Huldra

Las hulder, también llamadas huldra (del nórdico antiguo: hylja; esconder, cubrir), son unos seres feéricos del folklore escandinavo. Principalmente eran espíritus femeninos de las montañas que cuidaban del ganado y del bosque. Según el segundo volumen de The mythology of all races, ya eran mencionadas en el siglo XIII, haciendo acto de presencia en colinas como hermosas muchachas vestidas de azul o gris, pero se diferenciaban de las humanas normales porque poseían cola y tenían la espalda hueca. El pueblo de estos espíritus era conocido como huldrefolk («gente escondida») y a sus hombres se les llama huldrekall. Posiblemente sean una reminiscencia de la antigua diosa pagana Holda.

Las hulder eran famosas por sus bellos y melancólicos cantos, capaces de producir tristeza o fascinación. Son aficionadas al baile y pueden aparecer en fiestas y celebraciones realizadas por los humanos. Si el muchacho que baila con ella se percata de su cola, debe avisarla cortésmente sin revelar su naturaleza sobrenatural diciéndole que va a perder su liguero. Entonces, la huldra se desvanece y más tarde premia al chico con regalos o entregándole parte de su ganado mágico.

Huldra también es el nombre con el que se conocería a la reina de los huldrefolk, o hadas, de verdes vestidos y que habitan en montículos, donde sus tristes melodías (huldreslaat) atraen a los hombres. Los huldrekall salen en busca de humanas para convertirlas en sus esposas. Un joven encontró a uno de estos seres cortejando a su amada, le disparó una bala de plata y tuvo que huir con ella perseguidos por todos los huldrefolk. La joven pareja logró deshacerse de ellos al pasar por un campo de centeno, pero al final se vengaron quemando la casa de los enamorados.

En Suecia se les conoce como skogsrå («espíritu guardián del bosque»), donde se les considera más peligrosas, pues se dedicaban a cortejar a los hombres y perderlos en el bosque. Si un cazador mantenía relaciones con una skogsrå y la trataba bien, ésta lo guiaba hasta buenas piezas de caza, pero si no, lo castigaba. A veces sus encuentros no eran fatales y tan sólo querían formar una familia, pero los hombres que eran descubiertos con uno de estos seres eran condenados a muerte.

Grabado de Ridley Borchgrevink

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