Salamandras

La salamandra es un anfibio común en el continente europeo. Como en el caso de otros animales existentes en la vida real, a lo largo de los siglos se le han atribuido diversas cualidades fantásticas. Desde la época de la Ilustración en adelante, se ha llegado a diferenciar al animal real y la criatura legendaria como dos conceptos distintos, especialmente en el mundo del ocultismo y la alquimia. La criatura mitológica suele representarse con un aspecto muy similar al de la salamandra real, pero con una particular afinidad hacia el fuego.

De la salamandra se extraía un material ignífugo diferente a cualquier otra tela. Para limpiarlo se debía arrojar al fuego, así se consumía la suciedad sin dañar la tela. Esta tela se elaboraba en los desiertos de la India, y era usada por personas importantes. Posiblemente este material era una referencia al amianto, mineral que se asociaba con la salamandra.

Plinio el Viejo les atribuía escéptico la habilidad de morar en el fuego, incluso apagarlo con sus fríos cuerpos, una cualidad que ya comentó mucho antes Aristóteles. Plinio también le adjudicaba propiedades medicinales y venenosas a su piel, aunque ciertas salamandras rezuman veneno el escritor romano exageraba su toxicidad llegando a decir que una sola salamandra podía emponzoñar y secar un árbol frutal, volviendo tóxicos sus frutos, y envenenar los pozos de agua potable. Además afirmaba que las salamandras vomitaban un líquido lechoso, que al entrar en contacto con cualquier parte del cuerpo humano causaba calvicie y erupciones.

Puede que la relación de las salamandras y el fuego tuviera su origen cuando antiguamente se veía escapar alguno de estos anfibios de entre los leños de la hoguera, ya que acostumbran a cobijarse en los troncos huecos y se les veía "aparecer mágicamente" del fuego cuando prendía la madera.

La salamandra es mencionada en el Talmud (Hagiga 27a) como una criatura producto del fuego, y que cualquier persona que se manche con su sangre será inmune al fuego y Leonardo da Vinci llegó a afirmar que carecían de órganos digestivos, que sólo se alimentaban del fuego absorbiéndolo por la piel. Años más tarde, Paracelso las identificó como los seres elementales del fuego, junto a los gnomos (tierra), los silfos (aire) y las ondinas (agua).

El mismo San Agustín (siglos IV-V) recurre a la salamandra como símbolo del condenado que sufrirá las llamas eternas del Infierno sin consumirse.

Shaphan

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