Demonio

Originalmente, la palabra demonio (griego: δαίμων; daimon/demon) se empleaba para designar a cualquier espíritu o deidad indiferentemente de si era una entidad benévola o maligna. Con las primeras traducciones al koiné de los textos bíblicos, el término daimon pasó a ser daimonion (koiné: δαιμόνιον), donde ya pasó a usarse solamente para los espíritus malévolos. A partir del cristianismo, numerosos teólogos, filósofos y demonólogos han tratado sobre la naturaleza y orígenes de estos seres, considerados como ángeles que pecaron contra Dios y fueron enviados al infierno como castigo. Desde entonces se dedican a causar males en la tierra y a tentar a los humanos para que caigan también en el pecado. En la actualidad, y fuera del cristianismo, también se utiliza la palabra «demonio» para referirse a cualquier espíritu maligno o dañino.

Índice


Lucifer y la Biblia

Siguiendo los textos canónicos que conforman las sagradas escrituras, se puede llegar a interpretar que el primer ángel que pecó y se convirtió en demonio fue Lucifer. Siendo consciente de su perfección y belleza, se llenó de orgullo e intentó asemejarse a Dios. Las palabras dichas en Isaías 14:12-14 van referidas a un rey de Babilonia, donde, al predecir su caída, se le llama «lucero, hijo de la mañana», en referencia al planeta Venus. En algunas traducciones se ha interptretado «lucero» como un nombre propio, Lucifer, y se han tomado estos versículos como una metáfora de la caída del ángel enemigo de Dios.
¡Cómo caiste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas las gentes. Tú que decías en tu corazón: «Subiré al cielo, en lo alto junto a las estrellas de Dios ensalzaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del aquilón. Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo».
Lucifer reunió consigo a un tercio de los ángeles y libraron una lucha contra el Cielo, pero fueron derrotados y expulsados por el arcángel Miguel y su ejercito. Este hecho se puede ver en Revelaciones 12:7-9. Aquí es llamado gran dragón, serpiente antigua, diablo y Satanás, por lo que también se entiende que fue él la serpiente que tentó en el Paraíso a Adan y Eva, los primeros humanos, para que comiesen el fruto del árbol del conocimiento y desobedecieran así a Dios.

En el Viejo Testamento aparece la palabra shedim (hebreo: שֵׁדִים) dos veces: en Salmos 106:37 y Deuteronomio 32:17. Originalmente se refería a los dioses paganos con la connotación negativa de que no eran el verdadero Dios. Cuando se tuvo que adaptar estos textos a otros idiomas, se tradujo shedim como demonio, por lo que cualquier falso dios fue demonizado, tal y como ocurrió con deidades como Moloch, Belial, Baal, Belfegor o Belcebú.

Por su parte, los se'irim (hebreo: שע‬י‬רי‬‬ם‬; machos cabríos) que se mencionan en Isaías 13:21 o Levítico 17:7 también fueron traducidos como sátiros o demonios en versiones como la Peshitta y la Vulgata. Algunos eruditos como Samuel Bochart los identifican con deidades caprinas de Egipto o Asiria. En el volumen V de The mythology of all races se considera a Azazel uno de los se'irim, aunque su nombre también aparece entre los Vigilantes como Azael.

Satán despertando a sus legiones - Estella Canziani

Los Vigilantes

En el primero de los libros de Enoch, unos textos apócrifos que sólo son tomados como canónicos por la Iglesia ortodoxa de Etiopía y de Eritrea, se menciona un grupo de ángeles enviados a la tierra para observar a los humanos. Estos son los Vigilantes (griego: ἐγρήγοροι; egregori), que pronto se vieron tentados por la belleza de las mujeres humanas. Acordaron que todos tomarían a una mujer como esposa, pero el líder de estos, Semjaza, temiendo que los demás se echaran atrás en el último momento, les obligó a jurar que no le dejarían solo. En total eran doscientos ángeles, pero en el Libro de Enoch sólo se mencionan a sus líderes: Semjaza, Urakibarameel, Akibeel, Tamiel, Ramuel, Danel, Ezequeel, Saraqujal, Azael, Armers, Batraal, Anani, Zaquebe, Samsaveel, Sartael, Turel, Jomjael y Arazjal.

Estos Vigilantes enseñaron a la humanidad artes como la metalurgia, la astrología, la cosmética y hechizos. De su unión con las mujeres mortales tuvieron a una raza de gigantes que acabaron volviéndose contra la humanidad y arrasaron la tierra. Debido a la corrupción de los hombres y la matanza de los gigantes, Dios envió un diluvio para limpiar la tierra y le encargó a Miguel encadenar a Semjaza y sus seguidores en las profundidades de la tierra, al abismo de fuego.

La naturaleza de los demonios

Partiendo de que originalmente eran ángeles, Santo Tomás estipuló en su Summa Theologiae que los demonios, por provenir de un principio bueno (Dios), no serían malos por naturaleza, sino por voluntad propia. Así pues, todavía gozan de la naturaleza de los ángeles: son seres espirituales, inmutables e inmortales. No son omniscientes, pero tienen conocimientos ocultos. Algunos revelan el presente, el pasado y el futuro, las propiedades de piedras y hierbas o se especializan en ciertas artes, como la astronomía, la astrología, la dialéctica, etc. No son omnipotentes, sus poderes están limitados por Dios y las huestes de las Potestades se encargan de luchar contra ellos para que su mal no se extienda. Tampoco son omnipresentes, pero pueden desplazarse muy rapidamente de un lugar del mundo a otro, pudiendo transportar consigo lo que quieran. Así se cuenta que las brujas acudían al Sabbath montadas en demonios con aspecto de macho cabrío.

Por su naturaleza espiritual y etérea pueden adoptar cualquier aspecto, pero desde que cayeron del Cielo sus semblantes se volvieron sombríos y deformes. Popularmente se les representa con cuernos y patas de cabra, rabo y alas de murciélago. En 2 Corintios 11:13-15 se dice que el mismo Satanás se difraza de ángel de luz; los demonios listados en el Pseudomonarchia Daemonum y en el Ars Goetia aparecen como bestias o monstruos, pero pueden adoptar forma humana si el mago que los ha invocado se lo ordena. Muchos santos fueron torturados y tentados por todo un desfile de demonios que se les aparecieron de diversas formas, ya fuera como bestias o incluso como bellas mujeres, aunque siempre mostrando alguna deformidad.

Las tentaciones de San Antonio - Félicien Rops San Miguel derrotando a los ángeles rebeldes - Luca Giordano

Estructura del infierno

Para empezar, Lucifer y el resto de ángeles que se rebelaron contra Dios fueron enviados como castigo al infierno, un lugar de fuego eterno según lo dicho en Marcos 9:43 o en Mateo 25:41. Sin embargo, no están atados a este lugar, ya que muchos demonólogos dicen que también habitan en el aire. En Job 1:7, Satanás se presentó ante Dios y éste le preguntó de dónde venía: «De rodear la tierra y de andar por ella», respondió Satanás. Tomás de Aquino explica en su Summa Theologiae que la Providencia divina procura buscar el bien de los seres inferiores (los hombres) por medio de los seres superiores (ángeles y demonios). Esto ocurre de dos maneras: mediante los ángeles que atraen a los hombres al bien o los alejan del mal o cuando alguien logra rechazar los ataques y tentaciones de los demonios. Por esto los demonios ocupan dos lugares de tormento: uno es el infierno, debido a su culpa, y el otro es el aire, donde pueden someter a prueba a los hombres como parte del plan divino. Pero no por estar en la tierra disminuye su pena y tormento, de igual modo que el Cielo es el lugar de gloria de los ángeles, pero su dicha no disminuye en ellos cuando descienden hasta nosotros.

Aunque Lucifer fue el primero en rebelarse y en liderar a los suyos, en el Diccionario infernal de Collin de Plancy se dice que Belcebú se proclamó emperador del infierno tras derrocarle. Pese a que no hay una jerarquía oficial entre los demonios, muchos demonólogos han elaborado la suya propia con diferentes emperadores, reyes, condes, duques y demás. En el Liber Officiorum Spirituum, por ejemplo, aparecen cuatro reyes que gobiernan sobre cada punto cardinal: Orience en el este, Paymon en el oeste, Amaymon en el norte y Egine en el sur. Por su parte, en el Grand Grimoire, Lucifer es emperador; Belcebú, príncipe y Astaroth, duque. Debajo de ellos había seis demonios superiores que tenían bajo su comando a otros dieciocho espíritus.

LUCIFAGO
(Primer ministro)
SATANACHIA
(Gran general)
AGLIAREPT
(General)
FLEURETY
(Lugarteniente general)
SARGATANAS
(Brigadier)
NEBIROS
(Mariscal de campo)

Johann Weyer estipuló que los demonios se dividen en 6.666 legiones compuesta cada una por 6.666 espíritus malignos, dando así un total de 44.435.556 de ángeles caídos. Su Pseudomonarchia Daemonum establece 69 demonios superiores con títulos nobiliarios encargados de comandar estas legiones. El Ars Goetia, obra que se basa principalmente en los textos de Weyer, añade más demonios con sus tantas legiones, por lo que daría un número mayor de espíritus que la calculada por Weyer. Obviamente, otros tantos demonólogos niegan de estos números y consideran que deberían ser más, teniendo en cuenta la creencia de que cada persona tiene destinado un demonio para tentarlo. Lo que está claro es que el número de demonios es inferior al de ángeles, ya que Lucifer sólo se llevó consigo a un tercio de estos durante su rebelión tal y como se lee en Revelaciones 12:3-4.

A partir del siglo IX se originó en el arte anglosajón la idea de que la entrada al infierno era la boca de un monstruo gigantesco. Una vez entraban por ahí, los condenados se veían a merced de las torturas de los demonios. Muchos religiosos sufrieron visiones de este horrible lugar en sus éxtasis: Sor Mariana Francisca de los Ángeles dijo que le metían pedruscos al rojo vivo por la boca y le obligaban a respirar humo de azufre; la monja Ana de San Agustín cuenta que los demonios aullaban mientras horribles rayos destrozaban a los condenados sobre los que caían. Para finalizar, a Michaela de Aguirre la hostigaban dándole manotadas pesadas y crueles difíciles de describir, le obligaban a tragar brasas en llamas y la sumergían en pozos hasta la garganta durante noches enteras.

Entrada del infierno - Hours of Catherine of Cleves Detalle de El Juicio Final - Jan van Eyck

Capacidad reproductiva

Los demonios son seres espirituales y carecen de cuerpo físico, por lo que su número es inmutable al no poder reproducirse. No obstante, en mitos como el de Lilith y el de los Vigilantes se dan relaciones sexuales entre demonios y humanos que resultan fructiferas. Lilith fue la primera mujer de Adán, pero huyó de su lado en el Paraíso porque se negaba a ser sumisa ante él. En los escritos de Isaac ben Jacob ha-Cohen se dice que, durante su exilio, Lilith se convirtió en la concubina del arcángel Samael, identificado con Azazel, y junto a él fue madre de demonios.

En Los mitos hebreos de Robert Graves también se considera que fue la madre de Asmodeo con Adán. Siguiendo lo dicho en esta obra, tres ángeles, Senoy, Sansenoy y Semangelof, fueron a buscar a Lilith para que volviera junto a su pareja después de que lo abandonara. Éstos la encontraron cerca del Mar Rojo, lugar infestado de demonios lascivos con los que daba a luz cien de ellos cada día. Lilith se negó a volver junto a ellos y declaró que Dios le había dado poder sobre los niños recién nacidos hasta su octavo día y sobre las niñas hasta su vigésimo día, pero si estaban protegidos con un amuleto donde estuvieran grabados los nombres de esos tres ángeles, perdonaría a los niños. Lilith fue dejada en paz por los ángeles, pero Dios la castigo haciendo que cada día muriesen cien de sus hijos.

Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger trataron sobre este tema en El martillo de las brujas, donde teorizan cómo los demonios, transformados en súcubos, fornican con hombres para obtener su semen y luego lo implantan en una mujer convertidos en íncubos. Este acto no lo realizarían por deleite sexual propio, sino para corromper a los humanos. Los demonios también podían robar la semilla de los recién fallecidos; debido a esto, o al tiempo en el que tardan en fecundar a una mujer, el semen que emplean suele estar frío. El mago Merlín del ciclo artúrico sería ejemplo de estas uniones, siendo el hijo de un íncubo y una princesa de nombre desconocido.

Los pecados capitales

Pese a que no son nombrados en la Biblia, los pecados capitales son siete vicios a evitar dentro de las enseñanzas cristianas. Estos pecados son abusos o excesos de las facultades o pasiones naturales, por ejemplo: la gula es un exceso del hambre o apetito natural que nos sustenta. Los demonios se encargan de llevar por el mal camino a los humanos haciendo que caigan en el pecado, así que entre 1409 y 1410 apareció The lanterne of light, un tratado anónimo atribuido a John Wycliffe, donde se relacionaba cada pecado capital con un demonio: Lucifer, orgullo; Belcebú, envidia; Satanás, ira; Abadón, pereza; Mammón, avaricia; Belfegor, gula y Asmodeo, lujuria. Peter Binsfeld escribió en 1589 Treatise on confessions by evildoers and witches, donde asignó otros demonios a cada pecado capital: Lucifer, orgullo; Leviatán, envidia; Satán, ira; Belfegor, pereza; Mammón, avaricia; Belcebú, gula y Asmodeo, lujuria.

Las tentaciones de San Antonio - Bernardo Parentino

Posesiones demoníacas

Entre los métodos que emplean los demonios para hostigar a los humanos se encuentra el de la posesión. Los exorcistas católicos diferencian entre la influencia demoníaca ordinaria, o sea, las tentaciones mundanas del día a día, y la actividad extraordinaria que cuenta con varias fases o formas.
  • Sometimiento o subordinación: la persona se ofrece voluntariamente a Satán o a los demonios.
  • Infestación: afecta a las casas, animales y objetos.
  • Daño físico externo causado por los demonios.
  • Opresión: el afectado sufre todo tipo de desgracias, como las que pasó Job cuando Satán quiso poner a prueba su fe. Su relato bíblico se puede leer en el libro de Job, donde se cuenta cómo este santo perdió todo su ganado y riquezas, asesinaron a sus criados y murieron sus hijos en un accidente. Como Job seguía fiel a Dios, Satán le afectó la piel de una horrible sarna, pero ni aún así maldijo contra Dios. Demostrada su fe, fue recompensado con salud, el doble de riquezas que tenía antes y nuevos hijos.
  • Obsesión: la víctima sufre pensamientos obsesivos que suelen acabar con la idealización del suicidio.
  • Posesión: los demonios toman por completo el control del cuerpo de una persona.
Una persona podía ser poseída por más de un demonio a la vez, así se ve en los evangelios de Lucas y Marcos cuando Jesús se topó con un poseído en Gadara. Este hombre sufría de un comportamiento errático y autolesivo, pues se dice que andaba día y noche por cerros golpeándose con piedras; también mostraba una fuerza sobrehumana, nadie podía contenerlo y siempre rompía cualquier tipo de cadena que le pusieran. Vivía entre las tumbas, pero cuando se vio en presencia de Jesús se hincó de rodillas y le suplicó que le dejara en paz. Cuando Jesús le preguntó por su nombre, respondió que se llamaba Legión, porque dentro de él habían muchos. Finalmente, Jesús expulsó a los demonios que había dentro del hombre y les dio permiso para meterse en una piara compuesta por dos mil cerdos, los cuales salieron corriendo y se ahogaron en un lago cercano. Además en Lucas 11:24-26 se dice que cuando un espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos buscando reposo; al no hallarlo, decide volver al hombre del que salió y se lleva con él otros siete espíritus peores.

Según el Ritual Romano, un poseído, a parte de poseer fuerza sobrehumana, también es capaz de hablar en lenguas que le son desconocidas, conoce secretos ocultos y sufre de una rabia blasfema, soltando obscenidades profanas y monstrando aversión por símbolos sagrados.

A parte de personas vivas, los demonios también podían entrar en el cuerpo de los muertos y animarlos como marionetas. En el Diccionario infernal aparece la leyenda de un pastor llamado Pierron que se enamoró locamente de un demonio llamado Abrahel. Este espíritu se le aparecía como una hermosísima doncella y le prometió que se entregaría a él si éste le obedecía en todo; cuando accedió, le pidió que sacrificase a su propio hijo como prenda de su amor. Tras llorarle desconsoladamente, Abrahel se le apareció de nuevo y le prometió que le devolvería la vida al pequeño si le rendía culto y adoración como sólo se debe hacer a Dios. Al poco de arrodillarse ante él y rezarle, el niño abrió los ojos y volió a hablar y a caminar, pero estaba más delgado, descolorido, sus movimientos eran lentos y torpes y sus ojos carecían de vida. Al cabo de un año, el demonio que le animaba abandonó su cuerpo que ya desprendía un hedor insoportable.

Jesús exorcizando a los demonios - Julius Schnorr von Carolsfeld

Pactos con el diablo y brujería

Los demonios, ocupados siempre en hacer el mal y desviar del buen camino a los humanos, hacían tratos con los mortales. A cambio de su adoración y de hacer el mal, éstos recibían poderes y dones que les permitían conjurar tormentas, volar, convertirse en animales, etc. Según Bodino, las brujas y brujos eran culpables de quince crímenes horribles: reniegan de Dios; blasfeman; adoran al Diablo; le dedican a sus hijos, los matan antes de bautizarlos y los consagran a Satanás mientras están en el vientre de su madre; prometen atraer a cuantos puedan al servicio del Diablo; juran en su nombre y lo honran; cometen incesto; practican el canibalismo; desentierran cadáveres para devorarlos; asesinan con venenos y sortilegios; matan al ganado; marchitan los campos y producen esterilidad y mantienen relaciones sexuales con los demonios.

A estos adoradores del Diablo, que por lo general eran mujeres, pues caían más fácilmente en el pecado, se les daba un demonio familiar que les ayudaba con sus maldades y al que tenían que alimentar dándoles de mamar de tetas sobrenaturales que solían tener escondidas en las ingles. Éstas tenían la obligación de acudir a unas reuniones nocturnas conocidas como aquellares o sabbath transportadas por demonios, ya fueran invisibles o como machos cabríos, o montando sobre escobas impregnadas de ungüentos mágicos. En el Diccionario infernal de Collin de Plancy se dice que el encargado de presidir estas reuniones era un demonio que tenía el aspecto de un macho cabrío de tres cuernos llamado Leonardo al que rindaban pleitesía besándole en el ano. En estas reuniones blasfemaban cometían todos los actos obscenos descritos antes por Bodino.

Sin necesidad de ser un brujo, cualquier persona podía realizar un pacto con un demonio intercambiando su alma o un infante a cambio de poder, riquezas, juventud... A lo largo de toda Europa se pueden encontrar puentes cuya leyenda cuenta que fueron construidos por demonios en una sola noche por un pacto, pero fueron engañados en el último momento y no pudieron hacerse con el alma del que les llamó. A algunos personajes famosos se les atribuye el haber hecho este tipo de acuerdo: de Johann Georg Faust surgió la leyenda de Fausto; el Codex Gigax es un enorme manuscrito del que se dice que fue escrito en una sola noche por un monje ayudado por el Diablo; incluso se acusó al papa Silvestre II de conseguir fama y alcanzar el papado por realizar tratos con demonios.

El aquelarre - Francisco de Goya

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