Black Annis, también conocida como Black Agnes, Black Anna, Black Anny o Cat Anna, es una asustaniños del folclore inglés. Es una bruja con la cara azul y garras de hierro con las que cavó su guarida, conocida como Glorieta de Black Annis (Black Annis's Bower), en una ladera de arenisca de Dane Hills, en Leicestershire. En la entrada de su cueva crecía un viejo roble deshojado en el que Black Annis se subía para saltar sobre los niños incautos, luego se los llevaba a su cueva, les sorbía la sangre y se los comía, dejando la piel arrancada de sus víctimas en las ramas de su árbol para curtirla. Con este cuero de piel humana se remendaba las faldas que vestía. También atacaba a los animales, y algunos pastores locales la culpaban de la desaparición de corderos u ovejas. Los padres asustaban a sus hijos diciéndoles que Black Annis se los llevaría si no se portaban bien.
A finales del siglo XIX su cueva fue rellenada con tierra para la construcción de una urbanización edificada justo después de la primera Guerra Mundial. Un testigo ocular del siglo XIX dijo que la cueva era de 4 o 5 pies de ancho (1,5m) y 7 u 8 pies de largo (2,4m) y tiene una cornisa de roca que rodea cada lado de la cueva, sirviendo de asiento. Se decía que un túnel unía la Glorieta de Black Annis con el Castillo de Leicester, y que la bruja se desplazaba libremente de un punto a otro.
Según cuenta una historia de Ruth Tongue en Folclore de Somerset, una malvada madrastra envió a sus tres hijos a recoger madera. Empezaba a caer la noche y los niños temían que Black Annis apareciera aprovechando la oscuridad, ya que si salía de día la luz del sol la convertiría en piedra. Los niños oyeron un resoplido y, mirando a través de una piedra de brujas, vieron a Black Annis. Soltaron los troncos que les impedían correr y huyeron despavoridos, pero los troncos alcanzaron a la bruja y le hicieron sangrar las piernas. Black Annis regresó a su cueva maldiciendo y se untó un ungüento para curarse las heridas. Volvió a por ellos y los atrapó, y justo cuando estaba de camino a su guarida apareció el padre de los niños con un hacha, la cual hendió en la cara de la bruja. Black Annis salió corriendo hacia su gruta gritando «¡Sangre! ¡Sangre!», pero en ese momento comenzaron a sonar las campanas que anunciaban Navidad y cayó muerta.
Se decía que los aullidos de Annis podían oírse a cinco millas a la redonda, y cuando rechinaba sus dientes hacía tanto ruido que la gente se apresuraba para bloquear las puertas de sus hogares. Como por aquellos tiempos no se tenían ventanas con cristal se colgaban enredaderas para evitar que raptara a los bebés con sus largos brazos.
A finales del siglo XIX su cueva fue rellenada con tierra para la construcción de una urbanización edificada justo después de la primera Guerra Mundial. Un testigo ocular del siglo XIX dijo que la cueva era de 4 o 5 pies de ancho (1,5m) y 7 u 8 pies de largo (2,4m) y tiene una cornisa de roca que rodea cada lado de la cueva, sirviendo de asiento. Se decía que un túnel unía la Glorieta de Black Annis con el Castillo de Leicester, y que la bruja se desplazaba libremente de un punto a otro.
Según cuenta una historia de Ruth Tongue en Folclore de Somerset, una malvada madrastra envió a sus tres hijos a recoger madera. Empezaba a caer la noche y los niños temían que Black Annis apareciera aprovechando la oscuridad, ya que si salía de día la luz del sol la convertiría en piedra. Los niños oyeron un resoplido y, mirando a través de una piedra de brujas, vieron a Black Annis. Soltaron los troncos que les impedían correr y huyeron despavoridos, pero los troncos alcanzaron a la bruja y le hicieron sangrar las piernas. Black Annis regresó a su cueva maldiciendo y se untó un ungüento para curarse las heridas. Volvió a por ellos y los atrapó, y justo cuando estaba de camino a su guarida apareció el padre de los niños con un hacha, la cual hendió en la cara de la bruja. Black Annis salió corriendo hacia su gruta gritando «¡Sangre! ¡Sangre!», pero en ese momento comenzaron a sonar las campanas que anunciaban Navidad y cayó muerta.
Se decía que los aullidos de Annis podían oírse a cinco millas a la redonda, y cuando rechinaba sus dientes hacía tanto ruido que la gente se apresuraba para bloquear las puertas de sus hogares. Como por aquellos tiempos no se tenían ventanas con cristal se colgaban enredaderas para evitar que raptara a los bebés con sus largos brazos.
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