Los pájaros de Estínfalo (griego: Ορνιθες Στυμφαλιδες; ornithes stymphalides), también conocidos como aves estinfálidas, eran, en la mitología griega, una bandada de pájaros antropófagos que acechaban en el lago Estínfalo, en Arcadia. Heracles tuvo que encargarse de ellos en su sexto trabajo, espantándolos primero haciendo un gran ruido para que abandonasen la vegetación, y, a continuación, matándolos uno a uno con sus flechas o una onda.
Estos pájaros podrían haber sido colocados entre las estrellas como las constelaciones Aquila y Cygnus, que están colocadas en el lado opuesto de Sagita, la flecha de Heracles. También son llamados a veces como pájaros de Ares, aves con las que se toparon los Argonautas en el Mar Negro.
En la Biblioteca mitológica atribuida a Apolodoro podemos encontrar un pequeño resumen de la hazaña de Heracles frente a estas aves, donde Atenea le entregó unos crótalos para que espantara a las aves:
«Como sexto trabajo (Euristeo) le encargó ahuyentar las aves estinfálidas. En la ciudad de Estínfalo, en Arcadia, había en lago llamado Estinfalide, oculto por abundante vegetación, donde se habían refugiado innumerables aves, temerosas de ser presa de los lobos. Heracles no sabía cómo hacerlas salir de la espesura, pero Atenea le proporcionó unos crótalos de bronce, dádiva de Hefesto, y él entonces, haciéndolos sonar en una montaña próxima al lago, espantó a las aves, que incapaces de soportar el ruido alzaron el vuelo atemorizadas y de esta manera Heracles las flechó».
Una de las características más destacables de estas aves eran sus plumas afiladas como el metal que podía lanzar como dardos, dato que se omite en los textos de Pseudo Apolodoro. En cambio, Apolonio de Rodas describe como uno de estos pájaros, llamados «aves de Ares», atacan a la tripulación de los argonautas en su Argonauticas de esta manera:
«Tras pasarlos de largo y ya de cerca de la isla de Ares, situada enfrente, navegaban a fuerza de remos todo el día; pues la suave brisa les había abandonado con el crepúsculo. Ya incluso divisaron un ave de Ares, pobladora de la isla, que desde lo alto se precipitaba por el aire, la cual, sacudiendo sus alas sobre la nave presurosa, lanzó contra ella una puntiaguda pluma. Ésta cayó en el hombro izquierdo del divino Oileo, quien herido soltó de sus manos el remo. Ellos se pasmaron al contemplar el dardo alado. Y Eribotes, que a su lado se sentaba, se lo arrancó y le vendó la herida, tras desatar de su vaina el tahalí del que pendía. Apareció otro volando tras el primero; pero el héroe Clitio Euritida —pues de antemano había tendido su curvado arco y lanzado su dardo veloz contra el pájaro— en seguida lo hirió; y dando vueltas cayó cerca de la rápida nave. A ellos Anfidamante, el hijo de Áleo, les habló:
"Tenemos próxima la isla de Ares —lo sabéis también vosotros por haber visto esas aves—. Yo no creo que las flechas nos ayuden lo bastante para el desembarco. Pero dispongamos alguna otra artimaña eficaz, si pensáis abordar acordándoos de que lo prescribió Fineo. Pues ni siquiera Heracles, cuando vino a Arcadia, pudo con su arco rechazar las aves nadadores del lago Estínfalo —y esto yo mismo lo vi—. Pero él, agitando en sus manos un crótalo de bronce, lo hizo sonar sobre una elevada atalaya; y aquéllas se ahuyentaron lejos chillando bajo un miedo espantoso. Así que también ahora planeemos alguna artimaña tal. Yo mismo podría deciros una que he planeado de antemano. Colocando sobre nuestras cabezas los yelmos de enhiestos penachos, la mitad alterna remad y la otra mitad con pulidas lanzas y escudos resguardad la nave. Además con gran fuerza levantad inmenso griterío todos juntos, para que con la sorpresa se espanten del tumulto, de los penachos que se agitan y de las lanzas alzadas en alto. Y si llegamos a la propia isla, entonces ya junto al clamor levantad luego enorme ruido con los escudos".
Así dijo. Y a todos agradó la eficaz artimaña. Sobre sus cabezas colocaron los broncíneos cascos que relucían terriblemente, y encima se agitaban sus penachos purpúreos. Y de modo alterno los unos remaban, mientras los otros cubrieron la nave con lanzas y escudos. [...] Cual surge de la tropa enemiga el clamor al avanzar los hombres, cuando entrechocan las falanges, tal griterío de lo alto de la nave se esparcía por el aire. Ya no vieron ningún pájaro; sino que, cuando al llegar a la isla golpearon ruidosamente los escudos, en seguida aquéllos, incontables, se alzaron aquí y allá ahuyentados. Como cuando el Crónida arroja desde las nubes una espesa granizada sobre la ciudad y las casas, y debajo sus habitantes escuchan el repicar sobre los techos y permanecen en calma, puesto que no les cogió de improviso la estación invernal, sino que antes habían reforzado el tejado; tn espesas eran las alas que sobre ellos arrojaron precipitándose muy alto por el mr hacia las montañas del confín de la tierra».
Pausanias recalca en el libro VIII de su Descripción de Grecia que Heracles no llegó a matarlos a todos, sino que los expulsó de esas tierras con los ya mencionados crótalos. También añade que son oriundos de Arabia, donde son tan peligrosos para los hombres como leones y leopardos:
«Una leyenda dice que en el agua del Estinfalo se criaban en otro tiempo pájaros antropófagos: y se dice que Heracles asaeteó a estos pájaros. Pero Pisandró de Camiro dice que Heracles no dio muerte a los pájaros, sino que los expulsó con ruido de crótalos.
El desierto de Arabia cría, entre otros animales salvajes, las aves llamadas estinfálidas, tan feroces para el hombre como los leones y los leopardos. Éstas vuelan contra los que van a cazarlas y los hieren y los matan con sus picos. Todo lo que llevan los hombres de bronce y de hierro lo perforan las aves. Pero si tienen un vestido de espeso corcho, los picos de las estinfálidas se quedan presos en el vestido de corcho, del mismo modo que las alas de los pájaros pequeños quedan enganchadas en la liga. Estas aves son por su tamaño como una grulla y se parecen a las ibis, pero tienen picos más fuertes y no torcidos como éstas. Si las aves de Arabia de ahora tienen el mismo nombre que las que hubo en Arcadia en otro tiempo, pero tienen diferente aspecio, no lo sé. Mas si han existido siempre aves estinfálidas, como los halcones y las águilas, me parece que estas aves son una casta arábiga, y una parte de ellas podría haber llegado volando hasta Arcadia, a Estinfalo. Los árabes las habrían llamado originariamente de otra manera y no estinfálidas. Pero la fama de Heracles y el prestigio de lo griego sobre lo bárbaro hizo que prevaleciera el que se llamaran estinfálidas todavía en nuestro tiempo en el desierto de Arabia».
Heracles destruye los pájaros de Estínfalo - Edgard Maxence |
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