Escila

En la mitología griega, Escila (Griego: Σκύλλα; La que desgarra) era un monstruo que vivía en uno de los lados del estrecho de Mesina, justo en frente de Caribdis. Se decía que los dos lados de este estrecho estaban a un tiro de flecha, tan cercano el uno del otro que los marineros que intentaban esquivar a Caribdis se veían obligados a acercarse demasiado a Escila y viceversa. De esta disyuntiva surgió el dicho «entre Escila y Caribdis», que servía para indicar una elección forzosa entre dos peligros.

El parentesco de Escila varía según el autor. Muchos decían que Cratéis era la madre de Escila, tal y como cita Homero en su Odisea, Ovidio en su Metamorfosis o Apolodoro, siendo este último el único que menciona un padre: Trieno (posible Tritón) o Forco (Forcis). Otros autores tenían a Hécate como la madre de Escila, tal y como se menciona en Grandes Eeas de Hesiodo, siendo su padre Forbas. Acusilao también mantenía la idea de que Hécate era la madre de Escila, pero aseguraba que su padre era Forcis.
«Después de esto llegó a un camino doble; por un lado se hallaban las Rocas Errantes, por otro dos enormes escollos; en uno estaba Escila, hija de Crateis y Trieno o Forco; tenía cara y pecho de mujer y de sus costados salían seis cabezas y doce patas de perro».
Biblioteca Mitológica Epítome 7.20, Pseudo-Apolodoro.
Quizás para arreglar este conflicto genealógico, Apolonio de Rodas dijo que Cratéis era otro nombre para referirse a Hécate, y que ésta y Forcis eran los padres de Escila. Del mismo modo. Estesícoro fue el único que dijo que Lamia, la hija de Poseidón, era la madre de Escila, mientras que Higinio la hacía descendiente de Tifón y Equidna.
«Mas no los dejes, en su ignorancia, introducirse en Caribdis, no sea que a todos se los lleve devorándolos, ni pasar junto al odioso refugio de Escila —la funesta Escila de Ausonia, a quien alumbró para Forco la noctívaga Hécate, a la que llaman Cratéis—».
Argonáuticas 4. 825-829, Apolonio de Rodas.
Escila es descrita como un monstruo con torso de mujer y cola de pez, así como con seis perros partiendo de su cintura con dos patas cada uno, contando así con doce pies. Estos perros, pese su feroz aspecto, ladraban como cachorros; según otras versiones, sería un ser con seis largos y serpentinos cuellos con cabezas grotescas, mientras que sus doce patas serían de otra naturaleza; finalmente, según otras fuentes, compartiría algo de ambas descripciones. Sin embargo, se dice siempre que poseía en cada cabeza tres apretadas hileras de afilados dientes.

Según los comentarios de la Eneida de Juan Tzetzes y Mario Servio Honorato, Escila fue una hermosa náyade pretendida por Poseidón, pero la celosa Anfitrite la convirtió en un monstruo al envenenar el agua de la fuente donde se bañaba. Una historia similar nos ofrece Higinio en sus Fabulas:
«Se dice que Escila, hija del río Crateide (Cratéis), era una doncella hermosísima. Glauco la amó, pero a Glauco a su vez lo amó Circe, hija de Sol. Como Escila estaba acostumbrada a bañarse en el mar, Circe, hija de Sol, movida por los celos, emponzoñó el agua con veneno. Cuando Escila bajó al mar, le nacieron perros de sus ingles y se tornó feroz. Ella vengó sus afrentas pues, cuando la nave de Ulises pasó por delante de ella, le arrebató a algunos compañeros».
Fábulas CXCIX, Higinio.
Glauco y Escila - Laurent de la Hyre
Circe envidiosa - John William Waterhouse

Ovidio amplía este mito en su obra La metamorfosis, donde Escila fue una vez una hermosa ninfa. El dios marino Glauco, anteriormente un pescador, se enamoró de ella, pero ésta huyó de él hacia tierra, donde no podía alcanzarla. Desesperado, Glauco fue a la hechicera Circe para que le preparase una poción de amor y así derretir el corazón de la joven. Circe, que estaba secretamente enamorada de Glauco, le recomendó dedicar su amor a alguien más digno de él, intentando cortejarlo con dulces palabras y miradas, pero el dios no quiso saber nada de ella. Circe se enfureció, pero con Escila y no con Glauco; por ello, fingió ayudar al dios entregándole un frasco, recomendándole que lo vertiese en la charca donde Escila solía bañarse. Glauco siguió sus instrucciones y vertió la poción; sin embargo, tan pronto como la ninfa entró en el agua vio como una jauría de perros se abalanzaba sobre ella, hasta que se dio cuenta, horrorizada, de que esos perros salían de su cintura. Glauco, que vigilaba la escena desde la lejanía, perdió su interés por ella y se marchó.

Glauco y Escila - Pedro Pablo Rubens
El canto XII de la Odisea de Homero, Circe le da consejos a Odiseo para que prosiga su viaje, advirtiéndole de las monstruosas Escila y Caribdis. En este fragmento de la obra se describe a Escila y la gruta donde habita:
«La otra ruta se abre entre dos promontorios. La cima de uno de ellos se clava en el cielo anchuroso, cubierta de una nube perenne y oscura: jamás, ni en los días de verano u otoño, la baña la luz. Ningún hombre aquel monte pudiera escalar ni asentarse en la cumbre aun teniendo diez pares de pies y diez pares de manos, porque es lisa la escarpa lo mismo que piedra pulida. Tenebrosa caverna se abre a mitad de su altura orientada a las sombras del ocaso y al Érebo: a ella puesto el caso acostad, noble Ulises, el hueco navío. Ni el más hábil arquero podría desde el fondo del barco con su flecha alcanzar la oquedad de la cueva en que Escila vive haciendo sentir desde allí sus horribles aullidos. Se parece su grito, en verdad, al de un tierno cachorro, mas su cuerpo es el de un monstruo maligno, al que nadie gozara de mirar aunque fuese algún dios quien lo hallara a su paso; tiene en el doce patas, mas todas pequeñas, deformes, y son seis sus larguísimos cuellos y horribles cabezas cuyas bocas abiertas enseñan tres filas de dientes apretados, espesos, henchidos de muertos sombría. La mitad de su cuerpo se esconde en la cóncava gruta; las cabezas, empero, por fuera del báratro horrible van mirando hacia el pie de la escarpa y exploran sus presas, sean delfines o perros de mar o, quizá, algo más grande, un cetáceo entre miles que nutre la aullante Anfitrite».
Circe también le advirtió de que pasase más cerca de Escila, ya que así sólo perdería seis hombres, mientras que si se acercaba demasiado a Caribdis perdería todo el barco: «Es mejor que te pegues al pie de la roca de Escila y aceleres la nave al pasar. Más te vale con mucho perder sólo seis hombres que hundirte tú mismo con todos». También le pide a Odiseo que le haga plegarias a Cratéis, ninfa fluvial y madre de Escila, para prevenir que ésta se lleve más de uno de sus hombres a la vez. Odiseo logró navegar por el estrecho, pero cuando él y sus hombres se distrajeron momentáneamente con Caribdis, Escila capturó a seis marineros que estaban en la borda y los devoró con vida:
«Mirábamos sólo a Caribdis temiendo la ruina y Escila, entretanto, raptónos seis hombres que arrancó del bajel, los mejores en fuerzas y en brazos. Yo, volviendo la vista a la rápida nave y mi gente, alcancé a contemplar por encima de mí el remolino de sus manos y pies que colgaban al aire. Mi nombre pronunciaban por última vez dando gritos de angustia […] Devorólos Escila en las bocas del antro y chillando me alargaban los brazos aún en su horrible agonía…».
La muerte de Escila fue mencionada en las Fábulas de Higinio  y en el Alejandra de Licofrón, donde se menciona que pereció a manos de Heracles en entre otras muchas obras del heroe, aunque luego fue revivida por su padre Forcis al quemarla con antorchas: 
«[Heracles] el que mató a Escila porque ésta, cuando él volvía con los bueyes de Geriones, se le comió uno de ellos desde su cueva, aunque luego el padre de ella, el viejo del mar, Forcine, reconstituyó su cuerpo quemándolo».
Alejandra, Licofrón.
Becky Cloonan

No hay comentarios:

Publicar un comentario