Valkirias

Las valquirias o valkirias son dísir, deidades femeninas menores que servían a Odín bajo el mando de Freyja, en la mitología nórdica. Su propósito era elegir a los más heroicos de aquellos caídos en batalla y llevarlos al Valhalla donde se convertían en einherjar. Esto era necesario ya que Odín precisaba guerreros para que luchasen a su lado en la batalla del fin del mundo, el Ragnarök. Su residencia habitual era el Vingólf, situado al lado del Valhalla. Dicho edificio contaba con quinientas cuarenta puertas por donde entraban los héroes caídos para que las guerreras los curasen, deleitasen con su belleza y donde también "sirven hidromiel y cuidan de la vajilla y las vasijas para beber".

Parece, sin embargo, que no existía una distinción muy clara entre las valquirias y las nornas. Por ejemplo, Skuld es tanto una valquiria como una norna, y en la Darraðarljóð (líneas 1-52), las valquirias tejen las redes de la guerra. De acuerdo a la Edda prosaica (Gylfaginning 35), "Odín les manda valquirias a todas las batallas. Asignan la muerte a los hombres y gobiernan la victoria. Gunnr y Róta [dos valquirias] y la norna más joven, llamada Skuld, siempre cabalgan para elegir quién deberá morir y para gobernar las matanzas".

El origen de las valquirias no se encuentra documentado en los textos existentes, pero muchas de las valquirias más conocidas tenían padres mortales. Hoy en día se cree que las valquirias originales eran las sacerdotisas de Odín que oficiaban los sacrificios rituales en los cuales los prisioneros eran ejecutados ("llevados a Odín"). Para cuando fue compilada la Edda poética, a finales del siglo XII o principios de XIII, estos rituales habían dado inicio a leyendas sobre doncellas guerreras sobrenaturales que tomaban parte activa en los conflictos humanos, decidiendo quién debía vivir y quién morir.


En los poemas mitológicos de la Edda poética las valquirias eran deidades sobrenaturales de ascendencia desconocida. Son descritas como doncellas escuderas que cabalgan en las filas de los dioses o sirven los tragos en el Valhalla; se les dan nombres significativos, como Skǫgul/Skögul ("lucha, furia"), Hlǫkk/Hlökk ("estruendo de batalla") y Gjǫll/Göll ("grito de batalla").

En el arte moderno, las valquirias a veces son representadas como hermosas doncellas escuderas sobre caballos alados, armadas con yelmos y lanzas. Sin embargo, el término "caballo de valquiria" era uno de los kenningar (un tipo de perífrasis escandinava) para lobo. Por ejemplo, la Piedra de Rök (Rökstenen de Rök, Östergötland) habla de "...donde el caballo de Gunnar ve carroña en el campo de batalla, donde yacen doce reyes". Aquí Gunnar (o Gunnr) se presume que es una valquiria. En otras palabras, es probable que las valquirias no cabalgaran caballos alados, contrariamente al estereotipo, sino que sus monturas fueran manadas de lobos espantosos y beligerantes que buscaban los cuerpos de los guerreros muertos.

Mientras que los lobos eran sus monturas, las valquirias parecen ser similares a los cuervos, volando sobre el campo de batalla y "eligiendo" cuerpos. De esta forma, las manadas de lobos y bandadas de cuervos que hurgaban entre los resultados de la batalla podrían estar sirviendo a un propósito mayor.

De acuerdo al trabajo de gran influencia de Thomas Bulfinch, Bulfinch's Mythology (1855), la armadura de las valquirias "despide una extraña luz, que destella sobre los cielos septentrionales, creando lo que los hombres llaman 'Aurora Boreal', o 'Luces del norte'." Sin embargo, no hay nada en otras fuentes que respalde esta afirmación, excepto por la llegada de las valquirias en la Helgakviða Hundingsbana I:

15. Luego brilló un rayo
desde Logafiöll,
y de él
salieron relámpagos;
luego aparecieron,
en el campo del aire,
un grupo armado
de Valkyriur:
sus cotas estaban
rociadas con sangre,
y de sus lanzas
relucieron rayos de luz.

Hiderigami

Hiderigami (日照り神 "dios de la sequía") en el folclore japonés es una especie mítica de yōkai que tiene el poder de causar sequías.

De acuerdo con una cita del Bencao Gangmu en la enciclopedia Wakan Sansai Zue del periodo Edo, el Hiderigami «medía entre sesenta y noventa centímetros de largo, tiene los ojos en lo alto de su frente y se mueve rápidamente como el viento». 

En el Konjaku Gazu Zoku Hyakki de Sekien Toriyama  (la ilustración de Cien demonios del presente y del pasado), se le conoce como Hiderigami (魃 "sequía"?) o Kanbo (旱母 "madre de la sequía"?) y se le representa como una bestia con un brazo y un ojo.

Vedrfolnir

En la Mitología nórdica, Veðrfölnir (Nórdico antiguo «tormenta pálida» o «el que fue blanqueado por el clima»), es un halcón sentado entre los ojos de un águila sin nombre que permanece en la copa del árbol del mundo Yggdrasil. Veðrfölnir también es conocido en forma anglicanizada como Vedrfolnir, Vedfolnir o Vethrfolnir.

El águila sin nombre se menciona en la Edda poetica, recogida en diversas fuentes entre escritos tradicionales y primarios durante en siglo XIII, y la Edda prosaica escrita en el siglo XIII por Snorri Sturluson, Veðrfölnir solo dispone de una clara mención en la Edda prosaica. En ambos, la ardilla Ratatosk corre arriba y abajo con sus mensajes entre el águila sin nombre y Nidhöggr, el dragón que reside bajo el árbol del mundo.

Uroboros

El uróboros (también ouroboros o uroboros) (del griego «ουροβóρος», "uróvoro", a su vez de oyrá, "cola", y borá, "alimento") es un símbolo que muestra a un animal serpentiforme que engulle su propia cola y que conforma, con su cuerpo, una forma circular. El uróboros simboliza el ciclo eterno de las cosas, también el esfuerzo eterno, la lucha eterna o bien el esfuerzo inútil, ya que el ciclo vuelve a comenzar a pesar de las acciones para impedirlo.

El uróboros es un concepto empleado en diversas culturas a lo largo de al menos los últimos 3000 años. Engloba varios conceptos similares y otros que no están relacionados y han sido asimilados recientemente por el cine y la televisión. Generalmente un dragón representado con su cola en la boca, devorándose a sí mismo. Representa la naturaleza cíclica de las cosas, el eterno retorno y otros conceptos percibidos como ciclos que comienzan de nuevo en cuanto concluyen (véase el mito de Sísifo). En un sentido más general simboliza el tiempo y la continuidad de la vida. Se usa como representación del renacimiento de las cosas que nunca desaparecen, solo cambian eternamente.

En la práctica de la alquimia, expresa la unidad de todas las cosas, las materiales y las espirituales, que nunca desaparecen sino que cambian de forma en un ciclo eterno de destrucción y nueva creación, al igual que representa la infinitud. El texto más antiguo donde aparece es en la Chrysopoeia «fabricación del oro», un tratado alquímico del siglo II, escrito en Alejandría por Cleopatra la Alquimista. Muestra la inscripción griega εν το παν, hen to pan, «todo es uno», y aparece mitad blanco, mitad negro, con lo que muestra la dualidad presente en todo. En algunas representaciones el animal se muestra con una mitad clara y otra oscura, lo que hace recordar la dicotomía de otros símbolos similares como el yin y yang. En la alquimia, el Uróboros simboliza la naturaleza circular de la obra del alquimista que une los opuestos: lo consciente y lo inconsciente. También es un símbolo de purificación, que representa los ciclos eternos de vida y muerte. A partir de la alquimia, la masonería y muchas otras escuelas filosóficas y simbólicas han utilizado y estudiado el uroboros.

Ratatosk

En la mitología nórdica, Ratatosk o Ratatöskr (en nórdico antiguo, generalmente se lo considera «diente perforador» o «diente taladro») es una ardilla que recorre de arriba a abajo el árbol del mundo Yggdrasil llevando mensajes entre el águila sin nombre que está posada en la copa y el dragón Níðhöggr, que reside bajo una de las tres ramas del árbol. La primera vez que se nombre a Ratatosk es en la Edda poética, compilada en el siglo XIII de fuentes tradicionales más tempranas, y en la Edda prosaica, escrita en el mismo siglo por Snorri Sturluson. Diversos eruditos han propuesto teorías sobre las implicaciones de la ardilla.

En el poema Grímnismál de la Edda poética, el dios Odín (disfrazado como Grímnir) afirma que Ratatosk corre de arriba abajo del árbol Yggdrasil llevando mensajes entre el águila en la copa y Níðhögg en sus raíces:
Ratatosk es la ardilla que allí debe correr
En el fresno Yggdrasil;
Desde arriba las palabras del águila lleva,
Y se las dice a Nithhogg debajo.
En el libro Gylfaginning de la Edda prosaica, se menciona a Ratatosk en el capítulo. En él, Gangleri (descrito como el rey Gylfi disfrazado) le pregunta a Hár que otros hechos notables hay por conocer sobre Yggdrasil. La declaración de Hár concuerda con la de Grímnismál, pero agrega que los mensajes son chismes calumniosos: 
Hay mucho por contar. Un águila yace en la copa del fresno, y tiene conocimiento sobre muchas cosas. Entre sus ojos yace el halcón llamado Vedrfolnir [...]. La ardilla llamada Ratatosk [...] corre de arriba abajo del fresno. Exclama chismes calumniosos, provocando al águila y a Nidhogg.

Tanngnjóstr y Tanngrisnir

En la mitología nórdica, Tanngnjóstr (quien rechina los dientes) y Tanngrisnir (dientes esparcidos) son un par de machos cabríos mágicos que conducen el carro volador del dios Thor.

Se relata en el poema escáldico Haustlöng que el carro arrasaba la tierra y resquebrajaba las montañas a su paso.

Estos machos cabríos son mencionados en dos poemas de la Edda Poética, aunque no se hace referencia a sus nombres. En el poema Hymiskviða Thor describe a sus cabras con "espléndidos cuernos" y más tarde en el mismo poema se le otorga a Thor el título de "señor de las cabras".


En el capítulo 21 del libro Gylfaginning de la Edda Prosaica se menciona que el dios Thor tiene dos cabras que tiran de su carro y que estas reciben los nombres de Tanngnjóstr y Tanngrisnir.

En el capítulo 44, Snorri narra una historia en la que Thor y Loki pasaron la noche en la casa de una familia de campesinos en su camino hacia Jötunheimr. Los campesinos se sintieron apabullados ante la presencia de los dioses, y nerviosos, les ofrecieron lo mejor que tenían: un lecho blando, un fuego con el que calentarse y una agradable compañía, pero tan sólo podían ofrecerles unas pocas verduras para cenar, ya que no tenían carne. Complacido con el trato de sus anfitriones, Thor degolló a sus cabras, las despellejó, las cocinó en una olla e invitó a la familia a comer con ellos, con la condición de que no rompieran ningún hueso, pues debían estar intactos para resucitar a sus cabras.

Al terminar el festín colocaron los huesos en las pieles de las cabras, pero Thialfi, el hijo de los campesinos, instigado por Loki, cogió uno de los fémures y lo abrió con un cuchillo para sorber el tuétano, dejando el hueso roto entre los demás.

Poco antes de la salida del sol, Thor se levantó, cogió su martillo Mjöllnir, lo alzó y bendijo las pieles de sus cabras. Al resucitar se levantaron, pero una de ellas cojeaba de la pata izquierda. Para evitar la ira del dios, los campesinos decidieron entregarle a Thialfi y su hermana Roskva para servirle.

Homúnculo

El término homúnculo (del latín homunculus, ‘hombrecillo’, a veces escrito homonculus) es el diminutivo del doble de un humano y se usa frecuentemente para ilustrar el misterio de un proceso importante en alquimia. En el sentido hermético es un actor primordial incognoscible, puede ser visto como una entidad o agente. Los alquimistas creen que el proceso para crear esta entidad es simbólico.

El término parece haber sido usado por primera vez por el alquimista Paracelso, quien una vez afirmó haber creado un homúnculo al intentar encontrar la piedra filosofal. La criatura no habría medido más de 30 centímetros de alto y hacía el trabajo normalmente asociado con los golems. Sin embargo, tras poco tiempo, el homúnculo se volvía contra su creador y huía. La receta para crearlo consistía en una bolsa de carbón, mercurio, fragmentos de piel o pelo de cualquier humano o animal del que el homúnculo sería un híbrido. Todo esto había de enterrarse rodeado de estiércol de caballo durante cuarenta días, tiempo en el cual el embrión estaría formado en el seno de la Tierra.

Hay también variantes citadas por otros alquimistas. Una de ellas implicaba usar mandrágora. Las creencias populares sostenían que esta planta crecía donde caía al suelo el semen que los ahorcados emitían durante las últimas convulsiones antes de la muerte (o putrefaccion en alquimia), además, sus raíces tiene una forma vagamente parecida hasta cierto punto a un ser humano. La raíz había de ser recogida antes del amanecer de una mañana de viernes por un perro negro, siendo entonces lavada y «alimentada» con leche y miel y, en algunas recetas, sangre, con lo cual se terminaría de desarrollarse en un humano en miniatura que guardaría y protegería a su dueño. Un tercer método, citado por el Doctor David Christianus en la Universidad de Giessen durante el siglo XVIII, era tomar un huevo puesto por una gallina negra, practicar un pequeño agujero en la cáscara, reemplazar una porción de clara del tamaño de una alubia por esperma humano, sellar la abertura con pergamino virgen y enterrar el huevo en estiércol el primer día del ciclo lunar de marzo. Tras treinta días surgiría del huevo un humanoide en miniatura que ayudaría y protegería a su creador a cambio de una dieta regular de semillas de lavanda y lombrices.

El término homúnculo fue posteriormente usado en la discusión de la concepción y el nacimiento. En 1694, Nicolas Hartsoeker descubrió «animalúnculos» en el esperma de humanos y otros animales. La escasa resolución de aquellos primeros microscopios hizo parecer que la cabeza del espermatozoide era un hombre completo en miniatura. A raíz de ahí se desataron las teorías que afirmaban que el esperma era de hecho un «hombre pequeño» (homúnculo) que se ponía dentro de una mujer para que creciese hasta ser un niño; éstos llegarían más tarde a ser conocidos como los espermistas. Se pensaba que ya desde Adán estaba enclaustrada toda la humanidad, que se iría transmitiendo a su descendencia. Esta teoría biológica permitía explicar de forma coherente muchos de los misterios de la concepción (por ejemplo, por qué necesita de dos). Sin embargo más tarde se señaló que si el esperma era un homúnculo, idéntico a un adulto en todo salvo en el tamaño, entonces el homúnculo debía tener su propio esperma. Esto llevó a una reducción al absurdo, con una cadena de homúnculos «siempre hacia abajo».

Por su parte Goethe también popularizó el término, ya que denominó homunculus al pequeño ser que creó el antiguo alumno de Fausto; Wagner, mediante operaciones quirúrgicas.

Actualmente el término se usa de determinadas formas para describir sistemas que se cree que funcionan gracias a los «hombrecillos» de su interior. Por ejemplo, el homúnculo sigue siendo una de las principales teorías sobre el origen de la conciencia, que afirma que es una parte (o proceso) del cerebro cuyo cometido es ser «tú». El homúnculo se cita con frecuencia también en la cibernética, por razones similares.