Ladón (griego: Λαδων), también conocido como el dragón de las Hespérides, era un dragón de la mitología griega que tenía cien cabezas, de las cuales cada una emitía diferentes voces y sonidos. En la Teogonía de Hesíodo era hijo de Forcis y Ceto, mientras que en la Biblioteca mitológica de Apolodoro lo era de Tifón y Equidna.
Gea le entregó a Hera como regalo de bodas un árbol que daba manzanas doradas y lo plantó en su jardín allá en el Atlas, donde lo cuidaban las ninfas Hespérides y lo guardaba Ladón. En su undécimo trabajo, Heracles tuvo que coger algunos de estos frutos dorados para llevárselos a Euristeo. Apolodoro resume el viaje del héroe en su búsqueda del jardín y da dos versiones de este mito. En la primera dice que, por consejo de Prometeo, al que había liberado de su castigo, le pidió al dios titán Atlas que cogiera las manzanas por él. Atlas fue condenado a sostener la bóveda celeste por liderar a los titanes en su lucha contra los dioses olímpicos, por lo que Heracles tuvo que sustituirlo mientras éste cogía las manzanas. Atlas intentó aprovechar este cambio para librarse de su castigo y le dijo al semidios que él mismo le llevaría las manzanas a Euristeo, pero gracias a su astucia, Heracles fingió estar de acuerdo con él, pero le pidió que volviera a sujetar el cielo antes de marcharse para colocarse una almohada en los hombros. Cuando Atlas regresó a su puesto inicial, Heracles aprovechó el engaño, cogió las manzanas que había recogido el titán, y se marchó.
La otra versión dice que Heracles mató a Ladón con sus flechas. En las Argonáuticas de Apolonio de Rodas, los argonautas se toparon con las Hespérides cuando buscaban una fuente para aplacar su sed. Al llegar ante las ninfas, éstas estaban lamentando la pérdida del dragón tras la marcha de Heracles y ayudaron a los héroes después de oír el canto de Orfeo.
«Entonces, semejantes a perros rabiosos, se apresuraban a buscar una fuente. Pues la sed abrasadora los agobiaba en su penalidad y sus dolores. Y no erraron en sus andanzas. Llegaron a un lugar sagrado en que Ladón, el infernal dragón, todavía la víspera guardaba las doradas manzanas en la región de Atlante; y en derredor las ninfas Hespérides se afanaban con amables cánticos. Pero ya entonces aquél, destrozado por Heracles, estaba echado contra el tronco de un manzano. Sólo el extremo de su cola se movía aún, pero desde la cabeza hasta el final de su negro espinazo yacía inerte. Y al haber dejado las flechas en su sangre el amargo veneno de la hidra de Lema, las moscas se secaban sobre sus pútridas heridas. Cerca las Hespérides, con sus cándidas manos sobre sus cabezas rubias, lanzaban agudos gemidos, Ellos se aproximaron juntos de repente; y aquéllas, ante su presurosa llegada, al punto se tornaron polvo y tierra allí mismo. Orfeo advirtió el divino prodigio y para ellos las aplacaba con súplicas».
El dragón de las Hespérides y el manzano dorado - Arthur Rackham |
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