Lobisón

La leyenda del hombre lobo llegó a Sudamérica desde Europa y se extendió a lo largo del continente con diversos nombres y variaciones. En Brasil se le conoce como lobishomem o lobisomem y desde allí pasó a Argentina, Paraguay y Uruguay como lobisón, lobizón, lobisome, lobisone, lobisonte, lubisón o, incluso, Luisón, el nombre de otro monstruo de la mitología guaraní. En Argentina aparece principalmente en las provincias de Formosa, Chaco, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Buenos Aires y Santa Fe.

Como este ser llegó a Brasil desde Portugal, es normal que guarde ciertas reminiscencias de los mitos ibéricos de los corredores gallegos y el tardo y lobisomem portugueses. Estos tardos y corredores sufrían una maldición que les obligaba a salir por la noche, buscaban el lecho donde había dormido un animal y se convertían en él al revolcarse en el sitio. Este animal podía ser un perro, un lobo, un burro, un cerdo, etc.

Brasil

Según el Abecedário de personagens do folclore brasileiro, el lobisomem es el octavo o séptimo hijo de una familia que sólo ha tenido niñas. La maldición se desencadena cuando el chico cumple trece años; es entonces cuando sale los martes y viernes por la noche en busca de algún lugar donde se haya revolcado un burro, se quita la ropa, le hace siete nudos y se restriega en esa tierra. Una vez transformado, se levanta, sacude sus enormes orejas que le llegan hasta los hombros, aulla y sale corriendo como un loco, atacando en su carrera a animales, niños, ancianos y mujeres embarazadas para chuparles la sangre. Algunos dicen que de cintura para arriba tiene aspecto de perro, pero de cintura para abajo es como un cerdo. Desde la medianoche hasta las dos de la mañana, debe visitar siete cementerios, siete encrucijadas, siete altares y siete aldeas antes del amanecer para luego regresar al lugar del que partió para volver a transformarse en humano.

Los que están bajo esta maldición son delgados, pálidos y demacrados. Tienen la nariz respingona, cejas gruesas y orejas puntiagudas; suelen bostezar con asiduidad y siempre están enfermos por la sangre que tienen en la boca. Adoran las comidas muy condimentadas, especialmente con sal, siendo el pollo al coco su plato favorito. Por eso tienen los dientes sucios y un aliento horrible. Para defenderse de ellos basta con hacer la estrella de Salomón utilizando las palmas que se llevan en Domingo de Ramos. Clavar esta estrella en la puerta de casa impedía que el lobisomem pudiera entrar.

Para liberarlo de su maldición, habría que realizarle una herida que sangre, aunque tan solo sean unas gotas, pero si se cambian las ropas del lobisomem por otras nuevas o se deshacen los siete nudos que dejó hechos, se verá incapaz de regresar a su forma humana y estaría condenado a ser una bestia para siempre. En este último caso, para matar al monstruo habría que clavarle un cuchillo de plata en el corazón o dispararle en el pecho una bala bañada en la cera de una vela que haya estado en el altar de una iglesia en la que se hayan dado tres misas en la noche de Navidad. También se cree que, si se dice tres veces «Ave María» cuando el lobisomem pasa corriendo delante de tu casa, éste explotaría de inmediato.

Argentina

En Argentina, al igual que en los mitos españoles, la maldición del lobisón recaía en el séptimo hijo varón consecutivo de una pareja, mientras que la séptima hija seguida se convertía en bruja. Por lo general se le describe como un perro negro enorme, tan grande como un ternero, tiene largas orejas que le cubren la cara, ojos centelleantes y una gran boca. También se dice que reúne características de otros animales, como pezuñas, y en menor frecuencia se le ha avistado como oveja, cerdo o mula. En su forma humana, el afectado suele ser alto y delgado, su piel tiene un tono amarillento y despide mal olor, además de que es huraño y de carácter difícil. Su transformación sólo se da a la medianoche de martes y viernes, cuando se muestra más inquieto e irritable de lo normal; es entonces cuando sale de su hogar y se va a un cementerio o al monte, se quita las ropas y se revuelca en la tierra o sobre un cuero de vaca mientras recita un credo al revés o ciertas palabras muy antiguas. Para volver a su estado humano debe repetir estos mismos pasos, pero si encuentra que alguien le ha robado la ropa, se verá atrapado en su forma animal.

El lobisón se alimenta principalmente de inmundicia; frecuenta cementerios para desenterrar cadáveres o se cuela en gallineros y corrales para devorar excrementos, basuras o cualquier animal muerto en descomposición. Suele ignorar a los humanos, pero de vez en cuando rapta algún niño sin bautizar para que le sirva de comida. Debido a esta horrible dieta tiene los dientes sucios y, los sábados, cuando vuelve a convertirse en hombre, cae enfermo por todas las porquerías que comió. Ante su presencia, los perros se vuelven locos y aullan sin parar, por lo que las gentes vecinas se encierran en sus casas a cal y canto. Si en sus correrías encuentra a alguien que se haya quedado dormido en el monte, el lobisón podría lamerle la boca y causarle a su víctima tales náuseas que no podrá comer durante días.

Para librar a un lobizón de su maldición habría que herirle con un cuchillo bendecido en forma de cruz, pero se corre el riesgo de que te mate o de ocupar su lugar si te salpica su sangre o la bestia consigue pasar entre tus piernas. Además, es inmune a las balas; para matarlo habría que emplear una bala bendecida en tres o siete iglesias y dispararla contra su sombra. Según Elena Bossi en su Seres mágicos que habitan en la Argentina, si se le consigue golpear con una alpargata también se le puede devolver a su forma humana. A parte de todo esto, para evitar desde un principio que el maldecido se transforme, los padres debían bautizarlo teniendo por padrino a su hermano mayor.

Comisión encargada a Caymartworks

1 comentario :

  1. La Ley 20.843 de la República Argentina establece que el presidente debe apadrinar al 7pto hijo varón de cada familia en pos de evitar la maldición.

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