En Noruega e Islandia se conoce como eigi einhamir (islandés: que no tiene una sola piel) a aquellas personas capaces de adoptar forma animal. Para lograr este cambio existían tres maneras: en una, el alma del individuo abandonaba su cuerpo para materializarse en un animal o introducirse en uno. En este estado, el cuerpo humano quedaba catatónico y, si era cambiado de lugar, el alma se veía incapaz de encontrarlo y quedaba atrapada en la forma animal hasta su muerte. Además, cualquier herida sufrida en el cuerpo animal se manifestaba en el cuerpo humano. También se podía aparecer ante los demás con el aspecto del animal deseado mediante un conjuro, aunque no se producía ningún cambio físico real ya que se trataba de una simple ilusión. Por último tendríamos una auténtica transformación física más o menos parecida a la idea de licantropía que tenemos en estos días, la cual se lograba al colocarse encima unas pieles encantadas. Sea cual fuere el método, siempre se les podía reconocer por los ojos, que permanecían inalterados.
Para encontrar casos de licantropía como tal entre los nórdicos debemos consultar la Saga de los Volsungos, en la que tenemos dos ejemplos. El primero de ellos sería la madre de Siggeirr, el rey de los gautas. Éste se desposó con Signý pero, debido a una riña, mató a Volsung, el padre de su esposa, y capturó a los hermanos de ésta cuando los invitó a su reino con la intención de matarlos también. Signý, para darles más tiempo a sus hermanos, le pidió a Siggeirr que no los matara de inmediato, poniendo como excusa que sería mejor torturarlos en vida. El rey se deleitó con la propuesta y los dejó atados en un bosque, donde su propia madre, transformada en una vieja y enorme loba, acudía cada noche y mataba a uno de los hermanos. El único que se salvó fue Sigmund gracias a la ayuda de su hermana, que mandó a un hombre de confianza para que le untara de miel la boca. Cuando la loba se acercó a Sigmund, olió la miel y comenzó a lamerla. El muchacho, en lugar de paralizarse por el miedo, dejó que metiera la lengua en su boca y se la mordió. La loba forcejeó tanto que acabó liberando a Sigmund de sus ataduras, pero éste no la soltó hasta que le arrancó la lengua y la mató.
El segundo ejemplo lo protagonizó el mismísimo Sigmund junto a su hijo Sinfjötli. En busca de venganza contra Siggeirr, padre e hijo se internaron en el bosque para entrenar y fortalecerse. Allí se dedicaban a asaltar y matar a todo hombre con el que se cruzaban hasta que un día encontraron en una casa dos pieles de lobo. Cuando se las pusieron, ambos se transformaron en lobo, pero mantuvieron su inteligencia humana. Bajo esta forma, acordaron que sólo atacarían hasta un máximo de siete hombres juntos, ya que enfrentarse a más sería peligroso y deberían aullar pidiendo la ayuda del otro. En una ocasión, el joven Sinfjötli ignoró las palabras de su padre y mató a once hombres él solo, por lo que Sigmund le mordió en el cuello como castigo. Tras esto, curó sus heridas y decidió deshacerse de las pieles de lobo arrojándolas al fuego.
Estas creencias pudieron mezclarse o inspirarse en los berserkers (nórdico: camisa de oso) y ulfhednar (nórdico: manto de lobo), guerreros que vestían pieles de animales y entraban en combate con el frenesí y furia de bestias salvajes.
Ojos humanos revelando la verdadera naturaleza de un licántropo - escena de la película Lobo |
El segundo ejemplo lo protagonizó el mismísimo Sigmund junto a su hijo Sinfjötli. En busca de venganza contra Siggeirr, padre e hijo se internaron en el bosque para entrenar y fortalecerse. Allí se dedicaban a asaltar y matar a todo hombre con el que se cruzaban hasta que un día encontraron en una casa dos pieles de lobo. Cuando se las pusieron, ambos se transformaron en lobo, pero mantuvieron su inteligencia humana. Bajo esta forma, acordaron que sólo atacarían hasta un máximo de siete hombres juntos, ya que enfrentarse a más sería peligroso y deberían aullar pidiendo la ayuda del otro. En una ocasión, el joven Sinfjötli ignoró las palabras de su padre y mató a once hombres él solo, por lo que Sigmund le mordió en el cuello como castigo. Tras esto, curó sus heridas y decidió deshacerse de las pieles de lobo arrojándolas al fuego.
Estas creencias pudieron mezclarse o inspirarse en los berserkers (nórdico: camisa de oso) y ulfhednar (nórdico: manto de lobo), guerreros que vestían pieles de animales y entraban en combate con el frenesí y furia de bestias salvajes.
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