Se podría considerar a los spriggans como los escoltas de las hadas. Estos seres feéricos conocidos en Cornualles son hoscos y grotescamente feos. Aunque son pequeños, pueden agrandarse tanto que muchos creen que son los fantasmas de antiguos gigantes, tal y como se menciona en obras como Hadas, de Alan Lee, o Diccionario de las hadas, de Katharine Mary Briggs. Se les puede ver sobre antiguas ruinas, túmulos, monumentos megalíticos, castillos y otros lugares donde haya enterrado un tesoro que tengan encargado proteger.
Aparte de servir como guardianes de los tesoros de las colinas y de vengar cualquier afrenta que se cause contra las hadas, los spriggans actúan como una banda de villanos y ladrones muy destructivos. Entran en las casas de los humanos para robar o para secuestrar niños y dejar como sustituto a uno de sus bebés, causan remolinos para destrozar los campos de trigo y arruinar así los cultivos entre otras tropelías.
En Popular Romances of the West of England, Robert Hunt contó la historia de una anciana cuya cabaña utilizaban unos spriggans ladrones como punto de encuentro para repartir lo que hubieran robado. Como agradecimiento por el hospedaje, los spriggans le dejaban siempre una moneda a la vieja, pero ésta, decidida a conseguir más, se puso su camisón del revés para espantarlos y así quedarse con todo su botín. Aunque los spriggans ya no volvieron más, se vengaron de ella de cierta forma, ya que cada vez que se ponía ese camisón sufría angustia y agonías.
Aparte de servir como guardianes de los tesoros de las colinas y de vengar cualquier afrenta que se cause contra las hadas, los spriggans actúan como una banda de villanos y ladrones muy destructivos. Entran en las casas de los humanos para robar o para secuestrar niños y dejar como sustituto a uno de sus bebés, causan remolinos para destrozar los campos de trigo y arruinar así los cultivos entre otras tropelías.
En Popular Romances of the West of England, Robert Hunt contó la historia de una anciana cuya cabaña utilizaban unos spriggans ladrones como punto de encuentro para repartir lo que hubieran robado. Como agradecimiento por el hospedaje, los spriggans le dejaban siempre una moneda a la vieja, pero ésta, decidida a conseguir más, se puso su camisón del revés para espantarlos y así quedarse con todo su botín. Aunque los spriggans ya no volvieron más, se vengaron de ella de cierta forma, ya que cada vez que se ponía ese camisón sufría angustia y agonías.
Ilustración del libro Hadas, de Alan Lee y Brian Froud |
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