La Cegua (náhuatl: cihuat; mujer), también conocida como Segua o Tzegua, es un espectro que aparece en una leyenda típica de Centroamérica, de origen mesoamericano, en la que un fantasma se aparece por las noches a los viandantes por caminos solitarios bajo la forma de una hermosa mujer, a los que pide ayuda para que la lleven a algún poblado cercano. Una vez que la mujer se ha subido al caballo o vehículo (en versiones modernas) su cabeza se transforma en una calavera putrefacta de caballo. El mito de la Cegua tiene un origen común y está relacionado con el de la Siguanaba.
Es descrita como una bella joven de escultural cuerpo y melodiosa voz. Según la versión va completamente vestida de negro o blanco, incluyendo un velo que le tapa el rostro en la versión nicaragüense. Sus víctimas suelen ser hombres trasnochadores, lujuriosos y borrachos, que al recogerla y subirla a su caballo descubren horrorizados que ahora tiene una repelente cabeza de caballo descompuesta, con los ojos encendidos en fuego y que exhala un fétido aliento de entre sus equinos dientes. Entonces, se agarra firmemente al jinete y el caballo, asustado, echa a correr descontrolado. Todas las víctimas que tenían malas intenciones con ella morían por el susto o porque les reventaba los ojos. Los que sobrevivían, perdían completamente la salud y el vigor. En algunos mitos se dice que les muerde la cara y les deja una marca de por vida para señalar su adulterio.
En la versión costarricense se dice que el origen de este fantasma se remonta a una hermosa mujer de la ciudad de Cartago que se enamoró de un acaudalado y buen mozo español que la engañó y le rompió el corazón. Después de abusar de ella, el español desapareció y la muchacha acabó enloqueciendo, por lo que una maldición cayó sobre ella y ahora vaga por los caminos solitarios como la Cegua.
Para escapar del ataque de la Cegua habría que salir acompañado de noche, ya que sus víctimas siempre son jinetes solitrios, o lanzarle semillas de mostaza, que tienen un simbolismo bíblico. El espectro se veía obligado a recogerlas, pero al ser tan pequeñas se le escaparían de entre las manos y no podría completar su tarea. Así, la Cegua se afanaba toda la noche en intentar recogerlas, y al llegar la luz del día, vomitaba su alma y moría para volver a reaparecer la noche siguiente.
Andres Becerra Mateus |
Interesante leyenda, pero la Siguanaba y la Cegua son lo mismo.
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