En un principio, Arawn era el dios gobernante de Awnn, el inframundo del folklore galés, pero con el paso del tiempo acabó siendo sustituido por Gwyn ap Nudd (galés: Gwyn, hijo de Nudd), un personaje perteneciente a las leyendas del ciclo artúrico.
Aparece en el relato Culhwch y Olwen, donde es llamado por el rey Arturo para capturar a un jabalí salvaje conocido como Twrch Trwyth. En esta historia, Gwyn secuestra a la hermosa Creiddylad, que estaba comprometida con Gwythyr ap Greidawl. Como venganza, Gwythyr reunió un ejercito y entabló una feroz batalla por la mano de su amada, pero Gwyn ganó la contienda y capturó a varios de los nobles que seguían a su enemigo. Entre ellos estaba Cyledr, al que obligó a comerse el corazón de su padre. Ante esta horrible tortura, Cyledr se volvió loco y Arturo se vio obligado a intervenir, declarando que Creiddylad volvería con su padre y Gwyn ap Nudd y Gwythyr ap Greidawl lucharían por ella cada 1 de mayo hasta el día del Juicio final. El que se declarase vencedor ese día, podría quedarse con la dama.
En el Diccionario de las hadas de Katherine Briggs se menciona que Gwyn ap Nudd también estaba confinado en el inframundo, donde tenía la obligación de vigilar a los demonios y prevenir que destruyeran a la humanidad. Con el paso del tiempo acabó siendo considerado otro miembro más del pueblo feérico y se convirtió en su gobernante y protector. No se conoce que posea ninguna esposa, por lo que los tylwyth teg, las hadas de Gales, carecen de una reina tal y como se menciona en la obra de Wirt Sikes: British Goblins: Welsh folklore.
Gwyn ap Nudd ya aparece como rey de las hadas y del inframundo como tal en la leyenda de San Collen. Este santo estaba pasando un periodo de mortificación como eremita en una celda situado bajo la roca de una montaña. Un día, oyó a un par de hombres alabando la figura de Gwyn ap Nudd y los reprendió por mencionar a seres paganos e impíos. Ante sus palabras, Collen fue invitado a conocer al rey de las hadas en lo alto de una colina al atardecer. Tras muchas reticencias acabó aceptando, no sin antes guardarse un frasco con agua bendita.
Cuando llegó a la colina se encontró con el castillo más maravilloso que jamás había visto. A su alrededor se encontraban las mejores tropas formando filas, juglares entonando todo tipo de músicas, apuestos caballeros montados sobre magníficos corceles y las más bellas damas portando elegantes vestidos. Al entrar al castillo, el rey le estaba esperando sentado en un trono de oro y le agasajó con deliciosas comidas y bebidas. Todo lujo que el santo deseara, él se lo podía ofrecer. Ante este banquete, Collen dijo: «no comeré las hojas de los árboles», pues sabía que las hadas crean ilusiones y solían engañar a los humanos ofreciéndoles piedras, ramas y hojas transformadas en otros objetos. Tras esto, Gwyn ap Nudd le dijo: «¿Acaso has visto alguna vez a hombres mejor vestidos que éstos de rojo y azul?», a lo que Collen respondió que el rojo de sus ropas representaba las llamas del infierno, mientras que el azul es el frío de la condenación. Al decir esto, sacó su frasco de agua bendita y lo roció por todas partes, ante lo cual desapareció tanto el rey, como el castillo y su corte.
Aparece en el relato Culhwch y Olwen, donde es llamado por el rey Arturo para capturar a un jabalí salvaje conocido como Twrch Trwyth. En esta historia, Gwyn secuestra a la hermosa Creiddylad, que estaba comprometida con Gwythyr ap Greidawl. Como venganza, Gwythyr reunió un ejercito y entabló una feroz batalla por la mano de su amada, pero Gwyn ganó la contienda y capturó a varios de los nobles que seguían a su enemigo. Entre ellos estaba Cyledr, al que obligó a comerse el corazón de su padre. Ante esta horrible tortura, Cyledr se volvió loco y Arturo se vio obligado a intervenir, declarando que Creiddylad volvería con su padre y Gwyn ap Nudd y Gwythyr ap Greidawl lucharían por ella cada 1 de mayo hasta el día del Juicio final. El que se declarase vencedor ese día, podría quedarse con la dama.
En el Diccionario de las hadas de Katherine Briggs se menciona que Gwyn ap Nudd también estaba confinado en el inframundo, donde tenía la obligación de vigilar a los demonios y prevenir que destruyeran a la humanidad. Con el paso del tiempo acabó siendo considerado otro miembro más del pueblo feérico y se convirtió en su gobernante y protector. No se conoce que posea ninguna esposa, por lo que los tylwyth teg, las hadas de Gales, carecen de una reina tal y como se menciona en la obra de Wirt Sikes: British Goblins: Welsh folklore.
Gwyn ap Nudd ya aparece como rey de las hadas y del inframundo como tal en la leyenda de San Collen. Este santo estaba pasando un periodo de mortificación como eremita en una celda situado bajo la roca de una montaña. Un día, oyó a un par de hombres alabando la figura de Gwyn ap Nudd y los reprendió por mencionar a seres paganos e impíos. Ante sus palabras, Collen fue invitado a conocer al rey de las hadas en lo alto de una colina al atardecer. Tras muchas reticencias acabó aceptando, no sin antes guardarse un frasco con agua bendita.
Cuando llegó a la colina se encontró con el castillo más maravilloso que jamás había visto. A su alrededor se encontraban las mejores tropas formando filas, juglares entonando todo tipo de músicas, apuestos caballeros montados sobre magníficos corceles y las más bellas damas portando elegantes vestidos. Al entrar al castillo, el rey le estaba esperando sentado en un trono de oro y le agasajó con deliciosas comidas y bebidas. Todo lujo que el santo deseara, él se lo podía ofrecer. Ante este banquete, Collen dijo: «no comeré las hojas de los árboles», pues sabía que las hadas crean ilusiones y solían engañar a los humanos ofreciéndoles piedras, ramas y hojas transformadas en otros objetos. Tras esto, Gwyn ap Nudd le dijo: «¿Acaso has visto alguna vez a hombres mejor vestidos que éstos de rojo y azul?», a lo que Collen respondió que el rojo de sus ropas representaba las llamas del infierno, mientras que el azul es el frío de la condenación. Al decir esto, sacó su frasco de agua bendita y lo roció por todas partes, ante lo cual desapareció tanto el rey, como el castillo y su corte.
Ilustración de Jim Fitzpatrick |
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