El cabrichocho es un lujurioso cabrito de color azul, un joven macho cabrío, cuya piel es muy buscada por los nigromantes y brujos conquenses para volar hasta sus rituales o aquelarres, de ahí proviene el famoso «pellejo mágico», aparato rústico volador que puede contemplarse las noches claras del 21 de septiembre, en San Mateo, sobrevolando las hoces y peregrinando por los cerros en busca de hierbas mágicas para lograr el elixir que alarga la vida y retarda la vejez, según la fórmula de Paracelso.
El cabrichocho tiene su morada en la zona comprendida entre Majadas y la Ciudad Encantada. Su alimento favorito no es otro que resina y mariposas. Además, el cabrichocho es bisexual, siendo su debilidad las mujeres conquenses, a las que persigue con ahínco y sin desmayo y por la que puede dejarse prender. Tal es su deseo que para alcanzar su objetivo y atraer alguna muchacha es capaz de imitar la voz humana y soltar la frase: "Ven, vida mía, ven".
Según el escritor Raúl Torres, para capturar un cabrichocho tan solo habría que presentarle ante él una joven doncella serrana desnuda o una vieja maloliente sin refajo. Sólo así, cegado por su impulso sexual, se dejaría prender sin resistencia hasta su degollamiento. Una vez despellejado, su piel debe secarse siete noches seguidas a la luz de la luna. En esas siete noches, los brujos de las hoces organizan grandes bacanales en los pinares de Sotos y Mariana.
El cabrichocho tiene su morada en la zona comprendida entre Majadas y la Ciudad Encantada. Su alimento favorito no es otro que resina y mariposas. Además, el cabrichocho es bisexual, siendo su debilidad las mujeres conquenses, a las que persigue con ahínco y sin desmayo y por la que puede dejarse prender. Tal es su deseo que para alcanzar su objetivo y atraer alguna muchacha es capaz de imitar la voz humana y soltar la frase: "Ven, vida mía, ven".
Según el escritor Raúl Torres, para capturar un cabrichocho tan solo habría que presentarle ante él una joven doncella serrana desnuda o una vieja maloliente sin refajo. Sólo así, cegado por su impulso sexual, se dejaría prender sin resistencia hasta su degollamiento. Una vez despellejado, su piel debe secarse siete noches seguidas a la luz de la luna. En esas siete noches, los brujos de las hoces organizan grandes bacanales en los pinares de Sotos y Mariana.
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