Querubín

Los querubines (hebreo: כְּרוּב, kərūv; plural: כְּרוּבִים, kərūvîm) son un tipo de seres angelicales, considerados asistentes de Dios según las tradiciones Abrahamicas. Estos seres son representados en el antiguo arte de Oriente Medio como leones o toros con alas de águila y cara humana, mientras que en la angelología cristiana son considerados como ángeles pertenecientes a la segunda orden de la primera jerarquía angelical. Los querubines son mencionados varias veces en la Biblia Hebrea y una vez en el Nuevo Testamento, haciendo referencia al propiciatorio del Arca de la Alianza (Hebreos 9:5). También están presentes en la tradición islámica.

Lucifer, portador de la luz, era un querubín antes de su caída del Cielo. Tomas de Aquino explica en su Summa Theologiae por qué Lucifer, el ángel supremo de los que pecaron, no era el supremo de todos los ángeles (uno de los serafines). Según él: «El nombre querubín significa plenitud de ciencia. Serafín significa el que arde o el que incendia. Por lo tanto, es evidente que el querubín toma su nombre de la ciencia, compatible con el pecado mortal; y el serafín lo toma del ardor del amor. Por eso, el primer ángel pecador no se llama serafín, sino querubín».

Los querubines aparecen por primera vez en La Biblia, en el Jardín del Edén, como guardianes del camino del Árbol de la vida (Génesis 3:24).

En Isaías 37:16, Ezequiel ora dirigiéndose a Jehová como "el que está sobre querubines". Su aspecto se describe con cierta extensión en el Libro de Ezequiel, apareciendo por primera vez en el capítulo uno, cuando Ezequiel fue junto al río Quebar. Estas criaturas son llamadas Hayot Ha Kodesh (hebreo: חַיּוֹת, chayot, de חַיּ, chai, Santos Seres Vivientes) y son identificados como querubines en el capítulo 10. En la visión de Ezequiel se describen a estos seres celestiales acompañados de los Tronos precediendo el trono de Dios:
«Miré, y he aquí que un viento huracanado venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y un resplandor a su alrededor, y en su centro, algo como metal refulgente en medio del fuego. En su centro había figuras semejantes a cuatro seres vivientes. Y este era su aspecto: tenían forma humana. Tenía cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno de ellos. Sus piernas eran rectas, y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del ternero, y brillaban como bronce bruñido. Bajo sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos humanas. En cuanto a las caras y a las alas de los cuatro, sus alas se tocaban una a la otra y sus caras no se volvían cuando andaban; cada uno iba de frente hacia adelante. Y la forma de sus caras era como la cara de un hombre; los cuatro tenían cara de león a la derecha y cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila; así eran sus caras. Sus alas se extendían por encima; con dos se tocaban uno a otro y con dos cubrían su cuerpo. Y cada uno iba de frente hacia adelante; adondequiera que iba el espíritu, iban ellos, sin volverse cuando andaban. En medio de los seres vivientes había algo que parecía carbones encendidos en llamas, como antorchas que se lanzaban de un lado a otro entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y del fuego salían rayos. Y los seres vivientes corrían de un lado a otro como el fulgor del relámpago».
Ezequiel 1:4-14. 

En el Zohar, una colección muy importante de libros en el misticismo judío, se dice que los querubines fueron guiados por uno de ellos, llamado Kerubiel, y, según la angelología judía, los Hayot Ha Kodesh están en el primer puesto de la jerarquía angelical. 

También aparecen en la literatura midrash. Los dos querubines colocados por Dios a la entrada del paraíso eran ángeles creados al tercer día, por lo que no tenían una forma definitiva; apareciendo ambos como hombres o mujeres, o como espíritus o seres angelicales (Genesis Rabbah XXI). El querubín fue el primer ser creado en el universo (Tanna debe Eliyahu R., I). En el midrash se puede leer: «Cuando un hombre duerme, el cuerpo le dice al neshamah (alma) lo que ha hecho durante el día; el neshamah se lo comunica al nefesh (espíritu); el nefesh al ángel; el ángel al querubín, y el querubín al serafín, quien finalmente lo comunica ante Dios (Levítico Rabbah XXI; Eccl. Rabbah X).

En el otro extremo del espectro filosófico está la opinión de Rabí Moshé ben Maimón, más conocido como Maimónides. Tenía una interpretación neo-aristotélica de la Biblia. Maimónides escribió que el hombre sabio ve que a lo que la Biblia y el Talmud se refieren como «ángeles» son, en realidad, alusiones a las diversas leyes de la naturaleza, son los principios por los que el universo físico está presente.
«Cuando el hombre duerme, su alma habla al ángel, el ángel al querubín'". El lector entendido verá en esto una clara prueba de que también se llama ángel a la facultad imaginativa, y querubín a la inteligencia del hombre. ¡Cuán hermoso para quien lo comprende! ¡Cuán absurdo para el que lo ignora!».
Los querubines no se mencionan por su nombre ni en el Corán ni en los Hadiz, pero muchas tradiciones basadas en estas fuentes han tratado sobre ellos. En la tradición islámica, los querubines son ángeles que sostienen el trono de Dios, implorándole que perdone, bendiga y proteja a los justos. En 40: 8, el Corán dice:
«Esos [ángeles] que llevan el Trono y los que le rodean, le exaltan con la alabanza de su Señor y creen en Él y piden misericordia por los que han creído, diciendo: «Nuestro Señor, Tú has envuelto todas las cosas en misericordia y conocimiento, así que perdona a los que se han arrepentido y siguen tu camino y protégelos del castigo del Fuego del Infierno».
En la teología medieval, siguiendo los escritos de Pseudo-Dioniso, los querubines son el segundo rango más alto en la jerarquía angelical, precedidos por los serafines. En el arte del Renacimiento se comenzó a confundir accidentalmente a los querubines con los Putti (pequeños niños alados similares a Cupido). En el arte cristiano, a pesar de la descripción de Ezequiel, en la que aparecen como seres con cabeza de animal, eran representados más comúnmente como ángeles con las alas cubiertas de ojos, símbolo de que eran seres que todo lo ven.

Daimera

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