Hombres lobo en la península ibérica

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LOS CORREDORES DE FADO PORTUGUESES

En Portugal existe la creencia de que un niño acabará siendo un corredor de fado (alguien maldito a cumplir un destino) si su padrino se olvida de decir ciertas palabras durante su bautizo o si es el séptimo hijo varón consecutivo de una pareja. Aquellos que sufren este fadário o destino se convierten en animal por la noche y se ven obligados a pasar por siete puentes, siete fuentes, siete montes y siete encrucijadas antes del amanecer. Se les puede reconocer en su forma humana porque son personas muy pálidas, de manos callosas y ojos hinchados.

Existen cuatro tipos diferentes de corredores de fado. Las peeiras de lobos (portugués: pastoras de lobos) son siempre mujeres y no se puede romper su maldición; viven entre los lobos y mandan sobre ellos. Durante el día mantienen su aspecto humano, pero al llegar la noche se transforman en loba y acompañan a su jauría. La séptima hija de un matrimonio es la que sufre de este fado, aunque se puede evitar este destino si es amadrinada por la mayor de sus hermanas.

En el caso de los varones, pasan por diversas fases durante su maldición. En primer lugar son Tardos y, durante este periodo, al llegar la noche, sufren el impulso de revolcarse en una encrucijada en la que se haya acostado un animal. Entonces toman el aspecto de dicha bestia, ya sea un perro, un lobo, un burro, una vaca, etc. Antes de su metamorfosis, se desnudan y cuelgan sus ropas de los árboles más alto. Se muestran especialmente activos los viernes, la noche de San Juan y cuando hay luna llena. No son peligrosos y, como máximo, desorientan a los humanos o les provocan pesadillas. Si pasados siete años no se ha roto su maldición, es entonces cuando se convierten en lobisomem.

Una vez el corredor de fado se ha convertido en lobisomem, se vuelve mucho más peligroso, pues comienza a alimentarse de animales y no hace ascos a la hora de atacar a los humanos. Bajo esta forma de lobo sólo toman caminos rectos, por lo que es aconsejable recorrer los senderos más sinuosos para evitar encontrarse con uno en las noches de luna llena. Se puede romper su maldición haciéndole sangrar o disparando contra su sombra, pero si el lobisomem muere sin librarse de su fadáiro, su alma volverá convertida en Corrilário. En esta última etapa, los corredores de fado tienen perpetuamente la forma de un gran perro y vagan por toda la eternidad por cualquier sendero sin importar el día de la semana o la fase lunar.

Hombres lobo contra la tapia de un cementerio - ilustración de Legendes Rustiques (Maurice Sand)

EL LOBISHOME DEL NORTE

Al noroeste de la península ibérica, el mito gallego de los hombres lobo comparte muchas similitudes con el de los corredores de fado portugueses debido a su cercanía con el país luso. Por estas tierras son conocidos como lobishome y se puede sufrir de esta condición por varias razones: por una maldición de los padres; por fada o destino, como haber nacido en Nochebuena o la noche de Viernes Santo; o ser el séptimo hijo varón consecutivo de un matrimonio. En casos más raros, también se puede ser un lobishome debido a un meigallo (gallego: maleficio o hechizo) o por fruto de la envidia.

Las fadas gallegas podían llegar a afectar a los habitantes de Castilla y León por la vecindad entre las comunidades autónomas. Eso fue lo que le contó un vecino de la localidad de Avedillo al padre César Morán Bardón en 1928 cuando le habló de Vicente, un lobishome del pueblo. En su relato, una mujer es atacada por un lobo y, cuando regresa a casa, se da cuenta de que fue su marido al descubrir entre sus dientes algunos hilos de la saya que le había arrancado. El hombre se disculpa ante ella y le confiesa que le echaron la fada cuando sólo era un niño.

Aquel que se transforma por una maldición de sus padres es conocido como lobo da xente (gallego: lobo de la gente). Suelen ir en grupos de tres y, si uno de ellos es una mujer, es la que los lidera. Ignoran al ganado y se alimentan únicamente de personas, siendo sus propios familiares a los que primero atacan. Los animales no se asustan al verlos, por lo que pueden pasar entre los rebaños sin causar alborotos. Para romper su maldición hay que herirlos, ya sea de una pedrada o con un arma punzante.

En los montes de Invernadeiro, en el valle de Conso, una joven se mostraba tan irrespetuosa con su madre que hasta llegó a pegarle en una discusión. Harta de esto, la madre la maldijo: «Permita Dios que te conviertas en loba». Desde aquel momento se transformó en dicho animal y causó muchas muertes entres sus vecinos. Cuando intentaban darle caza, las balas eran incapaces de rozar su piel. Con el tiempo dejó de atacar, por lo que supusieron que de algún modo u otro se rompió su fada.

Un destino similar sufrió una muchacha de Trives. La joven no dejaba de pedirle carne para comer a su madre, pero cansada de tanta insistencia, acabó maldiciéndola con estas palabras: «Ojalá te vuelvas loba para que nunca te hartes». Entonces desapareció de su casa y se cubrió con la piel de una loba. Un día entró en una cabaña donde se secaban castañas, pero el mozo que había a cargo se asustó y se escondió en lo más alto del secadero. Desde su escondite pudo comprobar cómo la loba se desprendía de su piel y revelaba el aspecto de una hermosa joven. Aprovechando la ocasión, empujó la piel de lobo al fuego de la chimenea con una vara y desencantó así a la muchacha.

El que ha sido el séptimo hijo varón de una pareja acaba convirtiéndose en corredor si no es apadrinado por el mayor de sus hermanos en su bautizo. Los viernes, cuando van a sufrir esta transformación, sienten el terrible impulso de salir de casa, se quitan la ropa y, tras colgarla en lo alto de un aliso cercano a un río, se revuelcan allá donde haya dormido un animal, ya sea un lobo, un perro, burro, cerdo, vaca, etc. Al levantarse, adoptan la forma de dicho animal y comienzan su carrera, pues se ven obligados a pasar por siete puentes, siete fuentes y siete montes o aldeas antes del amanecer.

Finalmente, si el primogénito de siete o nueve hijos no apadrina a alguno de sus hermanos, en este caso se ve convertido en lubisón. Sale de casa a medianoche para dirigirse hacia algún lugar donde haya una cruz; una vez allí, se transforma en perro y reúne una jauría para liderarlos y correr durante toda la noche. Antes del amanecer regresa a casa y retoma la forma humana. Sólo podrá deshacerse de este sino si alguien le sale al paso y lo hiere hasta hacerlo sangrar.

LLOBOS MEIGOS Y EL LLOBU CERVAL

En Asturias, según recoge Alberto Álvarez Peña, el home llobu o llobu meigo se identifica con personas malintencionadas que se transforman en lobo a voluntad para atacar el ganado de los vecinos. Un paisano de Naviegu adoptaba forma lobuna tras arrojarse a un pozo de agua las noches de luna llena; en una ocasión llegó a atacar a su mujer, aunque tuvo la suerte de escapar. Al día siguiente descubrió la doble identidad de su marido cuando vio restos de su toquilla entre sus dientes. En este caso, su transformación se debía a una maldición que le impuso su madre.

El folklorista Aurelio del Llano publicó una historia recogida en Tormaleo en la que un padre maldice a su hijo por comer carne en Cuaresma al decirle: «Permita Dios te vuelvas llobo durante siete años y te fartes de carne». Finalmente, en concejos como Cangas de Onís, Tineo, Cabrales, etc., se habla también de cómo el sujeto de la maldición se transforma en llobu cerval, término asturiano por el que se conoce al lince. En Faedo, por ejemplo, se cuenta como un padre maldice a su hijo transformándole en llobu cerval durante siete años. Pasados estos, cayó en un pozo lobal en Picu Grandi, cerca de Santa María de Villandás, y recuperó su forma humana.

Escena de la película Lobo

GIZOTSO, LA BESTIA DEL PAÍS VASCO

Poco se conserva del hombre lobo de Euskadi, donde se le conoce como gizotso o guizotso. Por estas tierras, en el valle de Arratia, según se puede leer en el primer tomo de Nosotros los vascos: mitos, leyendas y costumbres, el gizotso no se trataría de un hombre con la habilidad de convertirse en lobo, sino de una criatura híbrida fruto de la unión de una mujer y una bestia.

En una leyenda vizcaina se cuenta que se vio al gizotso en un paraje de Zeanuri conocido como Aguinao. En dicho lugar solía vivir una mujer y, cierto día, unos vecinos vieron desde Urkia cómo la bestia salvaje, proveniente de Bidarbineta, se dirigía al ataque contra ella. Éstos intentaron advertirla gritando: «¡La de Aguinao, apresúrate porque te viene el gizotso!», pero la criatura la atrapó antes de que pudiera refugiarse en su casa y le arrancó los pechos.

EXTREMADURA: LOBOS O BURROS

Según Publio Hurtado, al licántropo extremeño se le conoce con el nombre de lobushome o lobisome y, como en tantas otras regiones, es el séptimo hijo varón el que sufre de esta transformación cuando llega la noche de San Juan. Su contraparte femenina, la séptima hija de una serie de hermanas, acaba convirtiéndose en bruja. El lobushome arremete contra todo ser vivo que se cruza en su camino y para desencantarlo se le debe hacer sangrar mientras se recita cierta jaculatoria. Para evitar que sufra de este destino, debe ser apadrinado por su hermano mayor y que se le ponga por nombre Antonio. La maldición del séptimo hijo tampoco se cumple si el niño habló en el vientre materno y si al nacer muestra en la lengua o bajo el cielo de la boca la Cruz de Caravaca o la rueda de Santa Catalina, en cuyo caso su destino es el de saludador. Estos mismos signos impiden que la séptima hija pueda transformarse en bruja.

En el caso de una persona normal, ésta podía convertirse en licántropo si se cubría con una piel de lobo mientras recitaba al revés un padrenuestro, si bebía sangre de lobo recién muerto, se revolcaba donde lo hubiera hecho antes uno de estos animales o si se mantenían relaciones sexuales con un lobo o un lobishome, lo cual también afectaría al hijo fruto de esa unión.

También hace mención en Supersticiones extremeñas de los rabisomes: aquellas personas que por maldición se convierten en burro en lugar de en lobo. José María Domínguez Moreno recogió para su artículo La licantropía en Extremadura el relato de Ramón Heredias, un residente gitano de Ahigal, que le afirmó que por esta razón tenían por costumbre no comprar nunca un burro en la noche de San Juan sin antes sangrarle una pata para comprobar su naturaleza. Según este hombre, un antepasado suyo de Mérida era rabisome y tenía montado con su padre un buen negocio: «En San Juan se hacía burro y lo vendía en la feria de Badajoz; pero el otro día ya era calé, y el que lo compraba se queaba sin burro y no se daba cuenta del asunto. Como no lo conocían, tenía venta tos los años porque no lo conocían».

LOBOS HECHIZADOS

En la serranía de Yeste, de Nerpio y en la de Moratalla habitaba un ser de gran tamaño, antropomorfo o totalmente humano, pero con aspecto salvaje, es decir: velludo, sucio, de largas uñas y dientes, fuerte y maloliente; éste era el lobo hechizado, fechazido o hechaízo. Según cuentan los ancianos de Caprés, los lobos hechaízos se transformaban mediante ungüentos que ellos mismos fabricaban. Eran famosos por su extrema agilidad; en Moratalla, por ejemplo, cuentan que saltaban las tapias de los corrales, pese a estar protegidas con espinos, y se llevaban cabras y ovejas evitando cualquier disparo.

Solían actuar los viernes por la noche o en la víspera de San Juan, días que aprovechaban para asaltar cortijos, robar a caminantes y hasta matarlos si ofrecían resistencia. Para mantenerse a salvo de estos lobos hechizados había que entregarles limosna o comida, ya fuera un animal vivo o un plato preparado. Eran personas pobres, sin tierras que cultivar y excluidas de la sociedad que sólo robaban para comer.

Ilustración del libro Fabulous Beasts - Malcolm Ashman y Joyce Hargreaves

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