El Hitotsume nyūdō (japonés: 一つ目入道; sacerdote de un ojo) es una especie de ōnyūdō, un terrorífico yokai que se aparece como un monje gigantesco con la peculiaridad de que sólo tiene un ojo en medio de la frente. Es posible que muchos de ellos en realidad sean kitsune o tanuki transformados para asustar a la gente.
Van vestidos con lujosas prendas y un séquito de otros yokai o humanos los llevan en un gran palanquín hermosamente adornado. De esta manera recorren caminos solitarios con su espléndida procesión hasta que encuentran algún viajero desprevenido, salen de su palanquín y se lanzan al ataque contra su víctima. Además pueden cambiar de tamaño y crecer tanto como para superar a los árboles más altos, por lo que es casi imposible huir de ellos a la carrera por las grandes zancadas que pueden alcanzar.
Según una leyenda de Wakayama, un hombre se subió a un árbol para contemplar el maravilloso desfile con el que se topó mientras viajaba por el bosque; cuando la procesión llegó al árbol donde estaba él, salió un Hitotsume nyūdō de su palanquín y comenzó a trepar el árbol para atraparle. Por suerte, el hombre iba armado con una espada y la blandió contra el monstruo. Al instante, tanto la criatura como todo su séquito desaparecieron por completo.
No todas las interacciones que tienen con los humanos son violentas. En una antigua leyenda localizada en Shiba Takanawa, actual distrito tokiota de Minato-ku, un médico muy pobre fue recogido en su hogar por una pequeña comitiva bajo el pretexto de que tenían a alguien enfermo en casa. Le vendaron los ojos y lo llevaron a una gran mansión. Allí fue recibido por un hitotsume nyūdō de dos metros que le ofreció té y tabaco hasta que llegó la dueña del lugar, una hermosa mujer que le invitó a un grandioso banquete. El médico acabó relajándose y comió y bebió tanto que cayó dormido. Cuando se despertó, vio que estaba de nuevo en su propia cama junto a su mujer, que espantada le dijo que había llegado borracho en un palanquín transportado por un demonio azul y otro rojo.
Van vestidos con lujosas prendas y un séquito de otros yokai o humanos los llevan en un gran palanquín hermosamente adornado. De esta manera recorren caminos solitarios con su espléndida procesión hasta que encuentran algún viajero desprevenido, salen de su palanquín y se lanzan al ataque contra su víctima. Además pueden cambiar de tamaño y crecer tanto como para superar a los árboles más altos, por lo que es casi imposible huir de ellos a la carrera por las grandes zancadas que pueden alcanzar.
Según una leyenda de Wakayama, un hombre se subió a un árbol para contemplar el maravilloso desfile con el que se topó mientras viajaba por el bosque; cuando la procesión llegó al árbol donde estaba él, salió un Hitotsume nyūdō de su palanquín y comenzó a trepar el árbol para atraparle. Por suerte, el hombre iba armado con una espada y la blandió contra el monstruo. Al instante, tanto la criatura como todo su séquito desaparecieron por completo.
No todas las interacciones que tienen con los humanos son violentas. En una antigua leyenda localizada en Shiba Takanawa, actual distrito tokiota de Minato-ku, un médico muy pobre fue recogido en su hogar por una pequeña comitiva bajo el pretexto de que tenían a alguien enfermo en casa. Le vendaron los ojos y lo llevaron a una gran mansión. Allí fue recibido por un hitotsume nyūdō de dos metros que le ofreció té y tabaco hasta que llegó la dueña del lugar, una hermosa mujer que le invitó a un grandioso banquete. El médico acabó relajándose y comió y bebió tanto que cayó dormido. Cuando se despertó, vio que estaba de nuevo en su propia cama junto a su mujer, que espantada le dijo que había llegado borracho en un palanquín transportado por un demonio azul y otro rojo.
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Ilustración de Shigeru Mizuki |
Fuentes
Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 1. Satori, Gijón, 2017.
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