerdo con una amplia cantidad de tradiciones mitológicas y legendarias. Su contraparte femenina se llama súcubo. Un íncubo puede buscar tener relaciones sexuales con una mujer para convertirse en el padre de un niño, como en la leyenda de Merlín. Algunas fuentes indican que puede ser identificado por su antinatural frío pene. La tradición religiosa sostiene que tener relaciones sexuales con un íncubo o súcubo puede provocar un deterioro en la salud, o incluso hasta la muerte. Las víctimas viven la experiencia como un sueño sin poder despertar de éste, por lo que estos ataques podrían ser la respuesta mitológica a lo que en medicina se conoce como parálisis del sueño.
Una de las primeras menciones que se hizo sobre un íncubo proviene de Mesopotamia en la Lista de Reyes Sumerios (2400 A.C.), donde se denominaba al padre del héroe Gilgamesh como Lilu, un demonio que perturbaba y seducía a las mujeres en sus sueños, mientras Lilitu, un demonio femenino, se les aparece a los hombres en sus sueños eróticos. Otros dos demonios aparecen con estas características: Lili Ardat, que visitaba a los hombres por la noche y engendraba hijos fantasmales de ellos, e Irdu lili, quien es conocido como la contraparte masculina de Ardat lili y visitaba a las mujeres por la noche para procrear.
El debate sobre estos demonios empezó con la tradición Cristiana. San Agustín trató este tema en De Civitate Dei (La ciudad de Dios), en el que declara: «Hay un rumor general, que muchos han confirmado por su propia experiencia o por personas de confianza que corroboran las historias de otros, en el que faunos y silvanos, comúnmente llamados íncubos, han asaltado perversamente a mujeres».
Las preguntas sobre las capacidades reproductivas de los demonios continuaron, así que ochocientos años después, Santo Tomás de Aquino habló sobre este tema: «Así pues, si algunos son ocasionalmente engendrados por demonios, no lo son por la semilla de dichos demonios, ni de los cuerpos que han asumido, sino de la semilla de hombres que han tomado para dicho propósito; por lo que atañe, los demonios primero asumen la forma de una mujer, y después la de un hombre, sólo para tomar la semilla de los humanos con los que yacieron primero e introducirla en las mujeres.»
Llegó a ser generalmente aceptado que los íncubos y súcubos eran el mismo demonio, capaz de cambiar de sexo. Un súcubo sería capaz de yacer con un hombre y recoger su esperma, y luego transformarse en un íncubo y utilizar esa semilla en las mujeres. A pesar de que el esperma y el óvulo son de seres humanos corrientes, se consideraban como seres sobrenaturales a los descendientes de dichos espíritus.
Aunque muchas historias afirman que los íncubos son bisexuales otras indican que son estrictamente heterosexuales, y atacar a un hombre les supondría desagradable o dañino. También hay numerosas historias en las que se intenta exorcizar íncubos o súcubos que se han refugiado en, respectivamente, los cuerpos de hombres o las mujeres.
Según el Malleus Maleficarum, el exorcismo es una de las cinco formas de afrontar los ataques de íncubos, los otros son la Confesión Sacramental, la Señal de la Cruz, llevar al afligido a otro lugar, y la excomunión de la entidad atacante. Por otro lado, el fraile franciscano Ludovico Maria Sinistrari declaró que los íncubos «no obedecen a los exorcistas, no tienen miedo a los exorcismos, no muestran respeto por las cosas sagradas, ante las que no se sienten en absoluto intimidados».
Yoshitaka Amano |
Bonita manera de explicar los hijos nacidos de infidelidades y relaciones sexuales prematrimoniales~~
ResponderEliminarJoe, yo había leído estas cosas hace años y nunca me había dado cuenta. :c
EliminarYa sabes que adoro este blog, Fungusito. ¿Dónde le doy para seguirlo? Es que no veo el recuadrito xDDDD