Lamia

Lamia (griego: Λαμια; Gran tiburón) era un monstruo asustaniños de la mitología griega. Hija de Poseidón y madre, según algunos autores, de los monstruos marinos Escila y Aquelo/Aquiles. En la Suda se menciona que es hija de Belo y una reina libia en lugar de Poseidón. Es comparada con Gelos, el espíritu de una joven mujer que regresó de la muerte para raptar niños en Lesbos. Posteriormente, su nombre se pluralizó y las lamias se convirtieron en espíritus asustaniños como las empusas, las mormolicias o Efialtes (espíritu de las pesadillas).

Diodoro Sículo, en el libro XX de su Biblioteca Histórica, nos narra el avance de Ofelas y su ejercito, cuando éste, en su travesía, se topó con la cueva en la que se dice que nació Lamia, a partir de la cual narra el mito de esta reina:
«Cuando hubieron marchado durante dieciocho días y recorrido tres mil estadios, acamparon en Automala [...] En la base de esta roca había una gran cueva densamente cubierta con hiedras y trepadoras, en la que, según los mitos, había nacido Lamia, una reina de rebosante belleza. Pero dicen que, por la fiereza de su corazón, al transcurrir el tiempo su cara tomó un bestial aspecto. Al morir todos los hijos que había tenido (como venganza de Hera por haber sido amante de Zeus), recapacitó en su desgracia y envidiando la felicidad que siente el resto de mujeres por sus hijos, ordenó que los recién nacidos fuesen arrancados de los brazos de sus madres para entonces matarlos. Por esto, entre nosotros y hasta la presente generación, la historia de esta mujer permanece entre los niños, y su nombre es lo que más les aterra. Pero cada vez que bebía sin reservas, les daba a todos la oportunidad de hacer lo que quisieran sin ser observados. Por lo tanto, puesto que no se molestaba por lo que ocurría en dichos momentos, el pueblo de esa tierra asumió que no podía ver. Por esta razón, algunos cuentan en este mito que arrojó sus ojos a una vasija, o que metafóricamente convirtió la despreocupación, llegando a su exceso entre vinos, en la dosis anteriormente mencionada. Ya que fue una dosis de vino la que le quitó la vista. También se podría presentar a Eurípides como testigo de que ésta nació en Libia, porque dice: "¿Quién no conoce el nombre de Lamia, de raza libia, un nombre de gran reproche entre los mortales?"».
Se dice que Zeus fue el que le otorgó el don de sacarse los ojos como regalo por sus favores, ya sea como algo relacionado con poderes proféticos o para aliviar la pena de Lamia, que tenía grabada la imagen de sus hijos muertos y que, incapaz de cerrar los ojos, sólo al quitárselos podía descansar. Plutarco reafirma esta creencia al mencionarla en una alegoría para una de sus enseñanzas en el libro De curiositae (Sobre el entrometimiento) de su Moralia:
«Pero en realidad, como se dice que la Lamia del cuento dormía, ciega, en su casa, con los ojos depositados en un cuenco, pero que, al salir afuera, se los ponía y miraba, así cada uno de nosotros se pone fuera y para otros, como un ojo, la indiscreción en su malevolencia, pero nos golpeamos contra nuestros errores y males propios frecuentemente por ignorancia, al no buscar para ellos vista y luz».
Aunque en el mito de Lamia se indica que Hera mató a sus hijos como venganza por haber mantenido relaciones con su esposo ZeusPlutarco y Pausanias mencionaron que la primera Sibilaprofetisa de Delfos, llamada Herófile, era hija de Lamia y Zeus, aunque en la Suda el padre mencionado es Apolo:
«Cuando nos detuvimos al llegar junto a la roca que está junto a la sede del Consejo, en la cual dicen que se sentaba la primera Sibila, que había llegado aquí del Helicón y había sido criada por las Musas (aunque algunos afirman que vino de Malia y era hija de Lamia, la hija de Posidón), Sarapión recordó los versos en que se cantó a sí misma diciendo que ni aún muerta cesaría en su actividad mántica...».
Plutarco, Diálogos Píticos
«Hay una roca que se eleva por encima de la tierra. Sobre ella dicen los delfios que cantaba los oráculos en pie una mujer llamada Herófile y de sobrenombre Sibila. La anterior Sibila he descubierto que era tan antigua como la que más, la que los griegos dicen que es hija de Zeus y de Lamia, hija de Posidón, y que fue la primera mujer que cantó oráculos y fue llamada Sibila por los libios».
Pausanias, Descripción de Grecia, libro X.
Algunos escolios citan a Lamia como madre del monstruo marino Escila, y Ptolemeo Hefestion, en su Nueva Historia, la menciona también como progenitora de Aquilos o Aquiles (griego: Αχειλος; Aqueilos; Sin labios), que al desafiar a Afrodita en un concurso de belleza fue deformado, posiblemente, con aspecto o atributos de tiburón:
«Se dice que también nació un hijo de Zeus y Lamia llamado Aquiles; era de una irresistible belleza y, como otros, fue objeto de competición. Pero al desafiar a Afrodita en un concurso de belleza, ésta, irritada, lo volvió tan feo y horrible como bello había sido antes».
Antonino Liberal, en su Metamorfosis, también la llama Síbaris, un monstruo que vivía en la montaña Cirfis, en Crisa. Según su versión, murió a manos de Euríbato, que sustituyó a Alcioneo como sacrificio y la lanzó desde lo alto de la montaña. En honor a la muerte del monstruo se fundó la ciudad Síbaris, cuyos habitantes eran tan pomposos y entregados a los cuidados que de ellos surgió el término «sibarita»:
«Junto al pie del Parnaso, mirando hacia el sur, hay una montaña que se llama Cirfis, cerca de Crisa. En esta montaña existe todavía hoy una inmensa gruta, en la cual habitaba una fiera enorme y prodigiosa, a quien unos llamaban Lamia, y otros Síbaris. Este animal recorría diariamente los campos, de donde apresaba animales y hombres. Ya estaban pensando los habitantes de Delfos en abandonar el país, y preguntaban incluso al oráculo a qué región debían emigrar, cuando el dios les reveló la manera de librarse de la desgracia, y era la siguiente, tenían que permanecer allí y estar dispuestos a colocar junto a la gruta a un joven elegido de entre los ciudadanos, presto a morir. Ellos lo hicieron como el dios les dijo. Celebraron un sorteo, y le correspondió desempeñar este cometido a Alcioneo, hijo de Diomo y de Meganira: era hijo único, y bello, tanto por su aspecto como por el talante de su espíritu. Los sacerdotes coronaron a Alcioneo y le condujeron hasta la gruta de Síbaris. Un tal Euríbato, hijo de Eufemo, que era joven y valeroso y del linaje del río Axio, había slaido del país de los Curetes por voluntad divina y se topó casualmente con la comitiva que conducía al joven. Pero un súbito amor por Alcioneo le sacudió, y preguntó entonces el por qué de aquella procesión, considerando terrible el hecho de no poder defender al joven en la medida de sus fuerzas y contemplar impasiblemente cómo el muchacho iba camino de una muerte lamentable. Arrancó, a la sazón, las coronas de la cabeza de Alcioneo y, poniéndoselas sobre su propia cabeza, ordenó que le condujeran a él en sustitución del joven. Una vez que los sacerdotes le hubieron llevado hasta la gruta, entró en ella corriendo y arrancó a Síbaris de su guarida, la sacó a la luz y la precipitó desde lo alto de las rocas. Síbaris, al rodar hacia abajo, se golpeó la cabeza contra los contrafuerte de Crisa. Y la fiera, a consecuencia de esta herida, desapareció. De la roca aqueñña surgió una fuente, que las gentes de la región llaman Síbaris. Y, en recuerdo de esta fuente, los locrios fundaron una ciudad en Italia llamada Síbaris».

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