Rokurokubi

Una rokurokubi (japonés: 轆轤首; cuello de polea) es uno de los yokai más populares y conocidos de Japón, aunque su leyenda llegó a esas tierras desde China. Este ser sobrenatural es indistinguible de una mujer normal y corriente durante el día, pero por la noche se manifiesta su verdadera naturaleza, ya que mientras duerme, se le alarga el cuello y de esta manera su cabeza se movía de manera individual. De esta forma se divierten asustando a los humanos o van en busca de alimento, ya sea el aceite de las lámparas o de la energía vital de los seres vivos. También existe otra variante de este yokai conocida como nukekubi, mucho más peligrosa y agresiva que, en lugar de estirar el cuello, es capaz de separar por completo la cabeza del cuerpo y volar con total libertad.

Según lo que recoge Shigeru Mizuki, a las rokurokubi se les puede identificar porque poseen unas alargadas estrías rojizas o moradas en el cuello. En su Enciclopedia Yokai cuenta una historia en la que un señor feudal se alojó en una posada y dejó su caballo en los establos. Ya de noche, a las dos de la mañana, cuando están más activos los espíritus, el encargado de los animales se durmió y apareció una rokurokubi que, alargando el cuello y metiendo la cabeza entre las patas del caballo, le sorbió la energía vital a través del semen. Al día siguiente, el animal estaba sin fuerzas y no servía para nada.

Las rokurokubi, a diferencia de otros yokai, que son espectros de nacimiento, eran en un principio mujeres normales, pero fueron transformadas en estas criaturas por una maldición, ya fuera por algún acto malvado cometido por la muchacha en cuestión o por alguno de sus parientes. Matthew Meyer cuenta en El desfile nocturno de los cien demonios que a veces no son conscientes de su condición sobrenatural, como el caso de una muchacha a la que echaban de todos sus trabajos porque por las noches alargaba el cuello para lamer el aceite de las lámparas.

Meyer también recogió en su obra una historia de la provincia de Totomi sobre un monje que se fugó con una chica llamada Oyotsu. Durante el viaje, Oyotsu cayó enferma y, como apenas les quedaba dinero para subsistir, el monje decidió matar a la muchacha para ahorrar lo poco que tenían. Con el tiempo acabó alojándose en una posada donde compartió cama con la hija del dueño, pero durante la noche vio cómo se le alargaba el cuello y su cara se transformaba en la de Oyotsu, recriminándole el asesinato que había cometido. A la mañana siguiente le confesó al posadero el asesinato de Oyotsu y lo que vio esa noche, a lo que el dueño le respondió que él también mató a su esposa por dinero y que lo utilizó para construir esa posada, por eso, como castigo, su hija acabó convertida en rokurokubi.

Ilustración de Shigeru Mizuki

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