El fir darrig, far darrig o fir dhearga (del irlandés: fear dearg; «hombre rojo») es una de las hadas solitarias de Irlanda junto al leprechaun y el clurichaun. Algunos autores tratan a estos espíritus como diferentes aspectos de la misma criatura, siendo el fir darrig el mismo leprechaun cuando no está trabajando y se dedica a realizar travesuras. William Butler Yeats dice en Irish fairy and folk tales que el far darrig lleva un gorro y abrigo rojos, de ahí su nombre, y que se dedica única y exclusivamente a gastar bromas horribles.
Precisamente, William Yeats cuenta una de sus macabras bromas en la obra anteriormente citada. A Pat Diver, un hojalatero que se ganaba la vida yendo de pueblo en pueblo, le sorprendió la puesta de sol en un solitario camino de montaña de Inishowen cuando se dirigía a Culdaff. Buscando posada, llamó puerta por puerta en todas las casas que encontró, pero nadie quería darle hospedaje. La última casa donde probó suerte estaba habitada por un par de ancianos que, a cambio de alojarlo, le pidieron como pago una historia. Como Pat no conocía ninguna, lo rechazaron y acabó cobijándose en un granero.
Pasó poco tiempo después de que se durmiera cuando el sonido de unas pisadas le despertaron. Eran cuatro hombres altos que hicieron un fuego para asar el cadáver de un hombre. Cuando discutían entre ellos a quién le tocaba girarlo para que no se chamuscase, uno dijo que en ese granero estaba Pat Diver y que le tocaba a él. Pat salió de su escondrijo y lo pusieron a cargo del muerto antes de marcharse, pero le advirtieron que como llegara a quemarse, sería él el que acabaría en la hoguera. Al poco, las llamas crecieron tanto que quemaron las cuerdas y el cadáver cayó sobre las llamas, por lo que Pat huyó aterrado por lo que pudiera pasarle y se escondió en un desagüe cercano. Los cuatro hombre no tardaron en dar con él y soltaron el cadáver frente al desagüe discutiendo a quién la tocaba ahora cargar con él. Obviamente, dijeron que ahora era el turno de Pat y le obligaron a llevarlo hasta Kiltown Abbey, unas ruinas abandonadas. Allí, los cuatro hombres comenzaron a cavar una tumba, y, viendo que estaban tan ocupados con su tarea, Pat intentó huir de ellos subiéndose a un árbol. No tardaron mucho en empezar a discutir a quién le tocaba cavar esta vez, así que uno de ellos dijo que Pat estaba subido a un árbol, que por qué no bajaba él a cavar. En cuanto bajó y le dieron una pala, se oyó el canto de un gallo y salió el sol. Los hombres le dijeron que había tenido suerte, porque de no haber salido el sol, habría sido él el que estaría en esa tumba con el muerto.
Tras un par de meses, Pat había recorrido todo Donegal hasta llegar a una feria en Raphoe. Allí, entre la multitud, un hombre alto se le acercó y le pregunto qué tal estaba. Pat, desconcertado, le dijo que no tenía el placer de conocerle, a lo que el hombre, que resultó ser un Fir Darrig, le respondió: «¿No me conoces, Pat? La próxima vez que pases por Inishowen tendrás una historia que contar».
Precisamente, William Yeats cuenta una de sus macabras bromas en la obra anteriormente citada. A Pat Diver, un hojalatero que se ganaba la vida yendo de pueblo en pueblo, le sorprendió la puesta de sol en un solitario camino de montaña de Inishowen cuando se dirigía a Culdaff. Buscando posada, llamó puerta por puerta en todas las casas que encontró, pero nadie quería darle hospedaje. La última casa donde probó suerte estaba habitada por un par de ancianos que, a cambio de alojarlo, le pidieron como pago una historia. Como Pat no conocía ninguna, lo rechazaron y acabó cobijándose en un granero.
Pasó poco tiempo después de que se durmiera cuando el sonido de unas pisadas le despertaron. Eran cuatro hombres altos que hicieron un fuego para asar el cadáver de un hombre. Cuando discutían entre ellos a quién le tocaba girarlo para que no se chamuscase, uno dijo que en ese granero estaba Pat Diver y que le tocaba a él. Pat salió de su escondrijo y lo pusieron a cargo del muerto antes de marcharse, pero le advirtieron que como llegara a quemarse, sería él el que acabaría en la hoguera. Al poco, las llamas crecieron tanto que quemaron las cuerdas y el cadáver cayó sobre las llamas, por lo que Pat huyó aterrado por lo que pudiera pasarle y se escondió en un desagüe cercano. Los cuatro hombre no tardaron en dar con él y soltaron el cadáver frente al desagüe discutiendo a quién la tocaba ahora cargar con él. Obviamente, dijeron que ahora era el turno de Pat y le obligaron a llevarlo hasta Kiltown Abbey, unas ruinas abandonadas. Allí, los cuatro hombres comenzaron a cavar una tumba, y, viendo que estaban tan ocupados con su tarea, Pat intentó huir de ellos subiéndose a un árbol. No tardaron mucho en empezar a discutir a quién le tocaba cavar esta vez, así que uno de ellos dijo que Pat estaba subido a un árbol, que por qué no bajaba él a cavar. En cuanto bajó y le dieron una pala, se oyó el canto de un gallo y salió el sol. Los hombres le dijeron que había tenido suerte, porque de no haber salido el sol, habría sido él el que estaría en esa tumba con el muerto.
Tras un par de meses, Pat había recorrido todo Donegal hasta llegar a una feria en Raphoe. Allí, entre la multitud, un hombre alto se le acercó y le pregunto qué tal estaba. Pat, desconcertado, le dijo que no tenía el placer de conocerle, a lo que el hombre, que resultó ser un Fir Darrig, le respondió: «¿No me conoces, Pat? La próxima vez que pases por Inishowen tendrás una historia que contar».
Ilustración del libro Hadas, de Alan Lee y Brian Froud |
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