Toros de bronce

Los toros de bronce (griego: Ταυροι Χαλκεοι; Tauroi Khalkeoi) eran un par de toros cuyas pezuñas estaban hechas de bronce y respiraban fuego. Fueron forjados por el dios Hefesto para Eetes, rey de la Cólquida.

Estos peligrosos animales pertenecen al mito de Jasón y su viaje en busca del vellocino de oro. En la Biblioteca mitológica de Apolodoro se cuenta que un oráculo le profetizó al rey Pelias que tuviera cuidado con un hombre de una sola sandalia cuando le consultó sobre el futuro de su reino. Al principio no entendió la profecía, pero cuando procedió a ofrecer un sacrificio a Poseidón junto al mar, Jasón llegó apresurado al acontecimiento y en el trayecto perdió una de sus sandalias. Pelias entonces decidió deshacerse de Jasón y lo envió en busca del vellocino de oro. La preciada piel estaba colgada en una encina, y a su alrededor se encontraba enroscado un dragón que nunca descansaba.

Cuando Jasón se presentó ante Eetes, le comunicó el encargo de Pelias y le pidió el vellocino. Eetes prometió entregárselo si era capaz de uncir él solo los toros que le regaló Hefesto y sembrar los dientes del dragón que mató Cadmo, obsequio de Atenea y de los cuales nacerían unos hombres armados conocidos como Espartos. Estos toros eran salvajes y de enorme tamaño, estaban provistos de pezuñas de bronce y arrojaban fuego por la boca. Mientras Jasón cavilaba cómo uncir los toros, Medea, hechicera e hija de Eetes, se enamoró de él y le propuso su ayuda si el héroe prometía casarse con ella. Jasón accedió y Medea le entregó una droga que le volvería inmune al fuego y al hierro durante todo un día.

En las Argonáuticas de Apolonio de Rodas se especifica que Eetes presumía de realizar estas hazañas él mismo, y si Jasón no lograba realizarlas, no era digno de conseguir el vellocino. Según este rey, sus toros pacían en la llanura de Ares y, tras uncirlos, los guiaba por una dura campiña que medía cuatro fanegas. En lugar de sembrar la tierra con trigo, lo hacía con los dientes del dragón al que dio muerte Cadmo, allí mismo vencía con su lanza a los terribles hombres que nacían de ellos. Todo este proceso le llevaba a Eetes desde la mañana hasta la hora del crepúsculo. Cuando Jasón aró todo el campo, al finalizar el día, soltó a los toros de su yugo y los espantó antes de que brotaran del suelo los Espartos.

Jasón y los toros de bronce ilustrados en Stories of the Ancient Greeks de Charles D. Shaw - George A. Harker

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