Serafín

Los serafines (hebreo: שָׂרָף, śārāf, plural: שְׂרָפִים, śərāfîm; griego: σεραφείμ, serapheím) son un tipo de seres celestiales en el cristianismo y el judaísmo.

Los serafines son ángeles que pertenecen al más alto rango de la jerarquía angelical cristiana, seguidos de los querubines y los tronos, y pertenecen al quinto puesto de los diez rangos de la jerarquía judía. Un pasaje fundamental del Libro de Isaías (Isaías 6:1-8) utiliza el término para describir a unos seres de seis alas que vuelan alrededor del trono de Dios clamando entre ellos Kadosh, Kadosh, Kadosh (Santo, Santo, Santo es el Señor de los Ejércitos, la tierra está llena de su Gloria).

Esta escena del trono, con la triple invocación de la Santidad (trisagio), influyó profundamente en la posterior teología, literatura y arte. Su influencia se ve frecuentemente en las obras que representan ángeles, el cielo y la apoteosis. Los serafines son mencionados en el Libro de Enoc y en el Libro de las Revelaciones.

SerafínVíktor VasnetsovMosaico de un serafín en la Catedral de Cefalù

La palabra serafín aparece tres veces en la Torá (Números 21:6-8, Deuteronomio 8:15) y cuatro veces en el Libro de Isaías (Isaías 6:2-6, 14:29, 30:6). En Isaías 6:2-6 se emplea esta palabra para describir un tipo de seres celestiales o ángeles, las otras cinco veces se utiliza para hacer referencia a «serpientes ardientes/voladoras».

Los serafines aparecen en el Libro de Enoc, donde son mencionados junto a los querubines como criaturas celestiales de las más cercanas al trono de Dios. En el Libro de las Revelaciones (4:8) se dice que los serafines están siempre en presencia de Dios rezándole.
 «No cesaban día y noche de decir: "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir"».
Además, este relato amplía la descripción de Isaías, diciendo que además de poseer seis alas también estaban cubiertos de ojos «alrededor y por dentro». Estos ángeles también aparecen en el texto gnóstico cristiano Sobre el origen del mundo.

El erudito del siglo XII, Maimónides, colocó a los serafines en el quinto puesto de los diez rangos en su exposición de la jerarquía angelical judía. En la Cábala, los serafines son los ángeles de mayor rango del mundo de Beri'ah (Creación, primer reino creado, la comprensión divina), que al conocer la distancia que los separa de la divinidad absoluta de Atziluth arden continuamente en auto-anulación. A través de esto ascienden hasta Dios y vuelven a su lugar. Por debajo de ellos, en el Mundo de Yetzirah (Formación, la creación arquetípica, las emociones divinas), están los Querubines (seres vivientes) de la visión de Ezequiel, que sirven a Dios conscientes de sí mismos con emociones instintivas (cara de león, buey y águila).

La teología cristiana medieval coloca a los serafines en el coro más alto de la jerarquía angelical. Son los guardianes del trono de Dios, cantando continuamente «santo, santo, santo». Pseudo Dionisio Areopagita, en su Jerarquía Celeste, se basó en el Libro de Isaías para fijar la naturaleza ardiente de los serafines en el imaginario medieval. Según su visión, los serafines ayudan a la Deidad manteniendo el orden perfecto y no se limitan a cantar el trisagion. 

Siguiendo tanto su ejemplo como los escritos de la tradición rabínica, el autor atribuyó a los serafines la etimología de «los ardientes»:
«Su eterno e incesante movimiento en torno a las divinas realidades, el calor, lo penetrante y desbordante de ese eterno movimiento, continuo, firme y estable, y el poder que tienen de asemejar a los subordinados con ellos mismos elevándolos con energía, enardeciéndolos y prendiendo en ellos la llama que les lleva a conseguir un calor semejante al suyo, su poder purificador como rayo o fuego abrasador, su aptitud para conservar su propia luz e iluminación evidente y sin merma, siempre de la misma forma, pues ella hace desaparecer y destruye todo lo que produce oscuras tinieblas, eso es lo que quiere revelar el nombre dado a los serafines».
Tomás de Aquino describe la naturaleza de los serafines en su Summa Theologiae
«La palabra serafín no encuentra su origen simplemente de la caridad, sino del exceso de caridad que implica la palabra ardor o incendio. Por eso Dionisio en c.7 De cael. Hier. explica la palabra Serafín por las propiedades del fuego, en el que está el exceso del calor y en el que podemos distinguir tres cosas: Primero, el movimiento, que es hacia arriba y continuo, con lo cual se indica que los serafines se mueven hacia Dios sin desviación posible. Segundo, su virtud activa, que es el calor y que simplemente, sino con cierta intensidad, por cuanto es penetrante en su acción y trasciende hasta las partes más insignificantes, y, además, con un ardor rebosante, con lo cual significa la ación que estos ángeles ejercen potentemente sobre los súbditos, estimulándolos a un sublime fervor y purificándolos totalmente por el incendio. Tercero, se observa en el fuego su claridad, lo cual significa que estos ángeles tienen en sí mismos una luz inextinguible y que iluminan perfectamente a otros».
Los serafines desempeñan un papel místico en el Discurso sobre la dignidad del hombre de Pico della Mirandola, destacado humanista del Renacimiento. Pico tomó el fuego de los serafines como el más alto modelo de aspiración para los humanos: «Arde el serafín con el fuego del amor […] También de éstos emulemos la dignidad y la gloria, incapaces ahora de desistir e intolerantes de los segundos puestos; con quererlo, no seremos inferiores a ellos». Pico también anunció: 
«Si, libres de la acción, nos absorbemos en el ocio de la contemplación meditando en la obra al Hacedor y en el Hacedor la obra, resplandeceremos rodeados de querubínica luz; si ardemos sólo por el amor del Hacedor de ese fuego que todo lo consume, de inmediato nos inflamaremos en aspecto seráfico». 
Serafines alrededor del trono de Dios - Dios de los ejércitosViktor Vasnetsov

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