En la tradición cristiana, Lucifer (hebreo: הֵילֵל; hêlêl o heylel; El brillante, La estrella de la mañana) representa al ángel caído, ejemplo de belleza y sabiduría a quien la soberbia condujo a los infiernos, transformándose en Satanás. Originalmente era un querubín, ángeles de la primera jerarquía en la angelología cristiana.
Tomas de Aquino explica en su Summa Theologiae por qué Lucifer, el ángel supremo de los que pecaron, no era el supremo de todos los ángeles (uno de los serafines). Según él: «El nombre querubín significa plenitud de ciencia. Serafín significa el que arde o el que incendia. Por lo tanto, es evidente que el querubín toma su nombre de la ciencia, compatible con el pecado mortal; y el serafín lo toma del ardor del amor. Por eso, el primer ángel pecador no se llama serafín, sino querubín».
Con la redacción de la Biblia de los Setenta, los traductores griegos del Antiguo Testamento sustituyeron el hebreo Satán por el griego Diábolos (Διάβολος), que significa «acusador» o «calumniador», sustantivo que proviene del verbo diaballein («calumniar, difamar») y este a su vez de las raíces día («a través») y ballein («arrojar»).
Tomas de Aquino explica en su Summa Theologiae por qué Lucifer, el ángel supremo de los que pecaron, no era el supremo de todos los ángeles (uno de los serafines). Según él: «El nombre querubín significa plenitud de ciencia. Serafín significa el que arde o el que incendia. Por lo tanto, es evidente que el querubín toma su nombre de la ciencia, compatible con el pecado mortal; y el serafín lo toma del ardor del amor. Por eso, el primer ángel pecador no se llama serafín, sino querubín».
Con la redacción de la Biblia de los Setenta, los traductores griegos del Antiguo Testamento sustituyeron el hebreo Satán por el griego Diábolos (Διάβολος), que significa «acusador» o «calumniador», sustantivo que proviene del verbo diaballein («calumniar, difamar») y este a su vez de las raíces día («a través») y ballein («arrojar»).
La primera vez que se cita el nombre de Lucifer es en un texto del profeta Isaías (Is 14:12-14) de la Vulgata de San Jerónimo (siglo V), traducción que él hace de la Biblia, del griego (Nuevo Testamento) y hebreo (Antiguo Testamento) al latín, para designar la palabra Lucero. En este texto se vislumbra el antiguo relato del ángel caído:
«¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora! Has sido abatido a la tierra, dominador de naciones! Tú decías en tu corazón: "escalaré los cielos; elevaré mi trono por encima de las estrellas de Dios; me sentaré en el monte de la divina asamblea, en el confín del septentrión escalaré las cimas de las nubes, seré semejante al Altísimo».
No obstante, además del sentido grecolatino del término, Lucifer ya era identificado por la tradición veterotestamentaria con una estrella caída, ya que en el lenguaje bíblico las estrellas representan a los ángeles.
Otro texto del profeta Ezequiel también podría ser ilustrativo:
«Hijo de hombre, entona una elegía sobre el rey de Tiro. Le dirás: Así dice el Señor Yahveh: Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. Fuiste perfecto en su conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad. Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego. Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes. Por la multitud de tus culpas por la inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos de todos los que te miraban. Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre».
(Ez 28:12-19)
Puede apreciarse que en un mismo mensaje tiene doble destinatario: va dirigido a Satanás pero también a un engreído rey humano. Aunque el mensaje va para el rey de Tiro, se dice que era ‘querubín protector’, que estaba en el Edén, pero luego fue "precipitado a tierra". La soberbia fue lo que caracterizó todo el proceso de rebeldía. Satanás y los suyos pretendían asemejarse a Dios. Precisamente la soberbia es considerada como el más grave pecado. De ella se derivaron todas las clases de perdición (Proverbios 13:10).
Su caída es lo que se relata en el Génesis, cuando Satanás es simbolizado como «la serpiente». En dicha forma tentó a Eva a cometer el pecado original y a desobedecer a Dios: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: "No comáis de ninguno de los árboles del jardín"? De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal» (Génesis 3:1,4,5). En el Libro de la Sabiduría de Salomón se dice que por la envidia del Diablo, la muerte entró en el mundo y los que pertenecen a él la conocerán (Sabiduría 2:24).
Durante los tiempos antiguos (Antiguo Testamento) Satanás estaba en el ámbito terrestre (había perdido su condición de querubín celestial), pero podía retornar al cielo. El relato de Job permite esa deducción:
El jardín del Edén - Jan Brueghel el Viejo y Peter Paul Rubens |
«Y dijo el Señor a Satán: "¿De dónde vienes tú?" Y respondió Satán: "He dado la vuelta por la tierra"».
(Job 1:7; 2:2)
La tentación de Jesús es un episodio de la vida de Cristo narrado por el evangelista Mateo en el Nuevo Testamento (Mt 4, 1-11). Jesús se dirigió al desierto y allí estuvo cuarenta días y cuarenta noches. Durante su exilio se le apareció Lucifer para tentarlo:
«Entonces, acercándose el tentador, le dijo: "Si eres el Hijo de Dios, di que esas piedras se conviertan en panes". Más Jesús le respondió: "Escrito está: 'No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios'"».
Mateo 4, 3 (Primera tentación a Jesús en el desierto)
«Después de esto le transportó el Diablo a la santa ciudad de Jerusalén, y le puso sobre lo alto del templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: 'A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna'". A lo que replicó Jesús: "Escrito está también: 'No tentarás al Señor tu Dios'"».
Mateo 4, 6 (Segunda tentación a Jesús en el desierto)
«Todavía le subió el Diablo a un monumento muy encumbrado y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos. Y le dijo: "todas estas cosas te daré si, postrándote delante de mí, me adoras". Entonces Jesús le respondió: "Apártate de ahí Satanás, porque está escrito: 'Adorarás al Señor Dios tuyo, y a él sólo servirás'"».
Mateo 4, 9 (Tercera tentación a Jesús)
La tentación de Jesús, por Vasily Surikov y Ary Scheffer
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En tiempos de Jesús, Satanás estaba siendo juzgado (Jn 16:8-11), pero aún no había ocurrido lo fundamental. Jesús explica que el Reino de Dios tiene como fin contrarrestar «la autoridad y poder de Satanás». Para confinarlo en tierra (sin retorno al cielo) era indispensable el sacrificio de Cristo. Eso fue lo determinante. «La sangre del Cordero» determinó que «no tenga más lugar en el cielo». Luego, la acción de arrojarlo por tierra es efectuada por el arcángel Miguel con sus ángeles. Las repercusiones de ese hecho se describen en Apocalipsis 12:7-11. Para el Diablo, lo trágico es que si antes podía subir al cielo, desde el triunfo de Cristo ha perdido ese privilegio, o sea, no puede volver hasta aquél nivel como “acusador”. Por eso la alegría celestial:
«Alegraos, ¡oh cielos, y los que moráis en ellos! ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! Porque el Diablo ha descendido a vosotros, teniendo grande ira...».
(Ap. 12:12)
El judaísmo consideraba a Lucifer y a Satanás como dos entidades separadas, al igual que el gnosticismo, siendo el primero un terrible demonio y el segundo la sombra del logos, el divino tentador, el entrenador psicológico, aquel que pone a prueba al adepto para lograr la iniciación.
En el cristianismo ambos conceptos son identificados con el Diablo (Apocalipsis 12:9). La diferenciación radica en que Lucifer es el nombre del «Príncipe de los demonios» como ángel antes de su caída; y el nombre de Satán o Satanás («Adversario»), el que adopta después.
Como ángel caído, como el Diablo, se le describe como un ser sobrenatural maligno, adversario de Dios y tentador de los hombres; en el Nuevo Testamento se identifica a este ser con el Satán hebreo del Libro de Job (1:6-8), con el Diablo del Evangelio de Mateo (4:8-10), con la serpiente del Génesis (3:1-5) y con el gran dragón del Apocalipsis (12:9), todos como un solo personaje.
Entre todos los nombres que se le atribuyen a Lucifer en el Nuevo Testamento se encuentran los siguientes sobrenombres: Diablo (Apocalipsis 12:9), Satanás (Lucas 10:18), Belcebú (Mateo 10:25), el Malo/Maligno (Mateo 13:19), Príncipe de este Mundo (Juan 12:31), el Tentador (Mateo 4:3), Mentiroso y padre de la mentira (Juan 8:44), Belial (2 Corintios 6:15), el Dios de este mundo/siglo (2 Corintios 4:4), Príncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2), Vuestro Adversario (1 Pedro 5:8), Dragón y Serpiente antigua (Apocalipsis 20:2).
Como todos los demonios, Lucifer podía poseer cuerpos humanos, y en Lucas 22:1-5 se indica que poseyó a Judas Iscariote en el momento en el que planeaba su traición a Cristo: «Se acercaba la fiesta de los panes sin levadura, llamada la Pascua. Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo dar muerte a Jesús, pues temían al pueblo. Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que pertenecía al número de los doce; y él fue y discutió con los principales sacerdotes y con los oficiales sobre cómo se lo entregaría. Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero».
Con el paso del tiempo, Lucifer pasó a ser un personaje recurrente en cuentos y leyendas populares, ofreciendo tratos a los incautos a cambio de sus almas, como en la historia de Jack O'Lantern o el Puente del Diablo. También era el encargado de presidir los aquelarres de las brujas en los mitos de la Edad Media en España, apareciendo con la figura de un macho cabrío.
Particularmente, durante el periodo medieval, Satanás era descrito con cuernos, patas de cabra (a veces patas de pollo o de mula) y cola. También empezó a representarse con una horca o tridente, con el que torturaba a las almas de los condenados en el Infierno, posible reminiscencia del arma del dios Poseidón. Las ilustraciones más creativas e imaginativas comenzaron a añadirle nuevos y grotescos detalles, como caras por todo el cuerpo, tal y como se puede ver en el cuadro de Pacto con el Diablo, ampollas, cicatrices, pelo animal y otras deformidades monstruosas. Ninguna de estas ilustraciones se basan en textos que aparezcan en la Biblia, por lo que podrían tomar detalles de muchos dioses astados paganos, como Pan, Cernunnos o Moloch. Estas imágenes se convirtieron con el tiempo en la base para Baphomet, descrito en el Dogme et rituel de la haute magie de Eliphas Levi. Incluso muchos satanistas usan la imagen de Baphomet para representar a Satán.
También es la principal figura del luciferismo, un sistema de creencias que venera las características esenciales que representa Lucifer. La tradición, influenciada por el gnosticismo, suele venerar a Lucifer no como demonio, sino como un libertador, un guardián o espíritu guía o incluso como el verdadero Dios en oposición a Jehovah. En la Biblia Satánica de Anton LaVey, Lucifer es uno de los cuatro príncipes del Infierno, gobernador del este, conocido como Señor del aire, Portador de la luz, Estrella de la mañana, el Intelectualismo o la Iluminación. El título de «señor del aire» proviene de Efesios 2:2, donde aparece la frase «príncipe de la potestad del aire» para referirse al dios pagano Zeus, que con el tiempo pasó a referirse a Satanás.
Entre todos los nombres que se le atribuyen a Lucifer en el Nuevo Testamento se encuentran los siguientes sobrenombres: Diablo (Apocalipsis 12:9), Satanás (Lucas 10:18), Belcebú (Mateo 10:25), el Malo/Maligno (Mateo 13:19), Príncipe de este Mundo (Juan 12:31), el Tentador (Mateo 4:3), Mentiroso y padre de la mentira (Juan 8:44), Belial (2 Corintios 6:15), el Dios de este mundo/siglo (2 Corintios 4:4), Príncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2), Vuestro Adversario (1 Pedro 5:8), Dragón y Serpiente antigua (Apocalipsis 20:2).
Como todos los demonios, Lucifer podía poseer cuerpos humanos, y en Lucas 22:1-5 se indica que poseyó a Judas Iscariote en el momento en el que planeaba su traición a Cristo: «Se acercaba la fiesta de los panes sin levadura, llamada la Pascua. Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo dar muerte a Jesús, pues temían al pueblo. Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que pertenecía al número de los doce; y él fue y discutió con los principales sacerdotes y con los oficiales sobre cómo se lo entregaría. Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero».
Con el paso del tiempo, Lucifer pasó a ser un personaje recurrente en cuentos y leyendas populares, ofreciendo tratos a los incautos a cambio de sus almas, como en la historia de Jack O'Lantern o el Puente del Diablo. También era el encargado de presidir los aquelarres de las brujas en los mitos de la Edad Media en España, apareciendo con la figura de un macho cabrío.
Particularmente, durante el periodo medieval, Satanás era descrito con cuernos, patas de cabra (a veces patas de pollo o de mula) y cola. También empezó a representarse con una horca o tridente, con el que torturaba a las almas de los condenados en el Infierno, posible reminiscencia del arma del dios Poseidón. Las ilustraciones más creativas e imaginativas comenzaron a añadirle nuevos y grotescos detalles, como caras por todo el cuerpo, tal y como se puede ver en el cuadro de Pacto con el Diablo, ampollas, cicatrices, pelo animal y otras deformidades monstruosas. Ninguna de estas ilustraciones se basan en textos que aparezcan en la Biblia, por lo que podrían tomar detalles de muchos dioses astados paganos, como Pan, Cernunnos o Moloch. Estas imágenes se convirtieron con el tiempo en la base para Baphomet, descrito en el Dogme et rituel de la haute magie de Eliphas Levi. Incluso muchos satanistas usan la imagen de Baphomet para representar a Satán.
También es la principal figura del luciferismo, un sistema de creencias que venera las características esenciales que representa Lucifer. La tradición, influenciada por el gnosticismo, suele venerar a Lucifer no como demonio, sino como un libertador, un guardián o espíritu guía o incluso como el verdadero Dios en oposición a Jehovah. En la Biblia Satánica de Anton LaVey, Lucifer es uno de los cuatro príncipes del Infierno, gobernador del este, conocido como Señor del aire, Portador de la luz, Estrella de la mañana, el Intelectualismo o la Iluminación. El título de «señor del aire» proviene de Efesios 2:2, donde aparece la frase «príncipe de la potestad del aire» para referirse al dios pagano Zeus, que con el tiempo pasó a referirse a Satanás.
Ángel caído - Alexandre Cabanel |
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