El docejo es una de las extrañas criaturas del folklore conquense, junto al cabrichocho, que recogió Raúl Torres en Cuenca mágica. Según esta obra, el docejo es el hermanastro feo del cuervo, pues sólo tiene un ala, un ojo y su cabeza termina en unos labios humanos en lugar de pico.
Se alimenta de telarañas y únicamente puede beber agua del río Júcar, ya que el agua de cualquier otro río, incluido el Huécar, le resulta venenosa y mortal. En primavera y verano anida bajo la toza de los pinos y a últimos de otoño emigra a las iglesias de la Manchuela, por Motilla, Campillo de Altobuey y Villanueva de la Jara.
En algunas noches de agosto se les puede descubrir con cierta sonrisa en su boca humana, escuchando a los contertulios de las hoces. A veces, baja hasta el parque de San Julián, donde hay conciertos, ya que es muy amante de la música; elige siempre el mismo tejado para posarse y escuchar los conciertos, éste suele ser el del antiguo hotel Iberia. Allí permanece somnoliento hasta altas horas de la madrugada, lanzando grandes eructos para despertar a las gentes.
Se alimenta de telarañas y únicamente puede beber agua del río Júcar, ya que el agua de cualquier otro río, incluido el Huécar, le resulta venenosa y mortal. En primavera y verano anida bajo la toza de los pinos y a últimos de otoño emigra a las iglesias de la Manchuela, por Motilla, Campillo de Altobuey y Villanueva de la Jara.
En algunas noches de agosto se les puede descubrir con cierta sonrisa en su boca humana, escuchando a los contertulios de las hoces. A veces, baja hasta el parque de San Julián, donde hay conciertos, ya que es muy amante de la música; elige siempre el mismo tejado para posarse y escuchar los conciertos, éste suele ser el del antiguo hotel Iberia. Allí permanece somnoliento hasta altas horas de la madrugada, lanzando grandes eructos para despertar a las gentes.
Ilustración propia - Grimorio de bestias |
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