Merrow

Los merrows, o murdúchann (irlandés medio: cantante del mar, sirena), son el equivalente irlandés de las sirenas. Aunque son amables y de caracter pacífico, se les teme porque hacen acto de presencia antes de una gran tormenta. Son tan cercanas a los humanos que hasta suelen enamorarse de pescadores y casarse con ellos. Los descendientes de estas uniones a veces destacan porque están cubiertos de escamas. En ocasiones, los merrows salen a la costa bajo la forma de un ternero, pero cuando emergen con su verdadero aspecto, lo hacen con su Cohuleen Driuth, un sombrero rojo de tres puntas adornado con plumas sin el cual no podrían regresar al mar, algo similar a lo que les ocurre a las selkies cuando pierden su piel de foca.

Las merrow hembras, al igual que las típicas sirenas, son de una increíble belleza pese a tener colas de pez, luciendo una encantadora piel pálida y hermosos ojos oscuros. Por el contrario, los machos son feos, tienen la piel, los dientes y el pelo de color verduzco, sus ojos son similares a los de los cerdos, tienen los brazos algo cortos, parecidos a aletas, y sus narices son largas y rojas. A pesar de su horrible apariencia, siguen siendo muy amables y joviales. Esta naturaleza afable de los merrows se puede apreciar en el cuento conocido como "Las jaulas del alma", escrito por Crofton Croker en Fairy legends of the south of Ireland.

Según este cuento, un hombre llamado Jack Dogherty vivía con su esposa Biddy en una acogedora cabaña al lado del mar, cerca de Ennis, y estaba deseoso por ver a un merrow y trabar amistad con él. Su abuelo había sido muy amigo de uno, y se había convertido en alguien tan importante para él que, si no hubiera sido por no ofender al sacerdote, le hubiera pedido que fuera padrino de su hijo. El pobre Jack, aunque no paraba de mirar y escuchar por los alrededores, todavía no había logrado ver a ninguno, pero no perdía las esperanzas. Día tras día oteaba el horizonte hasta que una vez le pareció distinguir una figura tocada con un sombrero rojo sobre una roca. Al principio creía que se trataría de una ilusión óptica o algo creado por su imaginación, pero sus sospechas se vieron confirmadas cuando la extraña figura desapareció zambulléndose en el mar. Desde entonces, consiguió una manera de llegar a aquella roca y la visitó diariamente con la esperanza de toparse con el merrow, pero no tenía suerte. Un día, por las buenas, el merrow se le apareció y le habló en su mismo idioma muy amablemente. Este merrow era el mismo con el que entabló amistad su abuelo hace años y conocía perfectamente a Jack. Éste le dijo que se llamaba Coomara y, cuando terminaron de hablar, invitó a Dogherty a tomar unos tragos en su hogar submarino la semana siguiente.

Cuando llegó el día de la invitación, el merrow salió del agua con dos gorros rojos, le entregó uno a Jack para que pudiera adentrarse en las aguas sin peligro y se sumergieron a las profundidades marinas hasta que llegaron a la casa del merrow. Coomara le mostró a Jack la multitud de cosas que había ido recogiendo con los años de los barcos que habían naufragado, pero lo que más le llamó la atención a Jack fueron unas pequeñas jaulas parecidas a las que se usan para atrapar langostas. Al preguntarle por ellas, el merrow le dijo que eran jaulas para almas, en concreto la de los pescadores que habían muerto en el mar, pues según él, le daba pena que se quedaran en el fondo del océano y consideraba mucho mejor guardarlas a buen recaudo en su casa. A ojos de Jack, las jaulas estaban vacías, pero cuando el merrow comentó lo último, oyó una especie de sollozo que salía de ellas. Al volver a casa, Jack estaba compungido al saber la de almas atrapadas que tenía su amigo sin saber el daño que estaba haciendo, por lo que se le ocurrió un plan para liberarlas. Jack invitó a Coomara esta vez a tomar unas copas en su casa, en tierra firme, con la intención de emborracharlo. Cuando el merrow cayó dormido por el efecto del alcohol, Jack cogió su gorro rojo, se sumergió rapidamente en las aguas y abrió todas las jaulas de almas. Pese a que le parecían vacías, vio como de ellas salía un murmullo y un leve brillo mortecino. Al terminar, volvió de inmediato a su casa y, cuando el merrow se despertó, se retiró avergonzado por haber tenido tan poco aguante con el alcohol. Jack mantuvo su amistad con la criatura acuática y, cada vez que había una tormenta, repetía su plan de emborracharlo para liberar cualquier alma que hubiera podido atrapar.

Merrow macho ilustrado en Hadas, obra de Alan Lee y Brian Froud

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