El katawaguruma (japonés: 片輪車; carro de una rueda) es una aparición fantasmal mencionada en algunas leyendas de Japón. Toriyama Sekien escribió su historia en el Konjaku gazu zoku hyakki (japonés: 今昔画図続百鬼; Cien demonios del presente y el pasado ilustrados).
Según Sekien, durante la era Kanbun, una noche se oyó el sonido de un carro recorriendo las calles de Kokagun, capital de la antigua provincia de Ōmi, en la actual prefectura de Shiga. Una de las vecinas sintió muchísima curiosidad y se puso a mirar por una rendija de su puerta. Fue entonces cuando vio a una mujer espectral sobre la rueda en llamas de un carro pararse frente a su casa. Al percatarse de que estaba siendo observado, el espíritu se giró hacia la mujer y le dijo: «En vez de mirarme a mí, deberías vigilar a tu hijo».
El katawaguruma había secuestrado al hijo de la mujer como castigo por su indiscreción, así que, afligida por la pérdida, la vecina escribió una poesía pidiendo disculpas al yokai y la clavó en su puerta. A la noche siguiente volvió a oírse la rueda del carro recorriendo la aldea, se paró de nuevo frente la puerta de aquella mujer y se conmovió tanto al leer su escrito que le devolvió a su niño lanzándolo desde el carro. El katawaguruma no volvió a aparecer después de aquel suceso, pero ya nadie se atrevió a averiguar la procedencia de ningún sonido que irrumpiera la noche. Esta misma historia también se le atribuye a otro yokai conocido como wa-nyūdō.
Según Sekien, durante la era Kanbun, una noche se oyó el sonido de un carro recorriendo las calles de Kokagun, capital de la antigua provincia de Ōmi, en la actual prefectura de Shiga. Una de las vecinas sintió muchísima curiosidad y se puso a mirar por una rendija de su puerta. Fue entonces cuando vio a una mujer espectral sobre la rueda en llamas de un carro pararse frente a su casa. Al percatarse de que estaba siendo observado, el espíritu se giró hacia la mujer y le dijo: «En vez de mirarme a mí, deberías vigilar a tu hijo».
El katawaguruma había secuestrado al hijo de la mujer como castigo por su indiscreción, así que, afligida por la pérdida, la vecina escribió una poesía pidiendo disculpas al yokai y la clavó en su puerta. A la noche siguiente volvió a oírse la rueda del carro recorriendo la aldea, se paró de nuevo frente la puerta de aquella mujer y se conmovió tanto al leer su escrito que le devolvió a su niño lanzándolo desde el carro. El katawaguruma no volvió a aparecer después de aquel suceso, pero ya nadie se atrevió a averiguar la procedencia de ningún sonido que irrumpiera la noche. Esta misma historia también se le atribuye a otro yokai conocido como wa-nyūdō.
Dibujo de Shigeru Mizuki |
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