Caballos de los Vientos

En la mitología griega, los anemoi (griego: Ανεμοι) eran los cuatro dioses de los vientos asociados con los puntos cardinales y las estaciones: Bóreas, el viento del norte; Céfiro, el viento del oeste; Noto, el viento del sur y Euro, el viento del este. Estos dioses solían ser representados como hombres alados, pero también tomaban el aspecto de caballos.

Bajo esta forma equina, los antiguos historiadores y poetas decían que los vientos procreaban con yeguas, dando como descendencia impresionantes ejemplares inmortales que resaltaban en velocidad. En la Ilíada de Homero se dice en el canto XX que el rey Erictonio, hijo de Dárdano, tenía en su poder tres mil yeguas de las que se enamoró Bóreas. Tomando la figura de un caballo de oscuras crines se unió a ellas y tuvo doce potros, todos ellos capaces de galopar sobre los asfódelos sin dañarlos o sobre las crestas de las olas que rompían en la costa. Bóreas también fue padre, junto a una de las Erinias, de Etón (Ardiente), Flogio (Llameante), Cónabo (Estruendo) y Fobo (Terror), los caballos que tiraban del carro de Ares según Quinto de Esmirna. Céfiro, por su parte, tuvo con la harpía Podarge (griego: Ποδαργη; De pies ligeros) dos caballos inmortales: Janto y Balio, que tiraban del carro de Aquiles y acabaron arrastrando el cadáver de Héctor para injuriar su muerte. Cuando Aquiles les pidió que le devolvieran junto a sus hombres tras el combate, en lugar de dejarlo abandonado como hicieron con el cuerpo de su querido Patroclo, Janto, por obra de Hera, fue dotado de habla y le vaticinó que aquella vez si podrían traerlo sano y salvo, pero el día de su ruina estaba cerca y no sería culpa de ellos ni de su lentitud, pues eran raudos como su padre Céfiro, sino por la obra del destino y de los dioses.

Automedonte con los caballos de Aquiles - Henri Regnault

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