Los espíritus familiares son diablillos que acompañaban y servían a las brujas bajo la forma de pequeños animales, ya fueran reales o con ciertos rasgos monstruosos. Margaret A. Murray distingue en su obra, El culto de la brujería en Europa occidental, dos clases de espíritus familiares: los adivinatorios y los sirvientes. Los adivinatorios no pertenecían a las brujas, eran animales que éstas se encontraban en lugares y fechas indicados por el Diablo para decirles el porvenir. Como ejemplo, tenemos el caso de la bruja y curandera Agnes Sampson, la cual afirmaba que, cuando quería saber si alguien sanaría de una enfermedad, invocaba al Diablo bajo el nombre de Elva y éste se le aparecía como un perro para contestar sus preguntas. Los que trataremos en esta entrada son los sirvientes, diablillos que, bajo la forma de un pequeño animal, estaban al cuidado de las brujas y hacían lo que les mandasen.
Estos familiares no servían para realizar actos adivinatorios, sino para asistir en la brujería y llevar acabo las órdenes de sus dueños. En El martillo de las brujas aparece el caso de un hombre que sufrió de una repentina y horrible lepra tras discutir y ser amenazado por cierta mujer. Cuando ésta fue apresada e interrogada, confesó que al llegar a casa su familiar le preguntó el porqué de su malhumor y, tras contárselo, le pidió que se vengara por ella, que hiciera que ese hombre tuviera siempre el rostro hinchado, pero el demonio se excedió y afectó al hombre más allá de lo que ella quería.
Para conseguir un familiar había cuatro métodos: por regalo del Diablo, por herencia, como regalo de una bruja y por ejecución de ciertas ceremonias mágicas. William Forbes, jurista escocés, decía que algunos individuos recibían del Diablo ciertos diablillos que les servían como familiares, respondían a nombres extraños y eran guardados en cazos u otras vasijas sobre un lecho de lana. Estos familiares eran siempre animales pequeños que debían alimentarse de forma especial con pan, leche, un pollo y sangre. En 1556, Elizabeth Francis declaró que aprendió de su abuela, Eve de Hatfyelde Peverell, el arte de la brujería a la edad de doce años, aconsejándole que renunciara a Dios y que diera su sangre como pago por cada petición que le hiciera a Satanás/Satán/Sathan, el nombre del familiar que le entregó con forma de gato blanco manchado. Luego, quince años más tarde, la misma Elizabeth Francis fue a casa de su vecina, Madre Waterhouse, y le regaló su familiar con las mismas instrucciones que le dio su abuela cuando se lo dio en herencia. En El culto de la brujería en Europa occidental aparecen dos ejemplos de ritual para conseguir un familiar. En ambas historias, el que desea obtener uno de estos espíritus acude a misa y recibe la Sagrada Comunión, pero cuando le dan la hostia consagrada, finge comerla y, al salir de la iglesia, se les aparece el familiar y le da el pan de su boca, firmando con esta acción su pacto.
En El libro de San Cipriano, célebre grimorio de brujería y hechizos, aparece otro método para agenciarse con un par de familiares. En este caso, habría que crearlos de manera similar a lo que ocurre con los demiños gallegos. Para ello habría que matar un gato negro que no tuviera ni un solo pelo blanco o gris, sacarle los ojos y meter cada uno en un huevo puesto por una gallina negra. Tras esto, se esconderán bajo una pila de estiércol de caballo, asegurándose que se mantenga caliente. Ha de aclararse que desde este blog no se apoya el maltrato animal y no se anima a nadie a realizar este tipo de rituales, sólo citamos estos actos como información sobre las criaturas mágicas que aquí se tratan. La incubación duraría un mes, durante el cual se debería acudir diariamente donde estuvieran los huevos y recitar lo siguiente:
Como ya se ha dicho antes, para alimentar a los familiares habría que darles leche, gachas, cerveza, un pollo o sangre. En algunos casos, se cuenta que las brujas se realizaban varios pinchazos y dejaban que sus espíritus bebieran de ahí, pero en otros, las brujas contaban con marcas colocadas por el Diablo en forma de pezón o pequeño pecho que les servían para amamantar a sus diablillos. En los procesos de 1645 ante Matthew Hopkins aparecen varios de estos casos, como el de Anne Leech, la cual dijo que sus espíritus familiares solían chupar de las tetas que se le encontraron cerca de sus partes pudendas. Elisabeth Horner, otra bruja de Devon, procesada en 1696, tenía algo parecido a un pezón en el hombro, y los niños que dieron testimonio de ello dijeron que era chupado por un sapo. Elinor Shaw y Mary Philllps fueron ejecutadas en Northampton en 1704 por brujería acusadas de que duendes infernales chuparan por la noche sus dos grandes tetas o colgajos de carne roja de sus partes íntimas.
Las brujas podían poseer más de un familiar, que, por lo general, adoptaban el aspecto de pequeños animales: perros, gatos, hurones, comadrejas, pájaros, ratones, etc., pero también podían ser criaturas malformadas o desproporcionadas. Ales Hunt, cuando fue apresada, dijo durante su interrogatorio que tenía dos espíritus que eran como caballos pequeños, uno blanco y el otro negro llamados Iacke y Robbin. A John Winnick se le apareció en su granero un espíritu, negro y peludo, con zarpas de oso, pero cuyo tamaño no llegaba a ser el de un conejo, ofreciéndole ayuda para encontrar su monedero perdido si renunciaba a Dios y lo adoraba a él a cambio.
De entre todos los animales, las brujas tenían especial predilección por los sapos, así se menciona en el Diccionario infernal. De Lancre dice que las grandes brujas son ordinariamente asistidas por algún demonio que está siempre en su hombro izquierdo en forma de un sapo con dos cuernecitos en la cabeza, pero que no puede verlo nadie a menos que sean o hayan sido brujos. Los bautizan en el sabbat y los engalanan con trajes de terciopelo negro y con un cascabel en el cuello y otro en la pata. El padre Martín del Río llama martinillo o maridillo a estos familiares en su Disquisiciones mágicas y las brujas deben cuidarlos y alimentarlos con mucho mimo y cuidado. Cuando les falta comida, los propios sapos la exigen con palabras y el Demonio castiga a aquellas que tratan mal a sus familiares. Beltrana Fargue, una de las brujas de Zugarramurdi juzgadas en Logroño, afirmó que le daba el pecho a su sapo y que éste hasta se levantaba del suelo en su busca o tomaba el aspecto de un muchacho para ello. Los maridillos se encargaban de despertar a sus amos y de avisarles cuando debían ir al aquelarre, les instigaban a cometer maldades y de ellos extraían un fango que servía para elaborar sus ungüentos y pociones. Este lodo lo extraían azotando con una vara a los sapos después de haberles dado de comer. A cada golpe, se iban hinchando y, el Demonio, que está presente durante el proceso, les avisaba de cuando debían detenerse. Luego, apretaban a los sapos y éstos vomitaban o excretaban un agua verdinegra muy hedionda. Cuando es hora de ir al aquelarre (lunes, miércoles y viernes), se untan con este agua después de las nueve de la noche en la cara, manos, pechos, partes vergonzosas y plantas de los pies diciendo: «señor, en tu nombre me unto; de aquí adelante yo he de ser una misma contigo, yo he de ser demonio, y no quiero tener nada con Dios». Así, unas se elevan por los aires con sus sapos y otras van a pie guiadas por ellos.
Estos familiares no servían para realizar actos adivinatorios, sino para asistir en la brujería y llevar acabo las órdenes de sus dueños. En El martillo de las brujas aparece el caso de un hombre que sufrió de una repentina y horrible lepra tras discutir y ser amenazado por cierta mujer. Cuando ésta fue apresada e interrogada, confesó que al llegar a casa su familiar le preguntó el porqué de su malhumor y, tras contárselo, le pidió que se vengara por ella, que hiciera que ese hombre tuviera siempre el rostro hinchado, pero el demonio se excedió y afectó al hombre más allá de lo que ella quería.
Para conseguir un familiar había cuatro métodos: por regalo del Diablo, por herencia, como regalo de una bruja y por ejecución de ciertas ceremonias mágicas. William Forbes, jurista escocés, decía que algunos individuos recibían del Diablo ciertos diablillos que les servían como familiares, respondían a nombres extraños y eran guardados en cazos u otras vasijas sobre un lecho de lana. Estos familiares eran siempre animales pequeños que debían alimentarse de forma especial con pan, leche, un pollo y sangre. En 1556, Elizabeth Francis declaró que aprendió de su abuela, Eve de Hatfyelde Peverell, el arte de la brujería a la edad de doce años, aconsejándole que renunciara a Dios y que diera su sangre como pago por cada petición que le hiciera a Satanás/Satán/Sathan, el nombre del familiar que le entregó con forma de gato blanco manchado. Luego, quince años más tarde, la misma Elizabeth Francis fue a casa de su vecina, Madre Waterhouse, y le regaló su familiar con las mismas instrucciones que le dio su abuela cuando se lo dio en herencia. En El culto de la brujería en Europa occidental aparecen dos ejemplos de ritual para conseguir un familiar. En ambas historias, el que desea obtener uno de estos espíritus acude a misa y recibe la Sagrada Comunión, pero cuando le dan la hostia consagrada, finge comerla y, al salir de la iglesia, se les aparece el familiar y le da el pan de su boca, firmando con esta acción su pacto.
En El libro de San Cipriano, célebre grimorio de brujería y hechizos, aparece otro método para agenciarse con un par de familiares. En este caso, habría que crearlos de manera similar a lo que ocurre con los demiños gallegos. Para ello habría que matar un gato negro que no tuviera ni un solo pelo blanco o gris, sacarle los ojos y meter cada uno en un huevo puesto por una gallina negra. Tras esto, se esconderán bajo una pila de estiércol de caballo, asegurándose que se mantenga caliente. Ha de aclararse que desde este blog no se apoya el maltrato animal y no se anima a nadie a realizar este tipo de rituales, sólo citamos estos actos como información sobre las criaturas mágicas que aquí se tratan. La incubación duraría un mes, durante el cual se debería acudir diariamente donde estuvieran los huevos y recitar lo siguiente:
¡Oh gran Lucifer! Yo te entrego estos dos ojos de un gato negro, para que tú, mi grande amigo Lucifer, me seas favorable en la súplica que hago a tus pies. Mi gran ministro y amigo Satanás, en vos entrego la magia negra para que pongáis en ella todo vuestro poder, eficacia y astucia con que te dotó el Ser Supremo, que vos dedicáis al daño y perjuicio de los humanos, pues a vos confío estos dos ojos de un gato negro para que de ellos nazcan los diablillos, que me habrán de acompañar eternamente. Entrego mi magia negra a María Pandilla, a toda su familia y a todos los diablos del infierno, mancos, ciegos y tullidos, para que de aquí nazcan dos diablillos que me suministren dinero, porque yo quiero dinero por el poder de Lucifer, mi amigo y compañero de ahora en adelante.Transcurrido el mes, nacerán dos diablillos que tendrán el aspecto de pequeños lagartos. Deberán guardarse en un canuto de marfil o de boj y se tendrían que alimentar con limadura de hierro o de acero. Una vez en su posesión, se les puede pedir cuanto se quiera. Por ejemplo, si se desea dinero, bastará con abrir el canuto y decir: «quiero dinero», cosa que aparecerá inmediatamente, pero con la condición de que no se puede dar como limosna a los pobres ni emplearlo para mandar decir misas por ser dinero procedente del Demonio.
Bruja alimentando a sus familiares - Publicación de 1579 sobre los juicios a Elizabeth Stile, Madre Dutte, Madre Devell y Madre Margaret |
Las brujas podían poseer más de un familiar, que, por lo general, adoptaban el aspecto de pequeños animales: perros, gatos, hurones, comadrejas, pájaros, ratones, etc., pero también podían ser criaturas malformadas o desproporcionadas. Ales Hunt, cuando fue apresada, dijo durante su interrogatorio que tenía dos espíritus que eran como caballos pequeños, uno blanco y el otro negro llamados Iacke y Robbin. A John Winnick se le apareció en su granero un espíritu, negro y peludo, con zarpas de oso, pero cuyo tamaño no llegaba a ser el de un conejo, ofreciéndole ayuda para encontrar su monedero perdido si renunciaba a Dios y lo adoraba a él a cambio.
De entre todos los animales, las brujas tenían especial predilección por los sapos, así se menciona en el Diccionario infernal. De Lancre dice que las grandes brujas son ordinariamente asistidas por algún demonio que está siempre en su hombro izquierdo en forma de un sapo con dos cuernecitos en la cabeza, pero que no puede verlo nadie a menos que sean o hayan sido brujos. Los bautizan en el sabbat y los engalanan con trajes de terciopelo negro y con un cascabel en el cuello y otro en la pata. El padre Martín del Río llama martinillo o maridillo a estos familiares en su Disquisiciones mágicas y las brujas deben cuidarlos y alimentarlos con mucho mimo y cuidado. Cuando les falta comida, los propios sapos la exigen con palabras y el Demonio castiga a aquellas que tratan mal a sus familiares. Beltrana Fargue, una de las brujas de Zugarramurdi juzgadas en Logroño, afirmó que le daba el pecho a su sapo y que éste hasta se levantaba del suelo en su busca o tomaba el aspecto de un muchacho para ello. Los maridillos se encargaban de despertar a sus amos y de avisarles cuando debían ir al aquelarre, les instigaban a cometer maldades y de ellos extraían un fango que servía para elaborar sus ungüentos y pociones. Este lodo lo extraían azotando con una vara a los sapos después de haberles dado de comer. A cada golpe, se iban hinchando y, el Demonio, que está presente durante el proceso, les avisaba de cuando debían detenerse. Luego, apretaban a los sapos y éstos vomitaban o excretaban un agua verdinegra muy hedionda. Cuando es hora de ir al aquelarre (lunes, miércoles y viernes), se untan con este agua después de las nueve de la noche en la cara, manos, pechos, partes vergonzosas y plantas de los pies diciendo: «señor, en tu nombre me unto; de aquí adelante yo he de ser una misma contigo, yo he de ser demonio, y no quiero tener nada con Dios». Así, unas se elevan por los aires con sus sapos y otras van a pie guiadas por ellos.
Maridillo en Guía de los seres mágicos de España: Duendes, de Jesús Callejo e ilustrado por Ricardo Sánchez |