Dragones en la obra de Topsell

El siguiente texto que vais a leer es una traducción del inglés moderno temprano de la obra de Edward Topsell, Historia de las bestias cuadrúpedas y las serpientes, donde reunió información de diferentes autores clásicos y varias leyendas y creencias populares sobre animales; en este caso en concreto, sobre los dragones. Algunas de las historias que cita de otros autores ya las tenéis recopiladas en sus correspondientes páginas, por lo que cuando lleguéis a una de ellas encontraréis un enlace con el nombre de la obra, el autor y el título del capítulo. Por ejemplo: «Fragmento de Historias de los animales de Claudio Eliano: El dragón de Lavinio».

Para hacer más amena la lectura he divido el texto por secciones en aquellas partes donde se trata un nuevo tema, tal y como indicaba el autor original. También he intentado encontrar todos los personajes, lugares y mitos que cita Topsell para enlazaros información sobre ellos, pero desgraciadamente no he podido identificarlos todos. Aquellos términos de los que no he encontrado información están seguidos de «(?)».


Índice


Introducción y etimología

De entre todas las serpientes no hay ninguna comparable al dragón ni que iguale la cantidad de materia que se ha escrito a lo largo de la historia sobre la naturaleza del mismo; por lo tanto debo pedir más tiempo al lector, que estaría dispuesto a prescindir de la lectura de historias particulares escritas por muchos otros. Pero tal es la necesidad que no puedo omitir nada, ya sea por la naturaleza o mortalidad de esta serpiente, por lo tanto voy a tratar de hacer descripciones agradables, con variedad de historias, viendo que no podré evitar la extensión de estos textos, que por la dulzura de uno (si mi pluma pudiera expresarlo) pueda contrarrestar lo tedioso del otro.

Los hebreos lo llaman Thanin, y Wolphius(?) tradujo Oach como dragón en sus comentarios sobre Nehemías. Los caldeos lo llaman Darken, y parece ser que la palabra griega Dracon deriva de la caldea. Entendemos que Albedisimon, o Ahedysimon, es una especie de dragón, y también Alhatraf, Hauden, Haren carnem y otros términos que pueden ser referenciados en este lugar. Los griegos de estos días lo llaman Drakos; los germanos, Trach Lindtwarm; los franceses, Un Dragon; los italianos, Drago y Dragone. La derivación de la palabra griega, a pesar de la conjetura anteriormente expuesta, puede derivar, según algunos, de Derkein, debido a su penetrante vista vigilante, y por lo tanto es de entender que hayan vigilado el vellocino de oro y otros tantos tesoros. Entre otras cosas, Alciato tenía un emblema sobre su vigilancia puesta en una virgen sin desposar:

Vera haec effigies innuptae est Palladis: ejus Hic Draco, qui dominae constitit ante pedes. Cur Divae comes hoc animal? custadia rerum Huic data, sic lucos sacraque templa colit. Innuptas opus est cura asservare puellas Pervigili: laqueos undique tendit amor. Esta es la vera efigie de la virgen Palas, y suyo es el dragón que se halla ante sus pies. —¿Por qué este animal es compañero de la diosa? —Lo tiene por custodio: guarda los bosques sagrados y los sagrados templos. Es preciso guardar atentamente a las chicas solteras, pues el amor tiende sus lazos por doquier.

Por esto los egipcios retrataron a Serapis, su dios, con tres cabezas: león en el medio, perro dócil a la derecha y un salvaje lobo a la izquierda; todas estas formas están unidas por el serpenteante cuerpo de un dragón que dirige su cabeza a la mano derecha del dios, cuyas tres cabezas son interpretadas como el tiempo: la de león representa el presente, el lobo, el tiempo pasado y el dócil perro, el tiempo que está por venir, todos estos están guardados por la vigilancia del dragón. Por esto, entre las estrellas fijadas en el Norte, hay una constelación llamada Draco, un dragón, todas ellas terminando su curso con el sol y la luna, y están en esta esfera llamada por los astrónomos Intersección de los círculos. La superior de estas asciende y es llamada «cabeza del dragón», y la inferior desciende, y es llamada «cola del dragón». Algunos creen que Dios, en Job 38, con la palabra Gneish, se refería a esta constelación.

Para finalizar, los antiguos romanos (como Vegecio escribió) portaban en todas sus unidades el estandarte de un dragón para representar su fortaleza y vigilancia. Aquellos nacidos para este propósito eran llamados Draconarii. Por eso, cuando el emperador Constantino entró en la ciudad de Roma, se indicó a sus soldados que sostuvieran sobre la punta de sus lanzas dragones con anchas bocas abiertas, y lo hicieron con rapidez con cadenas doradas y perlas, el viento vibrante en sus bocas, como si estuvieran vivos, amenazando con destrucción, y sus colas ondeando de un lado a otro a voluntad del viento, pero cuando éste cesaba se ponía fin a su movimiento, sobre lo que el Poeta dijo: Mansuescunt varii vento cessante Dracones (Los dragones de varios colores, calmándose el viento, se amansan tras haber aplacado sus anillos).

Draconarius en la recreación de la gimnasia hípica descrita por Arriano - Peter Conolly

También la leyenda del vellocino de oro, si es digna de situarse en esta historia, merece ser mencionada aquí, tal y como reportó Diodoro Sículo. Cuando Eetes reinaba en Ponto (Cólquide) recibió la respuesta de un oráculo, el cual decía que su vida acabaría el día en que desembarcaran unos extranjeros y se llevaran el Vellocino de Oro. Por esta razón, y por su propia crueldad, Eetes decretó que los extranjeros fueran sacrificados, a fin de que, al esparcirse por doquier la fama del carácter salvaje de los habitantes de la Cólquide, ningún extranjero se atreviera a poner su pie en el país. Asimismo rodeó el santuario con una muralla y puso un gran número de centinelas, escogidos entre los hombres de la Táurica, y por causa de todo ello entre los griegos se formaron mitos monstruosos al respecto. Se propagó, por ejemplo, el rumor de que en torno al santuario había toros (taúroi) de aliento de fuego y de que un dragón (drákón) insomne vigilaba el Vellocino. La homonimia ha permitido la conversión de los tauros en los poderosos bóvidos y, a partir de la crueldad mostrada en el asesinato de los extranjeros, se ha forjado el mito de los toros de aliento de fuego. De modo semejante, al guarda del santuario, llamado Dracón (Drákón), los poetas lo han transformado en el monstruoso y aterrador animal.

Algunos afirman también que en el Jardín de las Hespérides, en Libia, hay manzanas doradas guardadas por un terrible dragón (Ladón). Éste fue muerto por Heracles y las manzanas le fueron robadas y llevadas ante Euristeo. Otros dicen que las Hespérides tenían rebaños de ovejas cuya lana era como el oro y que eran vigiladas por un pastor llamado Draco, pero prefiero estar de acuerdo con Solino, que dio una explicación más satisfactoria a esta fábula: Ne fame licentia vulneretur fides, tal y como él dijo (para que la verdad no sea atropellada por los abusos de la leyenda): del mar sale un estuario lleno de recovecos, cuyas sinuosas orillas se retuercen de tal manera que a quienes lo observan les hace imaginar a una serpiente que se desliza a golpe de quiebros y así rodea una zona que llamaron jardín.

Ciertamente había una estatua de Heracles en cuya mano izquierda sostenía tres manzanas. Supuestamente son las obtenidas tras derrotar a un dragón, pero esa victoria significa moralmente su propia concupiscencia, a través de la cual triunfó sobre tres pasiones: sobre su ira mediante la paciencia, sobre su avaricia mediante la templanza y sobre sus placeres mediante su labor y esfuerzo. Eran más tres virtudes que tres manzanas doradas. Pero me guardaré mis discursos morales sobre el dragón y volveré a su historia natural, a la que he mostrado larga digresión.

Jardín de las Hespérides - Albert Herter

Especies de dragones - Hábitat, forma y tamaño

Hay diversas razas de dragones, distinguidos en parte por sus países, su número y su magnitud, y por otra parte por sus diferentes aspectos. Hay serpientes en Arabia llamadas Sirenas, tienen alas y son tan veloces como caballos, corriendo o volando a placer, y cuando se encuentran con un hombre, éste muere antes de sentir ningún dolor. Se cree que el Profeta Esay(?) habló de ellas en el capítulo 13, versículo 22. Serpens clamabit in Templis voluptariis: y por serpens el viejo traductor leyó syrenae, y esto en nuestro idioma sería «Los (dragones) sirena clamaban en los templos del placer». Antiguamente se hacía la siguiente distinción: Angues aquarum, Serpentes terrarum, Dracones Templorum, lo que significa «las anguilas son del agua, las serpientes de la tierra y los dragones de los templos». Y creo que fue un justo juicio de Dios, que los antiguos templos de los idólatras paganos eran molestados por dragones, que era el Diablo transformado en la abyecta forma y naturaleza de un dragón. El mismo Dios en las Santas Escrituras comparó al Diablo con un dragón, tal y como se lee en Revelaciones 12:3-9: «Entonces apareció otra señal en el cielo: he aquí, un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas había siete diademas. Su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo cuando ella diera a luz. Y ella dio a luz un hijo varón, que ha de regir a todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios, para ser sustentada allí, por mil doscientos sesenta días. Entonces hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles lucharon, pero no pudieron vencer, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él». Y continúa en Revelaciones 12:13 diciendo: «Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón». Por esto San Agustín escribió: Diabolus Draco dicitur propter insidias, quia occulte insidiatur, lo que significa: «El diablo es llamado dragón debido a sus engaños, los cuales han sido asentados a escondidas».

Solía decirse, ya que los dragones son las serpientes más grandes, que a no ser que una serpiente se coma a otra, nunca llegaría a ser un dragón, por esto se tenía la creencia de que crecían tanto a base de devorar a otros de su especie; además, en Etiopía, crecen hasta las treinta yardas de largo (27 m), y no se tenía otro nombre para esos dragones salvo el de mata-elefantes, siendo también de gran longevidad.


Mientras que los dragones se crían tanto en la India como en África, los más grandes de todos están en la India, y los de Etiopía, Nubia y Hesperia están limitados a los cinco (2,28 m) y veinte codos de largo (9,18 m). En tiempos de Eurgetes llevaron tres ejemplares a Egipto, uno de nueve codos (4,11 m) de largo, que con gran cuidado fue criado en el Templo de Esculapio, los otros dos medían siete codos (3,20 m) de largo. Sobre el lugar donde una vez se alzó la Torre de Babel hay dragones en gran cantidad y, bajo el Equinoccial, tal y como Nicéforo Calixto escribió, hay serpientes tan gruesas como columnas. Como testimonio, se llevaron sus pieles a Roma. No es para maravillarse, pues San Agustín, escribiendo sobre Salmos 148, dijo lo siguiente: Dracones magna quaedam sunt animantia, majora non sunt super terram (Los dragones son los más grandes de los animales, y no hay mayor bestia sobre la tierra). Tampoco hay que pensar que es increíble que los soldados de Atilio Régulo mataron un dragón de ciento veinte pies de largo (36 m), o que los dragones de los cubiles de la Montaña Atlas crecen de tal manera que apenas pueden mover su cuerpo. Aún tengo que hablar de los dragones de las montañas Emodii o de Arigia, o de los de Dachinabades (ciudad india), o de los de las regiones del este, o de aquellos que Augusto mostró públicamente a las gentes de Roma, siendo de cincuenta codos de largo (22,87 m); o de aquellos que están en los Alpes, que son encontrados en ciertas cuevas de la cara sur de las colinas. Con esto dicho, será suficiente sobre la cantidad y países de los dragones. Aparte, hay otro tipo de dragones de los que debo hablar en orden: los primeros de todos son los dragones de Epidaurio, que no son criados en ningún otro país salvo en ese, y son mansos y de un color dorado, por lo que fueron dedicados a Esculapio, sobre los cuales escribió Nicandro.

Soldados de Atilio Regulo contra el dragón - Giovanni Stradano

Igualmente hay otro tipo de dragones domesticados en Macedonia, donde son tan mansos que las mujeres los alimentan dándoles de mamar su propio pecho como a niños pequeños. Sus propios infantes juegan con ellos, montándolos y pellizcándolos tal y como harían con perros, sin sufrir ningún daño, y duermen con ellos en sus camas. Pero entre todos los dragones, no hay ninguno más famoso que el dragón Pitón, o Pitias, como claman los poetas, que fue nacido del limo de la tierra tras el diluvio de Deucalión y, más tarde, muerto por Apolo tal y como cuenta esta historia: Cuando Leto quedó encinta de Júpiter de Apolo y Diana, Juno retrasó su nacimiento, pero cuando nacieron y descansaban en la cuna, envió al dragón Pitón para devorarlos, pero Apolo, siendo tan solo un infante, mató al dragón con un dardo. Pero esta historia parece ser demasiado fabulosa e increíble, por lo tanto se arregló de otra manera: De ellos se dice que Pitón, siendo enviado por Juno, persiguió a Leto a través de todo el mundo, amenazando con devorarla, por lo que no tuvo descanso hasta que llegó hasta su hermana Asteria, que la recibió en Delos, donde dio a luz a Apolo y Diana con total seguridad. Tras esto, cuando el joven creció, mató al dragón en venganza por el mal que había cometido contra su madre. Pero la verdadera causa de la historia es mostrada por Pausanias y Macrobio, que decían que Apolo mató a un tal Pitón, un hombre muy malvado, en Delfos, y los poetas, debido a este hecho, retrataron al susodicho como un dragón. Ya no necesito decir nada más sobre Pitón excepto estos versos de Ovidio sobre su nacimiento (Las Metamorfosis, Libro I - 438):

Sed te quoque, maxime Python, tum genuit, populisque novis, incognita serpens, terror eras: tantum spatii de monte tenebas. hunc deus arcitenens, numquam letalibus armis ante nisi in dammis capreisque fugacibus usus, mille gravem telis exhausta paene pharetra perdidit effuso per vulnera nigra veneno. neve operis famam posset delere vetustas, instituit sacros celebri certamine ludos, Pythia de domitae serpentis nomine dictos. Ella (Gea) sin duda no hubiese querido, pero entonces te engendró a ti también, enorme Pitón, serpiente desconocida que fuiste el terror de los pueblos recién creados; tan gran espacio ocupabas en la montaña. El dios portador del arco, que nunca antes había hecho uso de su arma letal a no ser con los ciervos y las cabras huidizas, acabó con ella abrumándola con mil dardos hasta casi agotar el carcaj; de sus heridas se vertía negro veneno. Y para que el tiempo no pudiese borrar la fama de su hazaña, instituyó unos juegos sagrados de competiciones muy concurridas, llamados Pitios por el nombre de la serpiente derrotada.


Del dragón alado

Hay algunos dragones que tienen alas y carecen de pies, otros mantienen ambas extremidades y algunos carecen de las dos, pero sólo son distinguibles de las grandes serpientes comunes por la cresta que crece sobre sus cabezas y la barba que pende bajo sus carrillos. San Agustín dijo que los dragones habitan en profundas cuevas y lugares despoblados de la tierra y que, a veces, cuando perciben movimiento en el aire, salen de sus agujeros y, batiendo el aire con sus alas, como si golpearan con remos, abandonan la tierra y alzan el vuelo. Sus alas son de un material delgado y muy voluble, y se expanden a lo ancho de acuerdo a la largo del cuerpo del dragón, lo que hizo que Lucano el Poeta escribiera de la siguiente manera es sus versos:
«También a vosotros, que os deslizáis por todas las tierras como divinidades inofensivas, dragones rutilantes de dorado fulgor, la ardiente África os convierte en mortíferos: os remontáis con alas en el aire y, persiguiendo a rebaños enteros, quebrantáis a coletazos, enroscados a ellos, gigantescos toros; ni el elefante está seguro, pese a su volumen: todo lo entregáis a la muerte y, para vuestros deletéreos estragos; ni siquiera tenéis necesidad de veneno».
Farsalia, libro IX.
Los habitantes del reino de Georgia, una vez llamado Media, dicen que en sus villas hay diversos dragones que poseen tanto alas como patas, y que sus pies son como los del ganso. Además, hay dragones de cada color: algunos son negros, otros rojos, cenicientos y algunos son amarillos, y sus formas y aspectos son muy hermosos según los versos de Nicandro.

Gillius, Pierius y Grevinus(?), siguiendo la autoridad de este poeta, afirman que el dragón es de color negro, con el estómago de una especie de verde y de gran belleza al contemplarlo, teniendo una triple hilera de dientes en cada mandíbula y con los ojos más brillantes y claros para el don de la visión, lo que causó que los poetas pusieran en sus escritos que estos dragones eran guardianes de tesoros. Tienen también dos papadas creciendo bajo sus barbillas, cuelgan cual barba y son de color rojo. Sus cuerpos están cubiertos por afiladas escamas y sobre sus ojos tienen párpados ciertamente flexibles. Cuando abren del todo la boca y retiran la lengua, se pueden apreciar sus dientes, que recuerdan a los del cerdo salvaje, y sus cuellos tienen muchas veces pelo grueso creciendo en él, muy similar a las cerdas de los jabalíes.

Ilustración de un dragón alado en Historia de las bestias cuadrúpedas y las serpientes - Edward Topsell

La boca, especialmente la de los dragones más mansos, es pequeña, no más grande que un tubo, por el cual toman su aliento. Esto es debido a que no hieren con la boca, sino con su cola, golpeando solamente cuando están furiosos. Pero los dragones indios, etíopes y frigios tienen bocas muy anchas, a través de las cuales se tragan enteras aves y bestias. Tienen la lengua hendida, como si fuera doble, y dicen los investigadores que tienen quince dientes a cada lado. Los machos tienen crestas en sus cabezas, a diferencia de las hembras, e igualmente se distinguen por sus barbas.

Tienen un excelente sentido de la vista y el oído y, por esto, su nombre, Drakon, proviene de Derkein (griego: vista penetrante), y debido a esto se dice que Júpiter, el gran dios de los paganos, se transformó en dragón: Cuando se enamoró de Proserpina la violó adoptando dicha forma. Bajó hasta ella y la cubrió con los anillos de su cuerpo. Por esto, los adoradores de Sabacio ven en sus misterios o sacrificios la forma de un dragón retorciéndose en sus anillos. Así que del mismo modo que concibió un hijo con Ceres bajo la forma de un toro, también sedujo a su hija Proserpina con la apariencia de un dragón, pero de estas transmutaciones hablaremos más tarde. Y creo que la vanidad de estos proviene de los africanos, que creían que el origen de los dragones procedía de la unión antinatural de un águila y una loba. Debido a esto decían que el vientre de la loba crecía grande por esta concepción, pero no dio a luz como era habitual, sino que su vientre se rajó y de ahí salió el dragón, el cual tenía el pico y las alas del padre y las patas y la cola de su madre, pero su piel no era ni de uno ni del otro; pero esta clase de fabulosa concepción ya ha sido refutada suficientemente. Su dieta se basa en frutas y hierbas, o cualquier criatura venenosa. Aunque pueden vivir mucho tiempo sin comida, cuando la encuentran no se llenan fácilmente. Engordan más cuando comen huevos, y para devorarlos usan esta técnica: si se trata de un gran dragón se los traga enteros, entonces rueda sobre sí mismo, aplastando en pedazos los huevos dentro de su estómago y, por naturaleza, expulsa las cáscaras y se queda con el alimento. Si se trata de un dragón joven, anuda los huevos con su cola sujetándolos firmemente hasta que sus escamas abren la cáscara como si fueran un cuchillo, entonces succionan todo el alimento del huevo. De manera similar le quitan los jóvenes las plumas a las aves que se comen, y los viejos se las tragan enteras, expulsando las plumas de sus estómagos de nuevo.

Los dragones de Frigia, cuando están hambrientos, miran al oeste y, abriendo sus fauces, con la fuerza de su aliento, atraen a los pájaros que vuelan sobre sus cabezas hacia sus gargantas, de lo cual algunos piensan que es por voluntad propia de las aves, que son arrastradas por el aliento del dragón como si tratara de algo que amasen, pero es más probable que los dragones emitan vapores y venenos con su aliento, envenenando e infectando el aire sobre ellos, por lo que sus sentidos se trastocan y caen hacia sus bocas. Si por fortuna no encuentran comida suficiente para satisfacer su hambre, se esconden hasta que la gente vuelve de los mercados o los pastores llevan sus rebaños a casa y, tras una emboscada, devoran tanto a hombres como a bestias. Entonces se esconden de nuevo en sus cubiles, pues, al ser sus cuerpos excesivamente calientes, rara vez salen de la fría tierra salvo para encontrar alimento. Y debido a que viven sólo en los países más cálidos, comúnmente hacen sus madrigueras cerca del agua, o bien en los lugares más fríos entre rocas y piedras.

Los más grandes preservan su salud (tal y como afirmaba Aristóteles) comiendo lechuga silvestre, ya que les produce el vómito y expulsan cualquier alimento que les dañe, como la manzana, que les daña especialmente, pues sus cuerpos son susceptibles de llenarse con aire y por esto nunca comen esta fruta si no comen antes lechuga silvestre. Su vista (como dice Plutarco) también puede desarrollarse débil y frágil, y para esto la renuevan y recuperan al frotarse los ojos con hinojo o comiéndolo.

En Europa no tenemos dragones ni los hemos visto, sólo hemos oído hablar de ellos, pero incluso en nuestro propio país (según el testimonio de varios escritores) se han encontrado y matado algunos de estos animales. Un ciudadano presentó ante Francis, rey de Francia, un dragón o serpiente alada cuando yacía en Sancton, bestia a la que mató con una espada cuando lo mandaron a los campos a encargarse de ella. Este hecho fue presenciado por muchos hombres letrados y de buen prestigio, y pensaron que no había sido criada en ese país, sino que fue llevada por el viento desde alguna nación extranjera. Francia nunca fue conocida por criar dichos monstruos, pero entre los Pirineos hay una cruel especie de serpiente que no pasa de los cuatro pies de largo (1,20 m) y son tan gruesas como el brazo de un hombre, además de que en sus lomos crecen alas blandas, como tendones.

Gesner también dijo que en el año 1543 de nuestro Señor llegaron muchas serpientes aladas y provistas de patas a las zonas de Germania cercanas a Estiria, donde mordieron e hirieron a muchos hombres de manera incurable. Cardano también describió ciertas serpientes con alas que vio en París, cuyos cuerpos sin vida estaban en las manos de Gulielmus Musicus. Dijo que tenían dos piernas y alas pequeñas, por lo que apenas podían volar; la cabeza era pequeña, similar a la de una serpiente, de color brillante y carecía de pelo o plumas. Sus miembros más grandes no excedían el tamaño de un conejo, y era dicho que fue traída de la India. Además, como confirmación adicional sobre estas bestias, se han conservado registros de ellas en todas las edades, pues está escrito en las crónicas romanas los años de sus apariciones.

Cuando el río Tíber se desbordó, se descubrieron muchas serpientes y dragones, al igual que en tiempos del Emperador Mauricio, cuando un dragón atravesó la ciudad de Roma sobre las aguas a la vista de todos, hasta que llegó al mar. Tras este prodigio le siguió una mortal pestilencia. El 26 de mayo de 1499 llegó un dragón hasta la ciudad de Lucerna, el cual emergió del lago a través de Rusa, más abajo del río, donde muchas personas de toda clase se encontraban contemplándolo.

También han sido vistos dragones en varias ocasiones en Germania, volando a mediodía, los cuales significaban que les seguirían grandes y terribles fuegos, tal y como ocurrió cerca de la ciudad llamada Niderburge, junto a la orilla del Rin en un maravilloso día soleado, cuando apareció un dragón tres veces en un día sobre una ciudad llamada Sanctogoarin, sacudiendo su cola cada vez que pasaba. Apareció a la vista de muchos de los habitantes y, tras su paso, dicen que la ciudad ardió en llamas tres veces para gran horror y daño de dichos habitantes, pues no fueron capaces de mostrar resistencia para aplacar el fuego.

Y se observó, además, que en esa época habían sido vistos muchos dragones lavarse en una determinada fuente o pozo cerca de la ciudad, y si alguna persona llegó a tener la oportunidad de beber de esa agua, notaron como sus estómagos se hincharon al instante y murieron como si hubieran sido envenenados. Por esto se decretó públicamente que dicho pozo debía ser sellado con rocas, para prevenir que ningún otro hombre volviera a envenenarse con esa agua. Estos hechos fueron escritos por Justinus Goblerus en una epístola para Gesner, afirmando que no mentía y que vio con sus propios ojos dichos dragones y el fuego que les siguió.

Está registrado por testigos que, cuando el cuerpo de Cleomenes fue crucificado y colgaba de la cruz, llegó un dragón y se enroscó en su cuerpo, cubriendo con su cabeza la cara del rey muerto, lamiéndola a ratos, para evitar que los pájaros se acercasen y tocaran el cuerpo. Por esto comenzó a ser una opinión reverente la divinidad atribuida al rey, hasta que los hombres sabios y prudentes, estudiosos de la verdad, descubrieron la verdadera causa de esto. Según ellos, las abejas nacen del cuerpo de los bueyes, los zánganos, del de los caballos y los escarabajos, del de los asnos: así pues, del espinazo de los hombres se engendra una serpiente, por esto los antiguos fueron llevados a consagrar al dragón a los hombres de espíritu noble. Debido a esto se conservaba un monumento al primer Africano, porque bajo un olivo plantado con sus propias manos había un dragón que preserva su fantasma.

Pero no voy a mezclar fábulas y verdades, por esto reservaré el discurso moral sobre esta bestia para otro lugar, y que esto que he escrito sea suficiente para satisfacer a cualquier hombre razonable de que hay serpientes aladas y dragones en el mundo. Y rezo a Dios para que nunca tengamos mejores argumentos para satisfacernos, pues su presencia en nuestros países conllevaría grandes calamidades. Ahora procederemos a tratar el amor y odio de estas bestias con el hombre y otras criaturas.

Amor entre dragones y hombres

Lo primero ante todo, aunque los dragones sean enemigos naturales de los hombres, como cualquier otra serpiente, en muchas ocasiones (si hay algo de cierto en estas historias) han sido poseídos por un extraordinario amor, tanto por hombres, mujeres y niños, como parece verse en los siguientes casos:


Por dichas historias parece ser que estos salvajes dragones se vuelven amables y mansos ante los hombres por el buen trato y recompensas que reciben, pues no hay naturaleza que no pueda ser superada por la bondad. Y todavía no podría dejar este tema, con tan solo estos dos ejemplos, para concluir con la posibilidad del amor entre hombres y dragones, por lo que añadiré tres o cuatro ejemplos más.

Topsell ahora cuenta dos versiones de una misma historia, una narrada por Plutarco en el Tomo 9 de su Moralia, Sobre la inteligencia de los animales, y la otra la podéis encontrar en Historia de los animales de Claudio Eliano, en el Libro VI (17): Dragón enamorado de una muchacha. Os dejo la versión de Plutarco, ya que la de Claudio Eliano la podéis encontrar en este enlace.

Había un dragón que se enamoró de la mujer de Etolia (como Plutarco escribió). Se pasaba la noche junto a ella, deslizándose por su piel y enroscándose sin hacerle el menor daño, ni queriendo ni sin querer; eso sí, con gran decencia, al amanecer solía retirarse. Tal era lo que hacía el animal una y otra vez, hasta que los parientes de la mujer la trasladaron a otro lugar más apartado. En las tres o cuatro noches siguientes no se llegó el animal ante ella, aunque lo más probable es que anduviera por allí errante en su busca; pero mal que bien acabó de algún modo por dar con ella, y la rodeó pero no con la suavidad acostumbrada sino de un modo algo más brusco, apretándole los brazos contra el cuerpo con los anillos y fustigándole las pantorrillas con el extremo de la cola, aunque el enojo de que daba muestras era más bien leve y cariñoso, con más indulgencia que afán de castigar.


Aquellos que deseen leer más sobre este asunto encontrarán más ejemplos en los libros VI y XIII de Eliano. Para concluir, cuando Mesalina, la mujer de Claudio, envió a ciertos hombres para tomar la vida de Nerón, que era rival de Británico, se dice que cuando lo tenían entre sus manos para estrangularlo, un dragón emergió de la tierra o del suelo de la cámara y aterrorizó a los verdugos, que huyeron y dejaron con vida a Nerón. Con este ejemplo damos a ver otra muestra de la piedad de los dragones.

De nuevo, Télefo, ignorando que iba a yacer con su madre, estuvo a punto de cometer incesto con ella de no haber sido por un dragón, enviado por divina providencia, que los apartó: por lo tanto Draconi similis est virtus indagatrix quae diligenter omnia perscrutatur, rimatur{que} studiosissimè: La virtud de la discreción o el perfecto conocimiento es como un dragón, que diligentemente escudriña todas las cosas y estudiosamente examinó en cada resquicio; por esto el dragón preserva la castidad de la madre y del hijo, cuando ignorantemente y en la oscuridad iban a mancillarse de no haber sido por su aparición y demostración. Añadiría más, pero esto es más un ejemplo de su amor por la castidad de hombres y mujeres.


Y con esta historia (aunque nadie bajo los cielos creerá que sea cierta, pues es una mera fábula inventada para defender la idolatría, la cual mi alma y espíritu odian) puedo extraer un moralismo: que los dragones, en tiempos antiguos, hacían honor a la virginidad. Y viendo que no aman ni son amados por ninguna otra criatura, dejaré aquí este tema y pasaré a hablar de su odio y sus adversarios.

Enemistad entre dragones y hombres

Los ejemplos antes relatados son todos extraordinarios y alejados de lo natural, no son conclusivos, pues hay un odio común entre hombres y dragones, y, por tanto, en el discurso de sus enemistades, los hombres deben prevalecer. Como los más dignos adversarios, han muerto dragones a manos de los hombres y hombres por dragones, como puede apreciarse en la siguiente historia. Cuando la Región de Helvetia comenzó a diezmar a las bestias dañinas, se halló un terrible dragón cerca de la ciudad llamada Wilser, que acabó con todos los hombres y animales que se encontraba cuando le apretaba el hambre, de tal manera que esa ciudad y los campos cercanos recibieron el nombre de Dedwiler, es decir, un pueblo abandonado y de tierras baldías, pues todas las gentes y habitantes habían abandonado el mismo y huyeron a otros lugares.

Había un hombre en esa ciudad cuyo nombre era Winckelriedt. Dicho hombre fue desterrado por asesinato, pero juró que, si obtenía el perdón de su crimen y la restauración de su antigua herencia, combatiría contra el dragón, y, con la ayuda de Dios, lo destruiría, y su trato le fue garantizado con gran alegría por el pueblo. Fue llevado de vuelta a su casa y, ante la presencia de varios testigos, fue a luchar contra el dragón, al que superó en batalla y mató. Como muestra de alegría y señal de victoria alzó su espada empapada en la sangre del dragón, pero esta goteó de la espada hasta su cuerpo y le causó una muerte instantánea. Por lo tanto, este noble conquistador, un hombre digno de recordar en todas las edades y naciones, que tuvo la fuerza para matar un dragón vivo, no tuvo la fuerza para resistir el veneno de su sangre y acabó muerto. Pero si su mano no hubiera sido antes manchada con la sangre de un hombre, no creo que por la sangre del dragón hubiese caído tan pesadamente. Pues este es el juicio de Dios, castigando al asesino con el mismo crimen, o una enseñanza de que no debemos regocijarnos en nuestros propios méritos ante los ojos de Dios y enfurecerlo. Cristo, nuestro Salvador, prohibió a sus discípulos que se regocijaran por tener a los demonios sujetos a ellos, y por esto, nosotros, pobres criaturas, mucho menos podemos regocijarnos de superar a hombres o bestias.

Winckelriedt salpicado por la sangre del dragón muerto por su espada

Hay otra cosa más para ser considerada sobre la muerte de este hombre, que fue desterrado por matar a otro y perdonado por matar a un dragón, y aun así murió por el dragón tras ser éste asesinado. Esta sangre era el pecado porque trajo muerte, y la muerte, de nuevo, trajo sangre para que fuera vengada la primera, Que la sangre del hombre puede ser limpiada con sangre de hombre, y la sangre de una sierpe llegando entre ambas. Y por lo tanto, puedo decir realmente, como dice el poeta cristiano en otro caso: Sanguine succrevit, sanguine finis erit (A medida que la sangre crecía, en sangre acabaría).

En los días de Filipo, rey de Macedonia, había un camino hacia una montaña de Armenia sobre la cual el rey había orado para que cualquier hombre que lo cruzara debía morir. Sócrates, para comprobar el efecto de la oración del rey, colocó sus filosóficas lentes ópticas para poder ver qué había en ese camino, y él mismo pudo ver como dos grandes dragones salían de sus cubiles e infectaban el aire sobre ellos con la pestilencia de sus alientos. Esto fue lo que le declaró al rey, que para retractarse de su propio rezo, armó a diversos hombres para que fueran contra ellos y los mataran. Del mismo modo marchó él y limpió el camino que había maldito. Con esta hemos visto otra historia sobre dragones asesinados por hombres.

A esto podría añadir cómo Hércules, cuando era niño y estaba en la cuna, mató a dos dragones, tal y como relató Píndaro. Los corcireos adoraban a Diomedes por matar a un dragón(?). Donatus, un santo obispo en Germania, encontró un dragón escondido bajo un puente, donde mataba hombres, bueyes, caballos, ovejas y cabras. Con bravura fue hasta él en el nombre de Cristo y, cuando el dragón abrió las fauces para devorarle, el santo obispo escupió en su boca y lo mató.

Cuando Orfeo practicaba la cetrería, estando inmerso en este deporte, un dragón se abalanzó sobre él de repente, pero sus perros se lanzaron contra él y lo liberaron del peligro, pues hicieron trizas al dragón(?). Podría contaros otras muchas historias, pero las dejaré aquí, pues las he tratado al principio de esta historia: y ya que he hablado sobre los dragones muertos por hombres, pasaré a los hombres muertos por dragones, cuyas historias son las siguientes:

Petrus Damianus, levantándose temprano por la mañana y viajando por un camino, vio un gran dragón tumbado e inmóvil sobre la tierra. Al estar cansado, creyó que se trataba de un tronco o árbol, por lo que se sentó sobre él. La criatura lo soportó durante un rato, hasta que alzó su cabeza furioso y lo devoró.

Escena de la película Dragonheart

Después de que los griegos idearan el engaño para entrar en Troya y Sinón, el traidor, fuese recibido por los troyanos en la ciudad, aparecieron dos dragones, Porces y Caribea, que asesinaron a los hijos de Laocoonte cuando llegaron a tierra desde las islas Calidnes, así fue descrito por Virgilio:
Hete aquí que de Ténedos, tumbado sobre el hondo mar calmo —me horrorizo al contarlo— dos serpientes de roscas gigantescas se vuelcan sobre el piélago y hermanadas tienden hacia la orilla. El pecho entre las ondas enhiestan y su cresta sanguinolenta señorea el Ponto. El resto de su cuerpo se desliza sobre el agua en enormes espiras ondulantes. Brama a su paso el mar espumeante. Alcanzan ya la orilla. Con los ojos ardiendo en sangre y llamas, sus vibratiles lenguas van lamiendo los belfos silbantes. Escapamos al verlas sin sangre en nuestras venas. Derechas a Laoconte van las dos. Pero primero abraza cada una el tierno cuerpo de uno de sus hijos y lo ciñen en sus roscas, y a mordiscos se ceban en sus miembros desdichados. Después, al mismo padre que acudía en su auxilio dardo en mano lo arrebatan y en ingentes barzones lo encadenan. Y enroscadas dos veces a su tronco y plegando sus lomos escamosos otras dos a su cuello, aún enhiestan encima las cabezas y cervices erguidas. Él forcejea por desatar los nudos con sus manos —las ínfulas le chorrean sanguaza y negro tosigo— al tiempo que va alzando al cielo horrendos gritos cual muge el toro herido huyendo el ara cuando de su cerviz sacude la segur que ha errado el golpe. Los dragones en tanto huyen reptando hasta la altura de los templos camino del alcázar de la cruel Tritonia y a los pies de la diosa se ocultan bajo el ruedo de su escudo.
En lo referente al Templo de Júpiter Nemeo, hay una arboleda de cipreses, entre los que había un lugar habitado por el dragón que devoró al pequeño Ofeltes cuando fue dejado por su niñera sobre un verde arbusto. Hay un proverbio que dice: Bonos viros vel à mure morderi, malis ne Draconem dentes audere admoliri, lo que significa: Todo ratón morderá al buen hombre, pero los hombres malvados no son tocados con los dientes de los dragones.

Alciato tenía un buen emblema cuyo título era Ex arduis perpetuum nomen (De la dificultad llega la fama perpetua): donde ilustraba un dragón siguiendo a jóvenes gorriones para atraparlos y devorarlos. Sus versos en latín eran los siguientes:

Crediderat platani ramis sua pignora passer et bene, ni saevo visa dracone forent. Glutiit hic pullos omnes, miseramque parentem saxeus, et tali dignus obire nece. Haec, nisi mentitur Calchas, monimenta laboris sunt longi, cuius fama perennis eat./td> Hubiera hecho bien el gorrión al confiar a su prole a las ramas del plátano, si no hubieran sido vistos por el cruel dragón. Se tragó éste a todos los pollos y a su desdichada madre, y se convirtió en piedra, y era digno de tal muerte. Estas cosas, si no miente Calcante, son presagios de una larga tarea, cuya fama va a ser eterna.

Hay ciertas bestias llamadas Dracontopides, grandes y poderosas serpientes cuyas caras son como las caras de las Vírgenes y el resto de sus cuerpos como el de los dragones. Se cree que una de estas fue la Serpiente que tentó a Eva, pues según decía Beda, tenía rostro de Virgen y, por lo tanto, la mujer, al ver la semejanza con su propio rostro, le fue más fácil creer en sus palabras. Cuando el Diablo había triunfado, dicen que les enseñó a cubrirse el cuerpo con hojas, dejando al descubierto tan solo la cara y la cabeza. Esta fábula no es digna de ser refutada ya que las propias Escrituras lo hacen directamente. Primero de todo es llamada Serpiente, y si hubiera sido un dragón, Moisés lo habría mencionado y, para aplicar el castigo ordinario, Dios la condenó a arrastrarse sobre su vientre, por lo que no es probable que tuviera patas o alas. En segundo lugar, era imposible y poco probable que cualquier parte de su cuerpo estuviera cubierto o escondido de la vista de la mujer, pues se dio cuenta inmediatamente de que era una serpiente, como luego confesó ante Dios y su marido.

También hay pequeños dragones llamados «dragones del hogar» en Arabia, Vesga y Cataluña. Estos, cuando muerden, dejan sus dientes tras ellos, haciendo que la herida no deje de inflamarse siempre y cuando estén clavados en ella. La mejor cura para esto consiste en extraer cada uno de los dientes hincados, que conllevará una cura rápida de la herida. Con esto ya hemos hablado mucho del odio entre dragones y hombres, ahora procederemos con otras criaturas.

Enemistad entre dragones y otros animales



También se dice que los grifos luchan contra los dragones y que los superan en combate. Del mismo modo la pantera es enemiga de los dragones, y muchas veces les obligan a esconderse en sus cubiles. Hay un pequeño pájaro llamado Captilus que, al comerlo los dragones, se refrescan cuando se acaloran al cazar otras bestias. Para concluir, los dragones son los enemigos de todo tipo de bestias, tanto salvajes como domésticas, tal y como aparece en los versos de Lucano: «persiguiendo a rebaños enteros, quebrantáis a coletazos, enroscados a ellos, gigantescos toros; ni el elefante está seguro, pese a su volumen: todo lo entregáis a la muerte...».

Del veneno del dragón

A continuación pasaré a tratar la ponzoña y el veneno de los dragones, omitiendo todos los discursos poéticos sobre el culto y transmutación de los dragones de un tipo u otro, como los cabellos de Orfeo(?) o los dientes del dragón que mató Cadmo, los cuales se transformaron en hombres armados, y fabulas de semejante naturaleza que aparentemente no sean verdad, sino sólo invenciones de los hombres.

Se ha de preguntar si los dragones poseen veneno o ponzoña, pues se piensa que hieren más con sus dientes que por su veneno. En Deuteronomio 32:33, Moisés hablaba de ellos como si tuvieran veneno diciendo: «Veneno de dragones es su vino, veneno mortal de áspides». Heliodoro también habló de ciertas armas bañadas en la ponzoña de los dragones, por lo que podemos considerar que guardan ponzoña en su interior, haciéndose venenosos de dos maneras: Primero por el lugar en el que viven, pues en los países más cálidos son más aptos para dañar que en los fríos y templados, lo que llevo al Poeta a escribir en sus versos de esta manera: «También a vosotros, que os deslizáis por todas las tierras como divinidades inofensivas, dragones rutilantes de dorado fulgor, la ardiente África os convierte en mortíferos...».

De modo que lo que se habla de que la ponzoña de los dragones infecta el aire allá donde viven debe entenderse del meteoro llamado Draco Volans (latín: dragón volador), un Firedrake, que muchas veces destruyó los frutos de la tierra, apareciendo como un ardiente fuego en el aire, a veces sobre el mar y a veces sobre la tierra, de cuya historia he oído creíble de hombres de buena reputación, sucediendo hace unos doce años en los mares occidentales, en las costas de Inglaterra, que por ser digno de ser recordado para toda la posteridad y contener en ello una notable obra de Dios, he pensado bien en narrarlo en este lugar.

La segunda causa por la que se supone que los dragones contienen ponzoña es que a menudo se alimentan de raíces venenosas, y el veneno de estas se queda en sus dientes, por lo cual muchas veces, los mordidos por ellos, parecen haber sido envenenados, pero esto es por accidente y no por la naturaleza del dragón, sino por el alimento que éste comió. Y esto es lo que Homero conoció y afirmó en sus versos, cuando describió a un dragón que hacía su cubil en el lugar donde crecían muchas raíces y hierbas venenosas, y al comerlas creaba gran mal a la humanidad cuando mordía: «Como silvestre dragón que, habiendo comido hierbas venenosas, espera ante su guarida a un hombre y con feroz cólera echa terribles miradas y se enrosca en la entrada de la cueva» (Ilíada, Libro XXII-93).

Y por eso dice Eliano que cuando el dragón quiere hacer el mayor daño a los hombres, come hierbas mortíferas, de manera que si muerde después de masticarlas, aquellos que no conozcan la procedencia de la ponzoña y sientan su veneno, lo atribuirían a la naturaleza del dragón y no al alimento del que proviene. A parte de sus dientes, que muerden profundamente, también mata con la cola, con la que rodea y aplasta a su presa hasta que muere, y cuyos golpes son de tal fuerza que o matan de inmediato o causan la muerte por la herida que producen, así que son más mortales de este modo que mordiendo con sus dientes.

Sus bocas son pequeñas, y por esta razón no pueden abrirla ampliamente para morder con profundidad, por lo que su mordedura no causa gran dolor; y aquella clase de dragones que lucha principalmente con águilas se defienden más con sus colas que con sus dientes; pero hay otra clase de dragones cuyos dientes son como los del oso, de profunda mordida, y abren ampliamente sus bocas, con las que rompen huesos y causan destrozos en el cuerpo, y los machos de esta especie muerden más profundo que las hembras, aunque no producen gran dolor sobre la herida.

Remedios contra la mordedura del dragón

La cura para esto es como la que se aplicaría en la mordedura de cualquier otra bestia no venenosa, por lo que no es necesario aplicar ninguna especie de antídoto, sino remedios ordinarios para cualquier úlcera.

La semilla del heno es prescrita como remedio contra la mordedura de los dragones. El barbo, frotado sobre la picadura de un escorpión terrestre, una araña o un dragón marino o terrestre, sirve como perfecta cura. También la cabeza de un perro o de un dragón que haya mordido a alguien, al ser cortada y despellejada, curará con rapidez la herida al frotarla con un poco de euphorbium.

Si el Alberdisimon es la misma criatura que un dragón, entonces, de acuerdo a la opinión de Avicena, la cura debe estar muy presente, como en el tratamiento de las úlceras. Y si Alhatraf y Haudem son también especies de dragones, tras su mordedura debe aplicarse un gran frío, y la cura debe ser la misma que la observada con los venenos fríos. Por esto, la herida o lugar de la mordedura debe ser lavada con vinagre tibio y enyesada con hojas de laurel, ungida con el aceite de hierba María y de parietaria silvestre, o cualquier extracto de dichos aceites.

Aquellos remedios que se le den para beber al paciente deben ser el jugo de las hojas de laurel en vinagre o vino con partes iguales de mirra, pimienta y rew(?), el polvo o tierra correspondiente al peso de un grano de oro, o como nosotros decimos, una corona francesa.

Remedios sacados de los dragones

A continuación, para concluir la Historia de los dragones, nos despediremos narrando sus virtudes medicinales, que brevemente son las siguientes:


La grasa de los dragones es de tal virtud que ahuyenta a las bestias venenosas. También se ha reportado que la lengua o la hiel de un dragón, mezclada en vino, libra a los hombres de los espíritus de la noche, llamados íncubos o súcubos, o bien conocidos como Pesadillas. Pero de entre todas sus partes, el uso de su sangre es el más notable. Pero si el cinabrio está hecho con la sangre de los dragones y de los elefantes acumulada en la tierra cuando ambos caen muertos, según dice Plinio, no lo discutiré, puesto que ya ha sido tratado en la historia del elefante, por lo que no escribiré más sobre esta materia en este lugar [...] Y para concluir, Andreas Balvacensis escribió que la piedra de sangre llamada hematites está hecha con la sangre de los dragones. Y con esto concluiré la Historia de los dragones, con la siguiente historia de Porfirio con respecto al buen éxito que se ha manifestado a hombres y mujeres, ya sea por soñar o contemplar a un dragón.

Presagios dados por dragones

Mamea, la madre de Alejandro Severo el Emperador, la noche anterior a su nacimiento, soñó que dio a luz a un pequeño dragón, de igual modo hizo Olimpia, madre de Alejandro Magno, y Pomponia, madre de Escipión el Africano. Este prodigio le dio a Augusto la esperanza de que sería emperador, pues cuando su madre Acia llegó de noche hasta el templo de Apolo y colocó su cama entre otras matronas, al caer rendida por el cansancio soñó que un dragón llegaba hasta ella y se enroscaba en su cuerpo con tanta suavidad que no le causó ningún daño. Tras esto, la figura de un dragón permaneció perpetuamente sobre su vientre, por lo que nunca más se atrevió a ser vista en ningún baño.

El emperador Tiberio Cesar tenía un dragón al que alimentaba diariamente con sus propias manos, criado como símbolo de buena fortuna, hasta que este dragón fue desfigurado por la mordedura de las hormigas y la anterior belleza de su cuerpo se oscureció. Por lo cual, el emperador se asombró mucho, y exigiendo una explicación del suceso a los sabios fue advertido de cuidarse de la insurrección del pueblo. Y así, con estas historias representando lo bueno y malo del dragón, me despido de esta benévola y malvada serpiente.