Xana

Las xanas, conocidas también como chanas, janas o injanas, entre otros muchos nombres, son las hadas del folclore asturiano. Son descritas como jóvenes y bellas muchachas de muy corta estatura, tienen largas melenas rubias y viven en cuevas o en fuentes. Tan destacables eran sus cabellos que a veces se les designaba como pelosas (asturiano: peludas). Para el folclorista Jove y Bravo, las xanas cubren sus diminutos cuerpos con túnicas plateadas, mientras que en otros cuentos aparecen desnudas o con ropajes blancos o floreados. Como todas las hadas y seres feéricos, estas criaturas serían paganas y se espantarían al oír el nombre de Dios, de la Virgen o de cualquier Santo, pero Aurelio del Llano dice de ellas que son cristianas, además de que visten con el traje típico del país.

Jesús Callejo, en su Guía de los seres mágicos de España: hadas, dice que tanto anjana como xana proceden del término medieval «jana» que por aquella época se le hacía sinónimo de hechicera. Este hecho se puede observar en una poesía popular recogida por Juan Menéndez Pidal a finales del siglo XIX, donde también se ve sus funciones como lavanderas:
¡Ay!, que una xana hechicera
lavando está en fuente noble,
lavando madejas de oro,
vestida de mil primores.
En el fondo de sus fuentes amontonan grandes tesoros custodiados a veces por cuélebres, y todo lo que poseen está hecho de oro, como gallinas, polluelos, los peines con los que acicalan sus largas cabelleras o las ruecas con las que hilan madejas del mismo metal dorado. A diferencia de las anjanas cántabras, las xanas están ligadas al agua en lugar de a los bosques, y por la noche extienden junto a los ríos sus madejas de oro mientras cantan y bailan. Constantino Cabal recogió una historia de Villamor protagonizada por un aldeano llamado Otero. Este personaje, al regresar a casa tras regar sus campos por la noche, se encontró en el Prado de las Tercias unas cuantas madejas de oro. Aprovechó la ocasión para robar una de ellas, pero la xana a la que le pertenecía salió tras él al grito de ladrón. Otero echó a correr, pero como la xana no dejaba de perseguirle, se vio obligado a tirar la madeja y se encomendó a la Virgen; sólo así la xana se detuvo.

En otras leyendas, los ladrones consiguen con éxito sustraerle algún objeto a las xanas pidiendo protección a un Santo o la Virgen a cambio de entregarle el tesoro robado como ofrenda. En la parroquia de Naviego guardan un manto elaborado por estas hadas, y la iglesia de Santiago de Aguino, del concejo de Somiedo, está en posesión de un cáliz que una chiquilla robó en la noche de San Juan. Algo parecido ocurrió en el pueblo de Villanueva: Aurelio del Llano recogió una leyenda en la que una mujer robó un cáliz a las xanas y al grito de «¡Virgen de Villanueva, es para ti!» se libró de su perseguidora y entregó el cáliz a la iglesia de su pueblo.

Cueva del Pielgu, uno de los muchos lugares de Asturias habitado por xanas
Algunas xanas, tal y como dice Aurelio del Llano, estaban encantadas, por lo que se podría deducir que algunas eran genuinas y otras accedían a esta condición por algún tipo de encantamiento. Este hecho se puede ver en una leyenda que transcurre entre los años 790 y 800. La monarquía asturiana de Mauregato entregaba a las jóvenes más bellas de la región como tributo al reino musulmán. Los guerreros del rey recorrían poblados y aldeas en busca de muchachas hasta que llegaron a Illés (actual Áviles). Allí se hospedaron en la casa de un matrimonio, pero al ver a los soldados, la mujer se alarmó creyendo que se llevarían a su hija Galinda, que en esos momentos se encontraba recogiendo agua de la fuente. Los soldados engañaron a la familia diciéndoles que venían por otros asuntos. Cuando llegó Galinda, sospechó al instante de los soldados y les engañó ofreciéndoles cantos y bailes fuera de casa. Cuando tuvo la oportunidad, se alejó del grupo con el pretexto de que buscaba un lugar adecuado para bailar, pero acabó escapando hasta una fuente donde pretendía esconderse. Allí, una dulce voz le dijo: «Si quieres ser tú mi xana, vivirás días dichosos. Bebe un sorbo de mi agua y te verás libre de los soldados del rey y acabarás con el tributo». Cuando los soldados encontraron a Galinda al día siguiente, ésta ya era una hermosísima xana que se estaba junto a su fuente peinándose con un peine de oro. Al intentar atraparla, Galinda los convirtió a todos en borregos, y lo mismo hizo con las tropas que continuó mandando el rey para buscar a sus soldados. Harto de la situación, el mismo rey acudió con un séquito a ver qué ocurría, pero cuando le preguntó a Galinda por sus soldados, la xana lo transformó en pastor y le dijo que no lo devolvería a su estado natural si no cancelaba el tributo con los musulmanes. Así lo prometió el rey, que en el acto envió un mensajero al reino musulmán para que explicara que el pacto quedaba roto ante la imposibilidad de cumplirlo.

Este hechizo podía romperse bajo ciertas condiciones, generalmente en la noche de San Juan. Existen varios métodos, entre los que destacan los siguientes, en los que se le suele decir a la xana «Toma mi pobreza, dame de tu riqueza» para comenzar el ritual:

El hilo en la fuente
Por el ojo de una fuente asoma un hilo de lino o de oro, el que vaya a desencantar a la xana debe tirar del él, el cual parece que no se acaba nunca, hasta el final sin que se rompa. Si lo logra, aparece la xana al final del hilo, desencantada y feliz, pero si lo rompe, allí se quedará la desdichada. Cuenta un leyenda que un hombre encontró uno de estos hilos, y en su intento por sacarlo, se lanzó a las aguas hasta que llegó al palacio de las xanas, donde quedó preso por sus encantos.

La serpiente
Con este método, al igual que otras hadas encantadas de España y Europa, la xana se transforma en una horripilante serpiente que se enroscará en el mozo que desee desencantarla. En algunas versiones, sólo debe aguantar el pánico firme y sereno, entonces la xana recuperará su aspecto humano y se casará con su salvador o le entregará sus tesoros, pero en otras versiones deberá besarle tres veces en su boca de reptil o quitarle una rosa o clavel de la boca. En caso de no conseguirlo, como es costumbre, acaba con la xana encantada durante aún más tiempo.

Los panes
En la noche de San Juan, la xana encantada le entrega un pan de cuatro picos a un hombre haciéndole prometer que volverá al año siguiente con el pan intacto. El hombre hace la promesa y guarda con sumo cuidado el pan, pero su mujer acaba encontrándolo y, por pura curiosidad, se come uno de los picos. Cuando el hombre regresa ante la xana, ésta rompe a llorar porque el pan que le había dado debía transformarse en un caballo que la sacaría de su cueva, pero en ese estado resultaría cojo y seguiría allí atrapada. Algunas leyendas acaban con la xana regalándole de todos modos un paño o un cinturón al hombre para que se lo dé a su mujer, pero de camino a casa acaba atándolo a la rama de un árbol para echarse una siesta y ve cómo el árbol estalla en llamas, dándose cuenta del horrible destino que le había preparado el hada a su mujer por estropear su liberación.

Los pollos de oro
Como siempre, en la noche de San Juan, si se ve a unos pollitos de oro siguiendo a su madre, que es del mismo metal, bastará con tocar a uno de estos con lino que haya estado en una iglesia u orinándole encima para romper el hechizo de la encantada.

La elección de objetos
Ante el humano se presentan varios objetos que debe escoger, y la xana le hace preguntas del estilo: «Cuál te gusta más: ¿el peine o mis cabellos rubios?». Si responde que sus cabellos, la desencanta, y si responde el peine, el encantamiento durará más tiempo. Otras veces, en vez de un peine son unas tijeras o un mechón de pelo. En otra variante, las xanas piden un pañuelo, y el mozo debe preguntar que con qué mano quiere que se lo entregue. Sea cual sea la respuesta, se le debe entregar con la mano contraria a la que ha dicho, de lo contrario se llevará al joven con ella a las profundidades del agua.

La prueba de besar a la serpiente para desencantar a un hada es un mito muy extendido por Europa
Ilustración para los cuentos de hadas de Joseph Jacobs y cuadro de Isobel Lilian Gloag
Aurelio del Llano recogió un cuento en el que la misma xana intenta librarse de su encanto con varios de estos métodos, pero el pobre Pachón de Morcín, protagonista de esta historia, fracasa en todos sus intentos: Pachón se levantó la mañana de San Juan alertado por sus vecinos porque se había escapado una de sus vacas. Mientras la buscaba, oyó un ruido junto al agua y vio una xana lindísima que se estaba peinando bajo un árbol. Ella se dio cuenta de su presencia y le entregó un pan. Si se lo devolvía intacto el año siguiente, le entregaría todas sus riquezas. Desgraciadamente, su mujer encontró el pan y se comió uno de sus picos, y al ver esto la xana le gritó a Pachón: «No cumpliste tu palabra. ¡Mas voy a cambiarme en cuélebre, y si me dejas acercar mi lengua a la punta de tu lengua, aún podré liberarme del encanto!». Así lo hizo el hada, pero Pachón huyó al ver al horrible dragón y volvió a increparle tras adoptar su forma humana. Finalmente, la xana le dio a elegir entre un espejo y un peine. Pachón escogió el peine, y mal escogió, porque la pobre encantada le dijo así: «Eres cobarde, desdichado y frívolo. ¡Ni a ti ni a tus descendientes os faltarán sarnazos que rascar ni ovejas que trasquilar!». Todavía se dice que los descendientes de Pachón trasquilan las ovejas y no paran de rascarse.

Se sabe que las xanas tienen hijos, conocidos como xanines, y que a veces tienen trato carnal con los humanos, aunque poco se sabe de sus contrapartidas masculinas. Constantino Cabal recogió en su libro, Los dioses de la vida, un poema que hacía referencia al xanu, quien vivía en las nubes. Estos xanus podrían tratarse de espíritus como el Nuberu, al que se le conoce también como Xuan Cabrito (xanu derivaría en Xuan, al igual que xana en Xuana). También dice Cabal que en algunas partes se conoce a los xanus como Juan Canas, un asustaniños pequeño y malicioso que secuestraba a los que se acercaban demasiado al río o un pozo agarrándolos con un gavitu (bastón).

Por la naturaleza etérea de las hadas, éstas suelen robar niños humanos y sustituirlos por los suyos propios para que crezcan sanos y fuertes con leche humana, que es mucho más nutritiva. Las xanas no son menos y hacen lo mismo con sus xanines, aunque en ocasiones lo que buscan es que sus hijos reciban el bautismo. Por suerte se puede reconocer a un niño cambiado de diferentes maneras: suelen ser pequeños, escuálidos y enfermizos, pero lo más destacable es que están cubiertos de una fina pelusa. Una vez descubierto el engaño, se puede recuperar al niño robado dejando de alimentar al falso, entonces vendrá la xana preocupada para llevarse a su hijo. En La Canga, en el concejo de Colunga, una madre dejó de amamantar al xanín ignorando totalmente sus lloros; al poco llegó la xana que le devolvió a su hijo diciéndole: «¡Toma el tu mocosín y dame el mío pelosín!».

También se puede desvelar la naturaleza del xanín haciendo algo que le sorprenda o confunda. El método más común consiste en hervir agua en numerosas cáscaras de huevo como si fueran ollas o pucheros diminutos; cuando el niño las ve hervir, acaba confesando su verdadera edad y que nunca, en su larga vida, había visto algo semejante: «¡Cien años va que nací, y nunca tantos pucheros vi!». Entonces se le da unos azotes al niño y, al llorar, acude la xana para volver a cambiar a los chiquillos.

Pese a la preocupación que tienen por sus hijos, no parecen mostrar el mismo trato por los niños que han secuestrado. Constantino Cabal contó la historia de una mujer de Alea (Ribadesella) que pedía manteca para alimentar a su hijo escuálido, pero cuando se la daban, se la comía toda ella y no dejaba nada para la criatura. Al final se descubrió que era una xana disfrazada que había intercambiado a su hijo con el de una campesina. La madre la descubrió y la xana, apiadada, le devolvió al niño. Al invierno siguiente, la xana y su hijo murieron y los aldeanos de Alea los enterraron juntos en la cueva en que habitaban.

Alberto Álvarez Peña

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