El tarandro, o tarando (griego: τάρανδ(ρ)ος), también conocido como parandro, es un animal fabuloso similar a un ciervo o un reno. Es del tamaño de un buey, tiene la cabeza y las astas de un ciervo y el pelaje espeso como el de un oso, aunque más largo, el cual puede cambiar de color para camuflarse con el entorno. Esta bestia era conocida por varios naturalistas y escritores antiguos como Plinio el Viejo, Solino o Claudio Eliano, aunque estos no coincidían con el hábitat del animal, situándolo unos en Etiopía y otros en Escitia:
Cambia también de color el tarandro de los escitas y ninguno otro de los que están cubiertos de pelo, excepto el licaón en la India, del que se cuenta que tiene el cuello con crin [...] El tarandro tiene el tamaño del buey, su cabeza es mayor que la del ciervo pero no diferente, sus cuernos están ramificados, sus pezuñas partidas en dos, su pelo tiene la longitud del de los osos, pero, cuando le corresponde tener su propio color, es semejante al del asno. Su piel es tan dura que de ella se hacen las corazas. Remeda el color de todos los árboles, arbustos, flores y lugares en los que se esconde por miedo y, por ello, se le caza raras veces. Sería ya extraordinario que el aspecto de su cuerpo fuese tan variado, pero lo es más que lo sea su pelaje.
Historia Natural, Libro VIII - Plinio el Viejo
Etiopía produce también el parandro que tiene la corpulencia del buey, la pezuña hendida, la cornamenta ramificada, la cabeza de ciervo, el color del oso y el pelo igual de tupido. Se asegura que este parandro cambia su aspecto externo a causa del miedo y que cuando se esconde se hace semejante a todo aquello a lo que se ha arrimado, ya sea el blanco propio de las peñas, ya el verde de los arbustos, ya adopte cualquier otro color. Es lo mismo que hacen los pulpos en el mar, los camaleones en tierra: aunque ni el pulpo ni el camaleón tienen pelo, de suerte que están mejor dispuestos, por la finura de su piel, para imitar cuanto les rodea: lo novedoso y excepcional en este caso es que la tosquedad de los pelos adquiera el aspecto de los colores. De aquí resulta que difícilmente puede ser capturado.
El animal llamado tarando transforma su cabello y todo su cuerpo y puede asumir infinita variedad de colores como para causar asombro en el espectador. Y hay uno de Escitia que, por el aspecto de su piel y por su tamaño, se parece a un toro. Los escitas, que con la piel de este animal recubren sus escudos, creen que es eficaz contra las lanzas.
Historia de los animales, Libro II - Claudio Eliano
Ilustración del bestiario medieval Royal MS12 C XIX |
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