Lupeux

En la región de Brenne, una tierra en el interior de Francia plagada de estanques, aún se cree en la existencia de un espíritu maligno que acecha a los viajeros. Se trata del lupeux y, aunque se desconoce su auténtica forma, ya que su descripción varía según la localidad, se sabe a ciencia cierta que tienta a la gente llamándola con voz humana. En Légendes rustiques podemos leer el caso de un viajero que pudo haber tenido un destino fatal de no haber sido por su guía, que le advirtió sobre el modus operandis del lupeux.

Según lo que nos cuenta Amantine de Dudevant bajo el pseudónimo de George Sand, el lupeux llamó con voz suave y burlona a su víctima riéndose con un «¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!» cuando atravesaba sus parajes en plena noche. Al girarse el viajero, no vio a nadie y le dijo a su guía que debía haber alguien en los alrededores bastante sorprendido por la presencia de los dos caminantes. Éste no le respondió y siguieron caminando por el oscuro paisaje plagado por las retorcidas sombras de los tocones y árboles desnudos. La voz invisible les perseguió y volvió a repetir su gritito de forma tan alegre y burlona que el caminante acabó por reirse y preguntó, dirigiéndose a la voz, «Bueno, ¿qué es lo que ocurre?». Esta vez el guía sí reaccionó y, santiguándose, le mandó callar, implorandole que no volviera a responderle a aquella voz o estarían perdidos. Por nada del mundo debía escucharla ni pararse a hablar con ella.

Aquella entidad era el lupeux, un ser perverso y retorcido al que alguna vez han visto posado sobre los árboles. En un principio bromea contigo, se ríe y con sus palabras poco a poco te va a alejando del camino. Es capaz de encandilarte con las más rocambolescas historias, intenta atraparte contandote los jugosos secretos de los demás, provoca tus celos hablando de los amantes que pueda tener tu pareja o, en caso de estar soltero, te promete las citas más ardientes. Tan sólo tienes que seguirle, no hay nada que el lupeux no pueda revelarte. Al final, la voz se detiene y te das cuenta de que estás frente a uno de los numerosos estanques que hay en Brenne; sus aguas son cristalinas y, junto a tu imagen, se reflejan todas las historias que este demonio ha ido sembrando en tu cabeza. Cuando te inclinas para verlas mejor, es entonces cuando el lupeux te empuja y deja que te mueras ahogado en las frías y cenagosas aguas. Lo último que sus víctimas ven es al lupeux sobre la rama de un árbol riéndose y respondiendo a la primera pregunta que le hiciste: «¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Esto es lo que ocurre».

Grabado de Maurice Sand para Légendes rustiques, de George Sand

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